Benvenuto Tisi, llamado Il Garofalo (Ferrara 1481-1559)
Benvenuto Tisi, llamado Il Garofalo fue un pintor de la escuela de Ferrara cuya formación se vio influenciada por Domenico Panetti, Boccaccio Boccaccino y Lorenzo Costa, quienes lo orientaron hacia un clasicismo mesurado y composiciones con grandes paisajes como fondo. A veces también hace prueba de un afectado naturalismo como es el caso de la decoración de la sala del Tesoro del palacio Costabili en Ferrara (conocido también como Palazzo di Ludovico il Moro) donde aparecen elementos de la vida contemporánea y el ilusionismo derivado de Mantegna.
También desde muy joven, estudió el colorismo y los paisajes de Giorgione, evidente en las dos Natividades, una en Estrasburgo y la otra en la Pinacoteca de Ferrara, esta última de 1515; a partir de entonces se sintió atraído por las invenciones de Rafael (Virgen del baldaquino, Londres, National Gallery y Masacre de los Inocentes de 1519, Ferrara, Pinacoteca). Su vena ecléctica se enriquece con las experiencias que van adoptando Tiziano y Dosso Dossi, pero permaneciendo ligado a la simplicidad de los temas y a composiciones de tradición ferraresa en numerosos cuadros de devoción privada y en retablos como en Madonna del pilastro (1523) Ferrara, Pinacoteca y Virgen entronizada con santos, Ferrara, catedral.
La construcción del Palazzo Costabili, más conocido como Palazzo di Ludovico el Moro, fue encargada por Antonio Costabili a Biagio Rossetti, y según cuenta la tradición, fue para acoger con todos los honores a dicho Sforza quien también era el marido de Beatrice d’Este, en el caso de una eventual huida de Milán. Estas escenas recuerdan los frescos ilusionistas de Mantegna en la bóveda de la Cámara de los Esposos de Mantua.
Las composiciones muy equilibradas de Garofalo muestran un clasicismo teñido de emoción, atravesadas por una luz natural que otorga a los personajes una humanidad sobria y sentimental más rigurosa que la de los venecianos, y se vuelve aun más mesurada y solemne después de su encuentro con Rafael, cuando los elementos de la composición toman una dimensión más elocuente y monumental como en el gran retablo de la Catedral de Ferrara. A las atmósferas lombardas heredadas de su maestro Boccaccino, el pintor añadirá otros elementos estilísticos en un perfecto equilibrio entre actitudes y emociones, especialmente en los retablos, cuyas imágenes transmiten de forma gráfica los textos evangélicos a una sociedad generalmente analfabeta. Se puede entender así como este modelo de religiosidad es llevado a lo cotidiano, lo que hace de Garofalo el más ilustre intérprete del clasicismo en Ferrara.
El tema iconográfico de la Virgen y el Niño sentada en las nubes y rodeada de ángeles músicos sobre un vasto paisaje es un tema que Garofalo ha representado varias veces desde la Virgen de las nubes o el Retablo Suxena de 1514 (Ferrara, Pinacoteca Nazionale), una obra temprana del pintor muy influenciada por la Madonna de Foligno de Rafael (1511-1512).
Sin embargo, esta imagen se caracteriza por un tipo de atmósfera flamenca donde muestra una mayor atención por el paisaje, dilatado hasta el horizonte. Picos rocosos al estilo de Patinir se suceden siguiendo el mismo ritmo ondulante que las vastas extensiones de agua, en cuya orilla hay una ciudad fortificada con un puerto (a la derecha) y un pequeño monasterio en la orilla opuesta. Esta preciosa composición circular se asocia con una atmósfera tempestuosa cálida y vaporosa, que establece una relación emocional entre el paisaje y la Virgen sobre las nubes. El curso de agua que transcurre tranquilo detrás de las figuras de los santos, es un símbolo mariano, ya que el agua simboliza la vida que regenera y purifica, y en este contexto se utiliza como un homenaje a la Virgen concebida sin pecado.
En el lienzo Cortejo mágico, obra atribuída a Garofalo, se pone de manifiesto un cierto eclecticismo y muestra entre otras influencias de El Bosco. De hecho, es una de las primeras pinturas italianas donde esta influencia es evidente, sin duda transmitida por las estampas que reproducían las pinturas del maestro flamenco y que circulaban en aquel momento por el norte de Italia. Las formas de las montañas se inspiran también de modelos de Joachim Patinir, un pintor que estaba en Italia en 1515 y cuyas obras figuraban en las colecciones de Ferrara. El Cortejo mágico se asocia con la costumbre de los desfiles de carnaval, muy de moda en Ferrara. La tradición de los carnavales revivía fiestas tradicionales más o menos moralizantes de la Antigüedad, transmitidas por fuentes literarias. La corte de Ferrara, los estudiantes universitarios y la población fueron los artífices de este renacimiento de lo antiguo. Desde 1977, se ha descartado la hipótesis de una atribución de esta tela a Girolamo da Carpi y en la actualidad tiende a atribuirse a Garofalo.
La escena representa una extraña procesión donde desfilan personajes reales y personajes quiméricos. Un carro triunfal en forma de cáscara de huevo descansa sobre unas ruedas de molino y es tirado por un camello con curiosas patas de grifo. Encima de su joroba va subido un mono que da de beber a una cara que sale de la parte posterior del animal. Al fondo, en un vasto paisaje, aparecen damas, caballeros y pastores. Cerca del gran lago, también se pueden reconocer a pequeños personajes trabajando en un astillero. En la parte inferior, hay un par de ciervos cerca de una fuente que simbolizan la armonía y la belleza natural que contrasta con el aspecto grotesco de la procesión.
Este episodio se ha tomado del libro IV de los « Fastos » donde Ovidio cuenta que la joven vestal Claudia Quinta, acusada de infidelidad, para demostrar su inocencia desencalló en la desembocadura del Tíber el barco que transportaba a Roma la estatua de la diosa Cibeles. La gran estatua de la madre de los dioses se encuentra de hecho en el puente de la nave, lleva una llave en la mano derecha y en su cabeza una corona adornada con torres. En la orilla, Claudia Quinta arrastra la gran nave con una cuerda. Aquí, Garofalo traza una historia a base de imágenes, y organiza en semicírculos otros episodios sacados de la leyenda contada por Ovidio. El pintor evoca con gran realismo la ciudad de Roma por medio de sus monumentos más famosos, el Coliseo y el Castel Sant’Angelo.
Esta obra formaba parte de la colección de los duques de Este. Vasari nos informa que Garofalo visitó Roma en dos ocasiones, y que su pintura fue fuertemente influenciada por Rafael. Este último hizo el esbozo de esta pintura que más tarde sería confiada a Tisi. El pintor «gustaba al papa Farnesio, Pablo II, y a sus poderosos cardenales», escribió Vasari en sus «Vidas» durante la visita del Papa a Ferrara en 1543. Y Vasari continúa: « y una vez que el duque de Ferrara mostró al papa el cuadro el Triunfo de Baco pintado al óleo y la Calumnia de Apeles por Benvenuto …» «con bocetos de Raffaello de Urbino (cuyos cuadros se encuentra sobre la chimenea de su Excelencia) el pontífice quedó sorprendido de que un anciano, tuerto además (Garofalo había quedado tuerto de un ojo), hubiera llevado a cabo algo tan hermoso».
Ludovico Mazzolino (Ferrara h. 1480-1530)
Ludovico Mazzolino pasó su juventud en Ferrara trabajando al servicio de los duques de Este y los últimos años de su vida trabajó en Bolonia. Se formó sobre todo en contacto con las obras de Ercole de’ Roberti y de Lorenzo Costa como se evidencia en su Adoración de los Magos, 1512, Roma, Collection Chigi, y, a partir de 1515, hace muestra de un gusto por lo caricaturesco derivado de los grabados nórdicos (Matanza de los Inocentes, 1515-1520, Roma, Galería Doria). A partir de 1520, el estilo de Mazzolino viene marcado por el cromatismo de Dosso Dossi y por un cierto rafaelismo derivado de Garofalo: Cristo entre los doctores, 1524, Berlín, Staatliche Museen; La circuncisión, 1526, Viena, Kunst. Museen. En otro cuadro sobre la Matanza de los Inocentes de 1528, hoy en Amsterdam, Rijksmuseum, la historia de este trágico episodio que ocupa el primer plano de la pintura se desarrolla a un ritmo rápido y vivaz. En lo alto del muro, detrás de los hombres armados y las madres desesperadas, se levanta una estructura arquitectónica antigua, con dos arcos laterales que se abren sobre un paisaje, donde se ha representado la adoración de los Reyes Magos y la huida a Egipto, mientras que en el centro, bajo un dosel y rodeado de sus ministros, Herodes da la orden de la matanza y asiste impávido a la escena sentado en su trono.
Con la habilidad de un miniaturista, Mazzolino pone énfasis en el tono violento de este episodio, mostrando las grotescas caras de los verdugos de aspecto caricaturesco que deriva de las estampas nórdicas. Además, el rápido y serpentino movimiento de los cuerpos recuerda el estilo anticlásico y fantástico de los falsos bajorrelieves que representan batallas y que aparecen constantemente en sus obras. Este cuadro de Amsterdam es contemporáneo de un cuadro similar y del mismo asunto que se encuentra en la Galleria Doria Pamphili de Roma, cuya composición se enriquece con un movimiento giratorio en diagonal con personajes dispuestos en grupos.
Ludovico Mazzolino, pintor de talento inquieto, excéntrico, poco ortodoxo, deliberadamente arcaico cuando rinde homenaje al ya anciano Ercole de’ Roberti, fue también marcado por la cultura nórdica. Pintor de pequeños formatos para coleccionistas donde combina episodios bíblicos y evangélicos con infinitas variaciones. En 1507, y en la corte de los Este, ejecutará varias pinturas (hoy perdidas) para el apartamento de Lucrecia Borgia esposa de Alfonso I d’Este. Además de Lucrecia, será uno de los artistas favoritos de Margarita Gonzaga y del cardenal Ippolito I cuando éstos empiecen sus colecciones de arte. El repertorio all’antica del que hace ampliamente uso se compone de falsos bajorrelieves, frisos, camafeos y grutescos que toma prestados de Pinturicchio en la decoración de en los Apartamentos Borgia del Vaticano. Sin embargo, la exuberancia decorativa de origen clásico también pone de manifiesto influencias de pintores boloñeses como Amico Aspertini y de cultura nórdica como Iacopo de’ Barbari y Durero. En la Sagrada familia de Turín, desarrolla una invención arquitectónica para el fondo en una especie de prótiro con un frontón que lleva un bajorrelieve tallado. Su blancura marmórea hace destacar la forma y el volumen de los personajes sagrados inspirados por Rafael y que habían sido retomados por Garofalo, como es evidente en la pose de san Juan que ofrece al Niño Jesús un cordero blanco, refiriéndose al sacrificio divino.
El marco decorado con candelabros y volutas, en el que se han dispuesto cinco paneles pequeños, da un aspecto todavía más precioso a esta pintura.
Giovanni Battista Benvenuti, llamado Il Ortolano
Los pintores que trabajaban para la nobleza y los conventos ejecutaron obras que expresaban una religión reformada, y en las que cada artista reflejaba su propia identidad. Giovan Battista Benvenuti, llamado Il Ortolano (Ferrara h. 1487-1527) fue un pintor activo sobre todo durante los primeros treinta años del siglo XVI, un artista erudito que supo inculcar en sus obras una fuerza altamente evocadora, incluso en sus composiciones menos ambiciosas. Después de haberse formado en contacto con la pintura de Ercole de’ Roberti y Ludovico Mazzolino, intensificó el carácter clasicista de sus obras siguiendo el ejemplo de Boccaccio Boccaccino y de Lorenzo Costa. Las obras de mayor envergadura y de estructura formal más majestuosa como la Crucifixión (Milán, Pinacoteca de Brera), el Descendimiento (Nápoles, Museo di Capodimonte) y la Natividad de 1527 (Roma, Galleria Doria) son todas posteriores a 1520. Pero sus creaciones más típicas son pequeñas pinturas religiosas, donde se simplifican las composiciones (a menudo basadas en simetrías básicas), los personajes están colocados en actitudes solemnes, su cromatismo es extremadamente brillante y difuso, y los encantadores fondos paisajísticos son similares a los de Garofalo (a veces sus obras se han confundido) y a los de Dosso Dossi. Para Ortolano, el paisaje constituye uno de los hitos de la pintura. Es el contexto donde se expande lo sobrenatural de la fe cristiana y el lugar donde se crea una suerte de atmósfera metafísica en la que el tiempo no cuenta. Es, como lo definía Roberto Longhi, « el ideal del clasicismo explicado al pueblo a través de contribuciones naturalistas» , un ideal que toma la forma de sentimiento de compasión y que recuerda a los pintores venecianos y toscanos, e incluso a Rafael. Con el famoso Retablo de santa Cecilia, el Ortolano nos ofrece un modelo de belleza y de armonía suprema. Otro ejemplo es el Retablo de san Demetrio, donde la naturaleza muerta en el suelo – herramientas de herrero, de carpintero – hace referencia a los instrumentos que se encuentran a los pies de la Santa Cecilia de Rafael, pero desprovistos de su poder de orquestación del universo.
Con una perspectiva centrada, conforme al gusto de Mazzolino (ver más arriba), las figuras se han repartido a intervalos calculados de forma rigurosa para enfatizar su monumentalidad clásica acentuada por la arquitectura y los efectos de luz. La iconografía es inusual: la nodriza sentada sobre un alto pedestal levanta al Niño para que el viejo Simeón lleve a cabo la pequeña operación; a la derecha, un ayudante sostiene un candelabro con una vela encendida que evoca la purificación obtenida por la circuncisión, todo ello en un perfecto equilibrio de las figuras.
Esta tabla ha sido fechada por unanimidad hacia el final del período de madurez de Ortolano, es decir, alrededor de los años 1524-1527; se la ha comparado con la Natividad con san Francisco y santa Magdalena (que lleva fecha MDXXVII) de la Galleria Doria Pamphili de Roma y con la Adoración de los pastores en el Metropolitan de Nueva York.
En esta tela, Ortolano muestra un vigoroso sentido plástico, un intenso cromatismo a medio camino entre Dosso y Garofalo y también modulaciones rústicas al estilo de Rafael. Por el carácter purista de sus composiciones, Ortolano muestra como a principios del siglo XVI las influencias florentinas iban llegando a Ferrara, especialmente de Fra Bartolomeo y Mariotto Albertinelli. Se trata de una obra característica del artista, con colores brillantes y un paisaje encantador como en tantas pinturas de Ferrara.