Cupido y Psique
Joven de extraordinaria belleza, Psique desencadena unos celos terribles en Venus (Afrodita para los griegos), quien ordena a Cupido suscitar en ella pasión por un hombre de baja condición. Sin embargo, Cupido se enamora de la joven y la lleva a un fabuloso palacio donde cada noche la visita bajo falsas apariencias. El dios pide a la joven que no pretenda conocer su identidad si no quiere verse abandonada.
Sin embargo, una noche Psique, instigada por sus hermanas, malignas y envidiosas, provista de un cuchillo, se aproxima al dios iluminándolo con una lámpara de aceite. Una gota cae desde la lámpara sobre la espalda de Cupido, quien se despierta y, desilusionado, abandona a la joven. En la desesperada búsqueda del amor perdido, Psique llega al palacio de Venus. La diosa, airada, somete a la joven a une serie de pruebas, que Psique consigue superar gracias a la ayuda de seres divinos. Entretanto Cupido, presa de nostalgia, se pone a buscar a la amada y, encontrándola, pide a Júpiter permiso para casarse con ella. El rey de los dioses ordena a Mercurio que coja a Psique y la conduzca al Olimpo, entre los inmortales. La historia de Amor y Psique fascinó especialmente a los artistas renacentistas, que la representaron en todos sus episodios en la decoración de los palacios de los nobles. El arquitecto y pintor Giulio Romano ilustra el mito clásico en una sala del Palacio Te de Mantua: la Sala di Amore e Psique; Rafael en la Villa Farnesina: Loggia di Psique.
La leyenda de Cupido y Psique es una alegoría de las pruebas del alma (psique en griego) antes de su unión con lo divino. Este panel formaba parte de un cofre de boda (cassone), el mueble más popular del Renacimiento italiano.
Según el relato de Apuleyo en el Asno de oro, la joven Psique era hija de un rey, amada por Cupido y odiada por Venus. Para conquistar a su amado tiene que superar diversas pruebas.
Orfeo y Eurídice
Según la leyenda, el sonido melodioso de la voz y de la música de Orfeo logra calmar a los animales y a los hombres más feroces. El episodio mítico más conocido referido a la música de Orfeo es el que narra su descenso a los Infiernos. A la muerte de su joven esposa, Eurídice, mordida por una serpiente, Orfeo, desesperado, decide descender al reino de los muertos para buscarla. Con su canto extraordinario logra conmover a las divinidades infernales, que dejan marchar a la joven a condición de que Orfeo no intente mirarla hasta que no haya salido a la luz del sol. No obstante, en las proximidades de la superficie, el poeta, cediendo al deseo de ver a su esposa otra vez, se vuelve. Eurídice desaparece inmediatamente entre las nieblas infernales y Orfeo, desesperado, vuelve solo a la tierra. El mito cuenta que el poeta muere a manos de las bacantes, sin aclarar el motivo. Según una de las versiones más frecuentes, la fidelidad manifestada hacia Eurídice, incluso después de la muerte, fue juzgada por las bacantes como un insulto hacia ellas. A veces se representa al poeta en los Infiernos, mientras implora a Plutón y Proserpina para que le devuelvan a su esposa o cuando se prepara para volver acompañado de Eurídice, o también en el episodio de la muerte. La triste historia de Orfeo y Eurídice a menudo ha inspirado a escritores y compositores.
Orfeo se atrevió a lo que ningún hombre se había atrevido por amor. Emprendió el terrible viaje a los Infiernos. Al llegar allí, hizo sonar su lira y toda aquella vasta multitud se inmovilizó. El dios del Hades y su reina se acercaron para escucharlo. Orfeo cantó. Bajo el hechizo de su voz, nadie podía rechazarle nada.
Orfeo, era hijo de Apolo y Calíope, musa de la poesía épica y la elocuencia. Como sus padres, poseía el don de la música y la poesía. En torno al mito de Orfeo y a su descenso a los Infiernos se desarrolló la doctrina órfica.
Acis y Galatea
Galatea, cuyo nombre evoca el candor de la leche, es una divinidad marina, hija de Nereo y Doride. Ella es amada por el cíclope Polifemo, el famoso gigante dotado de un solo ojo. Sin embargo, la diosa no le correspondía, ya que estaba enamorada del bellísimo Acis, pastor hijo de Pan y de la ninfa Simeto. Un día, mientras tocaba la flauta en honor de su amada en la cima de una colina, el gigante descubre a Acis y Galatea tiernamente abrazados en la orilla del mar. Cegado por los celos, coge una enorme roca, la lanza con fuerza contra el pastor y lo mata. Luego Galatea transforma al amado en un río. Los artistas han representado a Acis y Galatea, escondidos, intercambiando caricias, mientras Polifemo toca la siringa sentado no muy lejos. Los dos amantes son también representados solos sobre un fondo de paisaje marino, o mientras huyen seguidos de Polifemo. A veces también se representa a Galatea sola sobre un carro: una concha arrastrada por delfines y rodeada de divinidades marinas, tritones y nereidas. Este último es uno de los episodios míticos preferidos por la iconografía del siglo XVI.
Apolo y Dafne
Dafne, hija del dios del río Peneo, fue otra de esas jóvenes cazadoras independientes que se resistieron al matrimonio y al amor que a menudo encontramos en los relatos mitológicos. Después de matar al monstruo Pitón, Apolo encuentra a Cupido ocupado en la construcción de su arco. Estimulado por su reciente hazaña, Apolo se burla de Cupido y le aconseja que abandone el tiro con arco, disciplina más propia de sí mismo, infalible cazador, que del joven alado. En respuesta, Cupido lanza contra Dafne una de las flechas de plomo, que provocan el rechazo en quién es herido, mientras golpea a Apolo con una flecha de oro, que infunde el sentimiento amoroso. Enamorado de la joven, el dios la sigue incesantemente, hasta que ella invoca la ayuda del padre. De improviso, cuando Apolo estaba ya a punto de alcanzarla, la ninfa se convierte en laurel. Apolo, desesperado, decide que dado que Dafne nunca será suya, el laurel le sea consagrado.
A Dafne se la representa generalmente mientras huye con los brazos alzados, mientras se están transformando en ramas de laurel. Apolo, a veces con la corona de laurel sobre la cabeza, la sigue o la coge. Dafne puede ser representada también mientras implora a su padre Peneo.
Apolo y Dafné van vestidos a la moda renacentista, época del pintor florentino Antonio del Pollaiolo, inventor de siluetas retorcidas de movimientos bruscos que además representa aquí como fondo el valle del Arno. Era corriente entre los artistas de todas las épocas interpretar este mito como el triunfo de la castidad sobre el amor sensual.
Jasón y Medea: La conquista del Vellocino de Oro
Jasón, hijo de Esón, rey de Yolco, es el famoso héroe que dirigió la expedición de los Argonautas. Cuando Esón fue privado del reino por su hermano Pelias, el hijo se salvó milagrosamente de la muerte. Ya adulto, Jasón vuelve a Yolco para recuperar su reino; Pelias le promete la restitución a cambio del Vellocino de Oro, conquistado en Colquide por un feroz dragón. En consecuencia, Jasón encarga a Argos, famoso constructor de naves, la construcción de una bellísima embarcación, llamada precisamente Argos, y pide ayuda a los héroes más famosos de entonces, los cuales tomarán el nombre de Argonautas. Llegados a Cólquide después de una serie de aventuras, Medea, hija del rey Ectas, señor de la región, se enamora de Jasón y le ayuda a conseguir el Vellocino de Oro, gracias a sus filtros mágicos. Capturado el Vellocino, Medea huye con Jasón para escapar a las iras del padre. No obstante, a continuación Jason la repudió para casarse con la hija del rey de Corinto. Medea se vengó matando a la rival (mediante el vestido empapado de veneno que le regaló), y a sus mismos hijos.
Los artistas han quedado fascinados por la figura de Medea, sobre todo en cuanto a maga, y se han entregado a describir el episodio del rejuvenecimiento de Esón, padre de Jasón, o el de la muerte de Pelias por sus propias hijas. A veces se la representa mientras prepara sus encantamientos o en el momento de matar a sus hijos
En esta pintura, Delacroix, ha elegido el momento en que, según el relato mítico, Medea, con una daga en la mano, se dispone a sacrificar a sus hijos.
Dédalo e Ícaro
Ícaro era hijo de Dédalo, célebre constructor del laberinto, y de Naucrate, una esclava de Minos. El rey de Creta encerró a Dédalo y a su hijo en el laberinto, ya que el arquitecto había sugerido a Ariadna la estratagema que permitió a Teseo escapar de aquella intrincada maraña de caminos. Dédalo, para escapar del lugar en que había sido encerrado, construyó para sí y para su hijo unas alas, sirviéndose de plumas y cera. Luego instruyó a su hijo sobre como utilizarlas, advirtiéndole que no se elevara demasiado alto en el cielo ni lo hiciera demasiado bajo. Superada la inicial vacilación, Ícaro se confió y, olvidando los consejos paternos, subió cada vez más alto hasta que el calor del sol derritió las alas y el joven se precipitó en el mar ahogándose. En la tradición figurativa, el episodio que se suele representar es la caída de Ícaro, en el momento de precipitarse al mar mientras las alas se deshacen. Otras veces, en cambio, se le representa mientras Dédalo ata las alas a su espalda.
Por orden de Minos, rey de Creta, Dédalo construyó el palacio real de Cnosos y diseñó el Laberinto para ocultar al Minotauro, un monstruo mitad toro y mitad humano, hijo de la reina Parsífae, mujer del rey cretense.
Ícaro se precipita en el mar. El mar en el que según el mito ha caído el joven se llama mar de Icaria, legendaria isla griega que se encuentra junto a la de Samos.
Libros recomendados
Una selección de libros recomendados disponibles en Amazon
Bibliografía
Hamilton, Edith. La Mythologie, ses dieux, ses héros, ses légendes. Marabout, 1997
Lefèvre, Thierry. 13 histoires pour découvrir les amours des dieux. Somogy, 1998
Bertherat, Marie. Les Mythes racontés par les peintres. Bayard jeunesse, 2000
Impelluso, Lucia. Dieux et héros de l’Antiquité. Éditions Hazan, Paris, 2001
Denizeau, Gérard. La mythologie expliquée par la peinture. Larousse. 2017