Una nueva libertad artística
En la década de 1860, el Café Guerbois de Paris situado en el número 11 de la calle de Batignolles, se convierte en el lugar de reunión de un grupo de jóvenes artistas. Unidos por el deseo común de superar lo que consideraban como el estancamiento del arte contemporáneo, secundaban el uso de nuevas soluciones estilísticas, técnicas y temáticas. Partidarios de la pintura al aire libre, y negándose, al igual que lo hicieron los pintores realistas, a utilizar temas históricos, fantásticos o románticos tan del agrado de la pintura académica, se obstinan en restituir de forma objetiva el entorno natural y social. Miembro del grupo del Café Guerbois, el pintor Edouard Manet tuvo una profunda influencia en el desarrollo del nuevo estilo. Sin embargo, fue la contribución de otros artistas, especialmente Monet, Renoir, Pissarro, Degas y Cézanne, quienes determinaron el nacimiento del Impresionismo, momento decisivo en la historia del arte moderno. El Impresionismo se une a la literatura y se funde con el realismo de un Zola como en el caso de Manet, que fue amigo del escritor. Además, durante el periodo impresionista, la ayuda mutua se convirtió en un hábito saludable entre los artistas e intelectuales de la época.
Al igual que los pintores «macchiaioli» en Italia, los jóvenes artistas y escritores del siglo XIX sellaban su amistad reuniéndose en los cafés o en los talleres. De izquierda a derecha vemos a Claude Monet, Jean Frédéric Bazille, Edmond Maître, Emile Zola, Zacharie Astruc, sentado, Pierre-Auguste Renoir, Édouard Manet, sentado con los pinceles en la mano y Otto Scholderer.
La pintura fue realizada en Ville d’Avray, enteramente al aire libre, con excepción de algunos cambios realizados en el taller. La obra fue presentada al jurado del Salón, pero fue rechazada. En enero de 1867, Bazille compra el cuadro para ayudar a su amigo Monet que pasaba por un período de dificultades económicas.
Algunos aspectos formales
Los impresionistas rechazan el concepto tradicional de la composición formal: pintan lo que ven. En sus obras, la composición depende sólo del punto de vista. El pintor impresionista intenta fijar en el lienzo la fugacidad de la impresión despertada en él por la escena que contempla. Según el testimonio reportado por John Rewald, sobre el cuadro de Renoir Le Pont-Neuf de 1872, el artista pintó la escena desde una ventana del segundo piso de un café. Mientras tanto, su hermano Edmond detenía a los transeúntes con diversos pretextos para permitir que el artista realizara rápidamente un croquis de los personajes, lo que realiza de forma rápida con algunos toques de color; para transmitir mejor la idea del movimiento crea un efecto de instantánea fotográfica, evocando apenas y no definiendo los detalles de la ropa y los rasgos faciales.
En sí misma, la idea de la pintura al aire libre no contenía nada nuevo. Entre 1820 y 1830, muchos artistas se habían asentado en el campo, cerca de París (pintores de la escuela de Barbizon) para el estudio de los fenómenos naturales, los juegos de luz y los cambios de estaciones. Pero eran sólo bocetos: el acabado de la obra se realizaba en el taller y luego se presentaba en el Salón. Pero a los ojos de los impresionistas, estos «bocetos» estaban mucho más cerca de la realidad que el trabajo final.
Tal vez se trate de un estudio preliminar llevado a cabo en agosto de 1865 en Chailly, antes del lienzo definitivo, y del que sólo existen dos fragmentos en el Museo de Orsay. El artista utiliza ligeros toques blancos para resaltar las zonas iluminadas.
Uno de los aspectos más revolucionarios de la técnica de la pintura impresionista es el cambio en la utilización del color, muy diferente de las normas impartidas por la Academia. Experimentar con las posibilidades infinitas del color les condujo a utilizar las investigaciones de Eugène Chevreul sobre la descomposición de la luz en los colores (los impresionistas se inspiraron ante todo de las innovaciones aportadas por Eugène Delacroix, uno de los primeros en poner en práctica estas teorías), a la abolición de los tonos grises, a una luminosidad del lienzo cada vez mayor y a una expresión pictórica basada en los contrastes de color. En una de las más bellas pinturas de Monet Las amapolas, la atención del espectador es atraída por el vivo color rojo del vasto campo de amapolas que da su título al cuadro. Monet aplica aquí la teoría de Chevreul referente al contraste simultáneo de los colores, según la cual la diferencia entre dos colores complementarios resaltan más cuando ambos se combinan. El lienzo se convierte entonces en una simple superficie pictórica, dotada de una nueva realidad.
Monet define las amapolas a base de simples toques de color rojo, distribuidos libremente por el campo con innumerables matices de verde. Monet profundizó sobre leyes de los colores complementarios y la restitución de la luz a través de las infinitas variaciones que realizó alrededor del mismo tema. Pintado al aire libre en Argenteuil, las nubes blancas y el cielo azul fueron sin duda inspirados en Constable. Esta pintura fue presentada en la Primera Exposición Impresionista de 1874.
Los colores son luminosos y brillantes, las pinceladas diluidas, lo que le da movimiento a la composición. Ya no se ven los tonos oscuros de las primeras obras de juventud del artista inspiradas en Daumier y Corot.
La denominación común de «impresionistas» se refiere esencialmente a la técnica. Cada individuo sigue su propio camino. El impresionismo no se guía por ninguna teoría específica: por el contrario, rechaza cualquier discusión de esta naturaleza con el mundo académico. En las obras que Monet dedica a los nenúfares, funde el paisaje con el elemento líquido, eliminando su propia consistencia, llegando así a la pureza del color, lo que confirma las investigaciones realizadas en la misma época por los representantes de la abstracción.
Se trata de la última serie del pintor y forma una gran banda continua a lo largo de las salas de l’Orangerie de París, colgada por el propio autor en el año de su muerte.
Claude Monet: Poned Impresión!
«He enviado (a la exposición del Boulevard des Capucines en abril de 1874) algo que hice en el Havre, desde mi ventana, con el sol en la niebla y, en primer plano, algunos mástiles de barco que se elevan… me han preguntado el título para el catálogo, el cuadro no puede pasar por una vista de El Havre, así es que les dije «Poned Impression». De ahí se pasó al impresionismo y se intensificaron las bromas.» Claude Monet
En 1874, los impresionistas llevaron a cabo su primera exposición independiente. El lugar es el estudio del fotógrafo Gaspard-Félix Tournachon llamado Nadar, en el número 35 del Boulevard des Capucines. La exposición fue inaugurada el 15 de abril, dos semanas antes de la apertura del Salón, para evitar que la gente pudiera pensar que las obras habían sido rechazadas por el jurado. En ella participaron treinta artistas con más de doscientas obras. Con este deliberado desafío a la autoridad del Salón y al arte académico, esta exposición también inauguró una nueva relación entre el artista y el público. El término «impresionista» fue tomado del cuadro Impresión, sol naciente de Monet por el crítico de arte Leroy en el relato que hizo de la exposición. En el artículo que publicó el 25 de abril de 1874 en la revista Le Charivari: «Exposición de los impresionistas» decía: «El objetivo principal del pintor es mostrarnos la realidad filtrada por la impresión que despierta en él. Por tanto, no se trata de una realidad objetiva, sino subjetiva.» La primera exposición no tuvo ningún éxito, pero las siguientes (1876, 1877, 1878, 1880, 1881, 1882, 1886) con el apoyo de marchantes de arte como Durand-Ruel, crearon un mercado en torno a las obras del grupo. Alrededor de 1890, los impresionistas ya habían alcanzado altas cotas.
Como el título lo indica, no se trata de la «descripción» de un paisaje, sino la «impresión» que siente el pintor en un momento del día. El lienzo muestra el puerto de Le Havre, pero Monet tiene muy poco interés en el paisaje industrial, centrándose sólo sobre los efectos de la luz. El artista distribuye las pinceladas de tal forma que crea efectos sugestivos que estimulan la imaginación y la sensibilidad poética del espectador. El cuadro muestra también la influencia de los paisajistas ingleses como Turner.
Las superficies de agua atraen especialmente a Monet y los impresionistas, ya que les permite crear zonas líquidas que reflejen los objetos, las luces y los colores. Les gustan las imágenes temblorosas, indefinidas y en movimiento. Monet fue influenciado por Corot, Turner y Constable, cuyas obras pudo contemplar en Londres en 1870; por los pintores holandeses cuando visitó los Países Bajos en 1871 y por el arte japonés. En la época en que Monet vive en Argenteuil, para poder trabajar al aire libre en paz y tranquilidad, y al igual que hacen otros pintores, acomoda una barca taller equipada con un toldo y una pequeña cabina a modo de refugio. En este apacible universo, navega por el Sena para pintar el agua y la ribera del río.
Vistas urbanas
En su pasión por el aire libre, el campo y los jardines, los artistas se dedican también a las vistas urbanas, sobre todo de París, ciudad que en aquella época conoce un desarrollo urbanístico importante. Los impresionistas se sienten cómodos en los grandes bulevares arbolados o en las anchas aceras, en las que asoman cafés, restaurantes, salones de baile, llenas a cualquier hora del día o de la noche de una multitud de peatones y coches, como podemos ver en las pinturas de Caillebotte o Pissarro. Aunque procedan de diferentes clases sociales, los impresionistas se sienten especialmente cerca de la burguesía, con la que comparten gustos y actitudes. El inmueble y la vivienda se convirtieron en los temas parisinos por excelencia, tanto es así que se puede encontrar en la literatura – como en El primo Pons de Balzac – la ilustración y la caricatura como las de Daumier. La construcción de los nuevos edificios de Haussmann en la década de 1850, pone de relieve los principios fundamentales de la política urbanística del Segundo Imperio, tomando la idea de una visión estructurada de la vivienda colectiva, como legado de la Tercera República.
Esta magnífica vista de París tomada desde las alturas del Trocadero, fue ejecutada por Berthe Morisot, que formó parte del grupo de mujeres impresionistas. Manet realiza de esta pintora retratos admirables y el famoso cuadro «El balcón», donde aparece sentada en compañía de una pareja llevando un abanico en las manos.
Con las nuevas calles ensanchadas y sus fachadas uniformes, los puentes metálicos, las estaciones de hierro y vidrio, los pintores terminan por interesarse en los suburbios de la capital, donde van a pintar el mundo de los humildes, o como Huysmans los llamó «los quejumbrosos desheredados». Los establecimientos de baños en el Sena provistos de restaurante fueron muy populares entre la pequeña burguesía, en una época en la que el desarrollo de la red ferroviaria permitía a la clase media poder disfrutar de los placeres del campo. A los pequeños burgueses de Renoir, amantes de la ciudad, les gustaba también encontrarse entre amigos, para beber y buscar el amor fácil en lugares como el Moulin de la Galette situado Montmartre. El barrio, con sus alquileres de rentas bajas, sus mujeres de vida alegre, dispuestas a servir como modelos y la vida nocturna de bajo costo, era por esta nueva generación de artistas un entorno ideal.
Renoir y Monet se dedicaron especialmente a representar la vida de la pequeña burguesía, aunque evitando mostrar sus aspectos más sórdidos. Su radicalismo artístico no contenía ninguna connotación política. Amaban el sol y los placeres de la vida.
El metal atraía a los pintores tanto como un imán. En El puente de Europa (1876-1877), Caillebotte exalta la geometría de las estructuras metálicas de esta construcción. Ya no estamos tras las rejas de Manet en su cuadro El ferrocarril sino ante un nuevo horizonte fragmentado. El singular espectáculo de la velocidad, a pesar de que deje algunos en la indiferencia, otros, como niños, se sienten tan fascinados como la niñita de la pintura de Manet.
La pintura de Gustave Caillebotte (París 1848 – Gennevilliers 1894) se basa en una práctica magistral al viejo estilo, que tiene lugar única y exclusivamente en el taller junto a una cuidadosa preparación y la ejecución de numerosos bocetos. La perspectiva, la gama cromática, la materialidad y la precisión, provocan una fuerte sensación de realidad. Bajo estos aspectos, la ciudad y el hogar familiar se pueden reconocer porqué están sacados de un lugar donde la vida moderna está muy presente, como la realidad de la vida cotidiana, tanto de la burguesía como de la clase obrera, como en el cuadro Los acuchilladores de parquet.
Pintando escenas de la vida urbana y obrera, Caillebotte mantuvo un sentimiento profundo de la realidad, a lo que añadió un fuerte sentido del color y la luz procedente de las preocupaciones de los impresionistas.
Nuevas direcciones
A partir de 1880, el movimiento impresionista entra en un período de crisis. Frente al arte oficial, se había conseguido imponer un nuevo enfoque estilístico, el objetivo inmediato podía darse por terminado. A partir de entonces, fueron las características individuales de cada pintor las que tomaron el centro de la escena artística. Renoir comenzó a ensalzar la línea y la forma, y se fue a Italia para estudiar el arte de la antigüedad y el Renacimiento. Pissarro se unió a Seurat en sus experimentos sobre la racionalización de color. Degas se dedicó a los desnudos femeninos. Monet se refiere especialmente a los efectos de la luz sobre un tema constante. Continuó en esta dirección hasta su muerte en 1926. Sus últimas obras ostentan un carácter subjetivo cada vez más acentuado, sin que sea posible detectar en ellas cualquier conexión con los recientes desarrollos del arte moderno.
Los cuadros de Seurat, gran representante del Neoimpresionismo, son obras muy elaboradas, fruto de largos trabajos preparatorios de croquis y bocetos. Seurat utiliza un lenguaje formal basado en el juego de luces y sombras donde instala sus figuras hieráticas que recuerdan valores clásicos, y se sitúan en la posteridad del arte de Piero della Francesca y Puvis de Chavannes.