Cupido (Eros)
Además de los doce grandes olímpicos, otras divinidades poblaban los cielos. El más importante fue el dios del amor, Eros (en latín Cupido o Amor). Homero lo ignora, pero Hesíodo nos dice que fue «el más hermoso de los dioses inmortales». En las fuentes más antiguas se le describe como una divinidad nacida del Caos originario que mantiene unido al Universo.
Es un joven alado, pícaro y un poco indecoroso, que con sus dardos hace que se enamoren tanto los dioses como los seres humanos. Las flechas disparadas por el dios tienen poderes diferentes: las de oro infunden amor en quien es herido, las de plomo suscitan aversion en el corazón del amante. A veces Cupido es castigado por sus fechorías. Aun siendo una divinidad menor, el dios es representado muy frecuentemente en el arte helenístico, durante el Renacimiento y en épocas posteriores. Ocasionalmente su presencia es simbólica e indica que el tema iconográfico es de naturaleza amorosa. En el acto de disparar su flecha, el dios sobrevuela ligero por encima de las figuras de los amantes. A veces se le ve jugando con las armas de Marte o construyendo un arco de la clava de Hércules, con lo que se indica que el amor vence incluso a los más fuertes. El tema de la educación de Eros y de los dioses y héroes en general, no se refiere a ningún mito, pero se propaga en el Renacimiento, indicando el interés renacido por la cultura clásica. A veces a Cupido se le representa vendado. No porque porque el amor sea ciego, como se suele decir; la figura de Amor vendado, que comienza a aparecer en el arte medieval, asume realmente el valor negativo de la oscuridad del pecado.
Este pintor romántico de la primera generación representa el primer beso de Cupido a Psique, una princesa de la que se enamoró, pero que es invisible para ella.
Correggio, pintor del Alto Renacimiento, representa a Venus desnuda según la iconografía tradicional, que sostiene el arco de su hijo Cupido y le incita a leer las hojas que le muestra el maestro Mercurio.
Cupido, con los ojos vendados, tal como aparece en La primavera de Botticelli transforma el amor pasional de Céfiro por Venus en amor espiritual; en el cuadro Cupido fabricando el arco de Parmigianino, aparece travieso y burlón; en la Alegoría de Venus y Cupido de Bronzino, el dios manifiesta el engaño de la pasión. Finalmente, en Lucas Cranach, el pequeño Cupido es picado por las abejas mientas roba un panal de miel, lamentándose con su madre Venus. El pintor, se refiere a la anécdota sacada de los Idilios de Teócrito, que intenta prevenir contra los riesgos de la lujuria.
Sebastiano Ricci, gran pintor de frescos eligió representar el mito como lo describían los humanistas en el Renacimiento. Anteros (el antihéroe), el joven alado que arranca las alas de Cupido para castigarlo, se convierte aquí en el símbolo del amor sagrado. La venda de Cupido evoca el amor sensual, símbolo del amor profano vuelto hacia la contemplación terrenal.
Hebe
Hija de Júpiter y Juno, Hebe es la diosa de la juventud y la copera de los dioses, a los que sirve el néctar durante los banquetes. En el ámbito del Olimpo la diosa asume el papel de sirvienta o hija de la casa. Ayuda a Juno a preparar el carro, danza con las Horas y con las Musas al son de la lira de Apolo. Cuando el papel de copero de los dioses le fue asignado a Ganímedes, Hebe aparece como esposa de Hércules. En Grecia el culto de esta divinidad se asoció frecuentemente al de Juno (Hera) o al de Hércules (Heracles). Sin embargo, en la Roma antigua, Hebe fue identificada con la antigua diosa Juventus y su figura asumió una connotación política como asociada a la juventud del Estado, que siempre se renueva y reflorece. Como personificación de la floreciente juventud, durante el siglo XVIII los retratos femeninos fueron a veces ejecutados como personificaciones de Hebe, con la evidente intención de celebrar la juventud y la belleza de la dama retratada.
Diosa de la juventud y sirvienta de los dioses, a veces vierte néctar en una copa para ofrecérselo al águila de Júpiter. Pero esta función fue confiada a Ganímedes, un joven príncipe troyano de sorprendente belleza, quien fue secuestrado y transportado al Olimpo por el águila de Zeus.
Las Gracias (Cárites)
Hijas de Júpiter y Eurínome, las Gracias personifican la belleza y la gracia, e infunden alegría en le corazón de los dioses y de los hombres. Hesiodo en la Teogonía recuerda sus nombres: Eufrosina, Talía y Áglae. Las Gracias forman parte del séquito de Apolo, dios de la música, o de Venus; de la diosa de la belleza han heredado algunos atributos: la rosa, el mirto, la manzana, el dado que suelen llevar en las manos. Generalmente se las representa desnudas y abrazadas, la del centro gira la espalda mientras las otras dos, a los lados, se vuelven hacia el espectador. Esta disposición, representada originariamente en una pintura mural proveniente de Pompeya, se ha tomado como modelo para muchos artistas posteriores.
La figura de las Gracias ha sido interpretada en sentido alegórico según las diferentes épocas. Según Seneca, por ejemplo, las diosas representaban las tres características de la generosidad: dar, recibir e intercambiar. Los humanistas renacentistas las consideraban, en cambio, como imágenes de la castidad, de la belleza y del amor; de hecho a veces aparece la inscripción Castitas, Pulchritudo, Amor.
Las Musas: diosas de las artes y las letras
Las Musas, hijas de Júpiter y Mnemosina, la memoria, supervisan la inspiración poética y todas las actividades intelectuales. Son además consideradas diosas del canto y, como tales, ligadas a Apolo, dios de la música que dirige el coro. En la época clásica las Musas eran nueve: Calíope, la poesía épica; Clío, la historia; Polimnia, los himnos heroicos; Euterpe, la poesía lírica; Terpsícore, la danza; Erato, la poesía amorosa; Melpómene, la tragedia; Talía, la comedia y la poesía idílica; Urania, la astronomía. Las Musas son a veces representadas sin atributos particulares, mientras se cogen de la mano. Según los mitógrafos renacentistas, así se indica que las ciencias y las artes liberales enlazan unas con otras. La iconografía tradicional de las Musas se basa en los escritos de Fulgencio, autor cristiano según el cual las diosas responden a la división del conocimiento humano en nueve partes.
Las Musas fueron fuente de inspiración para los artistas, poetas, dramaturgos y músicos. En la Antigüedad se las representaba como vírgenes que vivían en el bosque, cerca de las fuentes, y bailaban en círculo (una imagen que simboliza la unión armoniosa de las artes). Encarnaban las más altas facultades intelectuales y artísticas de la humanidad.
Las Parcas (Moiras) diosas del destino
Según los antiguos, la vida está sujeta al destino: en el momento del nacimiento se establecen para cada hombre los que serán los acontecimientos con los que se encontrará y el momento en que morirá. Aun sosteniendo que dependerá de la voluntad de los dioses y de Júpiter, se cree igualmente que el Destino es superior a esa voluntad divina, a la que, sin embargo, el rey de los dioses puede sustraerse. Por ejemplo, el destino de Aquiles es morir en la guerra de Troya y, aunque su madre Tetis intente protegerlo, el héroe morirá en el campo de batalla. Las Parcas son la personificación del destino y se las suele considerar hijas de Júpiter y Temis, o, según Hesiodo, de la Noche. Son tres : Cloto, la hilandera; Láquesis, la distribuidora, que asigna al hombre el destino, y Átropos, la inflexible, la que corta el hilo. A las Parcas se las suele representar mientras hilan y cortan el hilo de la vida humana según la longitud correspondiente al número de días que correspondan a cada uno. Cloto tiene la rueca, Láquesis sostiene el hilo o mide la duración de la vida y Átropos, la más terrible, es representada en el acto de cortar el hilo de la vida. Pueden ser representadas solas, en los Infiernos, o en complejas escenas alegóricas en las que se puede divisar también la imagen de la Muerte.
El hilo de la vida está a punto de ser cortado por Átropos. La rueca está en las manos de Cloto, una de las tres Parcas. El hilo de la vida lo mide la parca Láquesis.
Bibliografía
Hamilton, Edith. La Mythologie, ses dieux, ses héros, ses légendes. Marabout, 1997
Lefèvre, Thierry. 13 histoires pour découvrir les amours des dieux. Somogy, 1998
Bertherat, Marie. Les Mythes racontés par les peintres. Bayard jeunesse, 2000
Impelluso, Lucia. Dieux et héros de l’Antiquité. Éditions Hazan, Paris, 2001
Denizeau, Gérard. La mythologie expliquée par la peinture. Larousse. 2017