Manet, entre tradición académica y realismo
Édouard Manet (1832-1883) ocupó un lugar privilegiado en la escena artística impresionista y fue tal vez el más cultivado de los pintores impresionistas: al aire libre de la campiña francesa, prefiere el ambiente de los museos. Nacido en el seno de una familia perteneciente a la alta burguesía, durante años sigue los cursos de pintura de Thomas Couture y abre un estudio en la rue Lavoisier. En la década de 1850, sus largos viajes por Europa le permiten admirar las obras de Tiziano, Rembrandt, Velázquez, Goya. De regreso a París, se implica en los ciclos del realismo literario de Baudelaire y Zola, y comienza a pintar grandes lienzos inspirados en personas reales, cuyas figuras destacan sobre fondos neutros y realizados con contornos oscuros muy marcados, convirtiéndose rápidamente en uno de los artistas más célebres y más controvertidos. Alrededor de 1863, con obras escandalosas como Olympia y Desayuno sobre la hierba, Manet establece el principio de la libertad de expresión del artista ante cualquier tema, sin tener que elegir «asuntos nobles» y «tradicionales », llamándolas «escenas domésticas de la vida contemporánea.» Todavía en estado embrionario, este concepto será la verdadera base del arte moderno. En su obra El pífano (Le Fifre), 1868 (París, Museo de Orsay), se pone de manifiesto la influencia de Velázquez. Presentado ante el jurado del Salón, al mismo tiempo que el Retrato de Philibert Rouviere, los dos cuadros serán rechazados. Frente a los ataques feroces de la crítica, Émile Zola entabla su defensa en un artículo aparecido en la revista Événement el 7 de mayo de 1866. Pero la intervención del escritor suscita las protestas de los lectores y es despedido del periódico. En la década de 1870, Manet participa en el movimiento impresionista, su paleta se vuelve más clara, pero su estilo permanece ligado a una comparación reflexiva y personal con los grandes maestros de la historia.
En esta pintura, Manet reunió a los principales representantes del París intelectual y mundano del Segundo Imperio. En el jardín del Palacio de las Tullerías donde Napoleón III se reunía con sus cortesanos, se celebraban cada semana dos conciertos populares.El artista se representa a sí mismo en el borde extremo de la composición, con barba y llevando sombrero de copa; los tres hombres de pie junto a un gran tronco, detrás de las dos mujeres sentadas, son Charles Baudelaire de perfil, Théophile Gautier y el barón Taylor, especialista en pintura española. Entre los otros personajes, vemos al hermano de Manet, Eugene, de pie en el centro del lienzo y ligeramente inclinado.
Desde 1863, Manet se reunía con el grupo impresionista, participando en los debates del Café Guerbois y Nueva Atenas, junto con Baudelaire, Zola, Mallarmé, todos ellos partidarios e inspiradores de una pintura capaz de representar la vida contemporánea. Mallarmé fue uno de los primeros en comprender la importancia histórica y artística de las pinturas impresionistas, que defendió desde sus primeras exposiciones. En 1876, escribió un artículo en la revista británica Art Monthly Review, titulado Manet y los impresionistas, en el que analiza la elección de los artistas de pintar al aire libre y tomar como fuente de inspiración para la casi totalidad de sus obras, la vida cotidiana y no la historia o el mito. Este artículo va a suavizar las críticas negativas sobre Manet.
La relación de amistad entre el escritor y el pintor explica la pose poco formalista de este retrato. Mallarmé, tranquilamente sentado en una silla, tiene una mano en el bolsillo y con la otra sostiene un cigarro encendido, apoyándose al mismo tiempo en un libro abierto.
El Desayuno en la hierba y Olympia
Consideradas como obras capitales que marcaron el inicio de la pintura moderna el Desayuno en la hierba y Olympia se basan en temas clásicos: un dibujo de Rafael, el Concierto campestre de Tiziano y El Juicio de Paris (1514-1518) de Marcantonio Raimondi para el primer cuadro y la Venus de Urbino de Tiziano y la Gran Odalisca de Ingres para el segundo. El Desayuno en la hierba de Manet escandalizó al público por el naturalismo de los personajes y por la abolición de los volúmenes, de la perspectiva, los medios tonos y los claroscuros: sólo permanecieron formas planas fuertemente marcadas en audaces contrastes, junto con un vibrante color negro. El cuadro muestra el descanso dominical de un grupo de amigos en un parque cerca de París. Las implicaciones eróticas, evidentes en la joven mujer desnuda sentada junto a dos hombres completamente vestidos, son mitigadas por el entorno natural, donde las frescas sombras alternan con la clara luz del sol que se filtra a través de los árboles. Presentada en el Salón, la obra fue rechazada por el austero jurado cuyo gusto académico y reaccionario repudió tambien las tres cuartas partes de las 5.000 obras presentadas teniendo que ser expuestas en el Salón des Refusés (Salón de los Rechazados). Ello causó un gran escándalo, lo que iba mucho más allá de las intenciones del artista. Sin embargo, fue precisamente el alboroto causado por el cuadro lo que alentó a Manet a seguir en el camino de una pintura directa y realista.
Esta obra de Manet retoma, sin ironía, como un homenaje sincero, el «Concierto campestre» de Tiziano, una de las pinturas más famosas del Louvre, entonces atribuida a Giorgione. Se trata de una construcción intelectual compuesta en el taller, más cercana a las técnicas del paisaje clásico que al impresionismo aún por venir. Para el pintor, se trata también de un valioso recurso pictórico, que le permite estirar los planos del cuadro y atraer el ojo del espectador hacia el fondo brillante, donde las oscuras masas verdes de los árboles se abren en un claro bañado por el sol. La joven que mira de forma explícita y con un toque de insolencia al espectador, es Victorine Meurent, guitarrista de bares, que Manet había conocido el año anterior y que se convirtió en su modelo para numerosas obras de gran importancia. El hombre que aparece de cara es Eugene Manet, hermano del pintor. Excelente pintor de naturalezas muertas, Manet coloca en primer plano un cesto volcado con pan y fruta. El vestido de Victorine sirve de mantel improvisado.
El título de la pintura Olympia, realizada en 1863, se inspira en un poema de Zacharie Astruc, que se adjuntó al catálogo del Salón. La modelo elegida para el cuadro es también Victorine Meurent que ya figuraba en el Desayuno en la hierba. Presentada en el Salón dos años más tarde, los críticos y periodistas, se ensañan una vez más contra la obra hasta el punto de que en los últimos días de la exposición, los organizadores deben cambiar el lienzo del sitio que ocupa y colgarlo en lo alto de la pared, en una zona más protegida de las miradas de los espectadores. En realidad, no se trata de un desnudo más provocador que los cientos de ninfas que pueblan un sinnúmero de pinturas inspiradas en la mitología y expuestas sin problema en los Salones. Lo que perturba a la crítica, es el contexto moderno que muestra a Olympia tal como es, sin la sublimación, a menudo hipócrita, del tema.
Manet y Zola
Zola considera a Manet como el creador de una nueva pintura. En agradecimiento, en 1868 Manet pintó su retrato. Sobre el escritorio de aquel novelista infatigable, figura Édouard Manet, estudio biográfico y crítico, un libro de 1867 que el escritor había redactado para defenderlo de las críticas y en el que saluda a Manet como el padre espiritual del arte moderno. El libro incluye un grabado del artista, sacado de Olympia y se pueden leer frases como esta: «Los pintores, especialmente Édouard Manet, que es un pintor analítico, no tienen esta preocupación por el tema que atormenta a la gente por encima de todo, el tema, para ellos, no es más un pretexto para pintar, mientras que para el público, el sujeto existe solo. Por lo tanto, con toda seguridad, la mujer desnuda de El desayuno en la hierba sólo está allí para presentar al artista la oportunidad de pintar un poco de carne.» En el cuadro que cuelga de la pared detrás del escritor junto a una estampa japonesa y un gravado sacado de Velázquez, vemos a una Olympia ligeramente diferente del cuadro original, que sonreír al escritor en guisa de agradecimiento.
Arriba, a la derecha, junto a una reproducción de el Triunfo de Baco de Velázquez y una estampa japonesa, vemos una fotografía de la Olympia de Manet, al que Zola defiende contra las numerosas críticas negativas.
En la novela L’Assommoir (La taberna), publicada en 1877, Emile Zola presenta a Nana, una adolescente hija de una lavandera y de un obrero derrotado por el alcohol. La precoz belleza de la joven la convierte pronto en una celebridad en el barrio. En su novela, Zola se detiene en describir con precisión el aspecto físico de la joven. El mismo año en el que se publica la novela, Manet termina un cuadro cuyo título es precisamente, Nana. Una simple mirada a este retrato muestra que la relación entre la obra del pintor y la del escritor es algo más que una mera coincidencia de nombres. La Nana de Manet parece recién salida de la novela. La pose y el entorno en que el pintor situa à la joven provocó que los observadores contemporáneos la identificaran con una cortesana. El público burgués reaccionó airadamente, como ya había hecho otras veces ante los cuadros de Manet.
Un bar en el Folies Bergère
Se trata de la última obra maestra de Manet, símbolo de la vida despreocupada y mundana de aquellas décadas en la capital francesa. El Folies Bergère eran originalmente un circo, luego fue transformado en una sala de baile y café concierto, antes de convertirse uno de los más famosos teatros de variedades del mundo. La pintura de Manet fue exhibida en el Salón de París de 1882 y recibió muchas críticas favorables. La mujer en el centro de la composición se llama Suzon, una de las camareras del local que se compromete a acudir al taller de Manet durante sus días de descanso y posar para él. En medio de botellas relucientes, vasos, mármoles brillantes y lámparas encendidas, esta joven humilde vive en su mundo interior de inconmensurable soledad y melancolía. La expresión de su rostro no tiene nada que ver con la expresión alegre que el pintor da al rostro de Nana en el cuadro del mismo título. Entre el público vestido de oscuro, destaca el vestido blanco y los guantes largos de color beige de una mujer sentada en la primera fila. Se trata de la actriz conocida con el nombre de Méry Laurent, criticada por sus múltiples historias amorosas, de cuyo personaje parece que se inspiró Marcel Proust en su famosa novela para el personaje de Odette Swann. Amiga de Manet, el pintor la representa en varios de sus cuadros y le ofrece una versión de la pintura La ejecución del emperador Maximiliano, un suceso que generó mucha inquietud y controversia en aquella época.
El cuadro se divide horizontalmente en dos partes: en primer plano, vemos la barra del bar en el que se disponen numerosas botellas de diferentes licores y las inevitables botellas de champán, símbolo de la vida parisina; destaca un frutero de cristal con mandarinas y un vaso con flores, una de las más bellas naturalezas muertas del pintor. La parte superior muestra una amplia panorámica del público reflejada por el gran espejo situado detrás de la camarera. El artista nos da una idea general de los personajes con simples toques de color que esbozan brevemente las caras y los sombreros de copa de los hombres.
Modernidad y vida doméstica
Gran parte de los pintores impresionistas dedica sus pinturas a escenas de la vida moderna, con un realismo natural e inmediato. En sus obras, retoman las escenas de género, muy extendidas en la pintura antigua, aunque fueran consideradas como obras menores, casi en la frontera entre arte y artesanía. En los artistas flamencos y holandeses del siglo XVII y XVIII, estas composiciones se caracterizan por una actitud moralizante, a menudo incluso pedante. Entre los impresionistas, sin embargo, nos encontramos con un verdadero sentido de la realidad, que traduce en imágenes las mejores páginas de los novelistas de estas décadas. Durante su estancia de seis semanas en Boulogne-sur-Mer, en el verano de 1868, Manet realiza Almuerzo en el taller, una escena doméstica simple y mundana que tiene lugar en el comedor de la vivienda que ocupa. En aquel momento ya está preparando otro lienzo, futura obra maestra del impresionismo. Se trata de El balcón que realizará a su regreso a París, en su taller de la calle Goyot. Para esta escena, el artista hace posar al paisajista Antoine Guillaumet, a la violoncelista Fanny Claus, y en un segundo plano, en la penumbra, figura Leon Edouard Koella. En primer plano, sentada, vemos por primera vez en un cuadro de Manet a la pintora Berthe Morisot.
El personaje en primer plano es Léon-Edouard Koella quien figura también en el cuadro « El balcón »; el hombre con el cigarro es el pintor Auguste Russelin, y la mujer es una modelo de Boulogne. El cuadro fue presentado en el Salón de 1869. Los críticos elogiaron sus cualidades pictóricas, especialmente la esquina izquierda con las armas antiguas, que le había prestado a Manet su amigo el también pintor Monginot.
Para los impresionistas, el ferrocarril representa la modernidad (Claude Monet es el intérprete más ferviente del tema ferroviario) y al mismo tiempo ofrece la posibilidad de aumentar la gama de matices y efectos visuales, a través del humo blanco y gris de las locomotoras. Su modelo pictórico es Lluvia, vapor y velocidad, la obra maestra de William Turner, exhibida en 1844 en la Royal Academy de Londres. Durante el invierno de 1872-1873, Manet toma el tren todos los días para ir a Versalles, donde asiste al proceso contra el mariscal Bazaine. Durante estos meses, pinta El ferrocarril, que presenta en el Salón de 1874, donde suscita comentarios contradictorios: algunos elogios de la crítica, y comentarios irónicos y burlones.
El artista comienza esta obra en su taller y luego la completa en el jardín del pintor Alphonse Hirsch, mientras que la mujer del cuadro es una vez más la modelo Victorine Meurent. En la parte superior izquierda, detrás de las rejas, se vislumbra una casa de la calle de Roma y en la parte de la derecha el puente de Europa.Manet también sabía pintar tiernas escenas, como en el caso de esta pintura donde una madre y su hija durante un paseo, se paran a contemplar esta innovación tecnológica que encarnaba, no sólo la velocidad y la fuerza, sino también la forma más cómoda de viajar, lo ferrocarriles y sus rápidas locomotoras. Ello permitía soñar con viajes a destinos lejanos, con la «comodidad» de la vida moderna.
Esta pintura es la única obra del artista expuesta en el Salón de 1875, donde fue acogida con opiniones muy contradictorias entre ellas la de Zola, quien a partir de entonces decidió dejar de apoyar a los impresionistas y, unos años más tarde, terminará su amistad con Manet. La escena tiene lugar en Gennevilliers, a orillas del Sena, frente a Argenteuil, donde Manet pasó el verano de 1874 en casa de su primo Jules Jouy: los dos personajes sentados en un pontón del muelle son Rudolf Leenhof, hermano de Susana, esposa del pintor, y un modelo no identificado.