He tratado de expresar con el rojo y el verde las terribles pasiones humanas
Así se refería Van Gogh en 1888 a su obra Café nocturno, para simbolizar por medio del color el juego de sentimientos y sensaciones que le producía: « He tratado de expresar con el rojo y el verde las terribles pasiones humanas ». Paradigma del genio incomprendido, Vincent van Gogh (Groot Zundert, 1853 – Auvers-sur-Oise 1890) era el mayor de los seis hijos de un pastor protestante, y mantuvo con su hermano Theo una relación que sería determinante a lo largo de su atormentada carrera.[:]
Tras recibir una educación esmerada en un internado, entró a trabajar en la galería de arte Goupil, primero en La Haya (1869 ) y en 1873 en la sede de Londres. En 1875, fue enviado a la filial que la galería tenía en París; en 1876 fue despedido y regresó a Holanda. Luego trató de ganarse la vida como profesor de lenguas, y más tarde se fue a Amsterdam con el fin seguir los estudios de teología, que suspendió. Pasó entonces a la Escuela de Evangelización Práctica de Bruselas y, enviado por sus superiores, entre 1878 y 1880 recorre el Borinage, zona minera situada en Valonia (Bélgica). Sorprendido por la miseria de los mineros, en el otoño de 1880, después de meses de soledad, abandonó su idea de ser evangelista y marchó Bruselas para dedicarse a la pintura. Allí, entabló amistad con el pintor A. Van Rappard y realizó sus primeras copias de Millet, el pintor de campesinos. Tras un fracaso sentimental y llevando una existencia cada vez más precaria, dibujó con el pintor Breitner y comenzó a pintar paisajes. Fue en esa época, cuando su relación con Theo, su querido hermano, se hizo más regular y manifiesta sus primeros entusiasmos literarios (Hugo, Michelet, Zola). Convencido por Theo, se orientó de forma decisiva hacia la pintura. Dibujó y pintó campesinos, tejedores, el cementerio, chozas e interiores domésticos. Cuando su hermano Theo le escribe desde París pidiéndole que le envie algunos de sus cuadros para presentarlos al Salon, Vincent toma la decisión de ejecutar una obra con una composición más elaborada.
A finales de abril de 1885, Vincent termina el cuadro Los comedores de patatas y lo envía a París. Su hermano Theo muestra el cuadro a dos marchantes, Portier y Serret, pero critican el color demasiado oscuro. En efecto, aunque por aquellas fechas los impresionistas aún no eran aceptados por el mundo académico y si sus obras tenían pocos compradores, sus colores claros y vivos comenzaban a ganar el favor del público. El lienzo de Vincent muestra a campesinos en una humilde estancia dispuestos a engullir su pobre cena, la sempiterna ración de patatas, y pone de relieve toda la simpatía del pintor por la gente humilde. La atención del artista se centra en las expresiones faciales y los gestos de los personajes. Van Gogh ha sabido expresar perfectamente la psicología del hombre que tiende la taza a la mujer, una mezcla de oración, de súplica, de rabia, de angustia y desesperación, sentimientos que el pintor experimentará a menudo en el transcurso de su corta vida.
Tras la muerte de su padre (1885) Van Gogh se reúne con su hermano en París (1886-1888). Allí descubre la pintura impresionista y el arte japonés (Retrato de Père Tanguy) y conoce a Toulouse-Lautrec, Emile Bernard y Armand Guillaumin, alguien que después se convirtió en un gran amigo del artista. En 1888, en busca de la luz y el color del Sur y ansioso de soledad, Van Gogh abandona la capital francesa y se traslada a Arles.
Julien Tanguy (1825-1894) era un comerciante de arte y uno de los personajes más importantes para los pintores impresionistas, a quienes mostraba una actitud protectora, casi paternal, haciéndose llamar cariñosamente père Tanguy. En su tienda encontraban toda clase de artículos de dibujo y pintura y un lugar donde exponer sus obras y comprar a buen precio grabados japoneses, de los que ofrecía una gran variedad y que en el retrato aparecen tras su bonachona figura. Tanguy apreció tanto este retrato que lo guardó toda su vida, exhibiéndolo con orgullo en su establecimiento.
Van Gogh en Arles
El 9 de febrero de 1888, Van Gogh llega a Arles. Ayudado financieramente por su hermano Theo, se dedica a la pintura con renovado vigor y entusiasmo. Fascinado por la luz de Provenza pinta al aire libre. Le gusta representar los huertos y jardines en flor, los barcos en la playa, el trabajo campesino o el puente de Langlois. Es aquí donde pinta algunas de sus escenas más serenas (Vista de Saintes-Maries, Jardín con flores, Terraza de café por la noche; La habitación de Van Gogh en Arles. El pintor alquila una pequeña casa en la Place Lamartine, compuesta de cuatro habitaciones y cuyo exterior hace pintar de color amarillo; los muros del interior blanqueados a la cal. Van Gogh nos ha dejado un bosquejo de la casa y un dibujo y dos óleos de su dormitorio. El mobiliario es somero y modesto, con muebles rústicos de madera de pino: una cama, dos sillas de paja, un perchero, una mesilla, una palangana y una jarra. Vincent amueblará una segunda habitación de las mismas características en la primera planta, con el fin de poder alojar a un amigo y reservará las dos habitaciones de la planta baja para taller y depósito. De este modo, reanuda en Arles, en condiciones diferentes pero de forma espontánea, la vida austera a la que se había sometido una primera vez, cuando abandonando familia y amigos se fue al Borinage para evangelizar a los mineros.
Al pintar su habitación, Van Gogh quería representarse a sí mismo y su alma: cada objeto, y todavía más su disposición, revela el carácter y la compleja personalidad del artista. El sentimiento dominante de toda la composición es el deseo casi obsesivo de un nido, un lugar alejado de la maldad de la gente, donde el pintor puede sentirse amado, comprendido y protegido. Se trata de la primera versión de la obra realizada en octubre de 1888. Posteriormente, durante su reclusión en un hospital psiquiátrico, Van Gogh realizaría otras dos pinturas del mismo asunto, actualmente conservadas en Chicago y París.
El espacio se divide en bandas horizontales irregulares que se pierden en el horizonte, en el que destacan los montes lejanos cuyo color opaco contrasta con el azul claro del cielo límpido, sin nubes. En el dibujo y en el uso que hace del color, Van Gogh pone en práctica la lección impresionista, aunque en una carta que envió a Theo, confiesa que se inspiró en pinturas de Salomon Koninck, el discípulo de Rembrandt que pintó vastas llanuras.
Desde Arles, Van Gogh escribe extensas cartas a París, a su copain Émile Bernard y a su hermano Theo, donde les mantiene informados de sus proyectos y les da detalles del trabajo que realiza. Su correspondencia permite conocer de primera mano su trayectoria, las preocupaciones que le abruman, pero también al hombre seguidor de bellas utopías que vive de sus sueños. En sus cartas a Émile Bernard, hace hincapié en un idea que le obsesiona: « grupos de hombres (pintores) que se junten para realizar una idea común ». Cita ejemplos de asociaciones que, según él, podrían haber existido entre miembros estrechamente unidos de ciertas escuelas, pero se conformaría con realizar el proyecto de unión con Gauguin y Émile Bernard, es decir, con sus dos mejores amigos. Bernard, en aquel momento sometido al servicio militar, no puede satisfacer el deseo de Van Gogh. Gauguin está más libre, pero también vive con estrecheces y se ha establecido a muchos kilómetros de Provenza, en Bretaña, en Pont-Aven, y le resulta imposible viajar. Finalmente, después de meses de espera, en el otoño de 1888 Gauguin llega a Arles.
Con la llegada del otoño, Van Gogh acostumbra a pintar de noche, al aire libre y a la luz de las velas. Esta vista, realizada en la plaza del Forum de Arles, es una de sus primeras vistas urbanas, después de tantos paisajes.
Lugar de encuentro de noctámbulos, vagabundos y artistas que buscan un poco de confort, la escena está dominada por una mesa de billar verde, voluminosa y torcida. Con su chaqueta blanca, la figura del camarero se convierte en un descanso visual en medio de los tonos puros y brillantes, acentuados por las sombras artificiales: « He tratado de expresar con el rojo y el verde las terribles pasiones humanas ». Esta obra es un ejemplo del papel decisivo de Van Gogh en el desarrollo del expresionismo.
Por fin Paul Gauguin llega a Arles el 23 de octubre y se instala en la casa que Van Gogh había pintado de amarillo. Comienza entonces la soñada asociación que debía llevarse a cabo de forma feliz. A un primer periodo de entendimiento y estímulo recíproco le sucedió una época de crisis. La divergencia de ideas, gustos y temperamento era motivo de disputas. Sin embargo, la práctica de su arte, codo a codo, fue ciertamente provechosa, ya que animados por un espíritu de emulación les condujo a esforzarse a mostrar lo mejor de cada uno. En palabras de Gauguin, durante el tiempo que estuvieron juntos, ambos se entregaron con ardor a un trabajo asíduo. Gauguin pudo realizar un interesante retrato de Van Gogh, donde lo representa pintando girasoles. Pero sus discusiones podían durar días enteros y acabar la mayoría de las veces en violentas querellas. Gauguin hervía de impaciencia en la atmósfera confinada de Arles, se sentía enjaulado y soñaba con aventuras exóticas que lo llevarían lejos de Europa. El 23 de diciembre, durante una riña, Van Gogh quiso agredir a su amigo con una navaja de afeitar. Gauguin, asustado, pudo escapar y pasó la noche en un albergue de Arles, decidido a volver a París. Mientras tanto, Van Gogh, dándose cuenta que había fracasado una vez más, en un acto de locura se seccionó una oreja (algunos terribles autorretratos datan de este período). Tras la marcha de Gauguin, su hermano Theo lo visitó y lo hizo hospitalizar temporalmente.
Este autorretrato se realizó delante de un espejo, como lo revela el vendaje en la oreja derecha, siendo la oreja izquierda la que se mutiló. La expresión de su rostro expresa cansancio y sufrimiento, reflejo de su dolor físico y espiritual. Los ojos, brillantes e inyectados en sangre, revelan un estado depresivo y atormentado e incapacidad de resignarse a la triste realidad.
En Van Gogh, la evolución hacia lo fantástico no solo se produce en el dibujo, sino también en los colores. En el dibujo vemos los rayos del sol extenderse en largos trazos, o enrollarse en círculos que invaden el cielo, las nubes toman formas agitadas y se mueven como un remolino, los árboles se agitan despeinados. En el colorido, lo fantástico se hace más evidente por el uso del color amarillo, tal como el artista lo expresa en sus cartas con esta exclamación: «como es hermoso el amarillo!». Había pintado su casa de Arles de amarillo, pintó girasoles donde los amarillos van desde los tonos brillantes a los más áridos. Incluso utiliza el amarillo en lugar del color carne habitual, para dar color a las figuras y rostros humanos. Probablemente veía en ese color el reflejo del sol mediterráneo y convirtió el amarillo en su color de predilección.
La visión de las estrellas en esta noche serena se transforma en un espectáculo cósmico, lleno de extraordinaria energía, y testigo de una tensión interna que se vuelve insoportable.
El periodo de convalecencia de Van Gogh es largo y tedioso. Su estado mental es difícil de estabilizar, generando gran preocupación entre los pacíficos habitantes de Arles. En marzo, vecinos del barrio de la Place Lamartine, exasperados por sus continuas intemperancias, van a ver al alcalde para pedirle que lo interne en un hospital psiquiátrico. El 8 de mayo de 1889 Vincent van Gogh ingresa de forma voluntaria en el hospital psiquiátrico Saint-Paul-de-Musole, una institución privada situada en un antiguo convento de Saint-Rémy-de-Provence, a veinticinco kilómetros de Arles, donde permanece casi un año. Durante este tiempo no aparece ninguna nueva crisis de locura. Le permiten abandonar la institución y retomar su vida normal en libertad. En la primavera de 1890, Van Gogh regresa a París y se va a vivir en casa de su hermano Theo.
Vang Gogh en Auvers-sur-Oise
Por consejo de Camille Pissarro, Van Gogh se trasladó a Auvers-sur-Oise, cerca de París (1890), entonces comenzó un período de fuertes contrastes hecho de momentos felices y periodos de crisis, que iba superando gracias a su hermano Theo y a la amistad del Dr. Gachet. Alquilaba una habitación en la casa de huéspedes que regentaba la familia Ravoux y era atendido por el doctor Paul Gachet, quien había estudiado las enfermedades mentales; con su ayuda, Vincent comenzó a pintar realizando paisajes y retratos como el Retrato del doctor Gachet. A principios de julio de 1890, Van Gogh atraviesa una nueva crisis: Theo y Gauguin renuncian a pasar las vacaciones de verano con él y se siente solo y abandonado. El 27 de julio, mientras se encontraba en el campo donde solía pintar, se disparó un tiro en el pecho, pero la bala fue desviada por una costilla. Gravemente herido, logró llegar hasta su habitación, y ante la imposibilidad de sacarle la bala, murió dos días después asistido por su hermano, que sólo le sobrevivió unos meses.
Es imposible saber cómo el arte de Van Gogh habría evolucionado si no hubiera puesto fin a su vida. En París, asimiló el arte impresionista; en Arles, dio un paso adelante y superó el naturalismo de Millet y Pissarro, orientándose hacia el simbolismo y el expresionismo. Cambió por completo el espacio pictórico dejando total libertad a las líneas con el fin de crear un nuevo equilibrio y nuevas formas; estas ya no tienen que ajustarse a la realidad y al tiempo, sino que evocan y sugieren vivencias internas. Van Gogh nos ha dejado cerca de 800 pinturas y casi otros tantos dibujos y grabados. En vida no vendió casi nada. Sólo apareció un artículo sobre él en el Mercure de France: Les Isolés del crítico de arte Albert Aurier. Tras su muerte, su obra se hizo rápidamente famosa y tuvo una profunda influencia en el arte del siglo XX. Sus innovaciones formales y expresivas (color, materia, gestualidad, construcción), marcaron especialmente a los fauvistas y expresionistas.
Campo de trigo con cuervos
La obra Campo de trigo con cuervos es probablemente la última y la más dramática que Van Gogh realizó, antes de quitarse la vida con un disparo en la linde de este campo. En el apogeo de su neurosis, Van Gogh trabaja frenéticamente, impulsado por un terrible ardor creativo. Pero lejos de calmar sus ansiedades, la pintura exaspera aún más la tensión del artista. La naturaleza y el paisaje aparecen deformados, agitados, cargados de presagios fúnebres, como los cuervos negros que revolotean sobre el campo, apenas esbozados con unas pocas pinceladas. Van Gogh no mezcla los colores en la paleta. Sin embargo, cada pincelada es como una señal clara y reconocible, dejando un rastro enérgico de color. De este modo, el amarillo eléctrico del trigo contrasta con el marrón de la tierra y el azul oscuro del cielo, como si cada uno de los elementos se enfrentaran entre sí. La violencia de las sombras refuerza esta impresión de contraste. Al igual que ocurre con los impresionistas, ninguna armonía « clásica » o gradación tonal suave, vienen a atenuar esa sensación. Van Gogh pintó sus paisajes casi siempre sin dibujos preparatorios. La imagen real está totalmente reelaborada y deformada de acuerdo con el estado mental del artista, convirtiéndose en una imagen interna sin ninguna concordancia con la realidad externa, sólo reconocible por su origen.