Familia y poder
En la literatura celebrativa sobre Florencia y los florentinos sobresalen cuatro o cinco temas. Antes que nada está su dimensión estética, la belleza de la ciudad y sus alrededores: las iglesias, los palacios, las plazas, las calles. Un segundo tema se refiere a la riqueza, la enorme riqueza de los comerciantes, banqueros, contratistas de obras de arquitectura y los mecenas florentinos.[:]
Pero las conquistas políticas de los florentinos no tienen menos relieve en esta literatura celebrativa, como el elogio hecho por Leonardo Bruni. Aunque Leonardo Bruni (Arezzo 1370 – Florencia 1444) afirmara que el gobierno de Florencia era ostentado por una amplia participación popular, en realidad el poder político estaba en manos de una pequeña minoría, esencialmente reclutado entre las familias más ricas e importantes: Strozzi, Capponi, Albizzi, Médicis. Como jefe de la banca Médicis, Cosme disponía de amplios recursos, que podía utilizar, en caso de necesidad, para sus objetivos políticos. Incluso si no podía controlar todas las adscripciones de cargos públicos, podía ayudar a sus clientes y amigos por medio de un prudente ejercicio de su poder, que era esencialmente personal.
A partir de 1434, Florencia fue gobernada, como en el pasado, por grupos de familias ilustres, entre las cuales, la de los Médicis, dirigida por Cosme, era la más importante. Las demás familias eran los Pitti, los Ridolfi, los Capponi, los Soderini, los Guicciardini, los Pandolfini, los Tornabuoni, así como algunos vecinos y clientes de los Médicis antes de 1434, los Martelli, los Ginori, los Pucci.
El blasón de los Médicis y otros símbolos aparecieron en las calles, en las fachadas de los palacios e iglesias, seguramente con una finalidad decorativa pero también como un medio ingenioso de indicar, por esta forma de expresión visual, los vínculos y las relaciones de dependencia política, para afirmar ante la sociedad el éxito obtenido y recoger sus frutos. Los emblemas heráldicos mediceos se convirtieron en una constante en la vida cotidiana de los florentinos del siglo XV, que los llamaban familiarmente palle (bolas). A los que compartían las orientaciones y las estrategias políticas de Cosme el Viejo y de sus herederos se les llamaba Palleschi. La fuerza militar de esta facción es expresada claramente por una crónica de la época que evoca el momento difícil de la conjura de los Pazzi: Al atardecer de este fatídico día de abril de 1478, la multitud desamparada, testigo involuntario del homicidio de Juliano de Médicis y de la brutal agresión a Lorenzo, corría por las calles de Florencia presa de agitación y de un miedo extremo, gritando “Palle, palle, palle!”
La vieja aristocracia y el pueblo
La mentalidad de la élite florentina se refleja en el tratado de Léon Battista Alberti De la familia (c.1430). Alberti pertenecía a una de las más ilustres familias florentinas, que había sufrido el exilio y la discriminación durante años, siendo finalmente rehabilitada hacia 1430. En su libro, Alberti manifiesto su orgullo por los orígenes antiguos de su familia y los méritos que había adquirido al servicio de la comuna. Ninguna otra ciudad italiana, incluyendo Venecia, no ha dejado una tan amplia y rica documentación sobre las deliberaciones políticas durante un tan largo periodo de tiempo: desde la época de Dante, a principios del siglo XIV (el Trecento), hasta la época de Savonarola y de Maquiavelo, a finales del siglo XV, ninguna otra ciudad ha estudiado de un modo tan sistemático y en profundidad los problemas que conlleva el ejercicio de gobierno.
“En Fiorenza, no hay nadie que sea calificado de noble; todos, grandes y pequeños, son llamados ciudadanos. Y como sólo los artesanos tenían las riendas del gobierno, los nobles tuvieron que inscribirse en un arte, sea cual fuere. De modo que todos se llamaban ciudadanos y pertenecían a un arte, los humildes, creyéndose iguales a los grandes, son unánimemente satisfechos.” (Marco Foscari, Relazione, 1527). En muchos cuadros del Renacimiento, figuran retratos de magnates y de gente del pueblo, personajes célebres o desconocidos, que han ostentado un rol en la historia de Florencia. En el fresco de Benozzo Gozzoli en el palacio Médicis, algunos dicen reconocer mezclado a otros dignatarios, a Palla Strozzi, erudito y hombre político, que fue expulsado de Florencia por haberse atrevido a rivalizar con la familia Médicis.
El matrimonio florentino
Movidos por intereses económicos y políticos comunes, las familias estrecharon sus vínculos por el matrimonio y constituyeron en Florencia una élite compuesta de nobles y plebeyos. La elección de un matrimonio era decisiva para los padres: implicaba otorgar una dote – reflejo de la riqueza o del estatus social de la familia – un buen estado de salud – se consideraba que la mujer debía dar a luz a niños sanos y numerosos – pero también una buena educación. Lucrecia Tornabuoni describía en estos términos a su marido Pedro de Médicis, la futura esposa de su hijo Lorenzo, Claricia Orsini: “Tiene los cabellos rojizos, la cara un poco redonda, el cuello esbelto, un pecho que no hemos podido ver tan disimulado estaba pero que parece de buena calidad, las manos largas y finas.” Uno de los cuadros pintados por Botticelli, del ciclo de Nastagio degli Onesti, inspirado de un cuento de Giovanni Boccaccio muestra un banquete nupcial durante una de las ceremonias de boda que organizaban los nobles florentinos en la segunda mitad del siglo XV (cuatro escenas de este ciclo son conservadas en el Museo del Prado).
La dote de las mujeres
La dote era un elemento esencial en todo matrimonio, y su valor era un indicio importante de la riqueza y de la condición social de la familia. Preocuparse en reservar una dote que permitiera a su hija contraer un matrimonio ventajoso era muy normal para un noble florentino. Fuera de la dote, el rango social, según los diarios íntimos y la correspondencia de la época, era representado por los palacios que los particulares se hacían construir en un número cada vez más creciente. Se ha calculado que en el siglo XV, un centenar de palacios fueron construidos o modernizados. Se edificaba el palacio en lugares anteriormente ocupados por casas o por tiendas, que eran destruidas. El palacio encargado en la vía Larga por Cosme de Médicis al arquitecto Michelozzo, comenzado en 1444 y acabado hacia 1460, se convirtió en el prototipo de numerosas moradas del Renacimiento. Giovanni Rucellai comenzó la construcción de un palacio en la Vía Vigna Nuova después de 1440; Luca Pitti lo imitó en 1450. Filippo Strozzi se hizo construir el más hermoso y el más grande de todos por cuarenta mil florines en 1489. Los interiores de los palacios y de las casas de campo eran decorados con frescos conmemorando acontecimientos familiares u otros temas. Con ocasión de la boda de Lorenzo Tornabuoni y Giovanna degli Albizi fueron ejecutados frescos en su casa de campo en Chiasso Macerelli, por Sandro Botticelli. Probablemente, la decoración fue encargada por Giovanna con el fin de probar todo lo que la pareja podía ofrecerse el uno al otro: la educación humanista de Lorenzo y la virtud y la belleza (pulchritudo) de Giovanna.
Se trata de una pequeña caja de “pastiglia” de origen toscano. Las cuatro escenas representan a grupos bailando y todas las figuras llevan atuendos de la época.
La sobriedad de los platos era tradicional en las mesas toscanas, incluso en banquetes de ceremonia, pero la frugalidad de los alimentos era compensada por el lujo extraordinario del servicio de mesa; la vajilla de plata, las esculturas de mesa realizadas en oro y cristal, las piedras duras grabadas decoraban a profusión los aparadores, y todo ello era del gusto más exquisito.
Comerciantes y banqueros
Las actividades principales del comercio urbano eran la venta y el trueque de productos agrícolas: cereales, vino, aceite, carne, aves y verduras. El Mercato Vecchio había servido durante mucho tiempo de primer mercado regional para la población urbana y los distritos rurales de los alrededores. Los tejidos de lana eran uno de los elementos más importantes en los intercambios comerciales. La industria florentina, que fue una de las más florecientes de Europa entre los siglos XIII y XV, dependía estrechamente de las disponibilidades en lana de importación y de la rapidez en la venta de sus tejidos. Estas condiciones eran aseguradas por comerciantes dinámicos, esencialmente florentinos, que compraban las materias primas en Flandes, en España, en Inglaterra, y vendían los tejidos manufacturados por toda Europa y en el área mediterránea. Los productos del artesanado local – ropa, zapatos, pieles curtidas, tejidos, metales – representaban una buena parte del comercio urbano. Para facilitar los intercambios, existían los cambistas, cuya profesión era esencial si se piensa en la diversidad de monedas que circulaban por los mercados.
Los tejidos de calidad florentinos se volvieron realmente competitivos en los mercados europeos y orientales: entraron en competencia con los demás tejidos producidos en Europa. Florencia poseía dos elementos esenciales para esta industria: la abundancia de agua imprescindible para el lavado, el curtido y el tinte, y la abundante y experta mano de obra -masculina y femenina – emigrada del campo. La producción de los tejidos de lana era una operación muy compleja, que comprendía hasta veintiséis etapas, desde el lavado hasta los procesos de hilatura, el tinte, el cardado y el tejido en piezas, hasta las fases finales de lavado, secado, planchado y corte. Entonces el tejido estaba listo para ser vendido con el fin de satisfacer principalmente las exigencias de la moda vestimentaria. Creada a principios del siglo XIII, la Corporación de los laneros (Arte de la Lana) se convirtió rápidamente en una de las más poderosas de la ciudad.
La sucursal romana de la banca Médicis era la más rentable de la compañía. Cosme de Médicis, el gran mecenas del Renacimiento, fue uno de los empresarios más hábiles de su época. Al mismo tiempo que dirigía sus asuntos comerciales, desde 1434 participaba activamente en la vida política florentina. Para dirigir sus empresas (en 1451, se contaba, además de la casa madre de Florencia, seis filiales en el extranjero, dos comercios de lana y un de seda), Cosme ponía toda su confianza en sus socios, los cuales se ocupaban de todas las operaciones. Cosme tenía un instinto particular para escoger a sus administradores y asociados, gente fiel y procedente en su mayoría de buenas familias florentinas – Bardi, Benci, Martelli, Portinari, Sassetti, Tornabuoni – que sabían explotar sus vínculos con los Médicis. Bajo la hábil dirección de Cosme, la red empresarial de los Médicis se extendió sobre la mayor parte de la Europa cristiana y del Mediterráneo occidental.
Las obras de caridad
Entre las numerosas cofradías florentinas que además del tiempo dedicado a su culto, proponían servicios de ayuda mutua, la Arciconfraternità della Misericordia era una de las más destacadas – y existe todavía hoy en día. Fundada en 1240, reagrupaba frailes que ayudaban a los enfermos, a los heridos y enterraban a los muertos abandonados. Estas cofradías que recibían generosos donativos, ostentaban también un rol económico importante en la vida de la ciudad. En 1375, la cofradía de Orsanmichele pudo prestar mil florines para acabar la construcción de la catedral. Los frescos realizados por los alumnos de Ghirlandaio en el Oratorio dei Buonomini ilustran algunas obras de caridad. En el siglo XVI se produjo un cambio importante en los hospitales para los pobres que fueron equipados con camas individuales, asientos para los visitantes, locales ventilados, personal esmerado y limpio. Para los enfermos, casi todos pobres, se reconstruyó una atmósfera privada más acogedora y cómoda que en su propia casa.