David y el neoclasicismo
En la larga carrera de David se combinan varios elementos del arte clásico: su admiración por la Antigüedad, su deseo de comunicar fuertes mensajes políticos y morales, un perfecto esmero en los aspectos formales, y, a una edad más avanzada, el elogio a la grandeza de Napoleón. Durante su aprendizaje en París, Jacques Louis David (1748-1825) se formó principalmente en los temas históricos y mitológicos. En 1775 ganó el Premio de Roma y viajó a esta ciudad donde permaneció cinco años. Influenciado por el severo ideal de racionalidad que proponían los representantes del neoclasicismo como Canova, Mengs y sobre todo Winckelmann, David se volcó en el estudio y al dibujo de la estatuaria antigua, imitando las poses, las formas y hasta la ropa, creando un estilo figurativo característico. En Italia visitó igualmente la region de Emilia, interesándose por los grandes maestros de la escuela boloñesa, como los Carracci y Guido Reni. En Roma, en una atmósfera cultural particularmente activa, estudió a Rafael y a Poussin. Convencido de que la finalidad del arte era en primer lugar moral, a su regreso a Francia ejecutó pinturas de una sencillez monumental, ejemplares por su claridad narrativa. En El juramento de los Horacios, el estilo austero y heroico de David refleja su convencimiento de la finalidad ética del arte. Sus temas eran pretexto para lecciones de moral y de virtud. El gesto heroico hasta la exageración, las poses inspiradas de la escultura antigua, la gama cromática sobria y equilibrada, así como la austeridad de las decoraciones arquitecturales acentúan el contenido moral de los temas históricos.
La sólida austeridad de las columnas dóricas acentúa la intención moral de este cuadro, presentado en el Salón de 1789. La escena representa a Bruto que vuelve a su casa después de haber condenado a muerte a sus dos hijos, aliados de los Tarquinios. En la parte izquierda de la composición, entran los lictores llevando los cuerpos. Bruto aparece sentado de espaldas a la escena como si no quisiera ver lo que ocurre detrás de él.
Por primera vez en un cuadro de historia David pone como personaje central a una mujer, Hersilia, que se interpone entre Rómulo, su marido, a la derecha, y su padre Tito Tacio, rey de los Sabinos, a la izquierda. Intentando detener la batalla, otras mujeres sujetan a los guerreros y colocan a sus hijos entre los dos bandos. David utilizó la imagen de los conflictos familiares de los Sabinos como una metáfora del proceso revolucionario que desemboca finalmente en la paz y la reconciliación. El desnudo y la elegancia de las siluetas se explica por la voluntad del pintor de volver a una Antigüedad más sublime, más depurada, «griega». El cuadro fue presentado en 1799, en una exposición privada donde había que pagar entrada.
David y el ideal republicano
David fue el pintor oficial y un miembro activo del movimiento revolucionario republicano en Francia. Los temas grecorromanos gustaban a los revolucionarios franceses. Se hacía referencia a la tradición clásica para exaltar sus sistemas políticos, en las antípodas del absolutismo. Los autores de la Grecia republicana se habían opuesto a toda forma de poder monárquico y para los revolucionarios, ciertos episodios y personajes de la historia antigua encarnaban su propio ideal heroico. El filósofo «revolucionario» Sócrates (469-399 a.C.) es una de estas figuras – ejemplo perfecto de la víctima de una condena injusta, prefiere morir en héroe por sus ideales y sus principios antes que reconocer sus fallos, fugarse o partir en exilio, oponiéndose así a un régimen arbitrario. El cuadro La muerte de Sócrates fue encargado a David en 1787 por los hermanos Trudaine, partidarios de reformas políticas que iban a provocar la Revolución dos años más tarde, aunque en esta fecha, Francia contaba ya con prisioneros políticos. Con respecto a David, fascinado por la Antigüedad, se inspira en la escena narrada en el Fedón, un diálogo de Platón discípulo de Sócrates, y en textos contemporáneos.
La actitud enérgica de Sócrates en el momento en que acepta la cicuta que le tiende el guardián de prisión, expresa su indiferencia a la muerte inminente. Según Platón, poco antes de morir, Sócrates habría filosofado ampliamente sobre la inmortalidad del alma. En la parte izquierda se encuentra Platón con la cabeza agachada, llorando o dormitando. El pergamino, el tintero y la pluma depositados en el suelo revelan su identidad. El hombre que pone la mano sobre el muslo de Sócrates, como para retener el gesto de su maestro en este último instante, es su discípulo Critón.
Frente a esta actitud comedida, los demás asistentes dan libre curso a sus emociones, lo que era según Platón contrario a los deseos de Sócrates. Esta agitación refuerza la intensidad dramática de la escena y contrasta con la firme actitud del personaje principal.
Durante la Revolución, David será elegido diputado, presidente de la Convención y miembro del Comité de Seguridad durante el Terror; en su calidad de artista será designado como el organizador de las fiestas revolucionarias. El neoclasicismo toma entonces una clara connotación republicana. En esta época va tomando forma otra «revolución» que transformará definitivamente la pintura, y es la ampliación del repertorio temático: se creía que el heroísmo contemporáneo tenía la misma razón de ser que los temas bíblicos o grecorromanos. El 13 de julio de 1793, Jean Paul Marat, amigo de David y uno de los jefes de la Revolución, fue apuñalado en su bañera por una joven. David, que la misma víspera del suceso había visitado a Marat, organiza unos funerales grandiosos y además pinta una representación fiel de su muerte.
Con la serenidad idealizada que se desprende del cuadro, David hace de Marat un símbolo, un tipo de mártir secular. El brazo colgando, sin vida, hace pensar inevitablemente en el Cristo de una Deposición. Para David, Marat encarna un héroe de la Revolución cobardemente asesinado. Como editor del periódico «El amigo del pueblo», al lado de su pluma de periodista se encuentra el arma ensangrentada del crimen. La carta manchada de sangre en las manos de Marat es la «súplica» de la homicida Charlotte Corday: «Basta que sea muy desgraciada para que tenga derecho a vuestra benevolencia.» En la improvisada mesa de trabajo, el pintor dedica su cuadro al difunto.
En este estudio preparatorio para un cuadro de grandes dimensiones, encargado en 1790 para conmemorar un momento decisivo de la Revolución, la composición está fundada esencialmente sobre criterios lógicos, sin ninguna concesión a la emotividad.
La crisis financiera heredada del Antiguo Régimen y el asedio al que Francia se veía sometida por las monarquías europeas en coalición, no dejaron a las instituciones republicanas más que una existencia precaria, preparando el camino a la fulgurante ascensión de Napoleón. Directamente implicado en los acontecimientos revolucionarios, David fue encarcelado después de la caída de Robespierre (1794). Más tarde fue rehabilitado por Napoleón, convirtiéndolo en el pintor oficial del nuevo régimen. A la caída del Imperio, David se exiló a Bruselas, donde murió en 1825.
Los retratos de David
A lo largo de su carrera David fue muy apreciado también por sus retratos. Aunque el artista se hizo célebre gracias a sus grandes telas que escenifican relatos heroicos sacados de la Antigüedad, entre sus más bellas obras, figuran también los retratos de sus contemporáneos, en los cuales el artista demuestra su gran capacidad psicológica. El extremo realismo de los personajes se acompaña de una composición rigurosa, de una gama cromática controlada y de un discreto toque de estilo neoclásico. El Retrato del matrimonio Lavoisier y el retrato de Madame Recamier prueban que el artista era sensible a la ciencia y también a la belleza femenina de su época. Fascinado por el personaje de Napoleon, éste utilizará la pintura del artista con fines de propaganda política.
Blauw era un patriota holandés quien en 1795, participó en el establecimiento de la República de Batavia. Cuando el ejército francés invadió los Países Bajos, Blaw fue enviado a París para negociar un acuerdo de paz. David ha representado al personaje sentado, redactando un documento oficial. La pose, da una impresión de instantaneidad y una percepción del carácter de Blauw. Su vestimenta es sobria, como conviene a un republicano: lleva una levita oscura y una corbata blanca enrollada alrededor del cuello, no usa peluca de aristócrata pero sus cabellos están empolvados. Unos preciosos toques de color rojo realzan sus botones de cobre, reflejos inexplicables que hacen pensar en el taller del artista – así pues, en el espacio del espectador.
Durante el primer periodo de la Revolución, David continuó pintando retratos de la alta burguesía y de la aristocracia. En 1790, un año de calma social, había pintado a la marquesa de Orvilliers y a la condesa de Sorcy. Relacionándolas con el ideal neoclásico, David las representa con poses llenas de dignidad y vestidas con mucha sencillez, inspirándose en los modelos grecorromanos.
Encargado por Charles Louis Trudaine, esposo de la dama, el cuadro quedó inacabado permaneciendo en las colecciones del pintor. Los Trudaine eran una de las grandes familias al servicio de la monarquía, pero partidarios de reformas políticas. Antes de la Revolución, acogían en su salón parisino escritores como André Chénier y artistas como el pintor David. Cuando la Revolución se radicalizó y el pintor fue nombrado diputado de la Convención, se enemistó con los Trudaine, quienes tuvieron que escoger la clandestinidad.
David realizó este tercero y último de sus autorretratos en prisión. Su apego a Robespierre irritó a los enemigos del tirano; por haber formado parte de los robespierristas, fue arrestado y conducido a la prisión del Palacio de Luxemburgo que estaba llena de prisioneros, casi todos monárquicos. En el cuadro se ha representado como un hombre joven (aunque tenía cuarenta y seis años), una característica curiosa no solo de sus autorretratos, sino también de algunos de sus retratos. El hecho de haber pintado este cuadro ante un espejo, hace que la imagen esté invertida. No corrige ciertos detalles: sostiene el pincel con la mano izquierda, y la mejilla hinchada a causa de la enfermedad que padecía aparece en el lado opuesto.
Cuando David fue liberado de prisión en diciembre de 1794, enfermó y pidió permiso a la Convención para visitar a la hermana de su mujer y a su marido, Emilie y Pierre Sériziat, en su casa de campo en Saint-Ouen. Allí fue nuevamente arrestado en mayo de 1795. Liberado el mes de agosto vuelve a casa de sus cuñados para recuperar la salud. Durante esta segunda estancia pintó los retratos de sus huéspedes. Hecho poco habitual en David, el abogado Pierre Sériziat es representado en «gentleman farmer» elegante y ocioso, sentado encima de un abrigo extendido sobre una roca, pero exhibiendo en su sombrero la cocarda tricolor. Este retrato recuerda los retratos ingleses de Reynolds y de George Romney.
La noble sencillez de este retrato se expresa en la simplicidad del vestido y en la decoración espartana, en la gravedad de la composición, en la rareza neoclásica de la disposición ligeramente en diagonal y en la distancia de la pose de la dama que gira su hombro hacia el espectador. Todos estos elementos, prueban que el neoclasicismo había operado durante mucho tiempo. David comenzó el retrato de Madame Recamier en 1800 pero nunca fue terminado.
David, el pintor que quiso expresar la profunda necesidad de un cambio de conducta en la Francia prerrevolucionaria y más tarde celebró la imagen republicana de la Revolución, ponía ahora su talento al servicio del emperador. La imagen heroica de Napoleón en un retrato ecuestre; el gran cuadro de su coronación, o el retrato de Bonaparte trabajando en su despacho. Este último con acentos deliberadamente realistas y una preocupación minuciosa por el detalle, representándolo de noche, las agujas del reloj mostrando que pronto va a amanecer, como una forma de promover la imagen del Emperador al servicio del pueblo.
En este gran cuadro, David evita el tumulto y la confusión que podía crear una gran multitud, gracias a una bien calibrada repartición de los grupos y a la naturalidad de los efectos luminosos. A pesar de la abundancia de suntuosos y realistas detalles, el conjunto del cuadro refleja una solemne tetralidad. Para esta composición, el pintor se pudo inspirar de la «Coronación de Maria de Médicis» que forma parte de la serie que Rubens pintó para el Palacio de Luxemburgo, hoy en el Louvre.
Los alumnos de David
Dirigiendo el último gran taller de la historia de la pintura occidental, David fue un maestro indiscutible para un gran número de jóvenes alumnos. De Gérard a Gros, de Girodet a Ingres, sería difícil nombrar todos y cada uno de los discípulos de una «escuela» que se impuso en toda Europa. El pintor Anne Louis Girodet, que fue el alumno preferido de David, ilustró las obras de Racine, de Virgilio, de Anacreonte, en el severo estilo neoclásico de su maestro. Consiguió el Premio de Roma en 1789, y viajó a Roma, Nápoles, y Venecia donde permaneció cinco años. Privilegió los temas de la Antigüedad clásica, las gestas napoleónicas y los temas de la literatura contemporánea. En su obra Atala en la tumba, uno de sus cuadros más conocidos, se inspira de la célebre novela de Chateaubriand. Junto con François Gérard, decoró (1801) el castillo de Malmaison. Partiendo de la herencia artística de David, Girodet desarrolló un estilo original muy apreciado por los pintores románticos. Ingres y Gros ilustrarán de una forma aun más brillante aquella norma según la cual los discípulos más dotados superan a su maestro.
Seducidos por el exotismo del relato, la novela «Atala», publicada por Chateaubriand en 1801, inspiró a varios pintores. El tono melancólico y tierno del cuadro, y la importancia dada a los efectos de claroscuro, todo ello opuesto al estilo David, corresponde a una sensibilidad «prerromántica» que es a menudo uno de los aspectos más atractivos de la pintura de época neoclásica. En la pared de la gruta, el pintor grabó estos versos que Chateaubriand cita en su novela: «He pasado como la flor, me he secado como la hierba de los campos».
François Gérard comienza a exponer en el Salón en 1795, y, a partir de entonces, se convierte en pintor oficial del Imperio con el cuadro Napoleón en traje de coronación. Pintor ecléctico aborda todos los temas, y desarrolla por momentos un estilo prerromántico: Corina en el cabo de Mesina de 1819. En sus poéticos retratos sabe conservar expresiones sinceras, con un fuerte poder evocador como en Madame Recamier de 1805. Su reputación como retratista hizo que las más altas personalidades europeas fueron pintadas por él. Su salón fue durante varias décadas un lugar importante de la vida mundana parisina.
Psique es un personaje mitológico que aparece en el libro «Las Metamorfosis» de Lucio Apuleyo. Personificación del alma, inconstante como la mariposa que revolotea encima de su cabeza, Psique aparece bajo forma humana, la mirada perdida, recibiendo el beso del invisible Cupido.
Amigo de François Gérard, el pintor Isabey era famoso por sus miniaturas, muy apreciadas en toda la Europa.
Antoine-Jean Gros (1771-1835) entra en el taller de David en 1785. Gracias a su maestro, viaja a Italia donde estudia la obra de los grandes artistas del siglo XVI. Desde 1803 trabajó al servicio de Napoleón, ejecutando el retrato de este último Bonaparte en el puente de Arcole y es también en esta época cuando ejecuta sus obras más importantes: Los apestados de Jaffa y Napoleón en el campo de batalla de Eylau.
Ganador del concurso abierto en 1807, este cuadro representa a un Napoleón aislado, separado de sus mariscales y ante un campo de batalla cubierto de cadáveres, haciendo un extraño gesto con su brazo, como si rechazara la fatalidad que lo haría responsable de una guerra homicida.
Esta gran tela representa la atracción por el Oriente que nació como consecuencia de las campañas de Bonaparte. El tema sirve como propaganda política, pero la intensidad y la enfebrecida exaltación, patente en los numerosos trozos ejecutados con una extrema sencillez, sobre todo las figuras de los enfermos, muestra la transición entre el neoclasicismo y el romanticismo. La finalidad del cuadro era enfatizar el coraje y el espíritu humanitario del futuro emperador, que para reconfortar a los enfermos, afrontaba serenamente el riesgo de contagio tocando las llagas de un apestado. La realidad histórica podría ser menos brillante; en efecto, parece que Napoleón, para no perder un tiempo precioso, había hecho ejecutar a todos los apestados.
Gros contribuye a renovar la pintura de historia gracias al dinamismo de sus composiciones y a su riqueza cromática. El caos de las batallas, sus estilo libre y a menudo vehemente, la atmósfera cálida y colorista de sus escenas, el realismo a veces sin piedad de los cadáveres de los soldados, son otras tantas características decisivas para la evolución de la pintura que llevarán a cabo Géricault y Delacroix, quienes consideraban a Gros como el padre de la pintura romántica.