Domenico Ghirlandaio (Florencia 1449-1494)
Domenico di Tommaso Bigordi, llamado Domenico Ghirlandaio, toma su nombre de la actividad de su padre, un afamado orfebre que creaba «guirnaldas» con las que las damas florentinas adornaban sus cabellos. Después de un periodo de aprendizaje en el taller de su padre trabajó con Alesso Baldovinetti. Con sus hermanos David y Benedetto y su cuñado Sebastiano Mainardi, organizó un taller muy activo que le permitió ganar prestigio en Florencia. Apreciado por las grandes familias florentinas, realizó numerosos ciclos de pintura al fresco.
Trabajó para Lorenzo de Médicis sustituyendo a Botticelli como artista oficial de la familia. Lorenzo había encargado a Domenico y a otros destacados artistas como Botticelli, decorar su villa de Spedaletto cerca de Volterra, frescos hoy perdidos. Con Sandro Botticelli, cinco años mayor que él, y Leonardo da Vinci, tres años más joven, Domenico Ghirlandaio pertenece a una generación de artistas cuya actividad artística tuvo lugar en la época de Lorenzo de Médicis, el período de esplendor de Florencia. Ghirlandaio, como Lorenzo, nacido en 1449 vivió y recibió su formación artística en esta época. Se convirtió en un artista independiente poco después de que en 1469 Lorenzo tomara las riendas de la ciudad; en 1494, una vez establecida la paz entre Florencia y el papa Sixto IV, y encontrándose en el apogeo de su carrera artística, Ghirlandaio murió de repente – como Lorenzo de Médicis – apenas dos años después de la muerte del Magnífico.
De esta escena, Vasari hizo una de sus descripciones más detalladas. Nombra a todos los personajes representados en el fresco y explica sus actividades. Como en el Nacimiento de la Virgen, la acción se centra en un solo personaje. En la primera escena, se trataba de la sirvienta que vertía agua en una jofaina para lavar a la recién nacida, y en la segunda, es la muchacha que entra por la derecha, con su canasta de frutas en la cabeza y otros presentes. Vasari hizo hincapié en esta figura femenina «que es muy bella», atrayendo la atención de la crítica más moderna sobre esta obra maestra.
El papel de los mecenas
Siguiendo el ejemplo de Lorenzo el Magnífico, los últimos descendientes de las grandes familias rivalizaban en la promoción de las artes: perpetuar su memoria y la de su familia como benefactores y mecenas, obteniendo así la inmortalidad. Los comitentes de Ghirlandaio fueron reclutados principalmente en el partido de los Médicis. Ciudadanos acaudalados como Francesco Sassetti y Giovanni Tornabuoni, quienes siguiendo la costumbre de la época, encargaban al artista la decoración de la capilla de la familia o un retablo. La principal finalidad era salir del anonimato. La representación pictórica de uno mismo era un motivo de prestigio social. Era el medio de aumentar su reputación en una especie de apoteosis principesca. No es casualidad que fuera precisamente durante el reinado de Lorenzo de Médicis, que se acrecentara el interés por la pintura al fresco y que la auto celebración en los muros de una iglesia o en una escena de retablo jugara un papel tan importante. Los representantes de la clase dominante eligieron a Ghirlandaio como cronista de su tiempo, dejando así testimonio de su papel como promotores de las artes y glorificadores de la ciudad y de sus dirigentes. En sus representaciones de personajes, el artista evita cualquier tono o imagen crítica, ya que en el fondo se consideraba a sí mismo como el mejor «representante» de su tiempo, como lo prueban los autorretratos que inserta en sus obras.
Los esposos Tornabuoni han sido representados rezando a cada lado del altar de la capilla que lleva su nombre. Detrás de los personajes, el paisaje y las columnatas dan profundidad a la escena y permiten un juego de luces. La esposa, de rodillas con las manos juntas y su rostro enmarcado por un velo blanco, parece menos vivo que el de su esposo, ya que se trata de un retrato póstumo. Una lápida falsa lleva un epígrafe y la fecha de finalización de la obra: «Año MCCCCLXXXX quo pulcherrima civitas opibus victoriis Artibus aedificisque nobilis salubritate perfruebatur blanco» (en el año 1490 la más bella ciudad, famosa por sus riquezas, sus victorias, sus actividades y sus edificios, gozaba de salubridad y paz). Estas palabras reflejan el orgullo y satisfacción de la gran burguesía florentina en la década de 1480. Se enriquece pero honra a su ciudad.
Los frescos de Santa Maria Novella
Ghirlandaio era ante todo un pintor fresquista, y técnicamente, uno de los artistas más hábiles de su época. En casi todas sus decoraciones se rodeó de asistentes, pero su trabajo no se limitaba solamente a ejecutar las partes principales sino que a menudo realizaba también los fondos de las escenas. Dado su tamaño y el alto nivel artístico, la decoración de la capilla Tornabuoni de Santa Maria Novella fue descrita con todo detalle por Vasari: «Esta capilla fue considerada como una obra bellísima, grandiosa, elegante y encantadora por la vivacidad del colorido, por la habilidad y pulcritud de las técnicas y por el hecho de que se hicieron muy pocos retoques en seco». El juicio de Vasari se hace aún muy elogioso: «Y ciertamente merece Domenico grandes alabanzas en todo sentido pero sobre todo por la vida de las cabezas, que son retratos del natural y tienen para quien contempla la obra el valor de vivísimas efigies de muchas personas principales.» (Vasari. «Vida de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos»)
La escena tiene lugar en el interior de un palacio que corresponde al ideal de arquitectura renacentista. La niñera, sentada a los pies de la cama, lleva en brazos al recién nacido que se mete un dedo en la boca, como hacen los niños. La sirvienta trae agua en un jarro para vaciarla en un recipiente colocado sobre el pavimento. El mundo contemporáneo del artista está representado por el retrato de algunos personajes, como el de la joven que encabeza el cortejo de mujeres, se trata de Ludovica Tornabuoni, hija del comitente.
La parte más decorativa de la sala, es un friso de angelotes danzando y tocando instrumentos musicales, en el que el pintor utiliza la técnica del claroscuro sobre fondo azul, reproduciendo las terracotas esmaltadas que realizaban los Della Robbia en aquella época. El Nacimiento de la Virgen es una de las pocas escenas que los expertos atribuyen al propio maestro. El equilibrio de la composición hace de este fresco una obra maestra de Ghirlandaio.
En la pintura de Ghirlandaio predominan los tonos tierra, más claros en el transcurso de su primer período, utilizando progresivamente contrastes más fuertes. Esta forma de utilizar las luces y sombras y los colores, da como resultado esta impresión general de tranquilidad y armonía que se desprende de sus composiciones. Su mérito indiscutible es el de haber sabido encontrar una manera muy personal de combinar los avances artísticos de su tiempo y los precedentes: en ello consiste la esencia de su arte. En todas las obras de Ghirlandaio aparece magníficamente retratada la ciudad de Florencia.
Cuando en 1486 Giovanni Tornabuoni encargó al entonces pintor más famoso de Florencia, Ghirlandaio, la decoración al fresco de la capilla de la familia en Santa Maria Novella, la iglesia contaba ya con numerosas y prestigiosas obras de antiguos maestros, como los frescos de la Capilla de los Españoles de Andrea da Firenze, artista seguidor de Giotto, de un estilo muy particular, o los famosos frescos del Claustro Verde decorado en 1460 por Paolo Uccello y que todavía conservan todo su encanto a pesar de su mal estado. La arquitectura de origen de la capilla es, como la iglesia, medieval, y su decoración comienza en mayo de 1486. La fecha inscrita en la escena la Anunciación a san Zacarias – 22 de diciembre de 1490 – indica el día de la consagración de la capilla.
La figura del soldado recuerda las futuras contorsiones anatómicas típicas del manierismo, y el dramatismo de la escena los frescos de Luca Signorelli en Orvieto.
El retrato en los frescos de Ghirlandaio
En la obra de Ghirlandaio no se pueden pasar por alto los numerosos retratos de contemporáneos que incorpora a sus frescos, los cuales testifican los vínculos familiares de los comitentes con los protectores de la ciudad y de sus artistas, los Médicis, y otros grandes banqueros. En la capilla Sassetti de Santa Trinità, las escenas de la Vida de san Francisco sirven como pretexto para representar los lugares más emblemáticos de la Florencia de aquella época, como la Piazza della Signoria con el Palazzo Vecchio y la Loggia dei Lanzi, insertando además numerosos retratos de contemporáneos. La escena del Milagro de San Francisco se transforma así en un episodio personal, que afecta muy de cerca al comitente a y su familia. Vasari había reconocido a la casi totalidad de los personajes, con sus hijos y amigos. En la escena Nacimiento de san Juan Bautista de la Capilla Tornabuoni, entre los retratos de mujeres que están entrando a saludar a la madre y contemplar al recién nacido, la más mayor que lleva la cabeza cubierta con un velo blanco es sin duda Lucrezia Tornabuoni, madre de Lorenzo el Magnífico y hermana de Giovanni, el comitente de los frescos. La participación de los Médicis honra también a otro comitente, Francesco Sassetti: En la Confirmación de la regla franciscana, se reconoce fácilmente la figura de Lorenzo el Magnífico, con su rostro de fauno extraño e inquietante, su peculiar nariz con el tabique muy estrecho (que lo privó, al igual que su madre, del gusto y del olfato y le hizo la voz quebrada), su piel olivácea enmarcada por largos e hirsutos cabellos de color castaño – aunque todo ello no le privara de encanto y sobre todo de carisma. Aparece acompañado por Antonio Pucci y el comitente de las frescos, Francesco Sassetti y su hijo Teodoro. Los dos hijos mayores de Lorenzo, Piero y Giovanni, suben las escaleras detrás de su tutor Angelo Poliziano humanista y autor de las célebres «Stanze» dedicadas al desafortunado Giuliano de Medici, asesinado durante la conjura de los Pazzi, acompañando al pequeño huérfano de Giuliano.
Cuando se pintó la obra, aunque hacía cuatro años que Lucrecia Tornabuoni había fallecido, la ciudad de Florencia no había olvidado «el refugio de todas sus miserias» como la llamaba el humanista y también preceptor Luigi Pulci, guardando tan viva su memoria que Ghirlandaio la representa como los florentinos la habían visto en su palacio y en las calles de la ciudad. Lucrezia va acompañada de su dama de compañía y de una hermosa niña no identificada, aunque probablemente pertenece a su familia, los Tornabuoni.
«Hizo sus primeras obras en Ognissanti, en la capilla de los Vespucci, donde hay un Cristo muerto y algunos Santos, así como una Misericordia sobre un arco; allí se ve el retrato de Amerigo Vespucci, que navegó a las Indias…» «pronto adquirió tal destreza y soltura que, según refieren muchos, mientras estaba en el taller de orfebrería dibujaba a todos los que pasaban por allí, y obtenía un parecido absoluto; de ello dan fe en sus obras pictóricas los innumerables retratos, que son muy vivientes y naturales.» Giorgio Vasari
Se trata de una de las primeras obras del pintor realizada por encargo de la familia Vespucci. El anciano, probablemente el cabeza de familia, arrodillado bajo el manto protector de la Virgen, ostenta rasgos demacrados suavizados por la blancura de su pelo ondulado; bajo un contraste de luz y una explosión de color destaca el cuerpo de la anciana envuelto en una capa; la mujer más joven lleva el pelo recogido con trenza y la amplia frente depilada siguiendo la moda florentina, poniendo de relieve sus rasgos serenos; Amerigo Vespucci, está representado bajo la apariencia de un muchacho de labios carnosos, grandes ojos claros, el rostro redondo y rosado todavía infantil.
Domenico Ghirlandaio, que en algunos aspectos de su obra puede ser considerado como un pintor de gran talento, aunque un poco superficial, ilustró de una manera agradable y completa la sociedad de aquella época, quizás la más espléndida de toda la historia de Florencia. Cien años después, los Médicis tendrán con Agnolo Bronzino su retratista oficial, una función que no existía en las dos últimas décadas del siglo XV. Sin embargo, Ghirlandaio puede ser considerado como el retratista oficial de la gran burguesía florentina, cuyo renombre como pintor era reconocido por la clase dominante y en una época en que las grandes familias ostentaban un poder económico sin precedentes.
Otros frescos en Florencia y San Gimignano
En 1481/82, en el apogeo de su carrera, Ghirlandaio recibió el prestigioso encargo de Sixto IV de ejecutar dos frescos en la capilla que lleva su nombre, la Sixtina. La decoración de esta capilla va a representar el reconocimiento oficial del arte florentino en Roma que culminará con los frescos de Miguel Ángel. Con Domenico Ghirlandaio, trabajaron otros pintores florentinos como Botticelli, Cosimo Rosselli, Perugino (convertido en ciudadano de Florencia), Luca Signorelli, entre otros. Los frescos de la Capilla Sixtina fueron muy admirados, especialmente por los florentinos que tuvieron el honor de ser inmortalizados en los retratos de Ghirlandaio. En 1482 recibe un encargo muy oficial, el de ejecutar un fresco en el Salón de los Lises del Palazzo Vecchio, sede del poder. Entre 1475 y 1479, firma un contrato para decorar al fresco la capilla de Francesco Sassetti en la iglesia de Santa Trinità con dos Historias de san Francisco. Los frescos de esta capilla fueron ejecutados a intervalos, mientras Ghirlandaio iba y venía entre Florencia, San Gimignano y Roma, con aquella increíble facilidad y rapidez de movimiento que tenían los artistas en aquella época y que tanto nos sorprende hoy en día.
La enternecedora figura de la joven santa de San Gimignano está tendida en el suelo de su blanca y luminosa habitación. Sus cabellos rubios esparcidos forman una especie de aureola, mientras que por el vano de la puerta que da al jardín se pueden ver los rosales. El santo que le anuncia su muerte aparece envuelto en una suntuosa nube, demasiada recargada si la comparamos con los humildes objetos que rodean a Fina: una garrafa de agua y un vaso, un plato abollado y unas frutas en cuya descripción minuciosa empieza a vislumbrarse influencias flamencas. La decoración de las falsas columnas y capiteles del muro es la misma que en los frescos de Santa Maria Novella.
Entre todos los episodio de la vida de Fina, este es el que sigue más fielmente la tradición: se desarrolla como un solemne oficio religioso, el clero y el coro de jóvenes novicios entonando salmodias, y como telón de fondo, las imponentes torres rojizas de San Gimignano. Los rostros de estos personajes anónimos, hoy olvidados, son sin duda retratos de ciudadanos.
Una vez terminados los frescos de San Gimignano (1473/75), Domenico volvió a Florencia y entró como colaborador en el taller más importante de la ciudad, el de Verrocchio. Allí trabajaban artistas de la talla de Lorenzo di Credi, Botticelli, Perugino, y donde más tarde trabajará Leonardo da Vinci. Imaginamos aquella atmósfera alegre y animada donde todos aportaban sus conocimientos y se hablaba de pintura, barnices, líneas dinámicas y hasta de música. En aquella época, Ghirlandaio era ya un pintor famoso y sus obras era celebradas por sus contemporáneos. En el fresco Virgen con el Niño y los santos Sebastián y Julián en la iglesia Sant’Andrea de Bronzi, se evidencia la influencia de Verrocchio en ciertas innovaciones, especialmente en la disposición de las figuras en una terraza abierta a un vasto paisaje. En 1480 trabaja en otro fresco, el San Jerónimo de la iglesia de Ognissanti, justo al lado del San Agustín en su estudio que había pintado recientemente Botticelli. En este caso, la confrontación directa con la obra de Botticelli hace desmerecer el fresco de Ghirlandaio que no consigue ponerse a la altura del genio del gran maestro. Entre los frescos de Ghirlandaio, hay que destacar también tres últimas Cenas: una en la Iglesia de Ognissanti, otra en la Abadía de Passignano y la tercera en el convento de San Marcos. En esta última, quizás la más bella de las tres, se reconoce el agradable estilo que le caracteriza, el de un pintor narrador de crónicas mundanas florentinas, de la vida de aquella rica sociedad burguesa, artífice principal de la revalorización del arte en la segunda mitad del siglo XV.
Aquí, Ghirlandaio utiliza el tema iconográfico conocido como Sacra Conversación (sacra converzacione), tan popular en el arte del Renacimiento italiano. Representa a la Virgen sentada en un trono de mármol presentando al Niño que levanta su mano derecha haciendo el signo de bendición; los dos santos aparecen vestidos con trajes contemporáneos y se identifican por sus atributos: san Sebastián por sus flechas y san Julián por la espada. Para la figura de san Sebastián y el gesto amanerado de su mano izquierda, Ghirlandaio se inspira en las obras de Antonio Pollaiolo.
La última Cena tiene lugar en torno a una gran mesa en forma de U con un mantel bordado a punto de Asís. Nada se deja al azar: vajilla, jarras, cuchillos, el pan y las cerezas, están en su lugar delante de cada invitado. Un gato que espera pacientemente un poco de comida: un elemento doméstico que no podía faltar en una obra de Ghirlandaio.