La historia como objeto romántico
En los años ochenta y noventa del siglo XIX, una serie de investigadores estadounidenses trataron de analizar las condiciones de la producción artística y de su recepción, y de no aislar la obra de su contexto histórico, político y social. A modo de manifiesto y para apoyar su planteamiento, titularon sus trabajos Arts and Politics, Art and Ideology, etc. Hoy en día, nadie cuestiona la importancia del contexto sociopolítico para comprender una obra de arte. Si fue en Francia donde nació el «género histórico», fue en parte porque la historia reciente del país, desde 1789, había conocido una «gran guerra civil» que no terminó con el regreso de los Borbones en 1814. Por otro lado, fue un pintor francés Paul Delaroche el primero en darse cuenta de que era posible utilizar la representación visual de la historia inglesa para despertar la conciencia histórica de sus contemporáneos en Francia. El espectáculo de Cromwell contemplando la decapitación de Carlos I podía servir de sustituto a las reflexiones de una generación que aún recordaba la imagen de la guillotina. La ausencia de una tradición británica del «gran género» es, pues, un motivo recurrente en la crítica de arte, que la sitúa siempre en contrapunto con una tradición francesa más sólida. En la primera Exposición Universal de París de 1855, la gran mayoría de los cuadros británicos se inspiraron en temas históricos, en particular las importantes producciones de la nueva escuela prerrafaelita, que el público internacional descubrió por primera vez, como el cuadro La orden de liberación de John Everett Millais, una conmovedora escena en la que un soldado jacobita anónimo herido, es sacado de la cárcel por su esposa, y el perro que lo recibe magníficamente representado.
En la Inglaterra de principios del siglo XVIII, la historia y su representación eran temas de gran importancia. En 1715, y de nuevo en 1745, la exiliada dinastía de los Estuardo amenazó con recuperar el trono de sus primos protestantes, la Casa de Hannover. En aquella época, «el sufrimiento y muerte» del monarca Estuardo, la «causa» jacobita aún contaba con partidarios en diversos sectores de la sociedad británica. A principios del siglo XIX, sin embargo, la causa estaba irremediablemente perdida. Eliminado todo riesgo de conflicto social o controversia política, se convirtió en un tema romántico. Ello explica la aparición de una figura emblemática, cuya visión del pasado conquistó a todo el continente europeo: el escritor escocés Sir Walter Scott. El éxito que tuvieron sus novelas históricas es indicativo de esta reapropiación del pasado. Su primera novela, Waverley, publicada anónimamente en 1814, toma como tema el levantamiento jacobita de 1745. Como explica el texto, fue el último acto de la «gran guerra civil». En su cuadro La noche antes de Naseby, el pintor Augustus Egg presenta a Cromwell como un hombre que reza en vísperas de la batalla en una escena nocturna de imponente solemnidad. Sin embargo, Egg no se interroga sobre el pasado y el orden monárquico, sino que subraya el papel esencial de Cromwell, un líder que combinó convicciones morales resueltamente modernas con el deseo de establecer un nuevo orden político.
El grupo St. John’s Wood Clique
Bautizado con el nombre del barrio de Londres donde vivían, el grupo St. John’s Wood Clique (Pandilla del Bosque de san Juan) estaba formado por siete artistas, un número mágico que también era el de los miembros de la Hermandad Prerrafaelita en el momento de su formación en 1848. Mientras que los prerrafaelitas habían recibido una educación artística exclusivamente inglesa, los jóvenes artistas de St. John’s Wood eran mucho más cosmopolitas. A menudo considerado como su líder, Philip Hermógenes Calderón nació en Poitiers de padre español y madre francesa; a principios de la década de 1850, asistió al estudio parisino de François Édouard Picot, junto con Henry Stacy Marks, uno de sus futuros colegas en la St. John’s Wood Clique. Nacido en Rusia, de padre diplomático, otro artista, William Frederick Yeames se educó en Dresde, Florencia y Roma, mientras que George Adolphus Storey estudió en París hasta los quince años. Los otros miembros del grupo –John Evan Hodgson, George Dunlop Leslie y David Wilkie Wynfield– estudiaron en Gran Bretaña, pero el grupo en su conjunto estaba muy abierto a los recientes desarrollos artísticos en el continente y tenía la ambición de ser reconocido más allá de su propio país.
En la obra Matilda, de George Dunlop Leslie, el personaje se identifica generalmente con Matilda, condesa de Toscana (1046-1115) de la casa de los Canossa. Leslie la representa recogiendo flores en un magnífico paisaje, observada a lo lejos por Dante, Virgilio y Estacio. Cuando se expuso en la Royal Academy en 1860, la obra iba acompañada de una cita de los Salmos: «Porque tú, Señor, me has alegrado con tus obras; cantaré con gozo ante las obras de tus manos». El crítico Tom Taylor del Times lo describió como «una dama reclinada en un verde jardín junto a un estanque de nenúfares» y celebró «el poder de una pintura de paisaje que conlleva un sentimiento reflexivo y elegante de la forma y el carácter femeninos, que prometen mucho para el futuro de este joven pintor». La obra fue comprada al artista por John Hamilton Trist (1811-1891), un comerciante de vinos de Brighton que poseía una excelente colección de pinturas modernas, entre ellas las de Albert Moore, Rossetti, Alma-Tadema y Leighton.
Así pues, a mediados de la década de 1860 se produjo una gran fertilidad artística en torno a la noción de pintura histórica, que reunió a una gran variedad de pintores pertenecientes al círculo prerrafaelita y a la generación más joven. Los cuadros expuestos por el grupo St. John’s Wood en la Royal Academy y en otros eventos londinenses representaban acontecimientos de la historia británica evocando hechos históricos fascinantes o personajes importantes. La reina Isabel era uno de los personajes favoritos del grupo. William Frederick Yeames la representó desempeñando sus funciones políticas como en el cuadro de 1866 La reina Isabel recibiendo a los embajadores franceses tras el anuncio de la matanza del día de San Bartolomé, y en otro episodio de su vida personal en el cuadro que lleva por título La reina Isabel y Leicester, donde el pintor muestra a Leicester y a la reina juntos, con el siniestro Thomas Howard, duque de Norfolk, asomando al fondo. Hostil a la ambición de Leicester de casarse con la Reina, en este incidente imaginario interrumpe a la pareja, que está escuchando a un joven laudista. La actitud de Leicester es la de un amante cortés, pero también expresa la deferencia de un súbdito hacia su reina.
La Madonna de Cimabue por Frederic Leighton
En la exposición de la Royal Academy de 1855, un joven y ambicioso artista británico, Frederic Leighton (Scarborough 1830 – Kensington 1896), expuso por primera vez con una obra titulada La famosa Madonna de Cimabue es llevada en procesión por las calles de Florencia. Leighton había recibido una rigurosa formación en Frankfurt y trabajó en Roma de 1852 a 1855, antes de trasladarse a París. Además de sus extravagantes proporciones, esta obra sobre un magnífico tema vasariano fue concebida y ejecutada según los preceptos del arte académico, que implicaba preparar decenas de estudios detallados de figuras a lápiz y bocetos al óleo para revelar colores y tonos. Sin embargo, en ciertos aspectos, el cuadro de Leighton está a medio camino entre una verdadera pintura de historia y un «género histórico». El sentido implícito del acontecimiento se inspira en las Vidas de Vasari. El tema, el vestuario y el decorado cuidadosamente documentado remiten a uno de los periodos del arte italiano anterior a Rafael (el siglo XIV o Trecento), un ámbito de la historia del arte que los artistas prerrafaelitas han hecho familiar. No se trata de una pintura de historia general y majestuosa, parecida a la de la escuela de David. Se trata más bien de un enfoque romántico más reciente de la pintura de historia, rebosante de vida y de detalles.
El cuadro con el largo título de: La famosa Madonna de Cimabue es llevada en procesión por las calles de Florencia; delante de la Madonna camina el propio Cimabue, coronado de laureles, con su discípulo Giotto ; Detrás, Arnolfo di Lappo, Gaddo Gaddi, Andrea Tafi, Nicola Pisano, Buffamalco y Simone Memmi, en la esquina Dante. Pintado por Leighton en 1854-55, se ajusta a los principios preconizados en un artículo de Ford Madox Brown, otro pintor británico formado en el Continente y que reflexionó mucho sobre la pintura histórica.
Cómo representar la indumentaria de moda
La combinación de una narración espectacular, aunque misteriosa, y de detalles históricos y vestimentarios representados con precisión tuvo mucho éxito. A partir de mediados de la década de 1860, todos los pintores del grupo St. John’s Wood fueron adoptando gradualmente este enfoque. George Dunlop Leslie introdujo una variación al representar la elegante vida de las clases ociosas en el siglo XVIII, un periodo de tranquilidad y paz antes de los trastornos provocados por la Revolución Francesa. El cuadro Pot Pourri es un ejemplo típico. Las ondulaciones y repliegues de las telas, inspiradas en la indumentaria de finales del siglo XVIII, contrastan con la regularidad ordenada de las ventanas de guillotina blanca y el diseño rectilíneo del jardín paisajista del fondo; la luz del sol filtrada a través de las persianas es una proeza artística, que también confiere una sensación de calma a esta escena doméstica, protegida de la agitación política y social en la que viven estas mujeres. En un cuadro de Frederic Leighton que lleva por título Las horas doradas la indumenaria del músico pertenece al Renacimiento veneciano.
El cuadro Su altísima, noble y poderosa Gracia de Philip Hermógenes Calderón le valió al artista una medalla de primera clase en 1867, el mayor galardón concedido a un artista británico en ese año. La obra adopta un enfoque ligeramente diferente al de los temas más específicamente históricos de años anteriores; se trata de una escena de finales del siglo XV con un interior y un vestuario profusamente reconstruidos, pero no hay figuras ni acontecimientos históricos discernibles. Corresponde al espectador descifrar el significado y las incidencias. Algunos críticos sitúan esta escena en España debido a los orígenes españoles del pintor. El crítico del Daly News, más perspicaz, describe la escena como «sugerida al pintor por los primeros años de la vida de Ana de Bretaña». En efecto, los rasgos faciales y la posición de los brazos se parecen mucho al retrato de Ana que figura en el Libro de Horas que ella encargó en 1505-1508, iluminado por Jean Bourdichon.
Los trajes y accesorios son también típicos de la moda de la época de Ana. Los vestidos con escote en V, las sedas adornadas con grandes motivos y los peinados son típicos de finales del siglo XV, en particular las dos variantes del hennin, un tocado en forma de cono o cono truncado, que llevan las damas de honor que portan la cola del vestido de la niña. El tapiz de la pared, con sus rojos y dorados flamígeros y su tema -una procesión de elefantes- recuerda a la serie de los Triunfos del César de Andrea Mantegna, de la década de 1480: también en este caso se respeta la coherencia temporal. Los demás miembros del grupo de St. John’s Wood utilizaron a menudo grandes formatos para mostrar sus audaces composiciones. En 1878, se presentó en la Royal Academy el famoso misterio histórico de William Frederick Yeames, en el cuadro ¿Y cuándo viste a tu padre por última vez? en el que un niño vestido como un cortesano de Carlos I es interrogado por hombres cuya indumentaria indica que son partidarios de Cromwell. Aquí, los trajes históricos y la composición en horizontal cuentan la historia visualmente, sin el apoyo de una fuente textual.
Bibliografía
Marie Claude Chaudonneret. Peinture et Histoire dans les années 1820-1830. Actes Sud, 2004
Collectif. L’invention du passé. Cat. Exp. Hazan, 2014
Francis Haskell. L’Historien et les images. Gallimard, 1995
Bevis Hillier. The St. John’s Wood Clique. Apollo, 1964