Giovanni di Paolo
Las características distintivas de la pintura de Giovanni di Paolo (Siena hacia 1395/1400 – 1482) que marcaron su larga carrera fueron el predominio de la línea, a veces casi de forma exacerbada; el gusto por lo fabuloso; y el análisis cuidadoso de la naturaleza que en algunos paisajes espléndidos logró mezclar lo real y la abstracción fantástica. De los modelos del siglo XIV de los Lorenzetti, sacó sus estructuras arquitectónicas y el esquema de sus paisajes geométricos vistos a vuelo de pájaro, en los que expresa la humanidad que se desprende de las formas angulosas y muy expresivas de contornos bien definidos. En la Virgen de la Humildad, el paisaje en forma de tablero de ajedrez define el mundo más allá del hortus conclusus (jardín cerrado), y su papel en toda la obra de Giovanni es el de crear una abstracción del espacio que no corresponda a la versión pura y simple del espectador, sino más bien a la de un viajero que sobrevuela el paisaje como en un sueño. Como un niño deslumbrado por la inmensidad del mundo, la vida bajo la mirada de este artista se nos presenta bajo la forma de un juego que todo el mundo tiene que atravesar. Para Pope-Hennessy, «en la pintura italiana, hay pocas experiencias más fascinantes que la de seguir a Giovanni di Paolo, como Alicia atravesando el espejo».
El paisaje detrás de la Virgen parece bañado en una atmósfera irreal. El panorama cósmico que se levanta detrás de ella como un plano inclinado da una nueva dimensión al tema de la Virgen en el Jardín, el hortus conclusus (antes de Giovanni sus predecesores del gótico internacional lo habían representado con frecuencia). Este tipo de panorama dominado por la figura geométrica del tablero vuelve de forma recurrente y bajo diversas formas, a lo largo de la carrera del pintor. La representación minuciosa de todos los detalles del fondo como de las flores en el primer plano, indica que el artista conocía perfectamente la pintura nórdica, pero libremente interpretada para ayudar mejor el lirismo íntimo de su propia poética.
El estilo de Giovanni permaneció indiferente a las influencias externas, salvo a la del gótico tardío lombardo y nórdico. El huerto detrás de la Virgen de la Humildad, recuerda los bosquecillos de Las muy ricas horas del duque de Berry pintadas por los hermanos Limbourg, que Giovanni podría haber encontrado en Siena en 1413. Según acreditan algunos documentos el pintor también podría haber trabajado en Lombardía. Pero incluso más que Sassetta, fue influenciado por la estancia de Gentile da Fabriano en Siena en 1424. En la Adoración de los Magos de Nueva York, las figuras se inspiran de los magos de Gentille. En la Huida a Egipto, las dos jóvenes que acompañan a la Sagrada Familia, también son tomadas de Gentile y también las podemos encontrar en la parte derecha de La Adoración de los Magos de Sassetta.
Se trata de una tabla de predela en la que el paisaje juega un papel decisivo. Es en el paisaje y no en los protagonistas del episodio que el espectador pone primero su atención. En el campo inundado por la luz cristalina del sol, las actividades agrícolas están en pleno apogeo, mientras que la banda azul del cielo es cruzada por grandes aves negras. El sol que se puede ver en la esquina superior izquierda es la fuente de todas las sombras, especialmente aquellas que se extienden más allá del río verde.
El documento más antiguo que poseemos de Giovanni di Paolo data de 1417, y estipula que trabajaba como miniaturista para los frailes dominicos de Siena. Además ejecutó cuatro grandes retablos para la basílica de esta orden. Sin embargo, la obra más antigua que ha sobrevivido es de pequeñas dimensiones y de asunto profano: un delicioso cassone de boda (arca para guardar objetos personales) fechado en 1421, que se encuentra en el Museo del Louvre. Probablemente fue alumno de Taddeo di Bartolo, cuyo estilo aún se refleja claramente en sus primeras obras y en las Madonnas de 1426. Pero un año más tarde ya muestra que ha aprovechado la estancia de Gentile da Fabriano en Siena. La influencia del maestro de las Marcas, único artista extranjero antes que los pintores de Umbría ha haber realmente ejercido un cierto dominio entre los artistas sieneses, no hizo más que acentuarse durante más de una década en las obras de Giovanni, que se inspiraba a la vez de la tradición gótica local y desarrollaba el extraordinario expresionismo de su dibujo y su línea impetuosa y a veces tensa. Cuando, siguiendo el ejemplo de Sassetta, Giovanni di Paolo intenta dar una consistencia plástica a sus figuras, es siempre el dibujo el que predomina, distorsionando la realidad y convirtiéndola en una abstracción fantástica impregnada de ardiente lirismo.
En esta escena, las figuras se inspiran de Gentile da Fabriano, pero Giovanni da al conjunto un tono más íntimo: para tranquilizar a un José perplejo, el rey joven le pone un brazo en el hombro y le toma las manos. Se trata de una de las últimas obras de Giovanni.
Esta Presentación se basa en la que realizó Ambrogio Lorenzetti en 1342, hoy en los Uffizi. Pero, a pesar de la semejanza aparente, por su espíritu y estilo, ambas composiciones no podrían ser más diferentes. En la tabla de Giovanni di Paolo, todo se vuelve más agitado, más sutilmente nervioso. Sus personajes sensibles e inquietos, cuya desecada vejez o su belleza endeble no tiene nada que ver con la misteriosa gravedad y dulce recogimiento de las figuras de Ambrogio Lorenzetti.
Vida de Juan el Bautista
El periodo más radiante de Giovanni di Paolo, pintor por otro lado extraordinariamente prolífico, se situa hacia mediados del siglo XV cuando entra en contacto con el ambiente artístico florentino. La Presentación en el Templo de 1449, estaba rodeada en su origen por una serie de pequeños paneles con Episodios de la vida de santa Catalina de Siena, hoy dispersos en diferentes museos; episodios que pueden ser considerados como un digno preludio de la obra maestra más seductora de Giovanni Paolo: la serie de paneles que relatan episodios de la vida de Juan el Bautista. Hoy, los seis paneles se conservan en Chicago, ciudad que tiene la suerte de poder admirar el conjunto de obras de Giovanni di Paolo más impresionante del mundo, descubiertas en fecha relativamente tardía (1907) y adquiridas por el Art Institute en 1933. Pope-Hennessy considera el ciclo de la Vida de Juan el Bautista como «quizás el más bello ejemplo de individualismo visual de toda la pintura italiana.»
En estos episodios aparecen picos agudos de aspecto lunar que surgen de los dameros (esas formas que recuerdan un damero o un tablero de ajedrez aparecen sin cesar) en abanico, campos y caminos, una topografía vertiginosa cuyos bosques oscuros descienden de las montañas hasta las llanuras brillantes y los muros de coral de ciudades herméticas y lejanas.
Los deslumbrantes palacios que aparecen en La Decapitación de Juan el Bautista con sus frágiles pórticos, arcos y galerías que se abren a piezas laberínticas. El fabuloso decorado de estos episodios donde la multiplicidad desconcertante y arbitraria del espacio y la perspectiva, elude cualquier posibilidad de juicio lógico, encuentra una justificación más poética. Las escenas que tienen lugar en estos decorados contienen momentos dramáticos y casi truculentos. Las figuras de los personajes vestidos con mundana sofisticación, muestran rasgos tortuosos y evolucionan con movimientos bruscos.
Giovanni fue nombrado rector de la corporación de pintores de Siena en 1441. Como era también el más notable miniaturista de su generación, se le llamó para iluminar El Paraíso de Dante. El gran poema vernáculo formaba ya parte de la vida de los sieneses. Desde 1396, se había contratado al gramático Giovanni da Spoleto para leer en voz alta La Divina Comedia los días festivos delante de la iglesia de San Vigilio. Todos los ciudadanos de Siena escuchaban esta lectura pública y por lo tanto conocían a Dante. En Dante y Beatriz abandonando el cielo de Venus y acercándose al sol Dante y Beatriz están a punto de encontrar a las almas planetarias de Tomás de Aquino y los santos dominicos. El Canto X del Paraíso contiene el verso: «Eleva, pues, lector, conmigo tus ojos hacia las altas esferas». Giovanni di Paolo fue un pintor marcado por un temperamento atormentado. En su obra aparece a menudo el tema de la muerte, del Paraíso y el Infierno. En la miniatura La Muerte en un paisaje de 1442, vemos a un hombre solitario sorprendido por la muerte atrapado entre un espeso bosque y el abismo que se abre en el primer plano. Esta obra recuerda a los miniaturistas del norte de Europa, como los hermanos Limbourg. El aterrador arquero monta su caballo a pelo, guadaña en la cintura, pero su cabeza está cubierta de pelo gris y su corcel escupe llamas rojas.
Traspasado y fracturado por unos rayos solares parecidos a flechas, el panorama que se despliega a los pies de Dante y Beatriz es sin lugar a dudas de la Toscana. En un ambiente de alegría y ligereza, asistimos al transporte de las almas hacia el sol y el cumplimiento final de un aspecto de la tradición sienesa – las posibilidades que ofrece la imaginación – ya implícita en el panorama del cielo en La tentación pintada por Duccio ciento treinta años atrás. Debajo de los personajes, los símbolos de la ciudad casi idénticos son esquemáticos.
Durante su larga actividad, Giovanni di Paolo no ignoraba los nuevos problemas formales, pero prefirió perseverar, sobre todo en el paisaje, en la meticulosa observación naturalista característica del gótico internacional.
Este panel extraordinario es un fragmento de la predela de un retablo realizado para la iglesia de San Domenico en Siena y hoy en los Uffizi de Florencia. Fue muy admirado por sus colores brillantes, su curiosa iconografía y su mística vitalidad. La representación de la tierra está rodeada de círculos concéntricos que representan los cuatro elementos (agua, aire, tierra y fuego), los círculos de los planetas y los signos del zodiaco. En las figuras del ángel, de Adán y Eva se evidencia la influencia de los modelos del gótico internacional, especialmente la miniatura francesa.
Hay como una vaga sensación de tristeza en las muestras de afecto de los elegidos situados entre las flores y bajo los árboles cargados de prodigiosos frutos de oro del Jardín del Paraíso en el otro extremo de la tabla.
El arte de narrar de Giovanni di Paolo
La predela de los retablos se convirtieron en el soporte natural de esta imaginería cívica y vernácula tan característica de la tradición de Siena. Estos pequeños paneles que se encuentran por lo general en la parte inferior de la imagen principal, ofrecen la oportunidad de mostrar la acción dramática que tiene lugar en el tiempo. Después de 1450, cuando el formato rectangular continuo adoptado en Florencia se convierte en la norma dominante, el talento de Giovanni di Paolo se expresa casi exclusivamente en la predela. Las historias Giovanni se convierten en divertidas y fascinantes. Entre sus pequeños paneles narrativos, sobresale la predela que relata los milagros de un nuevo santo, Nicolás de Tolentino, donde toma prestado a Gentile da Fabriano la exquisita sirena si apenas modificarla. En estas historias, se muestra sin duda más cercano a la religión popular que un Sassetta, quien representa lo inmaterial del cuerpo y la vulnerabilidad de la mente. Las figuras de «este simple artesano, creador de imágenes» (como lo describe Trevor Winkfield), ya representen a santos o a hombres comunes, los personajes de rasgos toscos de Giovanni di Paolo ya no flotan como nubes. Cada uno de los milagros que realizan es solo un trabajo como otro.
En esta obra Giovanni toma prestado de Gentile da Fabriano la iconografía de la vida del monje agustino Nicolás de Tolentino, cuando calma una tormenta en el mar. La imagen dramática con grandes vacíos negros y verdes, tiene la simplicidad y la simetría de una imagen votiva y se convirtió en el emblema de los límites humanos. Las figuras aparecen indefensas, perdidas, solo la intervención del santo puede salvarlas.
Este retablo se hallaba en una iglesia en las afueras de Siena, que conservaba entre sus reliquias una de las piedras con las que Esteban fue lapidado. Mientras que las puertas de las casas están abiertas, la calle está extrañamente desierta. En una ciudad vacía y silenciosa, la escena es dominada por la delicada presencia de una cierva gris amamantando al niño Esteban, ya coronado y envuelto en pañales. La cierva se ha representado bajo una forma heráldica, las líneas del pavimento se despliegan como si irradiaran de ella.
Los paneles que forman la historia de santa Catalina fueron comisionados por el Hospital de Siena después de que el papa sienés Pío II en 1461 hubiera procedido a la canonización de la santa. Catalina había rogado a Cristo que le diera un nuevo corazón totalmente puro. Unos días más tarde, «cayendo en éxtasis, su corazón se elevó por encima de su cuerpo, entró en el de Cristo y los dos corazones fueron uno solo». Aquí, Catalina se ha representado en levitación al exterior de un convento de tonos verdes grisáceos y tejados de color rosa. Cristo aparece detrás de su propia efigie, encima de la puerta de la iglesia.
Sin embargo, fue en el retablo que ejecutó en 1463 para la catedral de Pienza que las extravagancias de la última actividad pictórica del artista se hacen mas evidentes (con más de ochenta años y amenazado de ceguera, Giovanni continuaba pintando), sobre todo en lo que concierne a las figuras que pueden llegar hasta lo grotesco. Los críticos han querido ver en ello una rápida deterioración de las cualidades de Giovanni di Paolo, como Pope Hennessy quien creía en efecto que su pintura se había «corrompido» pero «ofrecía una imagen de miedo más que de consuelo». Sin embargo, el historiador prefiere claramente las extravagancias de Giovanni que la «autocomplacencia y la ternura a veces exasperante de un Sano di Pietro«. Algunas de las pinturas de este período nos presentan un mundo sombrío poblado de personajes con rasgos marcados por una vejez precoz y mirada demente. Sin embargo, renunciando de esta manera implacable a cualquier seducción terrestre, el viejo maestro sintiendo llegar su muerte, no hacía más que confirmar, con una intensidad aterradora y afligida, una visión espiritual que le era familiar desde los lejanos años de su juventud. Visión dura y solemne de una humanidad sin alegría, que se opone ferozmente a las leyendas maravillosas. Según Andrew Ladis, sus últimas obras reflejan una « mentalidad mal adaptada al desafío del momento». Giovanni se enfrentaba a un mundo de claridad, de racionalidad y de mesura. Ese «desafío del momento», ese «mundo de claridad», que es el Renacimiento albertiniano. Para comprender el verdadero alcance de Giovanni di Paolo, obviamente, hay que tener en cuenta el fracaso de su obra para adaptarse a la nueva estética.