Francesco di Giorgio Martini (Siena 1439-1502)
Dotado para ser pintor desde temprana edad, plenamente integrado en la tradición de Siena, Francesco di Giorgio Martini fue formado por Vecchietta y terminó su carrera siendo uno de los más famosos arquitectos e ingenieros y «hombres universales» del Quattrocento; más precisamente, es en Urbino, al lado de Federico da Montefeltro que dará todo su potencial y podrá llevar a término la investigación comenzada en Siena en el retablo de la Coronación de la Virgen. En la diminuta tabla Biccherna realizada antes de su trigésimo cumpleaños, Francesco se inspira en la imaginería popular de la ciudad de Siena acumulada desde el inicio del Trecento. Torres y palacios se elevan hasta el cielo, dominadas por el Duomo con sus muros franjados y la torre del Palazzo Pubblico, todo ello rodeado de muros cuyos ladrillos han tomado bajo la acción del sol, un bello color rosa. En su Anunciación, pintada en 1470-1472, varios elementos sugieren un artista más sensible desde ahora a sus contemporáneos florentinos. En la figura de la Virgen se evidencian estrechos vínculos con otras figuras similares de Botticelli o Verrocchio; la puerta representada detrás de ella, enmarcada en gris pietra serena es albertiana. Por el contrario, otros elementos mantienen la ligereza de la pintura sienesa, como las columnas de color rosa de una finura imposible que recuerda a Sassetta, como se pone de manifiesto también en el pavimento claramente inclinado, en el ángel que parece suspendido en el aire y el atril a punto de deslizarse.
En esta pintura poco usual, el gesto juguetón del ángel viene acentuado por la abundancia de pliegues del ropaje. La disposición del espacio y los colores recuerda a Domenico Veneziano.
Francesco di Giorgio fue uno de los artistas más solicitados de su tiempo, tal vez fue más importante como arquitecto que como pintor. Pero su retablo de la Coronación es importante por la amplitud y la complejidad de la cultura que condensa. Hace uso de la perspectiva de forma notable pero el detalle más revelador es probablemente la manera en que Dios irrumpe en el espacio de la coronación: visto de sotto in su (de abajo arriba), cae violentamente; Francesco di Giorgio desarrolla una idea muy querida por los sieneses, la del «agujero en el cielo» a través del cual pasan los ángeles, los santos o Cristo. La idea, muy popular en su origen y que se solía utilizar para representar el zodíaco en la espesura casi arquitectónica de dicho orificio, Francesco di Giorgio la transpone según una clave cultural que se refiere a las más profundas preocupaciones científicas y esotéricas del momento.
Este retablo fue pintado para la Capilla de los santos Sebastián y Catalina de Siena en Monteoliveto. Los círculos que puntúan la composición confirman las afinidades de Francesco con el miniaturista Liberale da Verona, quien en aquel momento residía en Siena. En la parte superior, a través de un agujero en forma de elipse, Dios Padre en perspectiva despliega su campo de fuerza sobre la cabeza de su hijo. El cielo se ha concebido como una estructura de terrazas de mármol superpuestas, pobladas por santos y figuras sofisticadas. Como Botticelli, el mundo pictórico de Francesco di Giorgio está más cerca de la imaginación que de una observación minuciosa de la naturaleza. En la Coronación de la Virgen, la unidad de la imagen se sacrifica a favor de una abundancia de detalles y figuras.
Esta obra fue comisionada para el monasterio de San Benito, al que se accede saliendo de la ciudad de Siena por la puerta Tufi. Hay que considerar que esta Natividad fue ejecutada por Francesco di Giorgio, al menos en cuanto a las figuras, el resto fue completado por otro maestro sienés.Las figuras de los ángeles fueron fuertemente influenciadas por la pintura florentina, especialmente Ghirlandaio y Botticelli en sus pinturas murales de la Sixtina.
La estancia en la ciudad matemática
A principios de la década de 1470, los puntos de interés de Francesco di Giorgio ya no se limitaban sólo a la pintura. En su juventud había conocido a Jacopo da Mariano, un ingeniero apodado Il Taccola (la corneja). Amigo de Brunelleschi, se había dedicado al estudio de la hidráulica. Francesco heredó sus cuadernos que estudió, pero rápidamente puso toda su energía en desarrollar una visión más completa de todo tipo de maquinarias, iglesias y fortificaciones. Esta búsqueda de conocimiento universal lo atrajo inevitablemente al «humanismo matemático», una corriente de pensamiento que se estaba desarrollando en Urbino. En esta muy culta y refinada corte reinaba Federico da Montefeltro quien se disponía a plasmar en su nuevo palacio algunas de las características de la ciudad ideal diseñada por Alberti. Habiendo encargado su construcción al arquitecto Laurana, el duque termina por reunir allí a un brillante círculo de grandes maestros que le ayudaron a construirlo, entre ellos Francesco di Giorgio. Entre aquel círculo de cortesanos eruditos se encontraba el gran matemático Lucca Paccioli y Piero della Francesca, este último en pleno apogeo de su gloria venía de realizar para el duque algunas de sus mejores obras.
Esta imagen de «Plano de planta de una basílica a la imagen de un hombre«, está sacada de una serie de manuscritos magnificamente ilustrados; otra serie acabará por ser adquirida y anotada por Leonardo da Vinci. Ofrecido a Federico da Montefeltro el llamado Oposculum de Francesco fue descrito por Paolo Galazzi como un « lujoso folleto promocional presentando las proezas técnicas llevadas a cabo por el ingeniero sienés y su taller ».
En Urbino mientras tanto, el clasicismo llegaba a su punto álgido. El primer encargo que Francesco di Giorgio realizó en la pequeña ciudad, fue un relieve en bronce en el que mostraba claramente la influencia de Donatello (Altar del Santo en Padua). El escultor florentino quien había visitado en numerosas ocasiones Siena, había incluso declarado «querer vivir y morir allí» y fue quizás durante una de estas visitas que Di Giorgio tuvo la ocasión de conocerle. En Urbino, Francesco di Giorgio ejerce para el duque las funciones de maestro de obras durante doce años, construyendo fortalezas y artilugios de guerra y traza puertas y ventanas. Durante este periodo le han sido atribuidas también varias pinturas y otras obras como la marquetería del magnífico Studiolo de Gubbio, mucho más fáciles de entender una vez que se las considera dentro del contexto de un proyecto albertiano colectivo. Encontramos a Francesco de nuevo, a través de un relieve de yeso hoy conocido bajo el nombre de Alegoría de la discordia, cuando el precepto albertiano tiende ya hacia el academicismo. El asunto – quizá Licurgo quien ordenó la masacre de las Ménades – parece haber servido como pretexto, principalmente, para la representación de figuras desnudas contorsionándose en un panorama en perspectiva de la ciudad ideal. Francesco di Giorgio abandona así sus raíces, es decir, el lenguaje común a la República de Siena, como si fuera una causa perdida; ha aprendido a componer en el latín de Corte de los humanistas florentinos.
A veces atribuida al arquitecto Luciano Laurana, o incluso a Francesco di Giorgio, servia probablemente de cabecera en el palacio de Urbino. Sin duda influenciado por los famosos dibujos sobre los principios de perspectiva realizados por Brunelleschi y Alberti, este vista produce una fascinación tan intensa que se podría equiparar a una imagen de la perfectibilidad humana.
Neroccio di Bartolomeo Landi (Siena 1447-1500)
Pintor y escultor, Neroccio di Bartolomeo Landi fue alumno de Il Vecchietta y trabajó casi exclusivamente en Siena y sus alrededores. Neroccio poseía un profundo conocimiento de la cultura artística del Renacimiento y la puso al servicio de una muy refinada exaltación de los valores lineales. El artista también se distingue por unas capacidades gráficas inusuales y su gusto por el color delicado, transparente y precioso. Es lo que da a sus figuras una apariencia casi etérea, diáfana. La predela (hoy en Florencia, Uffizi) del Retablo de Monte Oliveto es un ejemplo de su colaboración con Francesco di Giorgio Martini que duró hasta 1475. Inclinado a interpretar el sentido del contorno de Francesco di Giorgio de forma arcaizante, con ello Neroccio parece evocar la elegancia sutil de la pintura sienesa en el siglo XIV. Sus madonas de rasgos alargados y delgados, con la cabezas suavemente inclinadas y las manos delicadamente ahusadas en las que la luz que las penetra las hace aun más diáfanas y ligeras, son las últimas encarnaciones, las más suaves y sofisticadas, de un lejano ideal de estilo y de espiritualidad, pero aun vivo y presente para la antigua Siena en el momento en que esta veía propagarse la gloria de Leonardo y Miguel Ángel.
Estas escenas forman parte de la predela del Retablo de Monte Oliveto con tres escenas de la vida de san Benito, inicialmente atribuido a Francesco di Giorgio Martini.
Neroccio heredó de Il Vecchietta el gusto por los colores transparentes, delicados y luminosos. Desde los discretos y maravillosos tonos de sus primeras obras como el tríptico de 1476 (su primera obra fechada) hasta sus últimas creaciones, fue capaz de observar la plástica de Donatello de forma inteligente, y también tomó ventaja de la familiaridad que tenía con la pintura de Francesco di Giorgio. Pero lo que marca de forma peculiar el carácter aristocrático del arte de Landi y le otorga un lugar especial en el conjunto la pintura del siglo XV, es el sentido de la línea, que lo une más que a cualquier otro pintor contemporáneo a la más pura tradición de Simone Martini.
Liberale da Verona y Girolamo da Cremona
La estancia en Siena de Liberale da Verona y Girolamo da Cremona dos iluminadores de la región del Po, fue un acontecimiento importante para el desarrollo de la pintura en las últimas décadas del siglo. Liberale llegó en 1466 y, poco después, comenzó la iluminación de algunos manuscritos para la Obra de la Catedral donde desarrolló todas las facetas de su brillante talento. Sus figuras desprenden una gran energía y la variedad inagotable de sus poses son únicas a nivel local. Girolamo da Cremona, alumno de Andrea Mantegna, tuvo una influencia igualmente profunda durante su estancia en Siena entre 1470 y 1472. Su estilo se caracteriza por una concepción de las figuras mucho más sólida y más concreta, a través de la observación minuciosa de los elementos de la naturaleza y por una disposición muy clara de las figuras en el espacio.
La alegoría del viento está dominada por un color azul oscuro. La pintura de Liberale no comporta prácticamente ninguna referencia al gótico tardío. Si comparamos su estilo al de Girolamo, vemos que es menos dependiente de la inspiración y de la fantasía.
En esta original escena de interior, dos amantes juegan al ajedrez (el joven estaría a punto de dar jaque mate a la joven). Este panel forma parte de un fragmento de cofre de bodas (cassone) y ha sido atribuido a los dos pintores Liberale da Verona y Girolamo da Cremona.
Il Sodoma
Giovanni Antonio Bazzi llamado Il Sodoma (Vercelli 1477- Siena 1549), fue influenciado al mismo tiempo por los pintores sieneses de nacimiento y de formación, y por Perugino. Nació en Vercelli en 1477 y llegó a la Toscana en 1503. Antes de eso, tuvo ricas experiencias en Milán, donde conoció a Leonardo da Vinci y pintó al fresco el refectorio del monasterio de Santa Anna en Camprena (cerca de Pienza). De sus comienzos en Siena destaca la tabla con la Alegoría del Amor Celeste. Después de haber completado el vasto ciclo de frescos con Escenas de la vida de San Benito de Luca Signorelli, en las paredes del claustro de la Abadía de Monteoliveto Maggiore (1505-1508), Sodoma fue a Roma. Mientras realizaba la decoración de la bóveda de la Estancia de la Signatura del Vaticano, que había quedado inacabada y que Rafael terminó después, conoció a Perugino. En 1510 regresó definitivamente a Siena ciudad que abandonaría en pocas ocasiones y donde rivalizó con Beccafumi compartiendo con este último el protagonismo artístico. Su Descendimiento de la Cruz, data de este período. Con los años los encargos públicos y privados que se sucedieron fueron cada vez más prestigiosos. Acerca de Il Sodoma, Vasari dice «que nunca había visto a nadie que expresara mejor que él los sentimientos», aunque por otro lado nunca le había mostrado demasiada benevolencia, tildándolo injustamente de «bestia», «deshonesto», «licencioso» y «caprichoso». Bazzi continuó pintando hasta su muerte en 1549. Sin embargo, se mostró menos abierto a los estímulos que venían de fuera, sin tener en cuenta la evolución que experimentaba el arte de su tiempo.
Esta pintura proviene de la capilla Cinuzzi en la Iglesia de San Francisco y actualmente en la Pinacoteca. Adelantado a su tiempo, con esta pintura Sodoma representa la fusión del clasicismo con la cultura de origen lombardo, antes de la llegada de Perugino y Rafael. Los fuertes contrastes cromáticos de los drapeados y sus tonalidades son inéditos en la pintura sienesa.
El oratorio de San Bernardino
La decoración de la capilla superior del Oratorio de San Bernardino dedicado a Santa Maria degli Angeli, constituye el más extraordinario conjunto del siglo XVI en Siena. Afortunadamente el oratorio ofrece el mismo aspecto que tenía cuando se realizó y está relativamente bien conservado. La decoración fue comenzada en 1496 y se trabajó en ella durante unos veinte años. Cuando se hubo terminado, se encargó a los más grandes pintores de la época (Il Sodoma, Beccafumi y Girolamo del Pacchia), un ciclo de frescos con episodios de la vida de la Virgen. Domenico Beccafumi realizó dos episodios, Los Desposorios y la Muerte de la Virgen, que ya se habían completado en diciembre de 1518. En ellos ya se pone de manifiesto los indicios de un talento maduro y original sobre todo en cuanto a las figuras tan características del pintor, típicamente alargadas, la variedad preciosa de colores y la calidad de las telas admirablemente reproducidas. Los resultados muy notables obtenidos por Beccafumi con estos frescos se relacionan a menudo con las novedades estilísticas florentinas y, en particular con Rosso Fiorentino. Entre 1517 y 1518, Il Sodoma ejecutó tres figuras de santos, la Presentación de María en el templo y la Coronación de la Virgen. Se evidencian evocaciones de obras recientes de Rafael en la Presentación, que tiene lugar bajo una columnata que recuerda el estilo de Bramante y ha sido estructurada con meticuloso respeto a la simetría de la composición, tal vez un poco convencional. La parte ejecutada por Sodoma es cuantitativamente la más importante. Estando en el apogeo de su gloria, el artista probablemente habría realizado las pinturas para la compañía de San Bernardino en 1518, cuando estaba trabajando para Agostino Chigi en la Farnesina.
A nivel estilístico, la Presentación de la Virgen en el Templo y la Coronación de la Virgen, son similares a las Bodas de Alejandro y Roxana y a la Familia de Darío a los pies de Alejandro ejecutados entre 1516 y 1518 en la habitación de Agostino Chigi, con ocasión de la boda del gran banquero con Francesca Ordeaschi, una veneciana.
Beccafumi está considerado como uno de los principales artistas del Cinquecento y precursor del manierismo como lo fueron Rosso y Pontormo. Su papel fue decisivo para la historia del arte italiano, por no decir del arte europeo.De hecho, el estilo pictórico inaugurado por los artistas toscanos traspasó las fronteras de Italia y se extendió por toda Europa en el siglo XVI. Pero Domenico, diez años mayor que Rosso y Pontormo, fue uno de los primeros en sentar las bases de la «bella maniera». A partir de 1510, el artista desarrolla un vocabulario típicamente manierista con formas serpentinas, posturas contorsionadas y construye espacios inverosímiles con medios figurativos inéditos. Sin duda, Beccafumi ha allanado el camino hacia la modernidad.