Boilly: escenas de la vida parisina
Louis-Léopold Boilly nació el 5 de julio de 1761 en La Bassée, a unos veinte kilómetros de Lille en un ambiente modesto, hijo de un escultor de madera local quien lo envió muy joven a estudiar a Douai, donde se inició a la pintura. Alrededor de 1782, Boilly pasó tres años en Arras, donde realizó algunos retratos, siguiendo los consejos de Dominique Doncre, un pintor muy popular en el mundo de la nobleza y el parlamento. En 1785, Boilly se trasladó a París donde permaneció hasta su muerte en 1845. Observador curioso y fiel intérprete de la vida cotidiana y la realidad social, se convirtió en uno de los artistas oficiales de la Revolución y mantuvo su popularidad bajo el Directorio y el Imperio. Posteriormente, se convirtió en pintor de costumbres de la pequeña y mediana burguesía parisina. Sus numerosas pinturas fueron reproducidas en grabados y gozaron de una amplia difusión. También fue autor de una abundante producción de dibujos y litografías.
Primer período del artista
El primer período de Boilly en París se extiende desde el final del antiguo régimen hasta la caída del Directorio (1786 a 1799), abarcando la época de la Revolución francesa. Su obra, ya muy fecunda, comprendía numerosa obra gráfica y lienzos donde daba testimonio de la vida privada y la moda de la época. Boilly, jamás se sintió atraído por la pintura de historia o el grand genre. Sus centros de interés eran la vida de la gente común, los hábitos de sus conciudadanos, lo que podría llamarse un «historiador de las costumbres». Habiendo visitado las colecciones reales y los salones de ricos amateurs, donde se exponían pinturas de maestros holandeses como Terburg o Gerard Dou, los talleres o las obras de sus precursores como Lépicié, Chardin, los paisajes con figuras de Joseph Vernet, los retratos de Roslin, las luminosas y sabias pinturas de Hubert Robert, el joven artista había amalgamado rápidamente los encantadores detalles de cada uno de esos maestros. De hecho, en poco tiempo se había familiarizado con los principios de una escuela, últimos miembros de una institución, la Academia real, que en poco tiempo dejaría de existir.
Al inicio de su carrera (1788 a 1792), Boilly había realizado numerosos cuadros para un aristócrata del sur de Francia, M. Calvet de Lapalun, en aquella época su principal mecenas. La colaboración entre el comitente, quien sugería los temas de las pinturas, y el pintor, tuvo que ser interrumpida a causa de los acontecimientos de la Revolución francesa.
Boilly bajo la Revolución
Muchas pinturas o dibujos, aunque contemporáneos de la Revolución, todavía muestran la graciosa huella del período de Luis XVI. A menudo su autor, poco versado en temas económicos, ignoraba su valor. En aquellos días de terror, los encargos escaseaban, y la vida de todo artista era dura. La nobleza que poseía fortuna, había emigrado, y la fatal carreta recorría las calles conduciendo al cadalso a los que no habían huido. Toda forma de exhibición de riqueza resultaba sospechosa y los que ostentaban el poder se preocupaban poco por el arte. Viudo de su primera esposa, Boilly se había casado con Adélaide-Françoise Leduc. La existencia de varios hijos de su primer matrimonio, la falta de recursos económicos, obligó al artista a dedicar muchas horas al trabajo. En cualquier caso, bajo la Revolución, logró sobrevivir gracias a sus grabados que vendía a precios asequibles.
Por otro lado, Boilly cambiaba a menudo de domicilio. Tal vez fuera para escapar de la vigilancia revolucionaria, que lo consideraba sospechoso, o incluso de sus acreedores. Sus pinturas ofrecen una imagen instructiva, en particular de la moda en la época revolucionaria. En 1791 y 1793, fue admitido en el Salón del Louvre: un decreto de la Asamblea del 21 de agosto de 1791 abría la exposición del Louvre a todos los artistas. Boilly envió un único cuadro, Escena familiar. En 1793, expuso varias pinturas, entre otras, El visor óptico tratada con un acabado meticuloso inspirándose en Gerard Dou. El cuadro Marat llevado en triunfo después de su absolución se pintó bajo las peligrosas circunstancias en que se encontraba, lo que decidió al artista pacífico a exaltar «al amigo del pueblo».
El grabado se basa en el cuadro del mismo nombre que Boilly presentó en el Salón de 1793. La modelo del cuadro es Louise Sebastienne Gély, vestida a la moda de la época, quien, a la edad de 16 años, se casó con el revolucionario Danton. El niño a su lado, es el hijo de Danton y de su primera esposa muerta a principios de 1793. La combinación de un cristal convexo y un espejo pudo corregir las distorsiones en la impresión de grabados. Se trata de la mejor representación realizada en aquella época del dispositivo utilizado para ver vistas en perspectiva. Al mirar por la lente se obtiene una imagen tridimensional.
En el Salón de 1798, Boilly presentó su famoso cuadro Reunión de artistas en el taller de Isabey, una verdadera pintura de retratos que incluía a veintiocho artistas, sus colegas, con vestimenta de época: chalecos y jabots, botas de montar, pantalones ajustados, muestran cómo la elegancia francesa seguía bajo el Directorio. Casi todos los presentes en el cuadro han sido elegidos en el círculo de futuros contertulios del salón de Lucien Bonaparte, ministro del Interior en 1800, o, en todo caso, personajes relevantes del Consulado que frecuentarán Malmaison, el hogar de los Bonaparte.
En esta pintura descubrimos al pintor miniaturista Jean-Baptiste Isabey (1767-1855), a la izquierda, explicando a Gerard, sentado, el tema de una de sus pinturas, mientras que alrededor, otros artistas conversan entre ellos. El realismo y la minuciosidad con que Boilly pintó los rostros de los personajes nos permite identificar a la mayoría de ellos: pintores como Girodet (el vigésimo sexto desde la izquierda, sentado en primer plano, frente al espectador), Drolling (el quinto, al fondo), Prud’hon (el tercero, inclinado detrás del piano) y escultores como Corbet (el cuarto, entre Drolling y Prud’hon) se codean con arquitectos como Percier y Fontaine (el decimoquinto y decimosexto, que conversan al fondo) músicos como Mehul (el primero) o actores como Talma (el vigésimo primero sentado, al fondo).
Boilly bajo el Consulado
Después de la paz con Austria firmada en 1801, y del tratado de Amiens que puso fin al año siguiente a la guerra con Inglaterra, nada se opuso al progreso general. Las artes fueron alentadas oficialmente y también hubo un resurgimiento intelectual. París ofrecía un amplio abanico de posibilidades en cuanto a entretenimientos. Los modales excéntricos de los llamados muscadines y de los arribistas del Directorio gradualmente dieron paso a formas más educadas, aunque rígidas y a veces rudas, de una multitud de oficiales y sus esposas, partidarios del nuevo poder. Por otro lado, de 1800 a 1804, Boilly colaboró en el periódico llamado Le Bon genre, que mostraba el espíritu parisino más mordaz, la naturalidad cómica de la muchedumbre, las costumbres burguesas tomadas del natural.
En el centro de una estancia, un médico anciano sentado, aún vestido con traje y peluca a la antigua usanza, acaba de inocular la vacuna a un niño en brazos de su madre. Alrededor, agrupados en actitudes naturales, los hermanos del pequeño, la sirvienta, el padre de familia y hasta el gato y el perro bellamente representados. Sabemos que para Boilly el tema era de actualidad, ya que la vacuna, descubierta recientemente por Jenner, se difundía en Francia, oficialmente alentada por el propio gobierno.
La escena se situa en la galería del Tribunat, que tuvo su sede en el Palais-Royal de 1800 a 1807. El antiguo Palacio Cardenal, construido por Richelieu, se convirtió en Palais-Royal en 1639, después que Ana de Austria, regente del reino, abandonara el Louvre, para irse a vivir allí con sus hijos Luis XIV y el duque de Anjou. Fue llamado Palais-Égalité bajo la Revolución, hasta 1799, en memoria de su último ocupante, Philippe-Égalité, duque de Orleans. El cuadro evoca el recuerdo de los legendarios pasajes de madera donde se encontraban las lujosas tiendas de moda, las casas de juego, los famosos cafés de Foi, de Montansier, las «tabagies» (locales donde se consumía el tabaco) y los gabinetes literarios. Detrás de las rejas y debajo de la profunda columnata, Boilly ha representado un doble tête-à-tête entre jóvenes cortesanas con modales un tanto provocativos y burgueses del cercano barrio del Marais.
Entre la multitud agolpada ante la obra maestra de David (La coronación de Napoleón, en el Louvre en 1808), el maestro ha intercalado a varios de sus amigos: Houdon, Madame Vigée-Lebrun, el Dr. Gal, Hoffman, hombre de letras, Baptiste, actor de la Comédie-Française, el pintor Robert, el famoso doctor Dubois, y él mismo a la derecha. También hay muchos niños, algunos de ellos llevados a hombros de padres entusiastas. La pintura presenta una gran claridad de colorido, un dibujo perfecto, y deliciosos efectos debido a los arreglos de los tejidos, una precisión absoluta en la reproducción de la moda y los individuos de la época. Los visitantes, intercambiando sus impresiones, tienen una actitud tranquila y serena. La escena transcurrió tal como Boilly la describe. Todo París desfiló ante la pintura y el artista nos deja la imagen de la afluencia que atrajo.
Ejecutada entre 1810 y 1812, esta pintura fue el principal envío del pintor al Salón de 1812. En aquellas fechas, la transformación llevada a cabo bajo el Imperio con respecto a las costumbres ciudadanas está en pleno apogeo. Asiduo de los bulevares, que le hacen ya una ruda concurrencia al Palais-Royal como lugares de esparcimiento, Boilly frecuenta, porqué vive cerca, el llamado «Jardín Turco», hoy desaparecido, situado en el Boulevard des Filles-du-Calvaire. En esta pintura, el artista ha realizado un retrato encantador de este lugar. Nos muestra a los paseantes, a viejos jubilados, a grupos de niños que juegan con títeres, un niño con su zanfonía dando un concierto al aire libre. Boilly enfatiza la delicadeza de las formas y las carnaciones pálidas de mujeres y niños, los surcos de la vejez en los ancianos.
Los últimos años del artista
A partir de 1815, Boilly se mantuvo alejado de encargos procedentes de las altas esferas. No se le conoce ninguna conexión personal con el nuevo poder (la Restauración borbónica), pero continuó siendo un pintor importante de la escena de género. Después de haber retratado a personajes del Imperio napoleónico, hizo retratos de los nobles emigrados o de dignatarios de una Corte restablecida según la antigua usanza. En el Salón de 1819, además de dos paisajes, presentó dos pinturas: La entrada al teatro del Ambigu-comique a una representación gratuita e Interior de una tienda de vinos. El primero agrupa a sesenta personajes. Ya se trate de una pieza de teatro con alusiones políticas más o menos burlescas, o simplemente una obra de gran éxito, hay tanto realismo en las caras de algunos personajes, ansiosos por penetrar en el teatro entre las primeros, que sus exclamaciones casi se pueden escuchar. Como narrador instintivo de las costumbres de la época, uno de los temas de predilección de Boilly era el bullicio popular, por las fisonomías arrastradas por el juego habitual de las pasiones.
Un juego de damas en el Café Lamblin
El cuadro de Boilly, Un juego de damas en el Café Lamblin en el Palais Royal representa una escena burguesa tomada del natural en 1817, donde todo, hasta el más mínimo detalle, es una copia exacta de la realidad. El suelo de baldosas característico de la época, taburetes y sillas cubiertas con terciopelo usado, quinqués, mostrador con una joven camarera y sus clientes acólitos, perros, conversadores nocturnos, ningún detalle se pasa por alto. En primer plano, sentados a la mesa, los jugadores de ajedrez: sus rasgos pensativos son totalmente absorbidos por la estrategia de un cálculo silencioso. Un anciano con el rostro consumido por la edad, quizás también por la tristeza de una larga migración, reconocible por su distinción y ciertos detalles, como un noble del antiguo régimen. Con el cabello empolvado a la antigua usanza y aspecto sagaz, lleva la jugada apoyado en el tablero de ajedrez, contra un hombre más joven. El aspecto elegante de este último, anuncia un personaje de la clase alta. Los espectadores se agolpan alrededor de ellos, cautivados por las peripecias de las combinaciones. Uno de ellos de pie y el paraguas bajo el brazo, sombrero bicornio, zapatos con hebillas y pantalones hasta la rodilla, con su larga levita y las dos manos apoyadas en su bastón, tiene la apariencia de un viejo soldado del ejército de los Príncipes. Es uno de los personajes más curiosos de este cuadro-retrato.
En el cuadro, el artista nos hace revivir las costumbres de la época: hubo bajo la Restauración cafés políticos, principalmente en el Palacio Real, donde la policía tenía espías. Se pueden reconocer los políticos en una mesa hablando de forma acalorada, e incluso un lector de La Quotidienne, un periódico ultramonárquico.
Esta litografía contiene veintitrés personajes: en un palco lleno a rebosar, una joven se encuentra mal; un médico le hace respirar sales. Los espectadores, con caras grotescas, se abalanzan sobre la joven. Una excepción crea un contraste a la derecha, un anciano obeso durmiendo y al que nada perturba. En el palco de al lado vemos a una joven aburrida por el incidente. Cada figura expresa a la perfección su carácter, admirablemente representado por el pintor.
Bibliografía
De Wambrechies. Anne. Louis-Léopold Boilly 1761-1845. Éditions Nicola, 2011
Collectif. Le cardinal Fesch et l’art de son temps. Gallimard, Paris, 2007
Jarrassé, Dominique. La peinture française au XVIIIe siècle, Terrail, Paris, 1998
Marmottan, Paul. Le peintre Louis-Léopold Boilly (1761-1845). H. Gateau, Paris, 1913