Pissarro: de París a Pontoise
Camille Pissarro (Saint-Thomas 1830 – París 1903) nació en las Antillas, estudió en Francia y se instaló definitivamente en París en 1855. Asistió a la Escuela de Bellas Artes, pero también a la más liberal Academia Suiza, donde conoció a Monet. En 1861 conoce también a Cézanne y Guillaumin, pero sus primeros cuadros están influenciados principalmente por Corot y Daubigny. Aunque fue admitido en el Salón en 1859, rompió con el academicismo oficial y expuso en el famoso Salón des Refusés (1863) junto a Manet, Jongkind, Guillaumin y Cézanne. A partir de 1865, su técnica libre y el uso de la espátula ejercieron una influencia decisiva sobre Cézanne y sus otros amigos, animándoles a desterrar los negros y la tierra de Siena de su paleta, y a trabajar el motivo. En esta época, Pissarro se traslada a Pontoise y luego a Louveciennes.
Pontoise se encuentra a unos treinta kilómetros al noroeste de París. Los pintores de Barbizon fueron de los primeros en sentirse atraídos por su belleza natural y sus tranquilos parajes a orillas del Oise, lugares perfectos para pintar al aire libre. Pissarro se alojó allí por primera vez en 1866 y pintó algunos paisajes. En 1869 se traslada a Louveciennes con su pareja y su primera hija. Pissarro regresó a Pontoise después de la guerra franco-prusiana – como otros impresionistas se había exiliado en Londres- y se hizo amigo de Daubigny. Pintaron paisajes juntos, a veces desde la misma perspectiva, para comparar su estilo y visión estética. En 1872, Pissarro recibe a Cézanne, con quien sienta las bases del nuevo movimiento impresionista: será uno de los más fervientes partidarios de la idea de crear un grupo de artistas y de la necesidad de organizar exposiciones alternativas al Salón.
En cuadros como El Sena en Port-Marly, el lavadero (1872), de tonos suaves y colores apagados, Pissarro une dos temas que le son especialmente queridos: el paisaje fluvial y el mundo del trabajo, representado por las lavanderas que van a trabajar con sus cestos de ropa. El artista parece querer destacar el ambiente tranquilo y relajado de este lugar, en contraste con la vida frenética de París. En 1877, Pissarro sigue trabajando con Cézanne y, el coleccionista Gustave Arosa le presenta a Gauguin. Pissarro dio a Gauguin consejos útiles sobre la pintura de paisaje y le animó a dedicar todo su tiempo a la pintura. En los años siguientes, Pissarro intentó preservar la unidad de los artistas impresionistas, tratando de limar las dificultades y los desacuerdos. A principios de la década de 1880, la pequeña ciudad de Pontoise experimenta un fuerte desarrollo industrial que distorsiona en parte su aspecto rural, lo que convence a Pissarro de trasladarse a Éragny.
Pissarro fue el único artista que participó en las ocho exposiciones impresionistas, incluida la de 1880, en la que presentó Paisaje en Chaponval. Entre los ausentes estaba Monet y Renoir, que prefirieron enviar sus cuadros al Salón. Desgraciadamente, fueron muy mal expuestos y sus protestas públicas a los organizadores no ayudaron, como tampoco lo hicieron los artículos que escribió Zola en su defensa.
Éragny y el puntillismo
Del 1 al 25 de mayo de 1883, el marchante de arte Durand-Ruel organiza la primera gran exposición individual de Pissarro en su galería de París. Pissarro pasa un tiempo en Rouen y luego en Osny. El 4 de abril de 1884, se traslada a Éragny-sur-Epte, un pueblo tranquilo que aún conservaba un aspecto típicamente rural, como le gustaban al pintor para sus paisajes en plein air. En 1885, se solidariza cada vez más con las ideas libertarias-socialistas de tendencia anarquista que se estaban extendiendo en Francia en aquella época, y que él veía como una consecuencia natural de su propio compromiso social. Al mismo tiempo, conoció a Theo Van Gogh, hermano de Vincent. Fascinado por las nuevas teorías postimpresionistas, no dudó en adoptar la técnica divisionista, entablando amistad con Signac y Seurat, que le introdujeron en el puntillismo, que adoptó durante casi cinco años. En la década de 1890, Pissarro vuelve gradualmente al estilo impresionista cuyo dibujo es más simplificado, y en el que el uso del color y la luz está más controlado. El artista no perdió el contacto con el medio parisino, al que finalmente se reincorporó en 1896; y, a pesar de una dolencia ocular crónica que le obligó a restringir su pintura al aire libre, produjo nuevos paisajes y vistas.
Pissarro y el mundo campesino
De todos los pintores impresionistas, Pissarro fue el más sensible a los problemas sociales de su tiempo. Dedicó varios de sus cuadros al tema del trabajo y, en particular, al de los campesinos. Su referencia es Jean-François Millet, de quien Pissarro dice ser admirador y deudor. Para él, el campo era el contraste ideal con la ciudad, que le gustaba representar en numerosas vistas, la mayoría tomadas desde el balcón de su casa parisina. Sin embargo, mientras que los espacios urbanos suelen ser vistos por el pintor como el símbolo del progreso y la vida moderna, con su incesante y frenético movimiento, los espacios rurales representan a sus ojos la dimensión más verdadera de la existencia humana, porque en ellos se puede establecer una relación auténtica y gratificante con la naturaleza. Sin embargo, fiel a los principios de su filosofía social, no redujo este vínculo al paseo dominical del burgués parisino, que abandona su trabajo y su casa en la ciudad para pasar las vacaciones al aire libre, haciendo picnic en el campo, practicando deportes en los ríos o entreteniéndose en los numerosos establecimientos turísticos. Pissarro no compartía ese gusto, que encontramos representado en los numerosos cuadros de sus compañeros impresionistas. Los consideraba superficiales, por no decir retóricos o hipócritas. A sus ojos, sólo quienes viven toda su vida en estos lugares trabajando la tierra pueden afirmar que establecen una verdadera comunión con la naturaleza.
Pissarro presentó una serie de cuadros inspirados en los campesinos en la séptima exposición impresionista de 1882. Fueron apreciados por el público y descubiertos por el crítico Huysmans, que habló positivamente de ellos, destacando tanto el equilibrio entre las figuras y el fondo del paisaje como la naturalidad y la ausencia de retórica. En el cuadro Caridad, todos los elementos contribuyen a crear una unidad narrativa, que el artista trata con extrema delicadeza y gran fuerza expresiva: su habilidad consiste en hacer elocuentes los gestos y las expresiones de los rostros representados sin énfasis, pero con austero rigor. Aquí, una joven campesina lleva comida caliente a una vecina anciana en un gesto de tierna preocupación.
Vistas urbanas
Uno de los temas característicos de los últimos años de vida de Pissarro, son las vistas de París. Obligado por necesidad de evitar la pintura al aire libre debido a su frágil vista, Pissarro se situa en el interior de habitaciones de hotel o viviendas alquiladas a tal efecto. El resultado son un tipo de composiciones con un novedoso enfoque, correspondiente a una perspectiva de arriba a abajo, determinada por el hecho de tener que observar las escenas urbanas que suceden a ras de tierra, desde la altura de una ventana. Los paisajes rurales dejan paso ahora a las vistas que reflejan el bullicio de la ciudad moderna, ya se trate de la capital, París, o de los puertos industriales, lugares que adquirieron un especial protagonismo con ocasión de la Primera exposición impresionista en 1874. Entre 1883 y 1903, año de su muerte, Pissarro realiza una extensa serie de vistas de Rouen, Dieppe y Le Havre – insistiendo siempre en el movimiento de las diferentes embarcaciones o en el multicolor tropel de transeúntes.
«Afortunados son aquéllos que ven cosas bellas en lugares humildes donde los demás no ven nada! Todo tiene belleza. Lo importante es poder interpretarla» Camille Pissarro.
Bibliografía
Collectif. Pissarro à Éragny. Réunion des Musées Nationaux, 2017
Denizeau, Gérard. Camille Pissarro. Larousse, 2017
Linares, Marina. Pissarro. Éditions Place des Victoires, 2017
Crepaldi, Gabrielle. Petite encyclopédie de l’impressionnisme. Solar, 2002
Durand-Ruel, Claire. Pissarro, patriarche des impressionnistes. Gallimard, 2012