Las casas florentinas
A las viviendas florentinas se las llamaba generalmente palazzi (palacios) aunque no se hayan empezado a construir verdaderos palacios hasta el segundo tercio del siglo XV. [:]
A partir del siglo XIII, la forma de las casas es generalmente de tres a cuatro niveles, con una o tres puertas, y ventanas en los distintos pisos. Se continuó construyendo este tipo de moradas en el siglo XV, flanqueadas por casas de estrechas fachadas apretadas en angostas calles donde la luz penetraba con dificultad. A partir de la década de 1440, la construcción de palacios era en buena parte el reflejo de la rivalidad que oponía a las grandes familias como los Médicis, los Rucellai, los Pitti y los Strozzi. La palabra predilecta de los humanistas para calificar un edificio que sirviera a la dignidad y al estatus social del dueño era “magnificencia”. Alberti, en el De re aedificatoria, retomó la idea de Plinio el Joven según la cual el aspecto de un palacio tenía que ir ligado estrechamente al estatus social del individuo. El palacio, que representaba generalmente una inversión correspondiente a la mitad y algunas veces hasta los dos tercios de los recursos financieros de un hombre, era ante todo una manifestación de propaganda familiar, de la tradición y de la continuación de su estirpe. La familia que vivía en un palacio era casi siempre numerosa. Muchos palacios, nuevos o renovados, se elevaban sobre solares ancestrales o próximos a ellos, y en los testamentos, se intentaba velar por la permanencia de estos edificios en el ámbito familiar.
Encerrada entre sus muros, la ciudad con sus principales edificios urbanos (se pueden contar un número aproximado de 80) muchos de ellos: monasterios, hospitales, palacios constituyen visiblemente células de sociabilidad particular, pequeños mundos privados. La robusta muralla determina el perímetro de la hermosa ciudad que el Arno divide en dos partes. Primera vista urbana moderna en perspectiva y a vuelo de pájaro, este grabado pretendía ofrecer una imagen lo más completa posible de la Florencia del Cinquecento.
Cosme de Médicis comenzó la construcción de un nuevo palacio familiar, cerca del centro de la ciudad y a pocos pasos de un conjunto de casas familiares más antiguas. La posición de Cosme era particularmente delicada porque, en esta época, encarnaba de facto el poder, escondido detrás de la fachada del gobierno republicano. Tenía que evitar cuidadosamente dejar adivinar que era un ciudadano que ostentaba privilegios y poderes únicos. Su prudencia se pone de manifiesto en el proyecto de un nuevo palacio que encargó a Brunelleschi, proyecto que revelándose demasiado ostentoso fue rechazado. Cosme llamó luego a Michelozzo di Bartolomeo, antiguo colaborador de Lorenzo Ghiberti y de Donatello, quien finalmente emprendió la construcción del edificio aproximadamente tal y como lo conocemos hoy en la Via Cavour, antigua Via Larga.
El «edificio moderno», a la izquierda de la imagen, está claramente inspirado del palacio de Michelozzo, con sus gruesos y clásicos sillares.
Giovanni Rucellai se dedicó a comprar pequeñas propiedades que, reunidas, formaban su morada familiar. A principios de los años 1450, pidió a Bernardo Rossellino concebir y construir un patio interior. Algunos años más tarde, decidió hacer erigir una fachada, como una máscara de poder y de virtud que escondiera la arquitectura irregular más antigua. La fachada fue construida probablemente siguiendo los planos de Alberti. En esta época se construyó una loggia que sería reemplazada por otra diez años más tarde. Estas loggias (en Florencia había unas veinte en 1470), se utilizaban para los negocios, pero sobre todo eran el teatro de las festividades familiares, principalmente en los esponsales. Poco tiempo después de la construcción de la loggia Rucellai, cuando la vida familiar abandona la escena pública por la intimidad de los patios y de los jardines, la moda parece haber pasado.
El relato se despliega de izquierda a derecha dentro de un marco florentino contemporáneo, con un palacio que evoca el nuevo palacio Médicis, y una loggia como la que había hecho construir Giovanni Rucellai.
Estos edificios palaciegos tenían generalmente tres o cuatro niveles, la planta baja servía a menudo para tiendas o almacenes. El primer piso, el llamado piano nobile, tenía grandes salas donde se recibía a los invitados. Los plantas reservadas para uso privado no estaban distribuidas por corredores, lo que limitaba la intimidad. Había generalmente un patio interior (cortile), que en un principio servía esencialmente para iluminar la casa, antes de ser transformado más tarde como espacio para fiestas.
El mobiliario en el Renacimiento
La casa representaba el nombre de la familia, y los objetos que contenía eran conservados a lo largo de las generaciones. Si, alrededor de 1400, la casa florentina no encerraba más que muebles y objetos de primera necesidad, en 1500 el espacio comenzó a llenarse de objetos de lujo que no tenían siempre una función práctica. Desgraciadamente, hoy no subsiste ningún interior de casa florentina del siglo XV en su estado original. El palacio Datini en Prato y el palacio Davizzi (hoy Davanzati) en Florencia nos pueden dar una idea del aspecto que tenían estos interiores en el siglo XIV. Las principales estancias estaban pintadas al fresco imitando textiles o tapicerías murales, con motivos abstractos y elementos paisajísticos. Durante toda la Edad Media y el Renacimiento, las estancias florentinas contenían como único mobiliario cofres o cassoni, mesas, sillas y camas, y no siempre los propietarios eran sus dueños. A veces, los alquilaban, como atestiguan los estatutos del Arte de los ropavejeros florentinos de 1424.
Pero cada vez es más frecuente que los particulares experimenten la necesidad de vivir con más comodidad. Algunas pinturas o frescos del Trecento y del Quattrocento nos muestran los muebles de un dormitorio y su distribución: un colchón o un jergón de lana, de algodón o de crin, y un somier hecho con planchas de madera. Los edredones rellenos de plumas de ganso protegen del frío. Se generaliza el uso de sábanas de lino o de cáñamo. Un peldaño bastante elevado constituido por tres cofres, sirve de asiento o de mueble para guardar la ropa. En los frescos de Ghirlandaio, pintados para Giovanni Tornabuoni, uno de los hombres más ricos de Florencia, están representados muchos interiores aristocráticos florentinos. También podemos encontrar retratos de contemporáneos en estas escenas donde se cuenta la historia ciudadana, como una forma de pintura narrativa.
Las imágenes cristianas ocupaban un lugar importante en la morada florentina. A principios del siglo XV, el dominicano Giovanni Dominici (1357-1419) exhortaba a los padres inculcar a sus hijos una buena conducta religiosa por medio de imágenes, de estatuas y de juguetes. Las tierras cocidas vidriadas de Luca della Robbia que representan la Virgen y el Niño. Numerosos relieves en arcilla, pequeños relieves en mármol y modestas obras en metal repujado eran destinadas a uso doméstico. En numerosos salones florentinos se completaba la decoración con una Adoración de los Magos. El cuadro más prestigioso que se encontró en el palacio de los Médicis a la muerte de Lorenzo el Magnífico fue un tondo de Fra Angelico (atribuido a veces a Filippo Lippi) con La Virgen, el Niño y los reyes Magos. Su valor fue estimado en 100 florines, un precio muy elevado si se considera que era el mismo que se pagaba normalmente por un retablo. Se piensa que el magnífico cuadro de Botticelli que trata este tema (La Adoración de los Magos de la National Gallery de Londres, c.1475) fue pintado para el palacio florentino de Antonio Pucci.
Un nacimiento, sobre todo si se trataba de un varón (ya que había que dar una dote a las chicas) era un feliz acontecimiento. Una mujer había cumplido entonces con lo que era considerado como su principal función en la vida, la de dar a luz. Ella recibía la visita de las otras mujeres de la familia, que acostumbraban a llevarle frutas como regalo, como nos lo muestra el fresco de Ghirlandaio El nacimiento de san Juan Bautista. El desco da parto (plato de nacimiento) era una obra de arte que celebraba el acontecimiento. Estos platos, de forma poligonal o circular, estaban pintados a menudo por ambas caras. Los temas variaban – los Triunfos de Petrarca (el desco encargado por Pedro de Médicis con ocasión del nacimiento de su hijo Lorenzo lleva en una cara El Triunfo de la Fama y en la otra los emblemas de la casa Médicis), la fuente de Juventud, o simplemente la celebración del nacimiento con toda la solemnidad requerida (plato pintado por Masaccio que representa una escena de nacimiento que tiene lugar en una arquitectura muy brunelleschiana).
Ejemplo característico de un “desco da parto”, el dorso representa un putto y los blasones pertenecientes a la familia Maso di Luca y Catarina Soderini. La otra cara, representa el Juicio Final. En esta época la mortalidad neonatal era muy alta así como la materna, incluso en las clases más privilegiadas.
Las paredes de las casas estaban adornadas con retratos, que hasta mediados de siglo aproximadamente eran retratos de perfil, inspirados en las piezas de monedas antiguas. El retrato respondía a funciones diversas – propaganda, y celebración de acontecimientos como los matrimonios, expresiones de nobleza y orgullo -, pero era ante todo un gesto conmemorativo de piedad familiar. A lo largo del siglo XV, se insertaban retratos, tanto de los muertos como de los vivos, en los frescos y en los retablos. Son símbolos de la posición social como atestiguan claramente los retratos femeninos, y representan en efecto mujeres altamente idealizadas, que siguen los cánones de belleza contemporáneos: caras de porcelana, cejas depiladas y peinados estilizados. El vestido y las joyas no proclaman su independencia, sino el estatus del hombre con el que las han casado.
La casas florentinas contenían multitud de otros objetos: bustos en mármol, bajorrelieves, bronces, grabados sobre madera que representaban temas religiosos, objetos utilitarios como la loza, decorada con motivos vegetales, que fue muy popular. Con la invención de la imprenta, los libros hicieron igualmente su aparición en las casas, en un pequeño número, ya que eran muy caros.
Esta obra se sitúa en la tradición florentina de las efigies de perfil de emperadores y reinas de la Antigüedad. Estos retratos esculpidos eran muy solicitados, no sólo por la aristocracia florentina sino también por otros príncipes italianos como Alfonso de Nápoles, o Ercole de Este.
Cassoni y spalliere
El cassone – gran cofre de madera para ordenar la ropa – era un elemento esencial del mobiliario de una casa, a menudo estos cassoni eran producidos por pares y con decoraciones a juego. A propósito de esta moda, Vasari escribió: “En esta época el uso quería que se pusieran en las habitaciones, para servir de cofres, grandes cajas de madera que parecían ataúdes con cubiertas de diferentes formas; todo el mundo quería que le pintaran uno. Se representaban escenas en la parte delantera de estos cofres, a los lados y a veces en otro lugar; se colocaban los escudos de armas o los emblemas de la familia. Los temas pintados en la parte delantera se inspiraban generalmente de Ovidio y de otros poetas, o de historiadores griegos y latinos, pero se veían cazas, justas, episodios de novelas corteses u otros según el gusto de cada uno.” Los cassone se fabricaban a menudo con ocasión de un matrimonio y formaban parte de la dote de la joven esposa, ofreciendo con su decoración la imagen más fiel de la vida cotidiana en Florencia a principios del Renacimiento. Una narración continua se desplegaba sobre la parte delantera, donde el espacio ilusionista era sacrificado generalmente por una superficie decorativa. Las extremidades del cofre estaban pintadas con escenas adicionales o con los escudos de la familia, mientras que el interior de la tapa se adornaba con escenas de amor, o a veces imitando lujosas telas, que hacían referencia a la ropa que contenía. La decoración representaba un acontecimiento memorable del matrimonio, como una justa, una batalla, o las festividades que acompañaban la boda. Las escenas que exaltaban la virtud, la fidelidad o la castidad de las mujeres eran también características de este género.
La leyenda de las valientes sabinas, hace referencia a los valores de castidad y de fidelidad conyugal, tema recurrente en las escenas de “cassoni” o “spallieri”. Según el humanista y político florentino Leonardo Bruni, los florentinos descendían de Rómulo, lo que hacía aun más atractiva la historia de las Sabinas.
Las spalliere (spalle significa hombros, porque este tipo de pintura estaba situada a altura de hombro) se diferencian de los cassoni en que son más anchos, y, en lugar de acentuar la superficie plana decorativa, son concebidas como cajas espaciales cercanas a los frescos de las capillas del siglo XV. Las spalliere utilizan un abanico de temas comparables a los de los cassoni, a menudo con el mismo mensaje didáctico. En 1481-1482, Antonio Pucci, con ocasión del matrimonio de su hijo con una joven de la familia Bini, encargó a Sandro Botticelli cuatro paneles que ilustran la historia de Nastagio degli Onesti (Madrid, Museo del Prado), inspirado en un episodio del Decamerón de Boccaccio. La conclusión del episodio de Giovanni Boccaccio es un matrimonio, asunto evidentemente apropiado para la ocasión.
Encargados por la familia Strozzi los Triunfos de Petrarca se inspiran también en los carros de las entradas triunfales que se celebraban en Florencia, como la que se celebró en 1459 con ocasión de la entrada triunfal de Galeazzo Sforza donde aparecían spiritelli, pequeños geniecillos desnudos y alados llevando antorchas flameantes. En El Triunfo de la Castidad se ha desarmado al Amor, rompiéndole su arco y las alas.
La vida en el campo
En el siglo XIV, el campo era suficientemente apacible como para poder vivir de forma grata, y al finalizar el siglo XV, los nobles y los ricos burgueses amaban poseer una villa como segunda residencia. Alberti reconocía que en el campo se podía encontrar la paz, la alegría y una manera libre de llevar una vida sana. Muchas familias se hicieron construir o renovar villas en el campo, para poder retirarse en verano y escapar del calor asfixiante y las miasmas de la ciudad. Los Médicis en particular, se dedicaron a la construcción y a la decoración de villas. Sin contar la villa ancestral de Cafaggiolo, en el Mugello, Cosme y sus herederos adquirieron y modernizaron casas de campo, todas ellas situadas cerca de la ciudad: Careggi, o Poggio a Caiano, en las inmediaciones de Fiesole. Como la agricultura era la base de la economía florentina, en aquella época se leían las Geórgicas de Virgilio, que era el escrito más célebre que hablaba de agricultura y que hubiera sobrevivido de la Antigüedad. El paisaje florentino, un paisaje humanizado, cultivado, cuando las ciudades se hallan todavía encerradas dentro de sus murallas almenadas, donde hasta las rocas parecen familiares, como si fueran evocaciones de sillares naturales. En el paisaje toscano, se ve toda una arquitectura rústica, cabañas, emparrados de viña, endebles abrigos campestres de pequeños propietarios, donde brotan las verduras en los huertos, el trigo y los viñedos.
No subsiste ninguna villa florentina del siglo XV con su decoración interior perfectamente intacta, pero los nombres de los artistas que las ejecutaron atestiguan de la importancia de estos encargos: Del Castagno, Botticelli, Perugino, Ghirlandaio, Filippo Lippi, Pollaiuolo. Los temas iban desde los Hombres y mujeres célebres de Andrea del Castagno, en la villa Carducci, hasta el ciclo de frescos de Botticelli para la villa Lemmi.