El gótico internacional en Francia
En Francia, el gótico internacional coincide con el largo reinado de Carlos VI (1380-1422). Este estilo aparece a la vez como el heredero del «estilo Pucelle» que se prolonga en el arte parisino de los primeros Valois, y como el heredero del gran arte sienés y de Simone Martini en particular que fue asimilado a través de la corte de los papas en Aviñón. Este arte anuncia Jan van Eyck y el realismo flamenco. Entre Aviñón y Brujas, la geografía política en tiempos de Carlos VI, esboza los contornos de una difusión que ha favorecido la implantación de las cortes principescas y las relaciones privilegiadas entre los territorios reunidos dentro de sus respectivos principados. Entre 1380 y 1450, numerosos artistas nacidos en Flandes van a trabajar en Francia, así como en Dijon, ciudad que se encuentra en la parte meridional de los Estados de Borgoña. Su sensibilidad posee una modernidad realista de origen italiana venida entre otras de la miniatura lombarda, de las obras que diversos maestros italianos dejaron en Aviñón y, sobre todo, de la observación minuciosa de la naturaleza. Todo ello constituirá los elementos de la ornamentación de la miniatura franco-flamenca de comienzos del siglo XV, favoreciendo la síntesis entre la tradición aristocrática y las costumbres cortesanas francesas por un lado, y el gusto en los Países Bajos por un naturalismo sensible y una expresión más directa de inspiración «burguesa», por otro. Además del patrocinio de un comitente o de un mecenas, la realización de una obra de arte de cierta importancia, exige a menudo un concurso de talentos y de colaboraciones. Para las técnicas complejas y costosas como la tapicería, la vidriera, la orfebrería o el libro iluminado hacen intervenir a intermediarios. Hacia 1375, cuando Luis I de Anjou encarga su «beau tapis» del Apocalipsis, se dirige a Nicolas Bataille, comerciante y fabricante que dirige varios talleres de tejedores en París. Para realizar el modelo, el duque de Anjou hace llamar en 1376-1377 al pintor del rey, Jean Bondol de Brujas donde representará como fondo la maravillosa arquitectura gótica nacida en Francia. Finalmente, son los tejedores los encargados de interpretar cuidadosamente el modelo con hilos de lana teñida. Célebre por sus tapicerías de hilo fino, Arras también se impone a partir de 1370 como un centro de producción de notoriedad internacional. Los orfebres ejercen a menudo el oficio de cambistas y de comerciantes, ocupando elevadas funciones en la administración de las finanzas principescas, como el cambista y orfebre Michel de Laillier que era consejero de la Cámara de Cuentas.
El reinado de Carlos VI presenta una curiosa paradoja. En el plano político, pasa por ser uno de los mas agitados de la historia de Francia: la locura del rey, el Gran Cisma y su cortejo de antipapas, la guerra civil entre borgoñones y armagnacs, los motines en las calles de París, el regreso de la peste, la derrota de Azincourt (1415) y la ocupación inglesa. Pero a efectos artísticos, esos cuarenta años se revelan como un periodo glorioso. El florecimiento artístico está ligado en parte a las causas mismas de la crisis política: la rivalidad entre los príncipes que se disputaban el poder efectivo, va a entrenar una emulación en el fasto casi real con el que se rodean.
El mecenazgo de los príncipes de las flores de lis
La creación artística está supeditada a la riqueza y prestigio de los comitentes quienes, como hijos, hermanos o tíos de rey, pueden rivalizar con el mecenazgo real. Los mas célebres de estos príncipes son de la misma generación que Carlos V: sus hermanos Luis I de Anjou, Jean de Berry y Felipe el Atrevido, duque de Borgoña, y su cuñado, Luis II, duque de Borbón. Vienen luego el rey y la reina Isabeau de Baviera, el hermano del rey, Luis de Orleans, asesinado en 1407, y sus primos Luis II de Anjou y Juan sin Miedo, nuevo duque de Borgoña. Los príncipes de la familia (llamados príncipes de las flores de lis), sus esposas y sus hijos son comitentes asiduos. Sus encargos estimulan todos los oficios del artesanado parisino, clientes puntuales que prefieren residir en sus hoteles de la capital que en sus principados. Los antagonismos entre los grandes señores no deben disimular la importancia de los vínculos familiares y de afecto que les unen. Vínculos y alianzas políticas se manifiestan por intercambios frecuentes de regalos, sobre todo en aguinaldos. Muchas piezas de orfebrería y manuscritos iluminados, son encargados especialmente para esta ocasión. Los encargos de Felipe el Atrevido y de Juan sin Miedo (duque de 1404 a 1419) hacen de su residencia de Dijon y de la Cartuja de Champmol, concebida como una necrópolis fastuosa, un centro de creación que nos ha dejado un número importante de obras de arte. Los artistas oficiales de los duques se suceden con tal continuidad, que se puede hablar de una verdadera escuela: hacia 1375, Jean de Beaumetz realiza el Calvario con monje cartujo; Jean Malouel, tío de los hermanos Limbourg, en 1396 trabaja al servicio de Felipe el Atrevido y ejecuta en 1400 la Gran Piedad redonda; Henri Bellechose, es el autor, hacia 1416, del Retablo de san Denis; Melchior Broederlam en 1395, pinta dos tablas con la Presentación al Templo y la Huida a Egipto para un retablo de Champmol (museo de Dijon), cuyo Templo recuerda un célebre cuadro del pintor sienés Ambrogio Lorenzetti. La suprema elegancia del dibujo y de los colores, colocan estas obras en la cúspide de la pintura del gótico internacional. Sus paisajes, que marcan el comienzo de la pintura flamenca, revelan un carácter fantasioso. Después del asesinato de Juan sin Miedo en 1419, cuando el ducado emprende una política que será a partir de ahora autónoma y centrada en Flandes, muertos los hermanos Limbourg, la influencia del arte internacional de París cede entonces ante el nuevo prestigio de Van Eyck. En sus acciones de mecenazgo, los príncipes de las flores de lis tienen un predecesor ilustre y un modelo: el desaparecido rey Carlos V, que era un comitente gran conocedor de manuscritos, un coleccionista de piedras preciosas y también un gran constructor.
En Borgoña, confluencia entre Aviñón, Italia y Flandes, los pintores de los duques tenían por otra parte demasiados vínculos con París, de donde eran directa o indirectamente originarios, por haber adoptado, desde el instante en que residen en Dijon, un estilo común que será finalmente el estilo de la corte de Borgoña. Felipe el Atrevido admira tanto los gustos de su hermano, el refinado Berry, que a menudo le pide consejo e intercambia con él obras y artistas. En 1375, contrata a Jean de Beaumetz, pintor en aquel momento al servicio de Juan de Orleans. De origen nórdico, Beaumetz se había formado también en el entorno parisino. Es el jefe de fila de una nueva generación venida de Flandes. Decora los castillos de Argilly y de Germolles y ejecuta tablas y retablos para los monjes de la Cartuja de Champmol. A su muerte en 1396, es Jean Malouel quien le sucede como pintor de Felipe el Atrevido.
En esta pequeña tabla de devoción privada, el personaje representado a la izquierda que sostiene un vaso de ungüento, es posiblemente el duque de Berry del cual se reconoce la fisonomía. La escena, revela un nuevo aspecto de la piedad de comienzos del siglo XV: la introducción del donante en un contexto sagrado.
Como pintor de la corte de Borgoña, Malouel participó en la decoración de la Cartuja de Champmol, cerca de Dijon, pero trabajó también en París. El hermoso cuerpo de Cristo es tratado con una gran delicadeza pictórica. La aflicción de los ángeles y la sangre brotando de las heridas son idóneas para suscitar la emoción de los fieles, pero la afectación muy gótica de los gestos, elude toda impresión morbosa. En ciertas partes del cuadro, la aplicación de los colores es de una gran delicadeza. El pintor utiliza nuevas lacas transparentes y nuevas resinas: nos encontramos en una época de transición hacia una renovación de las técnicas pictóricas, que encontrará su apogeo algunos años más tarde en el arte de los hermanos Van Eyck. El cuadro lleva pintado al dorso el escudo de Borgoña, se trata pues de un encargo de los duques. Esta pintura de una rara belleza, estaba sin duda destinada a la Cartuja y había sido encargada por Felipe el Atrevido.
El título hace referencia a las mariposas que revolotean en la parte superior del cuadro sobre un fondo oscuro. Jean Malouel combina la monumentalidad de los personajes principales con la delicadeza de los detalles decorativos, como las mariposas y los querubines rojos en el segundo plano. Su manera de tratar las caras y las manos evoca los modelos italianos. Esta tabla, formaba parte probablemente de un díptico con un retrato del duque de Borgoña Juan sin Miedo en la segunda tabla, hoy perdida. El personaje monumental de la Virgen Maria domina la composición. Jean Malouel se inspira en las figuras del gran escultor Claus Sluter, que conocía bien, ya que había realizado la policromía y el dorado de las estatuas de la Cartuja de Champmol.
El retablo de la Crucifixión ha sido considerado durante mucho tiempo como el testimonio más importante del arte de Brujas en torno a 1400. Hoy conservado en el Tesoro de la Catedral, provenía del salón de actos del Gremio de Curtidores de Brujas. Si bien nos muestra interesantes concordancias con el estilo gótico internacional, no existe ninguna otra obra similar pintada en Brujas en la misma época.
Este retablo que figura entre las pinturas más antiguas conservadas en Brujas, es un extraordinario ejemplo de la producción artística de las ciudades flamencas de la época, en la que colaboraban artistas como Broederlam, que iban a ofrecer sus servicios a las cortes principescas.
En 1395, Melchior Broederlam pintor y ayuda de cámara de Felipe el Atrevido, fue encargado de pintar los postigos de un retablo con la Presentación en el Templo para la Cartuja de Champmol en Dijon. Por la belleza de los colores y la riqueza de los temas, es evidente que Melchior Broederlam quiere prescindir de lo demasiado severo y solemne, desarrollando en su lugar un universo lleno de colores. Si la representación del templo recuerda el célebre cuadro realizado por Ambrogio Lorenzetti en 1342 para el altar de San Crescenzio en la catedral de Siena, el tipo de composición hierática se enriquece aquí con numerosos detalles y una delicada arquitectura. En el paisaje adyacente, Broederlam va más allá de todos los usos corrientes en los retablos. En un paisaje exuberante y variado, representa motivos casi de pintura de género, como el de san José bebiendo de la bota, motivos que pertenecen antes a la miniatura y a la pintura reservada a uso doméstico. La diversidad y la novedad, y hasta los aspectos contradictorios del beau style, se manifiestan claramente en un sólo y mismo cuadro.
La personalidad de Broederlam, la generosidad campesina y provincial de su estilo, junto con una mezcla de sentimientos corteses y de realismo burgués, se adapta perfectamente a las influencias que recibe, la de los sieneses, evidente en la perspectiva, en la claridad de los colores y en la libertad de ejecución; la influencia de París se pone de manifiesto en el dibujo nítido y en las formas elegantes y flexibles.
Originario de Breda, en los Países Bajos, Henri Bellechose ocupa el puesto de pintor oficial de la corte de Borgoña de 1415 a 1445, sucediendo a su maestro Jean Malouel; sin embargo, después de comienzos muy prometedores, recibió pocos encargos ducales. En las escenas de la vida de san Denis, se muestra fiel al estilo local, utilizando abundantemente el oro para representar las telas preciosas, y detalles que se inspiran en la tradición gótica cortesana. La intensidad en la expresión de los personajes, es la contribución más original de Henri Bellechose a la pintura de Borgoña. El legendario primer obispo de París, es patrono de Francia y fue el protector de la casa real a la cual pertenecían los duques de Borgoña; el color azul y el oro de los hábitos litúrgicos es una alusión a los colores de las lises francesas. El colorido claro y brillante, es parecido al de las miniaturas de las Muy Ricas Horas del duque de Berry y de la Biblia Moralizante ejecutada para Felipe el Atrevido, lo que ubica este pintor en el entorno de los hermanos Limbourg.
Las artes del libro
A pesar del puesto que ocupa la Borgoña como lugar fundamental de la cultura y del arte, París continúa imponiéndose como centro artístico de primera importancia. La capital francesa se distingue no sólo por la realización de tapices, sino también por la producción de exquisitos objetos de lujo, realizados en talleres especializados en las técnicas más refinadas en materia de orfebrería, y, sobre todo, de manuscritos iluminados. Los libreros jurados de la Universidad ostentan el monopolio del comercio parisino del libro. Sirven de intermediarios entre el comitente y los diferentes oficios asociados: pergamineros, copistas, miniaturistas, encuadernadores. El libro manuscrito es pues una obra colectiva. Ciertos libreros dominan también todos los oficios necesarios para su realización: un tal Jean l’Avenant, al servicio de Felipe el Atrevido, o Robert Lescuyer, que trabajaba a la vez para el duque de Borgoña y el duque de Orleans, eran también miniaturistas. En la práctica, a pesar del monopolio oficial de los libreros jurados de la Universidad, varios comerciantes les hacen la competencia, en particular italianos establecidos en París: el florentino Baude de Guy, Augustin Daurasse originario de Lucca, Pierre de Vérone y Jacques Raponde. En enero de 1403, este último «ofrece» a Felipe el Atrevido, mediante el pago de una fuerte suma, un ejemplar de una traducción del libro De claris mulieribus de Giovanni Boccaccio. Este regalo o compra principesca, revela la llegada a París de una nueva generación de miniaturistas venidos de Flandes, de los cuales, el Maestro de la Coronación de la Virgen es un representante prometedor. Los Raponde mantenían relaciones comerciales con la ciudad de Brujas, y seguramente jugaron un rol directo en la renovación de la miniatura parisina, hacia 1400. Pierre de Vérone estaba al servicio del duque de Berry, y Jacques Raponde era el proveedor principal de los duques de Borgoña. Entre 1400 y 1407, hizo ejecutar al menos siete manuscritos iluminados por cuenta de Felipe el Atrevido y de Juan sin Miedo: una Biblia en francés, una Leyenda Dorada, una selección de novelas artúricas, etc. Este tipo de obras eran generalmente muy costosas y reservadas sólo a los príncipes que las patrocinan, a diferencia de la producción de los libreros cuyo amplio abanico era asequible a un público más amplio: estudiantes y maestros de Universidad, colegios, conventos y capillas, o personajes del Parlamento y cortesanos.
A principios del siglo XV, París comienza a ostentar un destacado papel histórico en el Gótico internacional, enviando numerosos miniaturistas a otras cortes francesas: el Maestro de Boucicaut, autor de un gran número de manuscritos, cuyas Horas del mariscal de Boucicaut fueron realizadas hacia 1405-1410; el enigmático y luminoso Maestro del Libro de Horas de Bedford (British Museum); el Maestro del Libro de Horas de Rohan (París, Biblioteca Nacional), quien en 1416 pasó al servicio de Yolanda de Aragón; el Maestro del libro Épitre d’Othéa, que trabajó (hacia 1400-1410) para Christine de Pisan. Encargado por los cuatro secretarios de Juan de Berry, para ofrecérselo como aguinaldo en 1404, el Libro de las propiedades de las cosas de Barthélemy l’Anglais, fue traducido del latín por el capellán del rey, Jean Corbichon, e iluminado en un taller de París en 1403.
Al principio de su carrera de escritora, Christine de Pisan compuso un gran número de piezas líricas, antes de dedicarse a textos más ambiciosos en prosa: didácticos, políticos o religiosos. La Epístola del Dios del Amor, escrita en 1399, está basada en un tema cortés tradicional: la defensa de las damas. Christine de Pisan había organizado un verdadero scriptorium para asegurar la difusión de sus obras, todas ellas reunidas en colecciones, y hacía adornar los ejemplares destinados a los príncipes con ciclos de miniaturas, cuyos temas elegía ella misma. Esperaba sin duda ofrecerle uno a Luis de Orleans cuando éste fue asesinado, y la obra, hoy dividida en varios manuscritos, fue adquirida finalmente por el duque de Berry hacia 1408.
Para ilustrar la historia de los hermanos Eur y Meseur, y la dualidad de la Fortuna, este miniaturista despliega toda una gama de técnicas: oro brillante, oro mate, pintura tipo guache mezclada y aplicada mediante capas superpuestas para la figura del elegante Eur, visible en el cuello de piel del abrigo trabajado con pequeñas pinceladas, casi en oposición con el color grisáceo de la ropa del tosco Meseur, y el dibujo ligero de las caras de Eur y de Fortuna.
Influido por el arte de Italia, el Maestro de Boucicaut fue un innovador en la representación del espacio. Identificado a menudo con el pintor Jacques Coene de Brujas, fue el que a su vez más influenció a sus colegas franceses. En las denominadas Horas de Guisa, se pueden apreciar sus inmensas cualidades. La Anunciación que pintó al principio de las Horas de la Virgen, tiene lugar en la capilla de un palacete, donde una bóveda hexagonal colocada sobre arcos de medio punto, corona el espacio ocupado por el ángel y la Virgen. El espacio es ocupado por una serie de rectángulos (alfombra, tapicería, tribuna, articulación del muro), y por la alineación del tiesto con la flor de lirio y la representación de Dios en busto colocado en el rosetón. Maria, viste un magnífico manto azul que se extiende por el suelo. En los márgenes de la página, hay pequeñas escenas donde el colorido explotan literalmente: los ángeles acompañan el canto de los pájaros en un jardín celeste, donde dos jóvenes se disputan el tallo de una flor. Los colores alternan con los metales – oro pintado, oro musivo, plata pintada con toques de bermellón vidriado – creando una flora vitrificada.
Las Horas de Rohan fueron ejecutadas en 1425 a instancias de Yolanda de Aragón, esposa de Luis II de Anjou. Analogías que son casi como semejanzas literales, al menos en lo que se refiere a las composiciones y a los temas, con las Bellas Horas y el Calendario de las Muy Ricas Horas. Ello se explica por el hecho de que estos dos manuscritos, comprados por la princesa a la muerte de Berry, fueron examinados por el artista que podría ser Jacques Coene. Probablemente pertenecen al mismo entorno las Horas de Isabel Stuart y las Horas del rey René (Renato de Anjou). El esplendor de la creación angevina debe menos a la personalidad de Luis II que a la de su esposa Yolanda de Aragón, heredera de una larga tradición, hija de Violante de Bar, reina de Trovadores y nieta de Yolanda de Flandes, cuya corte deslumbró a sus contemporáneos. Más tarde, la duquesa mantuvo esta reputación de elevada cortesía en la corte de Anjou.
El rigor en el esquema de la composición, es acentuado por la desnudez de esta escena que contiene sólo lo esencial. El doble movimiento del apóstol que se vuelve hacia el Padre, y el de la Virgen hacia su Hijo, crea una tensión de la imagen. La posición de la Virgen con los brazos colgantes, es precisamente la imagen del cuerpo de Cristo que vemos en los Descendimientos de la cruz. El resultado es una violencia de lo patético que reclama directamente la afectividad del espectador. El azul del cielo es como una noche de tinieblas. Todos los elementos utilizados en esta miniatura vienen del repertorio de la pintura del siglo XIV francés, y del Trecento italiano.
Lo exótico aseguró también el éxito de un texto como el Libro de las maravillas de Marco Polo. El relato del comerciante veneciano, mezcla observaciones veraces e historias legendarias con el fin de estimular la imaginación. Las costumbres extrañas de los pueblos más diversos y las criaturas fantásticas que describe, tenían que fascinar tanto a sus lectores como a sus ilustradores. Ese Oriente imaginario tan lleno de misterios y de peligros, como los bosques donde se extravían los caballeros en las novelas, era ante todo una fuente seductora de renovación de las formas y de los temas.
Junto con el texto de Marco Polo, el manuscrito comprende otros cinco relatos de viajes en Oriente. Fiándose de los relatos de los viajeros, traducen una cierta idea de la India y del lejano Oriente, tierra fantástica poblada de dragones y rebosando de piedras preciosas que se recogen directamente del suelo.
Los hermanos Limbourg
Fue Felipe duque de Borgoña, hermano de Jean de Berry, quien descubrió el talento de los tres jóvenes originarios de Nimega, los hermanos Limbourg, gracias a su tío Jean Malouel, pintor y ayuda de cámara del príncipe. A la muerte de Felipe en 1404, los Limbourg pasaron al servicio de Jean de Berry y, antes de 1409, acabaron su primera obra maestra, las Bellas Horas. Después de este gran triunfo y colmados de favores, los jóvenes dieron libre curso a su imaginación con las Muy Ricas Horas. Los hermanos Limbourg, fueron a la vez importadores de la lección toscana y al mismo tiempo profetas, exploradores septentrionales de las escenas de género, de la pintura del clima y de las estaciones, de la suntuosidad y del orientalismo, del desnudo y de la desnudez. No hay ninguna prueba que demuestre que conocieran directamente Italia, pero basta que Pierre de Vérone o Jacques Coene los hayan iniciado a las nuevas composiciones de los artistas de la península, para que fueran capaces de igualar a los más grandes pintores florentinos. Un fresco de Taddeo Gaddi rigurosamente copiado, y algo de Orcagna se puede reconocer entre estas miniaturas donde se representan edificios de Roma, Pisa y Florencia.
Aquí, los hermanos Limbourg han copiado casi literalmente una escena italiana, la de la Presentación de la Virgen al Templo, pintada por Taddeo Gaddi en la capilla Baroncelli de la iglesia Santa Croce de Florencia.
La virtuosidad del artista es el tema principal de esta miniatura: la fuente de los ríos del Paraíso podría perfectamente encajar como pieza de orfebrería en una mesa principesca. El cuerpo de Eva corresponde a la representación típica de la mujer en aquella época. La pose de Adan arrodillado podría tratarse de un estudio de una estatua antigua.
Las miniaturas de los hermanos Limbourg ocupan un lugar fundamental en la historia de la pintura europea. De acentuada originalidad, su estilo une la sensibilidad de observación de los Flamencos, la elegancia de la tradición gótica y un profundo interés por los problemas del espacio, desarrollado gracias al conocimiento de obras italianas pertenecientes a las colecciones de sus mecenas. Sus imágenes delicadas, que participan todavía de las formas ideales preciosas del gótico internacional, se hallan asociadas a un interés por la observación de lo real. En el calendario de las Muy Ricas Horas, la permanencia del orden del mundo, es asegurada, tanto por la organización clara del Zodiaco en la bóveda celeste, como por la presencia del castillo feudal; pero las escenas principales expresan con mucha sensibilidad los aspectos pasajeros de la naturaleza y la vida en las distintas estaciones. Solo la muerte repentina en 1416 del duque y de sus tres pintores, estos últimos posiblemente a causa de la peste, puso punto final a esta asombrosa trayectoria. Los cuadernos del libro de horas, quedaron inacabados en diferentes fases, y las miniaturas sobre folios aislados, fueron reunidos cuidadosamente y puestos en un cofre.
En esta hoja se halla representado el castillo favorito del duque de Berry, Mehun-sur-Yèvre que ocupa casi la totalidad de la superficie. Se trata de una perspectiva de época moderna. En el foso, se pueden ver a los cisnes del duque; a la derecha, su oso, que se ha subido a un árbol para escapar del león, tal vez una alusión a las crisis políticas de la época. El castillo quizás representa la fugacidad de las cosas? Artistas cortesanos como los hermanos Limbourg, que vivían protegidos por su mecenas, podían sin duda permitirse plantearse tales cuestiones.
En las miniaturas que representan el trabajo del campo en los diferentes meses, los hermanos Limbourg mezclan libremente la fidelidad en la representación de los edificios con la libre invención de su entorno. Pintan los numerosos matices del verde campestre y del heno. En la miniatura del Mes de junio, se procede a la siega en improbables campos en pleno centro de París, sobre la margen izquierda del Sena, al exterior de las murallas, donde hoy se encuentra el Barrio Latino.
La arquitectura está representada con una extrema precisión topográfica: a la izquierda, el palacio real de aquella época, el palacio de la Ciudad, residencia real con sus numerosas torrecillas, visto desde la Tour de Nesle, y la actual Conciergerie, a la derecha. Se puede reconocer también la fina silueta gótica de la Sainte Chapelle y su elevada flecha, centro religioso del palacio en la isla de la Cité.