Courbet y el realismo francés
Gustave Courbet es sin duda el representante más importante del movimiento realista que nació en Francia en el siglo XIX y pretende expresar los ideales del socialismo por medio de las artes figurativas. Podemos encontrar un ejemplo característico de este enfoque radicalmente innovador en su primer cuadro monumental Un entierro en Ornans (1848), también titulado Cuadro de figuras humanas, histórico de un entierro en Ornans. La composición es tan ambiciosa como el título, ya que Courbet utiliza dimensiones (313 x 664 cm) reservadas hasta entonces a la pintura de historia, aunque sorprende por la ausencia de cualquier gesto noble, heroico o de lección moral. Se trata al contrario de un tema trivial, donde se describe, con mirada imparcial, el entierro de un difunto tan anónimo como lo son los espectadores y los oficiantes. En aquella época, la extrema coherencia con la que Courbet quería evitar toda idealización fue erróneamente interpretado como una ironía del pintor – lo que no se podía aceptar dada la solemnidad del acto. A lo largo de su carrera de artista Courbet representó numerosas escenas de la vida burguesa y campesina que transcurren en Ornans, pequeña ciudad situada en la región de Franco Condado de donde era originario. Estas pinturas están marcadas por un deliberado rechazo del idealismo exagerado que proponían los pintores románticos.
En 1854 y a propósito de este cuadro, Courbet daría la siguiente explicación a su mecenas Bruyas, que acababa de comprarlo: «Es el retrato de un fanático, de un asceta; es el retrato de un hombre desilusionado con las necedades con las que se le ha educado y que busca asentarse en sus principios».
Haciendo de esta tela un gigantesco fragmento arrancado a la realidad, el campesino Courbet responde a Baudelaire: «El verdadero pintor será aquel que sepa arrebatar a la vida de hoy en día su cualidad épica y hacernos sentir lo grandes y poéticos que somos con nuestras corbatas y nuestras botas de charol. {…} El traje negro y la levita no sólo poseen belleza política, que es expresión de igualdad universal, poseen también belleza poética que es la expresión del alma pública, – un inmenso cortejo de sepultureros políticos, de sepultureros enamorados, de sepultureros burgueses. Todos celebramos algún entierro.»
Con el cuadro Después de la cena en Ornans pintado en la región de Franco Condado durante el invierno de 1848-1849, Courbet vulneró por primera vez los códigos de la pintura de historia. Aplicaba el programa anunciado a sus padres tres años antes, a los que manifestaba su intención de realizar cuadros de grandes proporciones. En el título de la obra se observa la reivindicación de su identidad regional, principio que aplicará también en Los picapedreros y en Un entierro en Ornans, donde se pone de manifiesto la invención de un territorio por un artista, aunque la escena esté sacada de la realidad, como hizo más tarde Cézanne.
El cuadro representa una cena que tiene lugar después de un día de caza y que ha reunido a varios amigos, entre ellos el padre del artista, así como al crítico de arte Champfleury quien en aquella época comenzaba ya a calibrar el talento del artista, y escribía: «Courbet se ha atrevido a realizar una pintura de género a tamaño natural.» El imponente tamaño de los personajes ponía de manifiesto, como en el cuadro El aventador de Millet realizado un año antes, el más evidente punto de ruptura con las convenciones de la pintura de género.
En la obra de arte, el término «realismo» puede simplemente indicar la fiel representación de la realidad. Pero Courbet no se limita a una mera imitación, sino que intenta identificarse con todos los elementos de la realidad de un modo veraz y auténtico. Courbet toma prestado el nombre de «realismo» a los informes de los críticos durante la exposición personal que organizó en 1855 – al margen de la Exposición universal de París del mismo año – tal como lo describía el mismo en el preámbulo del folleto titulado «Exhibición y venta de cuarenta cuadros y cuatro dibujos de la obra de Gustave Courbet«, cuyo texto se ha considerado como su Manifiesto.
Courbet el «revolucionario»
Las obras que Courbet presentó en los diversos Salones fueron objeto de múltiples escándalos, pero le proporcionaron el apoyo de un importante coleccionista, Bruyas, cuya relación amistosa con el pintor se manifiesta en dos cuadros Buenos días, señor Courbet y El encuentro. En 1855, mientras que la Exposición universal pone en escena la rivalidad entre Ingres y Delacroix, Courbet para desafiar al jurado que había rechazado sus cuadros El taller del pintor y Un entierro en Ornans, construye su propio pabellón para exponer sus lienzos, convirtiéndose desde entonces en el fundador del movimiento realista. Fiel a sus ideas socialistas y republicanas, Courbet era un firme opositor al gobierno de Napoleón III, participando en la Comuna de París (1871). Tras la represión de la Comuna, se le halló culpable de la destrucción de la columna de la plaza Vendôme y condenado a pagar su restauración que el Estado francés hizo efectiva subastando muchos de sus cuadros. Después se exilió en Suiza, en la Tour de Peilz, donde murió. La amistad con el filósofo anarquista Proudhon, había reforzado sus convicciones políticas, colaborando con él en la redacción del texto Del principio del arte y su destino social (1865) donde el escritor basándose en la obra de Courbet, se planteaba la justificación social del arte. A este artista provocador y revolucionario también se le relacionó con otros escritores como Baudelaire y Champfleury quien defendía las ideas y la obra del pintor.
Courbet realizó este cuadro el mismo año de la muerte de Proudhon como recuerdo de su amistad. El pintor había pedido varias veces a su amigo que posara para él, pero el filósofo siempre se había negado. Para este retrato, Courbet se basa en una fotografía realizada algunos años antes por el fotógrafo Reutlinger. Proudhon está representado en compañía de Catherine, su hija mayor aprendiendo el alfabeto y la hermana pequeña Marcelle que juega a las cocinitas, y murió de cólera en 1854, once años antes de la realización de este cuadro. Inicialmente, la mujer de Proudhon tenía que figurar sentada junto a sus hijas, pero fue reemplazada por su cesta de costura.
Autodidacta, Courbet conocía muy bien el Louvre y admiraba a los maestros holandeses del siglo XVII, especialmente a Rembrandt, en cuyo cuadro «La Ronda de noche», se inspiró para esta tela.
De mayo a septiembre de 1854, Courbet residió en Montpellier, en casa de su mecenas, el coleccionista Alfred Bruyas. Éste había comprado en el Salón del año anterior una de las obras más controvertidas del artista, Las bañistas. Refiriéndose a esta obra Courbet decía: «este cuadro representa una fase curiosa de mi vida, es la ironía». Durante los cuatro meses que dura su estancia en Montpellier, realiza cuadros fieles al espíritu de esta nueva tendencia pictórica, teorizada por el crítico de arte Champfleury quien le da el nombre de realismo. El cuadro El encuentro inmortaliza la llegada de Courbet a Montpellier invitado por su amigo. De hecho esta escena ficticia evoca simbólicamente un acuerdo tácito entre los dos hombres: Bruyas encuentra su lugar en la sociedad como coleccionista y mecenas; Courbet necesita apoyo moral y financiero para preservar su libertad de artista. Los dos están convencidos de la importancia del Realismo para el futuro de la pintura: «No somos nosotros, son nuestras soluciones las que han provocado el encuentro» escribe Courbet a Bruyas el 3 de mayo de 1854.
Cuadro emblemático de la colección Bruyas, inmortaliza la llegada de Courbet a Montpellier. La altanera actitud del pintor saludando de forma condescendiente a su mecenas, las posturas respetuosas de Bruyas y de su criado, provocó algunas críticas.
El taller de Courbet
El autorretrato se convierte en el manifiesto de una nueva forma de comprender el rol del artista en la sociedad. Courbet sentado delante del caballete pinta un paisaje; a su lado, una modelo desnuda, un gato blanco y un niño, símbolos de pureza y de ingenuidad. Alrededor se sitúan dos grupos simétricos de personajes de la vida cotidiana, pertenecientes a distintos grupos sociales, como el eterno conflicto entre vencidos y vencedores, entre ricos y pobres. El artista, situado en el centro, es el intérprete y el mediador de esta realidad: la pintura se carga así de significados ideológicos y morales. En ella, Courbet pone de manifiesto su interés para la actualidad y al mismo tiempo desarrolla una simbología muy precisa. A la izquierda, un cazador furtivo con su perro (la Caza) contempla con desprecio un sombrero de plumas negras y un puñal que hay en el suelo, símbolos de la poesía romántica. Una calavera encima de un periódico (los periódicos según Proudhon son «los cementerios de las ideas»). Una mujer (la Miseria) amamanta a su hijo. Detrás, un rabino encarna la religión Judía. Al fondo, un judío (el Negocio) presenta un trozo de tela a un comerciante. A su lado, un payaso (el Teatro) y un sacerdote (la religión Católica). En el mismo lado, un segador y un labrador (la Vida campesina), un obrero sin trabajo (el Paro), un sepulturero (la Muerte), una prostituta (la Vida). En el grupo de la derecha se encuentran: Baudelaire (la Poesía), una mujer y su marido de visita al taller (dos Amateurs mundanos). Se puede reconocer también a: Champfleury (la Prosa), Proudhon (la Filosofía social), Promayet (la Música), Max Bouchon (la Poesía realista), Bruyas (el mecenas de la pintura realista).
Titulado así por el artista : «El taller del pintor, alegoría real que determina una fase de siete años de mi vida artística», el pintor se representa rodeado de sus modelos y de sus amigos. Evita cualquier énfasis solemne y la atmósfera clasicisante tradicional asociada a la imagen del artista trabajando. A través de los personajes representados a la izquierda, Courbet describe diferentes tipos representativos de la sociedad contemporánea. A la derecha, al contrario, aparecen los retratos de algunos de sus amigos, como Baudelaire (la Poesía) sumergido en su lectura y que hizo borrar la imagen de su amante que Courbet había pintado a su lado, o el pensador anarquista Pierre Joseph Proudhon (la Filosofía social).