Remedios Varo y la armonía espiritual
María de los Remedios Varo Uranga nació el 16 de diciembre de 1908 en Anglès (provincia de Girona, España). De niña, viajó por España y el norte de África con su padre, ingeniero hidráulico. Toda su vida se interesó por las matemáticas, la mecánica, el dibujo y la invención de fantásticos medios de locomoción. Pasó algunos años en colegios religiosos y luego ingresó en la Academia de San Fernando de Madrid. Tras un breve matrimonio con un compañero de estudios, conoció y se casó en Barcelona con el poeta surrealista Benjamin Péret. Participó en las actividades del grupo surrealista parisino, pero por motivos políticos tuvo que huir de Francia con Péret. La pareja se instaló en Ciudad de México en 1942, donde Remedios Varo vivió hasta su muerte en 1963. Su primera exposición individual tuvo lugar en la Galería Diana de Ciudad de México. En 1971 se celebró una retrospectiva de su obra en el Museo de Arte Moderno de Ciudad de México, que atrajo a una gran multitud de visitantes.
El viaje espiritual hacia la libertad
Entre sus primeros cuadros, Remedios Varo ejecutó en París en 1938 Las Almas de los Montes, en el que vemos, emergiendo de las nubes, las cumbres de varios picos rocosos unidos entre sí por una estela de luz. Algunos de estos picos están huecos y albergan figuras femeninas con aspecto somnoliento o en actitud contemplativa. Es como si estos espíritus de las altas cumbres fueran mujeres que esperan ser liberadas del mundo material que las aprisiona. En 1947, dio otra imagen del viaje de la mujer hacia la libertad en La Torre, donde muestra a una mujer en precario equilibrio encima de una frágil barca que flota en una especie de lago dentro de una torre en ruinas. Esto puede ser una alusión a la Europa devastada por la guerra, que Remedios Varo dejó atrás tras el viaje que la trajo a México.
Remedios Varo compartió con Leonora Carrington su criterio sobre la evolución creativa y espiritual. Ambas tenían como objetivo la búsqueda de la verdad y veían la vida como una odisea tanto material como espiritual. Sus imágenes nunca se alejan de las de la búsqueda medieval del Grial, una meta espiritual que representaba la integridad interior, la unión con lo divino y la plenitud de la personalidad. Otros ecos del Grial y su elixir de vida se encuentran en los cuadros y escritos de Leonora Carrington y Remedios Varo. La imagen de esta búsqueda aparece en el cuadro Nacer de Nuevo, de Remedios Varo, de 1960, en el que el busto desnudo de una mujer emerge a través de los desgarrones de la pared de un santuario en el que hay un cáliz sobre una pequeña mesa hexagonal. La joven se inclina hacia el cáliz luminoso, que le devuelve no su propia imagen, sino la de la luna.
Remedios Varo y Leonora Carrington: una amistad
El intento más importante de crear un nuevo lenguaje para dar a conocer la «otra» realidad de la mujer artista tuvo lugar en Ciudad de México en las décadas de 1940 y 1950. La amistad entre Remedios Varo y Leonora Carrington era tal que las llevó a compartir sus sueños, sus historias y sus «recetas» mágicas. Las imágenes que se convertirían en las más frecuentes en los cuadros de Remedios Varo (entre ellas, fantásticos medios de locomoción, barcos impulsados por el viento y el sol, torres con tejados cónicos y vastos espacios interiores, paisajes obtenidos mediante la técnica de la decalcomanía) existían más o menos en germen en la obra de Leonora Carrington de los años cuarenta (Las distracciones de Dagobert y Martes (1946). En los cuentos de Remedios Varo aparecían personajes de la aristocracia inglesa; en sus relaciones oníricas aparece a menudo el nombre de Leonora, y sus cuadros de los años cincuenta utilizan a veces motivos de la obra de Leonora Carrington, como Mimetismo (1960), en el que figuras humanas adoptan la forma de muebles y extraños encuentros que recuerdan el autorretrato de Leonora Carrington, La Posada del caballo del alba (1940).
En El Flautista (1955), un joven toca la flauta y con su música hace caer del cielo las piedras de una torre. Cada una de estas piedras lleva en su superficie visible el rastro fosilizado de una hoja, una concha o un insecto. Remedions Varo parece sugerir que la naturaleza y su pasado subyacen en toda creación artística.
Bajo la influencia de Georges Gurdjieff, Remedios Varo y Leonora Carrington dejaron gradualmente de dar a sus recuerdos infantiles e incluso adultos una importancia decisiva en su trabajo y orientaron sus investigaciones hacia el conocimiento y la purificación espiritual.
Varo y el secreto de los poderes alquímicos
La importancia de la alquimia, más allá de sus fases químicas y pseudocientíficas, reside en la identificación de su verdadero motivo (la prima materia) con el hombre. En algunos cuadros de Remedios Varo, los instrumentos del alquimista aparecen como medio para crear arte y vida. En La Creación de los pájaros (1958), la artista, representada aquí como un búho sabio, está sentada ante una mesa de dibujo. En una mano sostiene una lupa triangular que transforma la luz de una estrella en un pájaro proyectado sobre una hoja de papel. Junto a la joven, una especie de alambique recoge polvo de estrellas y lo transforma en un pigmento coloreado que cae gota a gota sobre su paleta. El cuadro da la imagen de una mujer que posee el conocimiento y el secreto de los poderes alquímicos. Este lienzo, como otros de Remedios Varo, transmite ideas que proceden de la filosofía islámica y, en particular, de la sofística, que fue importante en el desarrollo del conocimiento alquímico medieval y que la artista, debido a su educación española, no podía ignorar.
En Música solar (1955) y en Armonía (Autorretrato sugerente) de 1956, una vez más, gracias a las conexiones mágicas entre el sonido y la luz, la mujer se convierte en el instrumento creador de la vida y del arte. El cuadro Armonía nos muestra la lucha por crear una armonía musical. Los elementos discordantes son manipulados por la clave de sol por una figura andrógina sentada a una mesa y por una mujer que parece surgir de la pared como un fantasma. En la habitación se producen todo tipo de extraños sucesos, que parecen causados por estos elementos discordantes. Los cajones se abren por sí solos y se vacían de su contenido; las baldosas que cubren el suelo se levantan para dejar crecer la hierba; las cortinas se mueven. La confusión reina en esta sala de aspecto monacal, pero comprendemos que todo esto no durará y que las correspondencias se restablecerán para devolver la armonía medieval.
Los temas del viaje espiritual y la iluminación se combinan en el cuadro Exploración de las Fuentes del Río Orinoco, de 1959. A finales de 1947, Remedios Varo había viajado a Venezuela para ver a su hermano. Durante su estancia, viajó a las fuentes del principal río del país en busca de oro, y descubrió que el bosque quedaba completamente cubierto por el agua durante las crecidas. Su pintura de esta expedición sugiere que este viaje alquímico estaba asociado en su mente con la búsqueda del Grial. Su versión pictórica muestra a una viajera que manipula con fría determinación los mandos de una fantástica góndola que le sirve de prenda protectora, sombrero y barca para remontar el río Orinoco; este viaje no la conduce al oro, sino a una copa de la que surge un inagotable chorro de agua.
En Ciencia Inútil o El Alquimista, de 1958, una mujer solitaria está envuelta en una manta que no es más que una prolongación de la alfombra, hecha de cuadrados blancos y negros, que cubre el suelo de la habitación. Acciona una manivela que pone en marcha un complicado mecanismo diseñado para destilar un preciado líquido, derivado del rocío. Detrás de ella se alza una especie de torre medieval en la que se han instalado una serie de poleas y correas (similares a las que se encuentran en los dibujos del caricaturista contemporáneo Rube Goldberg) que sostienen el alambique del alquimista sobre un hogar cónico.
Remedios Varo eligió un método de trabajo meticuloso hasta la obsesión. Cuando pintaba, se encerraba en su estudio durante siete u ocho horas al día, y esto podía durar todo un mes. El acabado de sus cuadros exigía una destreza extrema en el uso de los pinceles más finos.
Autorretrato o autoconocimiento
Podría decirse que todos los cuadros surrealistas son autorretratos; sus fuentes son la vida interior; sus imágenes están relacionadas con la estructura y el funcionamiento de la mente del pintor; su objetivo es el autoconocimiento. Sin embargo, pocos cuadros pintados por hombres nos ofrecen una imagen reconocible del artista. Excepto quizá en el caso de Salvador Dalí, que concentró su atención en su propia imagen y explotó conscientemente el narcisismo como estado mental. Los demás pintores inventaron personajes que se sustituían a sí mismos, alter egos, como en el cuadro Loplop, le Supérieur des Oiseux para Max Ernst o el hombre del bombín para Magritte. Las mujeres artistas, por su parte, tenían un deseo constante de incluir una imagen reconocible de sí mismas en sus cuadros, aunque no fueran autorretratos propiamente dichos (Leonor Fini, Frida Kahlo, Leonora Carrington). En los retratos de Remedios Varo, el rostro en forma de corazón, con su nariz larga y fina y su abundante cabellera, recuerda al de la artista. También hizo de sus ojos almendrados y sus cejas como alas de pájaro el rasgo distintivo de su obra. En Encuentro de 1959, nos enfrentamos a la futilidad de cualquier intento de cambio. Una joven con aspecto taciturno abre una caja en busca de una nueva personalidad y sólo encuentra su propia imagen. En la pared detrás de ella hay otras cajas de distintos tamaños, pero la mirada vaga y la expresión preocupada de la joven sugieren que todas contienen la misma efigie.
El cuadro de Remedios Varo de 1958 Papilla Estelar (Celestial Pablum) ofrece una imagen del aislamiento materno ante las exigencias del niño. Presenta a una madre, pálida y agotada, encerrada sola en una especie de torre, donde muele estrellas para hacer un puré con el que alimenta a una luna encerrada en una jaula. Muy joven, Remedios Varo tuvo que abortar, probablemente debido a las dificultades materiales de su vida. Sin embargo, durante toda su existencia estuvo muy unida a los hijos de sus padres y amigos.