Las pinturas murales de la capilla de San Miguel del monasterio de Pedralbes de Barcelona, encargadas al pintor Ferrer Bassa en 1346, constituyen una obra clave por su singularidad y carácter innovador que unió Barcelona con las novedades técnicas y artísticas que nacían en las ciudades toscanas alrededor del 1300. Recientemente, las pinturas de Ferrer Bassa han sido analizadas por especialistas en diferentes disciplinas para que fueran, tras diagnosticar su estado, conservadas o restauradas. El buen estado de conservación de estas pinturas es debido en gran parte a su situación, un entorno particularmente privilegiado por sus condiciones ambientales.
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En el transcurso de un muy probable viaje a Italia, Bassa estudió las novedades pictóricas y realizó bocetos y diseños antes que los frescos revolucionarios de los artistas del Trecento. Cuando llega a Barcelona y recibe el prestigioso encargo, implementa su propio talento estilístico y técnico mediante el empleo de diferentes materiales para realizar una pintura mural donde se suceden escenas que nos hacen viajar a la atmósfera paduana de Giotto, Asís o Simone Martini, nos llevan al Palacio Público de Siena para mostrarnos sus pinturas cívicas. Bassa da a las escenas del monasterio de Pedralbes este particular toque de ternura que poseen sus pinturas y que sentará las bases del desarrollo del gótico internacional italianizado catalán que seguirán muchos artistas.