Vistas y caprichos
Una «vista» (veduta) es la representación fiel de un paisaje, urbano o rural. El «capricho» es un paisaje con elementos arquitectónicos puramente ficticios, destinado a cautivar al espectador. La veduta se acerca más a la escenografía y presenta problemas de investigación espacial donde la práctica de la perspectiva es muy utilizada. El gusto por los recuerdos de viajes estimula, a través de la pintura, el atractivo que ejerce el espectáculo vivo y animado de las arquitecturas. Para los ricos habitantes de las regiones septentrionales, Italia y Venecia fueron durante mucho tiempo un país y una ciudad que había que visitar. Así, las «veduta» de Canaletto eran muy solicitadas en el Norte, sobre todo en Inglaterra. En este país, la gran vuelta «le Grand tour», el viaje que las personas acaudaladas hacían para finalizar su educación, y que los conducía principalmente en Italia, era una tradición. Artistas como Canaletto, Guardi, Bellotto, Hackert, Pannini han realizado reproducciones exactas y documentadas de lugares, palacios, monumentos, excavaciones y ruinas. El epicentro de este fenómeno era Roma, principal etapa del Grand Tour, donde a finales del siglo XVII, el holandés Gaspar van Wittel había realizado una serie de reproducciones exactas de toda Italia, sobre todo de Nápoles.
Esta gran tela fue comisionada junto con otro cuadro «Galería de vistas de la Roma moderna» por François-Claude de Montboissier, abad de Canillac, encargado de los asuntos eclesiásticos de Francia en Roma, amigo y protector de Pannini. El tema del «cuadro en el cuadro» de origen flamenco, se utiliza aquí para testimoniar de la importancia dada a los monumentos y a los cuadros de épocas diversas, así como de su extraordinario valor documental. El arte de la Roma antigua es mostrado como una fuente inagotable de inspiración y de innovación para los artistas modernos.
El gran número de réplicas de este tema demuestra la popularidad de los «caprichos», destinados a un floreciente mercado de compradores extranjeros.
En Venecia, la combinación de la luz y del agua omnipresente en toda la ciudad, ha sido considerado desde siempre un prodigio extraordinario. Canaletto hizo de la representación grandiosa y particularmente detallada de «su» Venecia la obra de su vida. Sus cuadros tienen la precisión de una fotografía. No obstante, el esplendor y la magnificencia de la ciudad son engañosas: Venecia se encaminaba hacia su decadencia, su poder como ciudad-estado pertenecía ya al pasado.
Canaletto: el maestro de la perspectiva
A la vez conciudadano y contemporáneo de Tiepolo, Antonio Canale, llamado Canaletto (1697-1768) ilumina la pintura europea con la luz deslumbrante del arte veneciano. Sus vistas de la ciudad, todas ellas destinadas a la exportación (no es casualidad si hoy en día hay muy pocas obras del Canaletto en Venecia), se convierten rápidamente en el objetivo de un mercado artístico muy disputado. Hijo de un decorador de teatro, comienza a trabajar con su padre para espectáculos en Venecia y en Roma. Como consecuencia de un viaje a Roma (1719) e influenciado por Pannini y Van Wittel, se especializa en el «capricho«, la pintura de ruinas y el paisaje urbano . Esta actividad juvenil deja una huella imborrable en el artista que se mostrará siempre preocupado en crear perspectivas escenográficas sugestivas y profundas. Las vistas de Canaletto fueron realizadas, al menos en parte, con la ayuda de una «cámara óptica», un instrumento de visión del paisaje que anuncia el concepto del «cuarto oscuro» fotográfico. Gracias a ello, pero sobre todo gracias a su trazo seguro y a su increíble luminosidad, Canaletto goza de un papel preponderante en el arte europeo. En 1746, se instala en Londres donde permanecerá durante años, alternando las vistas de Venecia (realizadas a partir de carnets de dibujo de una precisión extrema) y de vastas escenas de la capital y de las casas de campo inglesas. De regreso a Venecia en 1757, Canaletto es considerado ya como el maestro absoluto de la perspectiva: continuará dibujando y a pintar hasta su muerte.
La obra de Canaletto, verdadero cántico a la belleza de Venecia, se distingue por su claridad y precisión. Sus cuadros bañan en una luz transparente y uniforme que subraya cada detalle de los edificios. Las figuras, cuya presencia anima los lugares y las calles, son situadas de tal forma que la diferencia de tamaño permite apreciar la profundidad de la imagen. Canaletto se sirve incluso de las bandas del pavimento para indicar exactamente la anchura y la profundidad de la plaza, cuya topografía se revela así al espectador.
Aunque el nombre de Canaletto vaya asociado a las vistas de lugares célebres y producidas en serie, esta obra maestra de juventud (seguramente encargada por un cliente veneciano) ofrece una vista intimista de la ciudad, parecida a la que podría ofrecer una ventana que da sobre la parte posterior de una casa. De hecho, este lugar no es el patio de un picapedrero, sino el Campo San Vidal representado durante los trabajos de reconstrucción de la iglesia adyacente, la iglesia San Vidal o Vitale. Al otro lado del Gran Canal se apercibe la iglesia de Santa Maria della Carità, hoy convertida en l’Accademia di Belle Arti – principal museo de arte de Venecia.
Hacia 1728 Canaletto comienza a pintar vistas de Venecia para los viajeros internacionales, escogiendo para ello perspectivas monumentales. El éxito es inmediato: el cónsul inglés en Venecia, Smith, encarga decenas de telas (que el rey Jorge III comprará en bloque) lo que favorece la celebridad del pintor en los círculos de los coleccionistas británicos.
La visita del embajador francés Jacques-Vincent en 1726 es el pretexto para la creación de esta gran tela. El diplomático llega en góndola oficial al canal San Marco, ante el imponente palacio de los Dogos, centro del poder veneciano. El palacio es coronado por una estatua de la Justicia. Se trata de un símbolo clásico que adorna los edificios donde reside el poder y se ejerce la justicia. A la derecha se yergue el edificio de la Dogana (aduana), y la iglesia barroca de Santa Maria della Salute (acabada en 1687). Dos imponentes columnas adornan la Piazzetta: la primera es coronada por el león alado, símbolo del patrón de Venecia, el evangelista Marcos; la segunda lleva una estatua de san Teodoro. Detrás de las columnas aparece la biblioteca construida en el siglo XVI según los planos del gran arquitecto Sansovino. Ello formaba, junto con la basílica de San Marco y el palacio de los Dogos, el centro administrativo, religioso y ceremonial de Venecia.
Canaletto estudiaba cuidadosamente los lugares que pintaba, y ello durante los distintos momentos del día, con el fin de captar las variaciones de la luz. Susceptible de cambios de atmósfera, entre el cielo y el agua, y animada con una multitud heterogénea, la decoración urbana se convierte sobre la tela en el apoyo visual de una imaginación totalmente liberada, destinada ante todo al recuerdo de los turistas extranjeros. Además, a Canaletto le gustaba representar en sus cuadros detalles anecdóticos.
Durante su estancia en Londres, Canaletto enalteció en sus cuadros la atmósfera de las orillas del Támesis, los monumentos de Londres, y de otras ciudades como Oxford o Eton, y las country houses de inspiración palladiana. Escogiendo jornadas inundadas de luz, Canaletto celebra la belleza del paisaje inglés, definiendo con claridad la relación entre los parques naturales y los edificios históricos.
La Inglaterra de época palladiana ve a su aristocracia preocuparse por la economía rural en sus espaciosas «country hauses» y en el paisaje que se extiende alrededor de sus parques. Comisionada por Lord Brooke, esta composición va a convertirse en la clave de la interpretación de toda la pintura de paisaje en Inglaterra, al menos hasta Constable y Bonington.
Francesco Guardi
Aunque de Francesco Guardi (1712-1793) se conocen sobre todo sus escenas venecianas, reales o imaginarias, el artista pintó también, junto con su hermano, retablos, escenas mitológicas, batallas y hasta murales. A partir de 1760 aproximadamente, se inspiraba de las vistas y de las composiciones de Canaletto. Sin embargo, Guardi no tardó en liberarse, tanto de su fidelidad a la topografía como de la manera un poco prosaica de Canaletto: realizó capricci llenos de poesía – desenfadados conjuntos de motivos arquitecturales venecianos, pero también de ruinas, y el reflejo de las aguas de la laguna que fue el primer pintor en representar. Sus tonos pastel y su toque brillante atestiguan tal vez la influencia del marido de su hermana, el gran fresquista y pintor Giovanni Battista Tiepolo. El artista fue disminuyendo progresivamente el tamaño de sus cuadros, concebidos sin duda como bagatelas para turistas, recuerdos destinados a pequeñas estancias, y no como obras que recordaran los lugares del Grand Tour destinadas a adornar los grandes salones de las elegantes casas de campo inglesas.
Delante de una obra de Canaletto la mirada del espectador abarca el conjunto de la escena, pero ante este cuadro de Guardi, su mirada sigue la pequeña figura pintada de amarillo limón que parece llevar ropa blanca, atravesando sucesivamente zonas de sombra y zonas iluminadas; la dimensión de los arcos es acentuada por las figuras a pequeña escala representadas debajo. La escena transcurre tal vez durante la primavera y a primera hora de la mañana. La luz del sol recorta manchas de un rosa pálido y el azul del cielo va volviéndose blanco. La perfecta armonía de este cuadro sin pretensiones solo se puede apreciar plenamente ante el original: entonces la obra adquiere el mismo poder reconfortante que un fragmento musical, o el recuerdo de un viaje en la Venecia de nuestros sueños.
En esta obra, el cielo ocupa más de la mitad de la superficie pictórica. Mientras que Canaletto concede una gran atención a los detalles topográficos y arquitecturales, Guardi busca más los efectos de luz. La iglesia de San Giorgio, junto con su convento, era un motivo que atraía a los pintores, y no sólo a Guardi. La iglesia se yergue delante del palacio del Dux (aquí invisible) y por su situación entre mar y cielo, se cubre de colores y de matices cambiantes. En el cuadro de Guardi aparece en el plano posterior, detrás de una gran extensión de agua que se presta a una muy animada circulación de góndolas y barcos. Los protagonistas de esta composición son el agua y el cielo fundiéndose en el horizonte. Algunas décadas después de la realización de este cuadro, lo antigua abadía benedictina será suprimida por Napoleón. A partir de entonces y durante más de cien años los edificios servirán de prisión y de arsenal.
Tanto la paleta cromática como la luz ofrecen un ejemplo de la pintura veneciana del siglo XVIII. Los luminosas vistas urbanas de Guardi ponen punto final al periodo glorioso de la Serenísima.
Jakob-Philipp Hackert
Nacido en Prenzlau en 1737, Jakob-Philipp Hackert murió en San Pietro di Careggi (Florencia) en 1807. Hackert representa el paisaje con una mirada libre de artificios intelectuales, fiel a una sólida tradición clásica, seducido, como tantos otros extranjeros, por la belleza y la variedad de los paisajes italianos, llega a Roma en 1768 y se relaciona con el círculo de Winckelmann. Sus paisajes se estructuran en base a elementos esenciales, síntesis entre el deseo de objetividad y la exigencia de las reglas clásicas. En Nápoles (1786) Hackert fue nombrado pintor de corte por el rey Fernando IV y recibió el encargo de pintar los «Puertos del reino de Nápoles» como lo había hecho en Francia Louis XV con Vernet. Hackert que había ya trabajado en Sicilia en 1777 (templos de Segesta y Agrigento), llegó a la isla con una autorización oficial y las ventajas que ello podía comportar, como el apartamento de invierno del Virrey que el pintor ocupó durante su estancia. Su pintura metálica y analítica nos presenta una Italia clara y luminosa, con pequeñas figuras humanas que determinan la escala de proporciones del cuadro.
Este cuadro formada parte de la serie «Puertos del reino de Nápoles» que el artista pintó entre 1787 y 1793 para Fernando IV. Demuestra el dominio del pintor en representar las escenas de la vida popular como en esta escena el animado ambiente del puerto.
Este pintor realizó numerosas vistas de las excavaciones que entonces se llevaban a cabo en Pompeya. Los paisajes de Hackert se estructuran como un teatro de la naturaleza, con la geología y la botánica como puntos de interés. Los animales ponen una nota bucólica de la vida campestre, inalterable desde la época de Pompeya.
Bernardo Bellotto: caprichos italianos
Hijo de una hermana de Canaletto, Bernardo Bellotto (1720-1780) fue alumno de su tío que le enseñó el arte de pintar con nitidez las vistas de las ciudades y de los pueblos. Trabajó en Roma en 1742, y después en Lombardía y en Turín; realizó vistas de numerosas ciudades, entre ellas Florencia, Lucca y Padua. Esta lista se amplía en los años 1750 con sus vistas panorámicas y arquitecturas de Dresde, Viena, Munich y Varsovia. En los «caprichos», los artistas como Bellotto reunían en una misma composición arquitecturas reales y arquitecturas ficticias, donde la creatividad del pintor era puesta a prueba en vistas románticas, ruinas, y pastorales diversas sacadas de la imaginación, junto con elementos reales. En el Capricho paduano de Bellotto, han sido identificados algunos de los elementos del paisaje. Así, la casa solariega situada a la izquierda de la composición es similar a las que se encuentran a orillas del Brenta, y la torre, como la de Ezzelino, fueron las razones fundamentales que ayudaron a datar la pintura en un primer momento hacia 1740, durante la estancia de Bellotto en Padua. Más tarde se hizo una nueva interpretación de la torre situada a la derecha, relacionándola con la torre que se encuentra en el patio de armas del Castello Sforzesco de Milán.
En esta obra de juventud, Bellotto muestra todavía su dependencia con la pintura de Canaletto, pero refleja también su personalidad artística, evidente en la minuciosa descripción de cada uno de los elementos que componen este «capricho» y la manera de fundirlos entre ellos, confiriendo veracidad al conjunto. En cambio, las figuras más alargadas tienen un aspecto menos cuidado que las de Canaletto, los colores son más fríos, y la pincelada más grosera.
Esta pintura formaba parte de un ciclo de cuatro lienzos con el mismo tema. El joven Bellotto los pintó durante una visita a Roma. Los monumentos reales fielmente reproducidos, se combinan con una arquitectura ecléctica inventada situada en un marco evocador.
La «vista» es probablemente el producto artístico más característico destinado a un público de viajeros internacionales, como si se tratara de un reclamo turístico. Aparecida durante la segunda mitad del siglo XVII, esta especialidad paisajística se desarrolla rápidamente de forma autónoma y singular, favorecida por el extraordinario éxito que encontró entre los coleccionistas y aristócratas que realizaban el Grand Tour.
El cuadro representa una vista de la Plaza que constituye el centro político de la ciudad de Florencia. En esta gran perspectiva se encuentra el Palacio Vecchio, la Loggia dei Lanzi, la fuente de Neptuno de Buontalenti, el león, emblema de Florencia, la estatua ecuestre de Cosme I de Médicis, la de Cacus y el David de Miguel Ángel. Algunos edificios como la pequeña iglesia a la izquierda del cuadro ya no existen, pero el lugar ha conservado gran parte del aspecto que conocemos hoy en día. A la derecha del palacio se puede divisar el Corredor de Vasari así como una parte del gran cuerpo arquitectónico de los Ufizzi que fue construido en el Cinquecento en plena época manierista, el museo de los Oficios es hoy uno de los más importantes del mundo.