Las mujeres impresionistas
En París, mientras el Impresionismo estaba en su apogeo, cuatro pintoras alcanzaron la excelencia artística. Se trata de Berthe Morisot, Mary Cassatt, Eva González y Marie Bracquemond. Teniendo en cuenta los prejuicios a que estaban sometidas las mujeres en el siglo XIX, se puede entender la fuerza de convicción que había que desplegar para poder ocupar un lugar dentro del grupo impresionista y ser aceptadas por la crítica. Como mujeres, no podían ser admitidas en la Escuela de Bellas Artes, que las aceptaron sólo a partir de 1897. Ellas también son víctimas de los prejuicios de aquellos que encuentran deshonroso que pinten al aire libre o en las calles, como sus colegas masculinos. Lo que las obligaba a situar casi todos sus cuadros en el ámbito doméstico. Además, en el caso de Berthe Morisot, de las muchas obras que dedica a su familia, en casi todas sus composiciones figuran como personajes mujeres elegantes de clase media y de la alta burguesía, representadas en casa o en su jardín en distintos momentos del día.
Berthe Morisot
No pudiendo entrar en la Escuela de Bellas Artes, Berthe Morisot y su hermana Edma estudiaron de forma privada en el taller del pintor académico José Guichard, discípulo de Ingres y Delacroix, quien las lleva a copiar las obras maestras del Louvre. A la edad de 20 años Berthe Morisot (Bourges 1841 – París 1895) conoció a Corot, importante paisajista de la escuela de Barbizon, y con él, empieza a pintar al natural, observando directamente la naturaleza (El paraguas verde 1867). En 1868, Fantin-Latour presenta Berthe Morisot a Edouard Manet, quien se encuentra en el Louvre copiando los cuadros de Rubens. Inmediatamente, la joven se siente fascinada por la fuerte personalidad del pintor y accede a posar para él en una decena de pinturas. En 1874, tras la muerte de su padre, Berthe Morisot se casa con Eugène Manet, hermano de Edouard Manet. El mismo año, participa en la primera exposición impresionista y a partir de entonces estará presente en todas las ediciones posteriores, con la excepción de la de 1879 por razón de embarazo. Financia, junto con su marido, la última edición, la de 1886, y participa activamente en la selección de artistas.
Los mechones de pelo que se escapan de la gran sombrero negro y caen sobre la frente y el cuello dan a la joven un aire de traviesa espontaneidad. En el escote de su vestido destaca un pequeño ramo de violetas. Entre los muchos retratos que Manet dedica a su modelo, este se distingue especialmente por la frescura y la intensidad de la mirada.
Frente a su situación femenina y a sus incertidumbres como artista, Berthe Morisot recuerda su angustia en sus cuadernos íntimos donde señala: «No creo que exista un hombre que haya tratado a una mujer como su igual y es todo lo que pedí; sin embargo, estoy segura que valgo tanto como ellos.» Esta frase, que refleja confianza en sí misma y al mismo tiempo resignación forma parte del diario de Berthe Morisot, escrito en 1890 a la edad de 49 años. En aquel momento, Berthe ya era considerada por los impresionistas como su igual.
Como tenía por costumbre, la pintora utiliza el blanco como color principal, lo que contrasta con el color oscuro del vestido de la mujer y el fondo en la esquina superior derecha.
Berthe Morisot estuvo muy vinculada con el impresionismo francés. Tuvo una relación estrecha y fructífera con Manet, Renoir y Degas, con quien compartió su interés por los temas de la vida cotidiana. Los críticos la descubren y le dedican comentarios elogiosos y alentadores, alabando sus opciones cromáticas y su sentido innato de la luz. Morisot expone con regularidad en los Salones oficiales de París hasta 1873. A partir de esta fecha, bajo la influencia de los impresionistas y de Edouard Manet desarrolló una manera naturalista, centrándose en el transcurso de sus últimos años, en aumentar la solidez de las formas.
En esta escena doméstica, la pintora muestra un retrato conmovedor de su marido y de su hija Julie. Bajo la influencia de los impresionistas y de Edouard Manet, Berthe Morisot desarrolló una forma de pintura naturalista poniendo de relieve el color y la luz.
El cuadro Psyché, título que se le ha dado en algunos ocasiones, designa este tipo de espejo abatible en el que se mira la mujer. Se refiere al nombre de una princesa de la mitología griega de gran belleza que fue amada por Eros. Los tonos claros confieren a este interior una luminosidad difusa, dejando adivinar la trama de las relaciones psicológicas.
A pesar de que eligió la profesión de artista, inusual para una joven de buena familia, Berthe Morisot es la antítesis del pintor «maldito». Por el contrario, sus pinturas reflejan el ambiente tranquilo y acomodado del mundo al que pertenece. La delicadeza de su pincel aporta un toque de ligereza y elegancia en el grupo impresionista. La personalidad y el carácter de Berthe Morisot la convierten en un elemento de cohesión del grupo: por la noche, organiza animadas reuniones en su casa, a la que asistían músicos, pintores y escritores. Tal vez porque fue la primera mujer que expuso, los críticos fueron menos despiadados con ella. Incluso provocó sinceros elogios por la inspiración poética de sus creaciones.
Mary Cassatt
Desde la infancia, la estadounidense Mary Cassatt se sintió fascinada por el dibujo y la pintura, pero debió luchar contra el escepticismo y el sarcasmo de sus padres, y especialmente contra los prejuicios sociales de aquellos que no aceptaban que una mujer pudiese emprender una carrera artística. Hija de un banquero de Pittsburgh, Mary Cassatt estudió en la Academia de Bellas Artes de Filadelfia, y luego en 1870 se fue a París para perfeccionar su formación académica. Al mismo tiempo, viajó por Italia, España, Bélgica y Holanda, donde estudió las pinturas de los grandes maestros del pasado. De vuelta a Paris, conoció a Degas quien se convirtió en su mentor. Se unió al grupo impresionista y pasó el resto de su larga vida en Francia. Su estilo se basa en un dibujo claro y seguro, revelando su interés por los grabados japoneses. En sus obras, Cassat siempre presta especial atención a las emociones, con una psicología sutil, típicamente femenina.
El cuadro fue presentado en la última exposición impresionista de 1886. Se trata de una de las numerosas composiciones que esta artista con su habitual sentido psicológico dedica a la mujer mientras se ocupa en labores femeninas, creando una atmósfera de intimidad cotidiana.
Mary Cassatt, la que decía que «odiaba el arte clásico», encuentra su inspiración en las estampas japonesas como las de Utamaro (1753-1806), muy en boga en París en la década de 1800. Después de visitar una gran exposición de grabados de Hokusai (1760-1849) en la École des Beaux-Arts de París en la primavera de 1890, Cassatt comenzó una serie de experimentos con el grabado al aguafuerte y a la punta seca. Realizó una serie de diez aguafuertes, entre ellas Femme à la toilette y La lettre en las que la artista quiere dar un nuevo enfoque en la representación de las mujeres en la intimidad de sus hogares.
Con sus superficies texturadas, el color simplificado y sus ángulos inusuales, esta composición audaz revela la influencia de la estampa japonesa. Pintado durante un verano en la costa mediterránea, el lienzo muestra como la artista experimenta con el color (aquí casi abstracto) y la forma.
Aunque pasó casi toda su vida en París, Mary Cassatt era muy famosa en su país. Contribuyó en gran medida a dar a conocer las obras de algunos pintores franceses en los Estados Unidos, gracias a sus amistades en las altas esferas, y a los amigos de su padre banquero en los círculos industriales y financieros. (ver biografía completa de Mary Cassatt)
Marie Bracquemond
Considerada por el crítico de arte Gustave Geffroy, como una de los tres grandes damas del Impresionismo, Marie Bracquemond (1841-1916) cuyo verdadero nombre era Marie Anne Caroline Quivoron, estuvo relegada durante largo tiempo a la sombra de su marido, el también pintor Félix Bracquemond. En sus obras, la artista se centra principalmente en escenas domésticas con un estilo sencillo y espontáneo, que no carece de encanto. Expuso por primera vez en el Salón de París de 1859 y desde entonces comienza a tener un merecido reconocimiento, participando en otras tres exposiciones de los impresionistas, la cuarta, la quinta y la octava. En la Exposición Universal de 1878, presentó un gran panel de azulejos de cerámica con el tema «las musas del arte».
La artista fue durante largo tiempo influenciada por la pintura de Ingres, pero a partir de 1878 se aleja de su maestro usando colores claros y variaciones de blanco.
Eva Gonzalez
Eva González (París 1849-1833) formó parte del círculo de los impresionistas en París, y fue una de las cuatro mujeres que generalmente se asocian a este grupo. En sus pinturas utiliza pinceladas amplias y enérgicas, eliminando los tonos transitorios y el detalle. Alumna de Manet, Eva prefiere los pasteles y escenas discretas y delicadas como las flores, bodegones, paisajes y escenas de interior. La influencia de la pintura de Manet es visible hasta 1872. A partir de entonces, su estilo se volvió más personal, sobre todo en las obras al pastel, realizadas con tonos claros. Ella compartió con el grupo de los impresionistas el interés por la representación de la vida moderna. Artista contemporánea de Berthe Morisot y Mary Cassatt, González pinta a menudo escenas de interior en su propio entorno social. De origen español, su padre era un conocido escritor y su madre un músico talentoso, ambos animaron el interés de su hija por las artes. Entre sus obras cabe citar Un palco del Teatro de los Italianos de 1875 y La modista de 1883.