Roma o París?
Cuando Rusiñol y Casas eran unos principiantes en el campo de la pintura, durante los primeros años ochenta del siglo XIX, los artistas y aficionados a las Bellas Artes de Barcelona discutían sobre la capitalidad mundial del arte: unos decían que Roma, otros que París.
Santiago Rusiñol i Prats (1861-1931) en su primera juventud miraba hacia Roma como centro del arte y sobre todo como centro de su aprendizaje, ya que era alumno de Tomas Moragas, un íntimo amigo y seguidor de Fortuny (los fortunyistas eran romanos por principio); en cambio, Ramon Casas (1866-1932) optó enseguida por París, donde residía su primo Miguel Carbó con el fin de aprender el oficio de pintor en el taller del prestigioso Carolus Duran (1836-1917) un retratista de la alta sociedad que idolatraba a Velázquez. Rusiñol y Casas se conocieron en 1882. La diferencia de pintura y de conceptos que había entre Rusiñol y Casas se refleja muy bien en los cuadros que ambos presentaron en la Exposición Inaugural de la nueva Sala Parés de Barcelona, en enero de 1884. El joven Rusiñol presentó un paisaje y en cambio Casas presentó el cuadro Una corrida que suscitó muchos comentarios por su «impresionismo».
La influencia de Italia llevó a los pintores catalanes a interesarse por las escenas de procesión. Se trata de una evocación tan espléndida de un mundo real, que cuando obras como esta se dieron a conocer en exposiciones barcelonesas, los críticos las consideraron como ejemplos de la forma de hacer « impresionista ».
La moda del naturalismo
A mediados de los años ochenta llegó a Barcelona la moda del Naturalismo; en los círculos literarios y artísticos no se hablaba de otra cosa. No se trataba de un fenómeno aislado; en los últimos Salones de París ya se había visto como emergía esta nueva estética con personalidades diferentes como un Bastien-Lepage (1848-1884), Raffaëlli (1850-1924), Dagnan-Bouveret (1852-1929). Los pintores catalanes sintonizaron casi espontáneamente con los sentimientos naturalistas que Zola y los hermanos Goncourt habían puesto de moda con sus novelas, renovando la imagen del ruralismo y del trabajo obrero. La industrialización de la ciudad era vista como una despersonalización de la verdadera identidad de Cataluña, y muchos artistas se sentían impulsados a traducir en pintura temas suburbanos con sus interiores de taberna o trabajadores endurecidos. Esta tendencia incidió en Joan Planella Rodriguez (1850-1910) con su Nena obrera, que refleja las duras condiciones laborales en la industria textil catalana. Manuel Feliu de Lemus (1865-1922) con su Escó de barri y Desheredados.
L’amistad íntima entre Rusiñol y Casas podría datar de 1888 y el primer documento plástico es el cuadro de Rusiñol que llevaba el nombre francés de L’accord, en el que aparecen sentados delante de un velador en un jardín, el escultor Enric Clarasó (1857-1941) y Ramon Casas, en actitud muy informal. Casas pintaba con más desenvoltura que Rusiñol, pero éste conocía mejor el panorama artístico e influyó para que Casas pintara temas auténticamente naturalistas, como lo pedía el momento. Pero el contexto estético que influyó en ambos pintores fue sin duda el del impresionismo con una trasfondo naturalista. En 1889 se pintaron mutuamente un retrato de cuerpo entero. Los dos cuadros fueron expuestos en la Sala Parés y suscitaron numerosos comentarios humorísticos en la prensa. En esta época y bajo la influencia «naturalista» de Rusiñol, Casas pintó una serie de cuadros que tenían como protagonistas su hermana Elisa y sus primas Antonia y Ángels en el terrado posterior de su domicilio y en un patio interior lleno de flores. Fue también la época en que los dos pintores emprendieron la célebre Vuelta en carro por Catalunya, aventura que Rusiñol quiso convertir en otra experiencia vital del ideario «naturalista».
Casas aparece caracterizado de velocipedista, sentado en un patio con botas y guantes y fumando un cigarrillo; a la izquierda, aparece un trozo de la bicicleta y en el suelo vemos tres naranjas. Casas pintó Rusiñol de pie, vestido de negro y con botas camperas, con el equipaje preparado como si estuviera a punto de emprender un viaje.
Modernismo y bohemia parisina
A finales de 1890 Rusiñol y Casas iniciaron su segunda estancia en París. Rusiñol encontró a sus amigos Miguel Utrillo (1862-1934), ingeniero, periodista y experto en arte, el grabador Ramon Canudas y el escultor Enric Clarasó y se propuso experimentar la vida bohemia de los rapins de Montmartre (en el cuadro Café de Montmartre de 1890, aparecen retratados Casas, Utrillo y Clarasó). Rusiñol alquiló una casa en la rue de l’Orient, 14, para él y sus amigos formando así una colonia catalana de artistas, mientras alternaba viajes a Barcelona para atender los negocios familiares. Aquella primavera, el panorama artístico parisino se encontraba alterado por la división que se había efectuado entre los artistas académicos y tradicionales, y los más abiertos a la pintura moderna, tanto es así que en vez de un Salón, a partir de aquel año hubieron dos: el tradicional en los Champs-Elysées y el de la nueva Société des Beaux-Arts en el Champ-de-Mars. Rusiñol y Casas sin duda optaron por el Salón de los modernos. Ya en la primera edición del nuevo Salón, Ramon Casas obtuvo el nombramiento de associé. Finalmente llegó el momento de comparecer delante del público de Barcelona con la esperada exposición de los dos pintores y del escultor Clarasó en la Sala Parés, el 16 de octubre de 1980. Rusiñol presentaba cincuenta y un cuadros, Casas treinta y seis y Clarasó trece esculturas.
Amigo de Casas y Rusiñol, Utrillo mantuvo una relación con la pintora Suzanne Valadon cuyo hijo natural, el futuro pintor Maurice Utrillo, reconoció como suyo.
En Barcelona, el ideal de la pintura moderna no era una exclusiva de Rusiñol y Casas, sino que abrazaba un grupo de pintores bastante más amplio. Pero ninguno de esos pintores que se esforzaban por la modernidad no tuvo el carisma de Rusiñol ni la osadía de Ramon Casas; por este motivo se podría afirmar que con la exposición de octubre de 1890 en la Sala Parés de Barcelona, el Modernismo irrumpió en la pintura catalana. El Modernismo en aquellas fechas era principalmente una evolución del Realismo, llevado a sus últimas consecuencias. Llamaron la atención los cuadros de Rusiñol Casa de préstamos, Café de Montmartre y las vistas del Sena. También se comentaron muy favorablemente los retratos de Casas.
Amigos inseparables, burgueses cosmopolitas
Nacidos en una familia de la alta burguesía catalana, ya desde 1889, Rusiñol y Casas daban una imagen de grupo: pintaban juntos, juntos exponían en la Sala Parés; en el verano de aquel mismo año hicieron un viaje en carro por Catalunya, y también juntos efectuaban largas estancias en París. A finales de octubre de 1890, Casas y Rusiñol se fueron a vivir a Montmartre, donde Miguel Utrillo les había alquilado un apartamento en el mismo Moulin de la Galette, 3 rue Girardon, esquina con la calle Lepic. Muchos cuadros que Rusiñol y Casas pintaron aquella temporada en Montmartre tenían por tema el establecimiento del Moulin de la Galette, sus atracciones y el ambiente del salón de baile, pero también había vistas del célebre quartier y figuras de personajes que ellos consideraban interesantes. En el cuadro Nube de verano, Rusiñol describe el apartamento donde habían vivido en el Moulin de la Galette y la escena de una pareja enfadada, haciendo alusión a los problemas amorosos y económicos de Miguel Utrillo y Suzanne Valadon.
Los cuadros que Rusiñol y Casas presentaron a la Exposición General de Bellas Artes de Barcelona celebrada durante la primavera de 1891, llamaron poderosamente la atención y el Ajuntamiento compró: Laboratorio de la Galette de Rusiñol y Plein Air de Ramon Casas. En París, habitualmente los dos artistas dedicaban la mañana a pintar y, habiendo comido, bajaban al boulevard de Clichy para asistir a las sesiones de la Academia La Palette. Para Navidad los dos amigos invitaron a comer en su apartamento al músico Erik Satie (1866-1925) entonces un total desconocido que, sin duda era ya un adicto al Simbolismo que propugnaba el estrambótico Sâr Péladan en su Salon de la Rose-Croix. Todos se quedaron sorprendidos, no solamente por su música neomística, sino porqué su indumentaria y su aspecto físico respondían a la idea arquetípica del bohemio que ellos tenían, tal como lo representa Casas en el cuadro Retrato de Erik Satie «El Bohemio, poeta de Montmartre«.
Rusiñol se sintió vivamente interpelado por el movimiento simbolista y la nueva mística que emanaba de los ambientes literarios y artísticos de París. Casas era más extrovertido y nunca hizo mucho caso de aquella corriente mística. Casas presentó al Salon des Indépendents (1982) el cuadro conocido como Madeleine cuya modelo ya había aparecido en otros cuadros del pintor, siempre vestida con falda gris y blusa roja (Madeleine au Moulin de la Galette, 1892). Por su parte Rusiñol presentó en el mismo Salón numerosos cuadros, entre ellos Une malade, una joven tísica vestida de negro entre unas cortinas obsesivamente blancas. En el Salón del Champ-de-Mars Casas mostró Escogiendo un libro y Mujer tocando el piano; Rusiñol cumplió la palabra que había dado a sus amigos de Sitges de proclamar desde París las bellezas de su población y presentó El pati blau (Museu de Montserrat) y Reprimenda (Museu d’Art de Girona). En aquella ocasión Rusiñol y otro pintor catalán, Barrau, que presentó un magnífico cuadro Le temps qui passe, obtuvieron el nombramiento de associés del Salón.
El Cau Ferrat y las Fiestas Modernistas
Durante el verano de 1893, Rusiñol tomó la decisión de comprar una casa en Sitges para convertirla en su taller-estudio y colocar su valiosa colección de hierros antiguos y antigüedades, que ya era conocida en Barcelona con el nombre de Cau Ferrat. El 10 de septiembre Rusiñol organizó en Sitges una fiesta modernista que quería ser un acto de afirmación de la nueva estética. La pintura de Rusiñol y de Casas era todavía naturalista, pero Rusiñol suspiraba cada vez más por la nueva música y por la literatura simbolista europea, por lo que el plato fuerte de aquella fiesta consistió en la representación teatral de La Intrusa del escritor simbolista belga Maurice Maeterlinck, dirigida personalmente por Rusiñol y por Casellas. Haciendo los decorados de aquella obra, por primera vez Rusiñol pintó la frágil belleza de un jardín romántico, que es el tema en que finalmente cristalizó su Modernismo, integrado a la corriente del Simbolismo internacional. En enero de 1894 Rusiñol tuvo la suerte de poder adquirir en París, dos cuadros del Greco. En su discurso modernista, Rusiñol interpretó la figura del Greco como la de un verdadero modernista avant la lettre, porqué era un místico que supeditaba la corrección de las formas a la expresión de un espíritu ardiente. Por aquellas fechas, Rusiñol estaba pintando uno de sus cuadros más bellos, Una romança que representa a una joven vestida de rojo tocando el piano, sobre el que se apoya un romántico que la escucha que no es otro que el músico Erik Satie. El cuadro mereció los elogios del célebre crítico de arte Arsène Alexandre que vio el cuadro en el piso que Rusiñol tenía en el Quai Bourbon.
El artista escribió El Pati blau, un idilio romántico que sería representado en forma de drama en dos actos el 12 de mayo de 1903 el Teatre Romea de Barcelona, que a su vez pone título al cuadro del pintor. El cuadro pone de manifiesto el predominio del color azul y en el que hay que destacar la magnífica naturaleza muerta.
La modelo es Stéfanie Nantas, que aparece en numerosos cuadros de la etapa parisina de Rusiñol. Seguramente le fue presentada por su amigo Erik Satie, en el cuadro, de pié, escuchándola complacido.
Durante la primavera de 1894 Rusiñol y Zuloaga se fueron a Florencia a hacer copias de los maestros del Quattrocento; Rusiñol deseaba convertir el nuevo Cau Ferrat de Sitges en un santuario de peregrinaje de todos los modernistas y lo quería llenar de « santos de su devoción », es decir, de los primitivos italianos, como hacían los prerrafaelitas. En febrero de 1897 Rusiñol organizó otra Fiesta modernista en Sitges, en el transcurso de la cual, se hizo la representación teatral del cuadro lírico La Fada cuyo cartel había realizado Miguel Utrillo y pronunció un discurso modernista destinado a propagar la religión del arte. Simultáneamente Casas pintaba el cuadro Club de regatas, que tiene ironía y buenos efectos de color, los retratos de los músicos Isaac Albéniz y Enrique Fernández Arbós y continuaba la serie de desnudos femeninos.
Itinerarios varios
En octubre de 1895 Rusiñol emprendió uno de sus viajes artísticos a Granada acompañado esta vez del pintor Mas i Fondevila y de Miguel Utrillo. Durante aquella estancia en Granada, Rusiñol plasmó sobre la tela lo que luego se convertiría en el tema específico de su pintura que llegaba a su plena madurez. Empezaba así el Rusiñol simbolista otro capítulo en su pintura más claramente emotiva, sugeridora de una poesía enfermiza y de una belleza triste y evocadora. Decía que aquel género de pintura era lo que los parisinos que visitaban el Salón del Champ-de-Mars querían ver. Aquel simbolismo poético conectaba muy bien con el paisaje mágico de aquella España vetusta. A principios de 1898, Rusiñol volvió a Granada a pintar más jardines en el Generalife y toda una série a la que tituló «Jardines de España». Aquella muestra de treinta y dos cuadros celebrada en París en el Salon de l’Art Nouveau (22 rue de Provence) constituyó el mayor éxito de Rusiñol de toda su vida. Le tout Paris vio aquella exposición de la cual salieron noticias en toda le prensa francesa y de la que informaron los corresponsales extranjeros. Léon Daudet, íntimo amigo suyo, introdujo Rusiñol en la tertulia artística del Cafè Weber en la elitista Rue Royale donde confluían personajes de gran influencia en el mundo cultural francés. Otro hecho de gran importancia para todo el movimiento modernista fue que durante la primavera de 1897 se abrió la cervecería Els Quatre Gats, que pretendía ser un centro de agitación cultural en Barcelona y que cumpliera las mismas funciones que Le Chat Noir en Montmartre.
Jardines solemnes, aristocráticos, antiguos, abandonados y decadentes con un halo de misterio, conceptos que formaban parte del repertorio simbolista.
Mientras Rusiñol encontraba su fuente de inspiración modernista pintando jardines, Casas continuaba haciendo retratos y reportajes de la vida ciudadana (Embarco de tropas) y cuadros costumbristas (Ball de tarda). Por aquellas fechas (1896-97) Casas comenzó a formar una galería de retratos al carbón de amigos y de todas las personas de la vida política, la cultura, las finanzas, etc. En 1898 Casas pintó otra obra magna: la Salida de la procesión de Santa María del Mar (MNAC) presentada y premiada con la medalla de oro en la Cuarta Exposición de Bellas Artes de Barcelona; los elogios fueron unánimes. También en aquella época Casas pintó Femme au piano, un hermosos retrato de su hermana, cuadro que envió al Salon du Champ-de-Mars de 1989.
Además de la aventura literaria (las revistas y los carteles), en 1899 Casas pintó dos cuadros de crónica ciudadana de gran interés: En el hipódromo y La carga, éste último de fuerte carga social. Fue presentado en el Champ-de-Mars de 1903, donde produjo un gran impacto en la crítica, y en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid ganó la medalla de oro. En noviembre de 1899 Casas celebró una gran exposición, organizada por Utrillo, en la Sala Parés y en la cual, además de una gran cantidad de dibujos y retratos al carbón figuraban cuadros antiguos y nuevos, y entre ellos, Después del baile donde una joven vestida de negro que todavía lleva en la mano el carnet de baile, está tumbada sobre un diván verde. En dicha exposición llevaba el título estrafalario de Joven decadente, cuando en realidad la joven parece agotada de tanto bailar.
Casas convivía con su modelo Julia Peraire con la que se casó en 1922. Julia no estaba educada para hacer la vida social de Ramon Casas, pero éste la vestía de señora a la moda más elegante de París y la retrataba sin descanso (La grasse matinée). La reiteración de Rusiñol por sus paisajes y jardines y de Casas por sus figuras femeninas reportó grandes éxitos a los dos pintores. Casas fue nombrado sociétaire del Salón de 1902 y tanto él como Rusiñol vendían a precios muy altos. Rusiñol organizó en 1906 otra exposición antológica en París en la Sala George Petit con quince jardines y paisajes de Mallorca, que le valieron nuevamente un gran éxito. En 1908 obtuvo el título de sociétaire de la Sociedad de Bellas Artes de París, su máxima aspiración, y luego llegó también la Legión de Honor del Estado francés.
Rusiñol murió en Aranjuez el 13 de junio de 1931 mientras pintaba sus famosos jardines; Casas murió en Barcelona el 29 de febrero de 1932. Ambos pintores, se sentían triunfadores en su profesión y no dudaban en manifestar un cierto desdén hacia los jóvenes pintores de la generación postmodernista. Desafiando vientos contrarios, perseveraron toda su vida defendiendo su arte, que encarnaba en la memoria colectiva lo que el Modernismo podía tener de perenne.