Las Siete Artes Liberales en la pintura
Durante el Quattrocento, la representación de las Siete Artes fue uno de los esquemas tradicionales más sólidos: se recomendaba en los métodos de enseñanza porque permitía establecer vínculos con el estudio de los planetas, las virtudes, los sacramentos; como podía verse en los relieves del Campanile de Giotto. Este modelo educativo fue ampliamente protegido a causa de su propio origen: Marciano Capella (siglo V), que relata las nupcias de Filología y Mercurio, y, después de mencionar el cortejo de las Musas y las Gracias, describe como las Siete Artes fueron presentadas a Febo. Uno de los mejores manuscritos de Attavante, para Matthias Corvino, contiene el texto con una ilustración fiel a la iconografía medieval y reaparece en el siglo XV, con representaciones completas de las siete alegorías.
Esta tabla realizada por el pintor renacentista Lo Scheggia, hermano de Masaccio, contiene una representación alegórica de las siete artes acompañadas de los sabios que las representan sentados a sus pies.
En Urbino, la Biblioteca de Federico de Montefeltro o su studiolo de Gubbio, incluía un hermoso conjunto con las siete alegorías, del que sólo subsisten dos paneles en la National Gallery de Londres: cada una de las figuras del conocimiento, entronizada y en un ambiente íntimo y lujoso, va acompañada por un caballero escogido entre los cortesanos del círculo del duque. Unos años más tarde, en los apartamentos de Alejandro VI, Pinturicchio mostrará las siete alegorías colocadas en asientos de honor y rodeadas de sus héroes históricos. Pero los artistas trataban de dar una versión más original de esos programas educativos, como Botticelli en la Villa Lemmi, que representa, ante un bosque que recuerda el de La Primavera, las alegorías del Trivium y el Quadrivium. Este grupo de figuras se sitúa delante del trono de la Retórica, y a pesar de algunos emblemas todavía visibles, como el escorpión de Dialéctica, todas las figuras son similares. La innovación notable consiste en que Botticelli representa a Venus guiando a un joven hacia las «artes», es decir, hacia el «conocimiento». La pintura de Botticelli también hace referencia a las enseñanzas recientes de Marsilio Ficino (1433-1499), según las cuales el Amor es la fuente de toda actividad espiritual.
Este cuadro forma parte de una serie que representaba las Siete Artes Liberales. Dos de ellos (anteriormente en Berlín y destruidos) representaban la Astronomía y la Gramática. Estas pinturas son comparables estilísticamente a los 28 Hombres Famosos del studiolo del duque de Urbino.
Las Siete Artes Liberales se dividen en dos ciclos: el trivium que comprende la gramática, la retórica y la dialéctica, y el quadrivium, que agrupa a las cuatro ramas de las matemáticas (aritmética, geometría, astronomía y música). Disciplinas consideradas esenciales para la adquisición de la alta cultura desde la época helenística y romana, cuando, después de un período de declive, la cultura se despertó en Occidente durante el Renacimiento carolingio, y la enseñanza de estas materias se retomaría en las escuelas monásticas y catedralicias siendo durante largo tiempo la base de la cultura de la civilización occidental.
En los Apartamentos Borgia, Pinturicchio representó en los grandes lunetos las artes liberales del Trivium y el Quadrivium, siguiendo la clasificación medieval. Cada alegoría tiene su trono y está rodeada por sus eruditos y filósofos. Los personajes van vestidos a la moda antigua u oriental, pero en algunos retratos figuran con ropa de la época. La Aritmética forma parte de una de las Siete Artes que forman el quadrivium.
Una versión más adaptada al esquema escolástico de los dominicos nos viene dada por Filippino Lippi en su Triunfo de santo Tomás en Santa Maria sopra Minerva de Roma (1488-1493). El doctor de la Iglesia se ha colocado entre dos grupos de dos figuras: la Teología y la Retórica a la izquierda, la Dialéctica y la Gramática a la derecha, es decir, las ciencias del Trivium. En la parte inferior del imponente basamento donde aparecen, han sido representados un grupo de herejes confundidos y agitados. La exuberancia de la ornamentación, el diseño de la arquitectura alegórica, las inscripciones, un sinnúmero de motivos secundarios copiados de templos romanos, hablan un lenguaje más avanzado.
Las musas o la unión armoniosa de las artes
El sistema paralelo que florece al mismo tiempo que las Artes Liberales, es el de las Nueve Musas. Procedentes de la tradición homérica, que las hace hijas de Zeus y de la Memoria, las Musas pertenecen a esa categoría de criaturas míticas que acompañan a los dioses sin tener sus poderes, pero comparten con ellos la inmortalidad. Tienen el don de sabiduría, de inspiración y de felicidad, aunando los valores del conocimiento y de la poesía. Muestran el cielo a los hombres, como dijo Horacio en sus Odas. El escritor romano Marciano Capella las situa en el cortejo de las Artes Liberales y consagra así la solidaridad de los dos sistemas, que se manifiesta por la figura alegórica de la mujer ideal simbolizando actividades que pertenecen, por un lado, al conocimiento especulativo del universo, como la astronomía, y por otro, a actividades lúdicas como la música o la danza, que hacen el encanto de la existencia.
Calíope fue la primera musa, la de la poesía épica, a la que se consideraba la mayor de las artes (Homero la invoca en el primer verso de la Ilíada y la Odisea). Euterpe presidía la poesía lírica acompañada de música instrumental (flauta). El ámbito de Terpsícore era la danza y la poesía ligera. Clio inspiraba a los historiadores (su talento en explorar el pasado era considerado como una forma de arte en la antigua Grecia). Talía reinaba sobre la comedia y la poesía bucólica o pastoril, Melpómene (originalmente musa del canto), sobre la tragedia. Erato gobernaba la poesía lírica coral y erótica (los romanos la asociaban al mes de abril, el de los amantes). Polimnia (originalmente musa de los himnos a los dioses) presidía la pantomima acompañada de la lira. La novena musa, Urania, representaba la astronomía, disciplina importante a los ojos de los antiguos, los cuerpos y fenómenos celestes eran para ellos una justificación y una explicación a la vez poética y mitológica. Agostino di Duccio en Rimini, da a la musa Clio el aspecto de una mujer de exquisita elegancia, con los atributos del libro y la trompeta.
Las nueve musas eran hijas de la titánide Mnémosine (la Memoria) y Zeus, engendradas según el mito, en nueve noches consecutivas. Ellas fueron la fuente de inspiración de todos los artistas, poetas, dramaturgos y músicos. Los Antiguos se las representaban como vírgenes viviendo en el bosque, a veces cerca de las fuentes y bailando festivas rondas (imagen que simboliza la unión armoniosa de las Artes). Ellas encarnan las más altas facultades intelectuales y artísticas de la humanidad. Después de un largo paréntesis desde el final de la Antigüedad, las Musas retoman su lugar en la cultura a principios del Renacimiento: Boccaccio las considera compañeras de Apolo. En el Quattrocento, aparecen los primeros ciclos representando las musas, como el ciclo de grabados, llamado Tarot de Mantegna, que pertenecen al medio cultural de Ferrara (hacia 1460), y casi al mismo tiempo, el ciclo de relieves de Agostino di Duccio, en San Francisco de Rimini. En uno y otro, Clio se ha representado, al igual que sus hermanas, como una mujer idealizada, muy bella y elegante. Un tratado de iconografía de mediados del siglo XVI explica: «Clio representa la fama y la gloria. Es llevada por un ave blanca, un cisne, que enseguida la deposita sobre un estanque. Porqué la fama y el buen nombre, bajo la figura de una mujer, se eleva hasta sublimes alturas, y luego desciende sobre la tierra de los hombres, fluye a través de sus bocas y se esparce en la distancia.»
En el grabado aparece la figura esbelta de la musa, de pie sobre un cisne nadando con las alas desplegadas, atributo de Apolo conduciendo el coro de las musas.
En Florencia, hacia 1460, se sustituye por primera vez la imagen tradicional de las Artes Liberales, por el coro de las Musas. En la biblioteca de la antigua Abadia de Fiesole creada por Cosme el Viejo, se realizó una notable decoración mural representándolas junto con los poetas. La novedad no era sólo reemplazar las artes liberales por las musas en la decoración de una biblioteca, sino asociar cada una de ellas con su representante más eminente y de constituir, como en el caso de las artes liberales, una galería de poetas ilustres. Así lo hará más tarde Rafael en el programa del Parnaso en la Estancia de la Signatura. Otro conjunto notable fue el de Ferrara, en el studiolo de Leonello d’Este en Belfiore que incluyó un ciclo de pinturas dedicado a las musas (1450-1460). En Urbino, toda una capilla, un scellum, será dedicada a las musas. El programa iconográfico, que remonta a la época de Federico de Montefeltro y de su hijo Guidobaldo, durará hasta la década de 1490 y en su ejecución intervendrán Giovanni Santi (padre de Rafael) y Timoteo Viti. Los paneles en los que aparecen las musas, gráciles y exaltadas, en curiosos paisajes crepusculares, componen un friso en forma de coro, guiadas por la figura del dios Apolo tocando su viola. Cada una lleva un vestido distinto y un instrumento específico así que una inscripción en latín con su nombre. La música, el arte de Apolo y las musas, deja de pertenecer al ámbito de las artes liberales; ella se convierte en apta para representar no sólo las obras de la poesía y del conocimiento, sino el principio mismo de la vida intelectual, a la que va dedicada la capilla.
Estos cuadros forman parte de un conjunto de seis musas para ser colocados en una de las dos capillas situadas junto al studiolo del duque llamado Tempietto delle Muse en el palacio ducal de Urbino.
Apolo y las Musas y el atributo de la lira
Las Musas formaban parte del séquito de Apolo, a menudo representado junto a ellas – principalmente por Rafael en sus pinturas del Parnaso, el monte cercano a Delfos precisamente dedicado a Apolo y las Musas. En el fresco, Apolo aparece tocando una viola en lugar de la lira tradicional. Se trata de una pequeña fantasía moderna que debe ser considerada como formando parte de la evolución de los símbolos humanistas. La lira antigua consistía en dos brazos ovalados que enmarcaban el juego de cuerdas, por lo general en número de siete; la lira moderna del siglo XV, la lira da Braccio, resultado de una lenta evolución, es una caja en forma de corazón o de hoja en la que se estiran las cuerdas que se hacen vibrar con un arco. Es el antepasado del violín moderno. Su forma aún no estaba definida, y daba lugar a todo tipo de investigaciones técnicas. El interés por la música y por su «príncipe órfico», la insistencia en las metáforas musicales en el entorno florentino, fomentaban las innovaciones en la iconografía musical. El simbolismo de la lira de hecho sigue siendo el mismo, que se trate del instrumento antiguo o de la viola moderna.
El Parnaso es el lugar donde se encuentran Apolo y las Musas, es decir, la morada – de acuerdo con el mito clásico – de la poesía. La escena muestra a Apolo tocando el violín (anacronismo buscado según algunos historiadores para simbolizar el valor perpetuo del mensaje poético), sentado bajo un macizo de laureles y rodeado de las nueve Musas (personificación de las diversas artes liberales).
El pastor Marsias había desafiado al dios Apolo en un concurso musical. Marsias perdió y como castigo por haberse atrevido a retar a un dios, fue desollado vivo. Apolo, sin embargo, se arrepiente de su crueldad, arranca las cuerdas de su lira y la deposita junto con el instrumento de Marsias (el aulos o flauta doble), en la guarida del dios Baco, al que consagra los dos instrumentos. La escena de Rafael es una alegoría de la divina armonía que triunfa sobre las pasiones terrenales.
Sin embargo, el artista que supo sacar un partido inesperado de la iconografía musical fue Filippino Lippi. En su Alegoría de la música, la musa que trata de encadenar a un cisne tiene cerca de ella una curiosa lira plantada en el cráneo de un ciervo. El otra tabla, la Adoración a Apis atribuido al taller de Filippino es un repertorio de instrumentos singulares. Estas formas complicadas han sido concebidas como una ilustración de los antiguos ritos. El valor de estos atributos es lo suficientemente alto como para que sean puestos al lado de las musas de la Capilla Strozzi, que son las alegorías de la teología poética.