Giulio Romano o Julio Romano
Giulio Pippi (1499-1546), apodado Romano porque nació en Roma, fue uno de los más fieles discípulos de Rafael, colaborando en las Logias, en las Estancias y en la Logia de la Farnesina. En 1521, heredó los bienes y dibujos de su maestro junto con Gianfrancesco Penni y continuó los proyectos comenzados por Rafael después de la muerte de éste. Pero Giulio Romano tenía ya su propias actividades arquitectónicas: la Villa Lante en el Junícolo (1521-1524, y 1530 para la decoración), el Palacio Maccarini (1522-1529), su propia casa hoy demolida. En 1524, por invitación del hombre de letras Baldassarre Castiglione, se instalará en Mantua, donde se convertirá en «director» de la última gran época artística en las cortes italianas del Renacimiento.
En la corte de Federico Gonzaga, hijo de Isabella d’Este, admirador de aquellas «cosas hermosas de la Roma antigua y moderna», destaca como artista universal, arquitecto, pintor y decorador. Comienza entonces su época de mayor actividad como arquitecto y pintor que Vasari describe como «variada, rica y abundante»; durante más de veinte años, construye o modifica los más importantes edificios civiles y religiosos de Mantua y su región. Su obra maestra más famosa, se mantiene todavía intacta: el Palazzo Te (1527-1534), encargado por Federico II Gonzaga como « villa de delicias » lugar de fiestas y acontecimientos familiares, uno de los modelos del manierismo internacional, que presenta innovaciones tanto en arquitectura como en decoración. Al frente de un taller bien organizado, Julio Romano coordina la decoración del apartamento, llamado de Troya en el Palacio Ducal (1536-1538), así como de la Catedral y la iglesia abacial de San Benedetto Po.
Desde 1521, el marqués Federico Gonzaga había intentado, a través de su portavoz en Roma, Baldassare Castiglione, de persuadir a Julio Romano de abandonar la ciudad eterna y venir, con todos los honores, a formar parte de su corte. Como su padre Francesco, además de mecenas fue también un importante jefe militar, y como su madre Isabel de Este, un apasionado protector de las artes. Federico fue nombrado capitán de la Iglesia, se puso al mando de las tropas imperiales en el asedio de Pavía; pero dividió sus lealtades cuando Clemente VII organizó la Liga de Cognac (1526); sin renunciar al título de capitán de la Iglesia, permitió que el comandante imperial, Frudsberg, cruzara el Po. Su conducta fue recompensada con el título de duque (1530) y de capitán de las tropas imperiales en Italia. Federico cuidaba de forma maníaca su propia imagen, hasta el punto de identificarse con la representación tradicional de Júpiter, rey de los dioses y soberano del Olimpo. El refinamiento del Marqués se expresa en el suntuoso jubón de terciopelo bordado con hilos de oro, que recuerda al que le había regalado a Tiziano para convencerle de venir a trabajar a Mantua.
Esta escena forma parte de la decoración de los apartamentos de Federico Gonzaga, donde se representan los episodios importantes de la guerra entre griegos y troyanos. La batalla se libra en el techo de la sala llamada de Troya, entre caballos despavoridos y guerreros que yacen en el suelo, dominados por figuras de héroes tensos hasta el límite y ayudados a veces por el favoritismo de los dioses.
La actividad artística en la ciudad de los Gonzaga, entre la muerte de Mantegna (1506) y la llegada de Julio Romano, que se caracterizaba por una producción local de artesanía de alto nivel y la presencia de artistas venidos de otros centros vecinos, experimentó un cambio radical cuando un alumno de Rafael se impuso en aquella Corte. La llegada a Mantua de Giulio Romano también trajo consigo el prestigio de haber sido discípulo de uno de los artistas más famosos de principios del siglo XVI, junto con la experiencia de un método de trabajo basado en una estricta división de competencias. De hecho, en muy poco tiempo, el artista recreó la organización del taller de Rafael, poniéndose al frente de un gran equipo de alumnos y asistentes que iban a dar forma a sus invenciones en los diversos campos de la producción artística: pintura, escultura, arquitectura, realización de tapices y objetos de orfebrería, diseño de decoraciones efímeras para fiestas e incluso vestuario de teatro. Esta versatilidad y su capacidad de responder de manera oportuna y eficaz a las necesidades de Federico Gonzaga, fueron las características que aseguraron el éxito del artista en la corte de Mantua.
El Palazzo Te
El Palazzo Te, obra maestra de Giulio Romano, está situado en las afueras de la ciudad, en una antigua isla que abrigaba las caballerizas más famosos de Europa. Se trataba de una villa suburbana, llamada villa de delicias (Delizie) a la antigua moda destinada al descanso y el entretenimiento. El edificio consta de una sola planta y se inscribe alrededor de un patio con un gran jardín en forma de exedra al que se accede por un foso que antiguamente contenía peces. La construcción se caracteriza por el equilibrio entre los elementos clasicistas y otros claramente manieristas. Cada fachada contiene una logia, cuya disposición no es repetitiva sino que se distingue por un equilibrio de contrastes: oposiciones entre claves de bóveda y ventanas de tipo rústico, con puertas entre pilastras de superficie enteramente lisa – pilastras colosales, englobando por su forma gruesa la planta principal y el altillo. Se trata del orden toscano, con bases en estucos rústicos y vermiculados. En la puerta principal – un túnel con columnata y bóveda de cañón de casetones que conduce al patio – descubrimos otro extraño procedimiento: las columnas a cada lado, talladas groseramente, están encerradas en una manga de piedra bruta (se trata en realidad de estuco) para dar un aspecto de inacabado. Se trata de una parodia del gran vestíbulo del Palacio Farnese de Roma, una broma un poco pretenciosa que quiera imitar su esplendor. En la fachada que da al jardín se abre una admirable loggia como en la Villa Madama de Roma, en cuya decoración contribuyó Giulio Romano.
En ocho años , Julio Romano transformó este magnífico palacio que Sebastiano Serlio cita como «el verdadero modelo de la arquitectura y la pintura de nuestro tiempo»: un cuadrilátero alrededor de un gran patio, al que da acceso un vestíbulo tetrástilo que evoca, como en la Villa Madama, un atrio antiguo como se imaginaba entonces. La logia que da al jardín se abre con tres grandes arcos sostenidos por bloques de cuatro columnas que dan a un espacio cubierto con una bóveda de cañón, enteramente decorada en estuco y con frescos como en la Domus Aurea de Nerón, que inspiraron la Villa Madama.
En el interior del Palacio Te, la decoración de los apartamentos parece inspirada por el deseo de ofrecer variedad. Cada sala tiene unas dimensiones, una estructura y un decoración diferente que crea efectos sorprendentes. La suntuosa decoración al fresco y en estuco ha sido elaborada basándose en dos temas iconográficos: las pasiones amorosas, a las que se refiere el ciclo Escenas de la vida de Psique y otro que hace referencia a las virtudes de Federico II Gonzaga. El marqués quería que en la visión ilusionista y angustiosa del castigo de los Titanes en la Sala de los Gigantes quedara reflejada su lealtad a la autoridad imperial de Carlos V. Es el epítome de la decoración manierista, mezcla de real y ficticio, en un conjunto de imágenes complejas, divertidas e ingeniosas, con la seriedad del contenido moral del mito, contraste entre la consciencia de una realidad sólida y la fantasía en la terrible carnicería que se desarrolla en los muros. En la Sala del Sol, Giulio lleva a la práctica un efecto de sotto in su aún más sorprendente que en la Cámara de los Esposos de Mantegna. La logia de las Musas con delicadas decoraciones en estuco, comunica con la Sala de los Caballos, decorada con arquitecturas en trampantojo, donde figuran los retratos de los mejores caballos del duque. Los detalles descriptivos, muy cuidados, quieren dar una imagen viva y creíble de de la suntuosa corte de los Gonzaga. Cualquiera que sea la diversidad de los temas de las diferentes salas, el hilo conductor de todos los frescos de este palacio es la glorificación de la dinastía reinante.
La Sala de Psique del Palazzo Te de Mantua
La Sala de Psique, fue pintada en su totalidad por Giulio Romano y algunos de sus mejores asistentes entre 1526 y 1528. Fue en esta gran sala destinada a fiestas y recepciones, donde se llevó a cabo, en 1530, el famoso banquete ofrecido a Carlos V en la primera visita que hizo a Mantua y en el transcurso de la cual impuso a Federico Gonzaga el título de duque. La iconografía de los frescos se inspira en El asno de oro de Apuleyo, una novela de la Antigüedad que narra las peripecias amorosas de Psique y las dificultades que debe superar para finalmente poder casarse con Amor. La decoración se distribuye entre los casetones de la bóveda – donde las escenas, iluminadas por una luz tenue, están representadas con audaces escorzos – y las lunetas en la parte superior del techo. Es aquí donde fue pintado el famoso Banquete nupcial de Amor y Psique, El baño de Marte y Venus y Marte expulsando Adonis del pabellón de Venus, así como la gigantesca y solitaria figura de Polifemo, casi soterrado entre las rocas, que domina todo el conjunto y anuncia los Gigantes de la sala del mismo nombre.
Al contemplar las imágenes pintadas en la Sala de Psique, se puede apreciar la variedad de figuras y de detalles que Giulio Romano utiliza en su evocación de una época mítica, lejana y exótica. Entre los elefantes, camellos, dragones y otros seres monstruosos o grotescos, se celebra el triunfo de un amor sensual y alegre, donde los personajes son capaces de dar rienda suelta a sus pasiones. Los temas amorosos son tratados con extraordinaria libertad y audacia, según el gusto del pintor que también debía ser compartido por el duque. En su «Vida de Giulio Romano», Vasari dedica una extensa descripción a las escenas que representan el banquete de boda de Psique, y cuenta el asombro del visitante contemporáneo ante tal riqueza decorativa. Uno de los más famosos detalles de este fresco es el buffet pintado, adornado con vajilla de oro y plata.
La Sala de los Gigantes
La sala más notable del Palacio Te es la llamada Sala de los Gigantes: un gran espacio abovedado que según dice Vasari «parecía un horno», con las esquinas redondeadas, pintada sin interrupción desde la parte superior de la bóveda hasta el pavimento que en su origen estaba compuesto por piedras de río dispuestas en espiga. El asunto trata del castigo infligido por Jupiter a los gigantes que osaron oponerse a su poder y trataron de llevar su desafío hasta el cielo. Desde lo alto del Olimpo, Jupiter, rodeado de todos los Dioses, la mayoría de los cuales se encuentran paralizados por el miedo, responde al insulto lanzando sus rayos sobre la tierra y golpea a los gigantes en su torpe tentativa de subir al Olimpo. Con sus enormes y musculosos cuerpos, sus rostros grotescos y desesperados, los gigantes se esfuerzan por resistir o escapar del derrumbe de rocas y elementos arquitectónicos diseñados por Giulio Romano.
La sala de los Gigantes aparece poco iluminada de forma deliberada para que los frescos tengan un efecto más impresionante. En el centro de la bóveda figura el templo de Jupiter sostenido por nubes, mientras que Júpiter, rodeado por los dioses del Olimpo, lanza su ira sobre los presuntuosos Titanes que querían asaltar el Monte sagrado y son aplastados bajo el peso de los templos y las rocas que caen sobre ellos en un terremoto cataclísmico.
La Sala de los Gigantes fue y sigue siendo un lugar sorprendente para los visitantes del palacio ante el gran cataclismo que se despliega ante sus ojos. En 1532, cuando el emperador Carlos V viajó por segunda vez a Mantua, Federico Gonzaga hizo terminar con rapidez la decoración de los dos primeros muros, ansioso por mostrar a su ilustre huésped la novedad de este proyecto decorativo, y al mismo tiempo honrar su persona con un asunto cuyas implicaciones políticas evidentes, evocaban el éxito político y militar imperial contra las potencias enemigas. En ese lugar, realizado por su más estrecho colaborador, Rinaldo Mantovano en la primera mitad de la década de 1530, Julio Romano llegó al apogeo de su vocación teatral y escenográfica lo que refleja el gusto por el artificio que tomaría una importancia considerable en Italia y de forma general se asocia al estilo llamado manierista.
Correggio y sus mecenas de Mantua
Antonio Allegri (1489-1534), llamado Correggio, toma el nombre de su ciudad natal cerca de Reggio Emilia. Sobre su vida retirada que transcurrió casi en su totalidad en Correggio, exceptuando una prolongada estancia en Parma, no se conoce casi nada. Desde su posición de «pintor de provincias», Correggio desarrolla, con gran fervor intelectual, un lenguaje pictórico que se sitúa entre los más ricos y originales de la renovación artística de principios del siglo XVI, capaz de proporcionar estimulantes lecciones a los pintores de su época, y aun más allá. Su formación, tras una fase de simple aprendizaje, consistió en una primera experiencia decisiva en Mantua, con la perspectiva ilusionista de Mantegna, el elegante clasicismo de Lorenzo Costa, y más tarde marcado por el sfumato de Leonardo da Vinci. Como consecuencia de un viaje a Roma, se inspirará de Rafael y Miguel Ángel, elaborando graciosas posturas más o menos serpentinas o sensuales, aunque se le vincula sólo en parte con el manierismo (la pintura de Parmigianino se alía con la de Correggio, pero sólo la del primero está totalmente conectada al Manierismo). El trabajo más importante de los últimos años de la actividad de Correggio es la serie de Los amores de Júpiter, comisionados por Francesco Gonzaga y que se puede ser fechada alrededor de 1530, de la cual formaba parte la Danae de la Galería Borghese de Roma así como Júpiter e Ío y El rapto de Ganimedes, las dos pinturas hoy en el Kunsthistorisches Museum de Viena, y Leda de la Gemäldegalerie de Berlín. Todavía no está claro donde ni para quien se destinaban estos maravillosos cuadros, lo que si es cierto es que fueron ejecutados a petición del señor de Mantua, quizás siguiendo las indicaciones de su fiel consejero el conde Nicola Maffei, quien ya poseía por lo menos dos pinturas mitológicas de Correggio: La educación del Amor de la National Gallery de Londres y el cuadro Venus y Amor descubiertos por un sátiro, en el Louvre. Algunos expertos sostienen que las cuatro pinturas mitológicas de Correggio estaban destinadas a decorar una habitación del Palazzo Te. Sin embargo otros – fiándose de Vasari – el cual sólo menciona dos pinturas – se inclinan a pensar que querían utilizarse como regalos a Carlos V.
Con su delicado pincel, Correggio representa el calor de la pasión como un intenso momento de alegría, de sonrisas, de éxtasis. Las heroínas seducidas por Júpiter se abandonan lentamente, y el joven Ganímedes, tal vez un poco sorprendido, cuya actitud recuerda la de un ángel de la cúpula de la catedral de Parma, es impulsado hacia el cielo sin ruido y sin protestar demasiado. Con estos cuadros, Federico Gonzaga mostraba un gusto muy diferente al de su madre Isabella d’Este, quien encargaba para su Studiolo pinturas de contenido moralizante, quizás equiparables al ciclo de pinturas que representan escenas mitológicas de bacanales realizadas por Giovanni Bellini, Tiziano y Dosso Dossi para el Studiolo del duque de Ferrara, Alfonso I d’Este, hermano de Isabella y tío de Federico Gonzaga.
Correggio es capaz de resolver su amplia y compleja investigación cultural en un tipo de pintura, cuya frescura y ternura se renueva continuamente. Conquista al espectador con la gracia natural de las actitudes y la delicada riqueza de la gama cromática. Correggio aprendió rápidamente la naturaleza inquietante de la media sonrisa de Leonardo da Vinci que ilumina los rostros de sus figuras, santos, Venus, Madonnas y ninfas. Sus dotes como colorista eran tan evidentes que Giulio Romano, frente a Danae y Leda, adquiridas recientemente por su mecenas de Mantua, dijo que nunca había visto tal perfección de colorido que fuera comparable al de Correggio. Ver : Correggio, biografía y obra.
La escena tiene lugar en un bosque, con Mercurio como maestro de Cupido, acompañado por su madre Venus. Mercurio está representado con su casco alado y mira tiernamente a Amor, mientras que Venus, inusualmente pintada con alas, aparece en una actitud basada en la estatuaria clásica, conocida como Venus Púdica. Esta alegoría que representa el amor celestial, iba probablemente emparejada con el cuadro que lleva por título Venus y Amor descubiertos por un sátiro, antaño conocido como Júpiter y Antíope, que representa el amor terrenal.
Obras de Tiziano para la corte de Mantua
En 1523, Tiziano establece relaciones con Federico Gonzaga, quien le encargará varias obras, entre ellas la serie de once Emperadores romanos para una sala llamada Gabinete de los Césares. Toda la pieza es un homenaje a la autoridad imperial de Carlos V, de quien dependía la fortuna política del duque de Mantua. A través de los buenos oficios del duque Federico, Tiziano conoció en Parma a su futuro protector, Carlos V. En 1627, después de la compra por el rey Carlos I de Inglaterra de las más bellas obras de arte de los Gonzaga, los retratos de los Césares de Tiziano se sumaron a las colecciones reales inglesas. Más tarde, estos retratos llegaron a España, donde fueron lamentablemente destruidos en un incendio en 1734, y hoy conocidos por dibujos y grabados. Casi cuarenta pinturas de Tiziano fueron enviadas a Mantua desde Venecia. Estas pinturas fueron realizadas ya sea para el duque, quien a menudo las ofrecía a personas influyentes en la corte imperial y a los que quería pedir favores, ya sea para importantes personajes de la corte como el señor Giovan Giacomo Calandra, quien recibió una María Magdalena, o el conde Nicola Maffei destinatario de la Cena en Emaús, hoy en el Louvre.
Los numerosos lienzos que Tiziano ejecutó para Mantua, como el Retrato de Federico Gonzaga, hoy en el Museo del Prado, y obras sobre temas religiosos como la llamada La Virgen del conejo, el San Jerónimo y El Santo Entierro, todos en el Louvre, hace suponer que entre el artista y el duque existió una profunda relación de confianza, lo que puede explicarse por el hecho de que Julio Romano diera su acuerdo a la presencia prestigiosa de Tiziano en el pequeño mundo artístico que era Mantua. No debía temer que el pintor de Pieve di Cadore le hiciera sombra, ya que sus habilidades eran muy diferentes: mientras que Tiziano era famoso por sus lienzos, Julio Romano había casi abandonado la pintura de caballete. Por otro lado, Julio era probablemente consciente de que Tiziano no tenía ninguna intención de abandonar Venecia, ni mucho menos hacerle la competencia en Mantua. Ambos artistas debieron conocerse e incluso construir una relación de amistad. Testimonio de ello, son algunas cartas y un retrato de Julio Romano realizado por Tiziano entre 1536-38.
Última actualización : 07-12-2023