El postimpresionismo
En 1886, con ocasión de la última exposición impresionista, el crítico Félix Fénéon afirmó que el impresionismo había muerto definitivamente, y lo había sustituido un nuevo movimiento, una nueva forma de arte al que llamó neoimpresionismo o postimpresionismo. Con el tiempo, el término se utilizará para designar el paso entre la primera fase del Impresionismo y las nuevas vanguardias artísticas del siglo XX: no fue un movimiento consciente y unificado, sino un estado de ánimo que se generalizó en Europa en las dos últimas décadas del siglo XIX.
En efecto, los primeros artistas postimpresionistas fueron los propios impresionistas, quienes, a partir de 1886 (y algunos incluso antes), buscaron diferenciar su estilo del que tenían en sus comienzos, por medio de nuevas técnicas y contenidos, una serie de soluciones que los llevarían a alejarse paulatinamente los unos de los otros, cada cual siguiendo sus propias inclinaciones. Tal es el caso de Cézanne, quien vivió sus últimos siete años aislado en Aix-en-Provence y cuya obra no fue comprendida ni apreciada completamente hasta después de su muerte, o Gauguin, quien comienza su carrera de artista en estrecho contacto con los impresionistas para luego encaminarse hacia otras formas de expresión hasta llegar a lo que se ha dado en llamar «estilo sintético y cloisonista». Lo mismo ocurre con Van Gogh y Toulouse-Lautrec, Boldini y Mucha, Bonnard y Vuillard, principales representantes del movimiento pictórico de los Nabis. Al mismo tiempo, aparecen otros movimientos artísticos, en los que destacan algunas personalidades que renuevan la visión estética de los impresionistas con propuestas originales. Comparten el mismo deseo de superar el realismo y el naturalismo para dar al arte significados más vastos y complejos. Esta evolución va en paralelo con las investigaciones que llevan a cabo al mismo tiempo los simbolistas. Los experimentos de estas nuevas tendencias van en dos sentidos: por una parte, destacan los mensajes emocionales expresados a través de los colores, anunciando las opciones extremas del expresionismo; por otra, se dedican a la línea y al dibujo, abriendo el camino a las refinadas decoraciones del Art Nouveau.
El puntillismo: Seurat y Signac
La huella del impresionismo permanecerá latente en la pintura europea hasta la primera década del siglo XX, hasta la llegada de nuevas propuestas mucho más convincentes y durables que las ideas sofisticadas de los nabis y simbolistas. Las reglas del impresionismo acerca de la relación entre factura pictórica y la luz real del espacio representado, encuentran un desarrollo interesante con la técnica del puntillismo o divisionismo, cuyo principal representante, Georges Seurat (1859-1891) era también un fotógrafo experto. Las escenas de sus pinturas no representan una situación real, sino que han sido estudiadas de forma meticulosa. Los personajes no se mueven, adoptan una actitud estática y, lo que es más importante, la aplicación de los colores se realiza de forma novedosa. Basándose en los estudios de óptica sobre la descomposición de los colores publicados en la primera mitad de siglo, el pintor va llenando los espacios de la tela con minúsculas pinceladas de colores puros unidas de modo regular. Visto desde lejos, estos toques luminosos se mezclan y recomponen la unidad del tono. Paul Signac (1863-1935) aplicará esa mima técnica, sobre todo en sus paisajes marinos, seducido por los colores de la costa mediterránea, y otros artistas que darán origen a distintos movimientos en Europa, presentarán características técnicas similares.
Según el crítico Félix Fénéon, esta obra presentada en el Salón de los Independientes de 1886 constituye el manifiesto del puntillismo. Esta gran tela representa a los parisinos en una tarde de domingo, caminando y descansando en plena naturaleza. El pintor coloca a los personajes en el césped a la sombra de los árboles, después de un cuidadoso estudio del volumen y el espacio, de acuerdo con las líneas de composición establecidas de forma geométrica por el pintor: en el centro, destaca una mujer con paraguas llevando de la mano a una niña vestida de blanco.
A diferencia de los impresionistas, Seurat no está interesado en la caracterización psicológica de los personajes, sólo en el estudio de las poses y actitudes: los personajes, incluso cuando se mueven, se cristalizan en una especie de dimensión fuera del tiempo y el espacio, de modo que las caras han perdido casi por completo sus connotaciones individuales, para convertirse en símbolos de una época y una forma de vida.
Se trata de la última obra de Seurat que dejó inacabada a su muerte, el 29 de marzo de 1891. El artista se inspira en la tela «En el circo Fernando,» pintada tres años atrás por Toulouse-Lautrec. En ambos cuadros, una acróbata realiza sus piruetas bajo vigilancia del domador del caballo, mientras que los payasos y saltimbanquis entretienen al público.
Invitado a participar en el Salón de los Independientes de 1884, Signac se convierte rápidamente en una de las figuras más destacadas de la nueva generación de pintores. A partir de 1886, adopta los métodos de puntillismo de Seurat y lleva a cabo estudios sobre la división del color en sus escritos teóricos. Este análisis conduce a un estilo pictórico que ve como el punto de Seurat se transforma en una pequeña mancha o toque de color. Su encuentro con Van Gogh y la muerte prematura de Seurat en 1891, lo llevó a desarrollar un estilo más personal, llamado Neoimpresionismo, donde compagina el ritmo calculado de las composiciones de Seurat con la luminosidad y colores brillantes de los impresionistas.
En sus retratos, el pintor aplica la técnica del puntillismo, mostrando cualidades expresivas y psicológicas inusitadas. El personaje representado es Berthe Roblès, prima de Pissarro, con la que Signac se casó en 1892; se la ve de perfil, con una expresión despierta y decidida. Destaca el fuerte contraste cromático entre el paraguas que sostiene en la mano derecha y la ropa. Al mismo tiempo, la rama en la esquina inferior derecha revela la delicada vena poética del artista. Por otro lado, en 1886, Signac se instala durante tres meses en el pequeño pueblo de Los Andelys, en Normandía, donde pinta una serie de diez paisajes, llamada Los Andelys; el que lleva por nombre La Orilla está considerado el más importante de la serie.
Este torbellino de colores y líneas, contrasta con la actitud aparentemente serena y distante del crítico de arte que sostiene un sombrero de copa y un bastón en la mano izquierda, mientras que su mano derecha sostiene una orquídea. Mira de frente como si estuviera contemplando a la persona invisible a quien le ofrece la flor.
Los Nabis
Nabis, nombre que en hebreo significa profetas que se dieron a sí mismos un grupo de artistas franceses (Maurice Denis, Pierre Bonnard, Edouard Vuillard, Aristide Maillol, Félix Vallotton, Paul Ranson, Jan Verkade, Ker-Xavier Roussel, Georges Lacombe), todos nacidos entre 1860 y 1870. En reacción contra el impresionismo, se declaran discípulos de Gauguin, cuya pintura fue descubierta en 1888 por Paul Sérusier. Este último había pintado bajo la dirección de Gauguin la tapa de una caja de cigarros utilizando colores puros y lisos. Este pequeño panel que tomó como nombre El Talismán de Paul Sérusier constituyó la base teórica para aplicar las normas de una renovación radical de la pintura, y a partir del cual se formó el grupo de los nabis. Consolidando su voluntad de recuperar el carácter sagrado de la pintura, encontraron su mejor definición en la fórmula de Maurice Denis (1890): « Recordad que un cuadro, antes de ser un caballo de batalla, una mujer desnuda o una anécdota cualquiera, es esencialmente una superficie plana cubierta de colores reunidos con un cierto orden », una fórmula que finalmente se reveló fundadora de toda una sección de la pintura moderna.
También llamado El río Aven en el bosque de Amor: «un paisaje informe a fuerza de estar sintéticamente formulado», como decía Gauguin a su joven discípulo animándolo a representar la naturaleza con «colores puros tal como salen del tubo, sin mezclarlos con el blanco».
En una clara señal de su sincretismo religioso, el artista pintó dos estatuas de Buda junto al crucifijo. Este último, rodeado de figuras fantasmagóricas recuerda el Cristo amarillo pintado en 1889 por Gauguin. La obra se caracteriza por el contraste entre los colores fríos del primer plano y los tonos cálidos del fondo, creando una atmósfera surrealista y fantástica.
En 1896 el importante galerista Durand-Ruel organizó la primera exposición de Pierre Bonnard. A partir de 1900, Bonnard expuso en varias ciudades europeas con creciente éxito, e hizo numerosos viajes en busca de nuevos temas; se fue distanciando del realismo naturalista de los impresionistas para acercarse a una pintura próxima a la de los simbolistas.
Las exposiciones de los Nabis tuvieron lugar entre 1891 y 1900. Sus referencias pictóricas eran Puvis de Chavannes, Odile Redon, el arte popular y primitivo, los grabados japoneses; síntesis, decoración, arabesco, expresión, símbolo, eran sus consignas. Como otros grupos europeos estaban interesados en una concepción más amplia del arte y crearon sellos, naipes, títeres, carteles (Bonnard), biombos, papeles pintados, decoraciones murales. Sus ilustraciones (litografías y xilografías) anuncian el nacimiento de las artes del libro. Colaboraron en las escenografías del Teatro de Arte de P. Fort y crearon ilustraciones para La Revue Blanche. En la elección de los temas, destacan dos ideas divergentes: las escenas de interior de la vida parisina y las composiciones con alusiones históricas o mitológicas.
Presentado en el Salón de Artistas Independientes de 1892, este cuadro se inspira en los momentos de ocio en la casa de campo Le Clos de la familia del pintor, situada en el departamento de Isère. Bonnard se preocupa principalmente de la dimensión evocadora, en lugar de la transcripción literal del asunto. El espacio es denso, sin horizonte; los distintos planos se cortan con colores lisos, las siluetas de los personajes se inscriben en las redes decorativas de la ropa, el trabajo sutil del valor tonal y la deformación casi caricaturesca del perro, está inspirado en las estampas japonesas.
Félix Vallotton comenzó su actividad en el grupo de los Nabis con un tema político, el grabado La Manifestación (1893), impulsado por la violencia y la reivindicación social, y donde se pone de manifiesto el pesimismo del autor. En el estudio de las costumbres de la serie Intimidades, publicado en La Revue Blanche en 1898, hace extensivos los principios de sus grabados con la aplicación de colores más vivos. En Misia en el tocador, Vallotton santifica la musa del grupo, representándola delante de su tocador sumida en su contemplación narcisista, antes de entrar en la escena mundana. Este pequeño cuadro realizado al temple revela al ácido colorista que sabe dominar los estridentes azules, rosas y verdes.
Al principio de su carrera en la década de 1890, Aristide Maillol se dedicaba a la pintura, al grabado y a los tapices que realizaba en un taller que abrió en Banyuls en 1893. Sus temas, en su mayoría mujeres jóvenes y desnudos femeninos, están inspirados en pinturas de Gauguin y Maurice Denis. Más tarde centra su actividad en la escultura, en la que retomará la temática de sus pinturas.
Edouard Vuillard fue el artista nabi que más se involucró con el mundo del espectáculo. En esta vasta colaboración teatral (entre 1891 y 1894) la actividad del artista alcanzó su punto álgido, transponiendo en su pintura los temas agobiantes del repertorio simbolista, como los principios revolucionarios de puesta en escena desarrollados por Lugné-Poe. La tela, Interior, madre y hermana del artista es uno de los ejemplos más notables del cerrado ambiente familiar dramatizado por el pintor. En esta escena, se pone de manifiesto el estrés psicológico y las relaciones maternas de dominación hasta cotas raramente alcanzadas por el artista en otras obras.
El grupo de los Nabis se separó en 1903. El balance de sus años de existencia tuvo un alcance mayor de lo que habían previsto sus teóricos Sérusier y Denis. Sin duda, fue entonces cuando se adquirió un mejor conocimiento de la superficie pictórica y el trabajo sobre los formatos y los enmarcados, las articulaciones sinuosas, las construcciones a base de colores sólidos que acentúan el aspecto decorativo como la decoración realizada por Vuillard para Natanson en 1894 (París, Musée d’Orsay), contribuyeron a la definición de nuevos espacios pictóricos que fueron plenamente desarrollados con la llegada del Art Nouveau (en 1893, Alexandre Natanson encargó a Vuillard una serie de paneles para decorar el salón de su mansión en la Avenue du Bois, hoy Avenue Foch, 74 de París). Inspirados por el pintor inglés William Morris y el Arts and Crafts, los Nabis concibieron un visión completa de la creación artística, el rechazo de la jerarquía de las artes y la intención de llegar a todas las áreas de la decoración de interiores. Denis realizó para Arthur Fontaine el panel decorativo Las Musas que presentó en el Salón de los Independientes en 1893.