Los Este de Ferrara: una familia de mecenas.
Los miembros de la familia Este, en Ferrara y Modena, se encuentran entre los coleccionistas más importantes del Renacimiento, y contribuyeron de forma notable al desarrollo del arte en Italia. Aunque los testimonios más antiguos sobre esta familia datan de época carolingia, los Este fueron conocidos sobre todo por su papel en la política y la cultura del norte de Italia, desde 1250 hasta la época napoleónica.
Extendiendo sus tierras a partir de una concesión imperial situada en Este, cerca de Padua, en la Baja Edad Media la familia llegó a dominar gradualmente la mitad oriental del valle del Po. A partir de 1267, los Este controlaron Ferrara y su zona de influencia, y acabaron por gobernar Modena y Reggio al oeste, y las llanuras de Rovigo al norte. La familia gobernante sacaba sus ingresos del salario que percibían como condottieri, de la producción agrícola, de los impuestos y las tasas de peaje que percibían del comercio en el caudalosos río Po, que transcurría a lo largo de los muros de la ciudad. El reinado excepcionalmente largo de esta familia, fue debido a su habilidad como administradores de sus bienes, su atención a los problemas económicos y sociales, y al mantenimiento del orden negándose a participar en las disensiones internas. Contando con numerosas figuras célebres, príncipes, prelados, mecenas de las artes, la literatura y la escena, contrajeron matrimonios ventajosos que les aseguraron estrechas relaciones con los Sforza de Milán, los Gonzaga de Mantua con (Isabella d’Este), los Montefeltro de Urbino, los Aragón de Nápoles en Italia; los Habsburgo, los Valois y la Casa de Hannover en Europa. Además de promover importantes trabajos artísticos, llevaron a cabo una política urbanística como expresión de su poder, y convirtieron la pequeña ciudad de Ferrara situada en medio de pantanos insalubres, en uno de los centros más concurridos y más elegantes del Renacimiento del norte de Italia, asociando a la idea personal del mecenas el programa político del príncipe. Ferrara fue durante dos siglos una encrucijada de arte y cultura inspirada en el esplendor de las cortes del norte de Europa. Había que mostrar a los príncipes europeos la excelencia de un mecenazgo que coincidía fuertemente con su papel de señores absolutos de un reino (aparentemente) inexpugnable e inatacable. La literatura, la música y el arte que se producían en la corte de Ferrara en aquella época tienen en común la misma complejidad poética, visual y lírica, cualquiera que hayan sido las características y el estilo de mecenazgo de los miembros de la familia Este que se sucedieron en el poder.
Bajo los reinados de Niccolò III d’Este (1393-1441) y de sus tres hijos, Leonello (1441-1450), Borso d’Este (1450-1471) y Ercole I (1471-1505), la ciudad de Ferrara vivió una época de expansión demográfica e industrial significativa, manteniendo a toda una población de artesanos muy activos y especialmente talentosos. Una tradición que comienza con Leonello d’Este, bajo cuyo reinado, la ciudad se convirtió en uno de los principales centros del humanismo. Guarino de Verona, que había sido su tutor, elaboró el programa humanista para la decoración del «Studiolo» de Leonello. Le sucedió su hermano Borso quien compartía su gusto por las artes, especialmente por los libros iluminados, y cuya influencia aparece en los frescos del Palacio Schifanoia que patrocinó. A partir del reinado de Borso, la corte empleó casi exclusivamente a artistas ferrarenses, promoviendo el florecimiento de una escuela local de pintura, dominada por la original personalidad de Cosmè Tura. Ercole I, sucesor de su hermano Borso, cultivó una forma de mecenazgo aun más grandioso, expresando su «majestad» principesca a través del desarrollo de la música sacra, y resucitando la comedia latina y el teatro contemporáneo. Alfonso I (1476-1534), heredero de Ercole I, más ambicioso políticamente, fue un mecenas entusiasta. Será el primer señor en recurrir a los servicios de Tiziano, quien viajará a su corte en 1516. Finalmente, Alfonso II (1533-1597) quinto y último duque de Ferrara, fue uno de los príncipes más eruditos de finales del Renacimiento. En 1598, el papado, reclamando sus derechos sobre Ferrara, acentúa, a través de la política de sus legados, el eclipse cultural y económico de una ciudad que fue la patria de Boiardo, Ariosto y Tasso; de pintores como Cosmè Tura, Francesco del Cossa, Ercole de ‘Roberti y los hermanos Dossi.
Leonello personifica perfectamente al príncipe-condottiero erudito del Quattrocento. Siguiendo las enseñanzas de su tutor Guarino da Verona, tomaba como modelos a personajes antiguos como César o Escipión. Durante su breve reinado (1441-1450), desarrolló un mecenazgo guiado por el ideal de un experto y el concepto de recreación intelectual. El hermoso rostro juvenil de tres caras colocado en el reverso de la medalla, es también una representación alegórica de la Prudencia, virtud muy querida por Leonello, y una de las muchas figuras icónicas, casi heráldicas, de este príncipe.
Los humanistas y los dramaturgos formaban parte del consejo de académicos que desarrolló el tema del «buen gobierno» del príncipe erudito para cada mes del año. En este fresco se pueden reconocer algunos retratos de aquellos eruditos en el grupo que rodea a Borso d’Este, el comitente de los frescos, situado en la parte inferior de la composición.
El origen arquitectónico del castillo de Ferrara se basa en una antigua torre de vigilancia que existía ya en el siglo XIII, dentro del recinto defensivo que delimitaba la ciudad medieval por la parte norte. Las características arquitectónicas eran muy simples: de planta cuadrada construida con ladrillos. La Torre estaba situada delante de la Puerta de los Leones en posición ligeramente avanzada. Cuando en 1264 los Este se convirtieron en señores de Ferrara, la Torre fue destinada a fortaleza y fue rodeada de fosos. Un siglo después, aquella fortaleza formó parte de una de las cuatro torres situadas en las esquinas del gran castillo, que el arquitecto Bartolino da Novara construyó para Niccolò II, después del levantamiento popular que tuvo lugar en 1385. En el transcurso de los siglos, La Torre, al igual que el resto del edificio, perdió su carácter de construcción militar, formando parte integrante de este elegante edificio de finales del gótico tardío.
Leonello d’Este (1407-1450)
Leonello comenzó a reinar junto con su padre Niccolò III a partir de 1434, pero la entrega del poder no se producirá hasta 1441. Ese mismo año, padre e hijo promovieron un desafío artístico que enfrentaba a Jacopo Bellini y Pisanello sobre el tema del retrato del joven señor. Ha llegado hasta nosotros el cuadro de Jacopo Bellini, la Virgen de la Humildad adorada por un príncipe de la Casa d’Este (hacia 1440), donde figura Leonello como donante, y en cuanto a la tabla de Pisanello, los especialistas se han puesto de acuerdo en atribuir la pequeña pintura sobre madera de la Accademia Carrara – donde el príncipe está representado de perfil delante de un rosal en flor – en atribuirlo al pintor veronés. El pintor veneciano fue el ganador de aquella competición, probablemente gracias a la intervención del padre de Leonello, Niccolò II d’Este. Las repercusiones literarias que tuvo este noble desafío – manifestación ejemplar de liberalidad y distinción intelectual – ayuda a entender el papel que la corte de Ferrara, bajo el liderazgo de un hombre versado en la literatura y las ciencias, tenía la intención de jugar. León Battista Alberti, que viajó varias veces a Ferrara, probablemente en 1438 y 1442, desempeñó un papel clave, ya que impone la moda de la Antigüedad en la corte y ensalza la la pintura diciendo que « contiene fuerza divina ». En el ámbito de Ferrara donde dominaba la retórica ciceroniana de Guarino da Verona, la pintura era considerada como una manifestación subordinada a las letras y padecía por ello de un ligero descrédito. Unos años más tarde, la tendencia se invierte claramente mediante la realización del «Studiolo» de Leonello (comenzado en 1447) y la «Biblia» de Borso (1455-1461).
Se trata probablemente del retrato ejecutado por Pisanello en Ferrara en el primer semestre de 1441 en competencia con Jacopo Bellini. Pisanello, el más heráldico de los pintores, quien se formó al lado de los miniaturistas, su cultura cortesana, su gusto por la fantasía, sus vínculos con los círculos principescos y el mundo de la indumentaria, el lujo y las apariencias, le han dado un tipo de «sentimiento heráldico» que transcurre por toda su obra y en todos sus medios de expresión. Cuando se trata de retratos, la atención se centra en la ropa y en sus accesorios, en las insignias, divisas, y en general todos los elementos que se utilizan como signos sociales y como marca iconográfica, como la doble fila de monedas a modo de botones que decoran el jubón de Leonello en este famoso retrato. Como en tantas otras cortes, los Este se ponían bajo la protección de las estrellas, lo que generó toda una cultura astrológica que alcanzó su punto álgido en Ferrara. Según el humanista Decembrio, a diferencia de otros príncipes, Leonello d’Este no sólo utilizaba lujosos ropajes, sino que los cambiaba cada día de color según el planeta dominante.
El pintor se encontraba sin duda en la corte de Ferrara en 1441, donde compitió con Pisanello para el retrato de Leonello, a quién algunos reconocen en la figura del donante arrodillado a los pies de la Virgen, pero por razones fisionómicas, podría ser uno de sus hermanos, Ugo o Medialuse. Como fondo, el pintor elabora un paisaje fantástico de estilo internacional y utiliza toques dorados para resaltar la luz. El arte de Jacopo Bellini evoca el arte de Gentile da Fabriano, con quién el pintor se formó en Venecia.
Después de un largo eclipse que iba desde finales de la Antigüedad a principios del Renacimiento, se retoma el tema de las Musas. Así, en su Studiolo de Belfiore, Leonello d’Este quien era descrito por sus contemporáneos como la encarnación de todas las virtudes principescas, podía dedicarse a las musas. Situado en la villa Belfiore de Ferrara, Leonello decide decorarlo siguiendo las indicaciones de su antiguo tutor, el humanista Guarino da Verona. El Studiolo fue imaginado como un espacio pequeño, principalmente dedicado a la meditación y al trabajo del príncipe, adornado con escenas propiciatorias inspiradas por las nueve musas, quienes según la tradición clásica eran veneradas como protectoras de las artes. El pintor sienés Angelo Maccagnino debió introducir en Ferrara el talento gráfico de los pintores de Siena, una ciudad que por varias razones mantenía importantes relaciones con el Estado de los Este. De hecho, cada uno de los paneles de la serie de las Musas, muestra, con más o menos intensidad, la transformación radical en el campo artístico que se produjo en Ferrara entre los últimos años del reinado de Leonello y la primera década del reinado de Borso, mientras que paralelamente, se sucede a un ritmo rápido la importación de pintura flamenca, la estancia de Piero della Francesca, los ecos de Donatello, entonces en la cercana Padua (además, el escultor florentino fue contactado en 1451 por la comuna de Módena para una estatua monumental de Borso, que no se realizó) y los de Mantegna, también en Padua, en la capilla Ovetari.
Leonello y los talentos importados
A Pisanello, uno de los principales representantes del gótico internacional en Italia, se le relaciona con la ciudad y la corte de Ferrara al menos desde el año del Concilio de 1438. Demasiado ocupado para convertirse en pintor de la corte, no obstante, el artista trabajó en varias ocasiones para Leonello. Con la dulzura de su trazo y su»sfumado», recrea una especie de modelo de retrato humanista, al que Leonello se mantendrá fiel – este modelo también será adoptado por artistas de diferente formación como el pintor de Faenza, Giovanni Orioli – y al que incluso Piero della Francesca no podrá sustraerse en sus primeras obras como retratista de corte (Segismondo Pandolfo Malatesta, París, Louvre). Igualmente importante para el desarrollo del arte en Ferrara fueron otros talentos importados por Leonello: Piero della Francesca, quien según Vasari pintó los frescos de molte camere (muchas habitaciones) del Palacio Ducal (hoy destruidos); el pintor francés Fouquet autor del famoso «Díptico de Melun«, de paso por Ferrara, retrató al bufón de la corte, Gonella; y el pintor de Tournai, Rogier van der Weyden, quien pintó un retablo sobre el tema del Descendimiento que se encontraba en Ferrara en 1449. A través de su agente en Brujas, Leonello había comprado varios obras de este pintor, quien podía haber pasado por Ferrara aprovechando su peregrinaje a Roma.
La joven de este retrato puede ser identificada como una princesa de la casa d’Este, a causa de los motivos simbólicos que figuran en el mismo. En el bordado de la manga se puede reconocer uno de los emblemas de la casa d’Este y entre las flores del fondo, el clavel, flor que simboliza el noviazgo y el matrimonio, y la ancolia, que podía representar la Pasión de Cristo pero también la pasión amorosa. Según el historiador Federico Zeri, es significativo que la manga esté bordada de forma tan lujosa. Según la moda renacentista, las mangas no se consideraban como parte integrante de la prenda; eran adornos sueltos que se podían aplicar en diversos vestidos y se iban cambiando según las necesidades. En muchos inventarios de damas nobles, las mangas de este tipo se enumeran por separado como objetos preciosos.
Después de viajar a Pésaro y Ancona, entre 1446 y 1447 Piero della Francesca se encontraba en Ferrara donde ejecutó un ciclo de frescos en una de las salas del castillo, destruidos durante un incendio a principios del siglo XVI. Quedan dos copias de época manierista que pueden dar una ligera idea de la obra original. Ambas son escenas de batalla; esto sugiere que Piero habría querido representar el choque entre un ejército cristiano y otro pagano, quince años antes de los famosos frescos de Arezzo. En 1440 Piero della Francesca había abandonado definitivamente Florencia. A partir de aquel momento su andadura artística iba a transcurrir entre Sansepolcro y las cortes más importantes de Italia, donde encontrará a mecenas como el duque de Urbino.
Se trata del retrato de Gonella, famosos bufón de la corte de Ferrara durante el reinado de Niccolò III d’Este – se necesitaban enanos y bufones para alejar el aburrimiento y la melancolía del príncipe. Gonella murió de forma trágica cuando estaba simulando su propia ejecución. El autor es el pintor y miniaturista francés Jean Fouquet que viajó a Italia a principios de su carrera, entre 1444 y 1447. Estuvo en Roma, donde pudo encontrar a Fra Angelico, quien estaba ejecutando los frescos de la Capilla Niccolina y es probable que también viajara a Nápoles, centro de fructíferos intercambios con la pintura flamenca.
El Año Santo de 1450 llevó a muchos peregrinos a Roma. Entre ellos, se encontraba el pintor flamenco Rogier van der Weyden, como lo demuestra el testimonio de Bartolomeo Fazio, humanista en la corte de Nápoles, en su De viris illustribus. Este viaje de Rogier a Italia ha planteado una serie de preguntas como la de si viajó o no a Ferrara. Una orden dada en aquella ciudad el 15 de agosto de 1450, registra la suma de 20 ducados como pago a Rogier por las pinturas encargadas por el marqués Leonello, entre ellas un Descendimiento, hoy perdido. De todos modos, la influencia directa de la pintura de paisaje flamenco, alabada por Ciriaco de Ancona a propósito de aquel famoso Descendimiento, se encuentra en el hermoso paisaje meticulosamente detallado de la Musa Polimnia del Studiolo de Belfiore de Ferrara (Berlín, Staatliche Museen) atribuida a Maccagnino. Aquella conmovedora piedad que ostentaban los personajes de las escenas de la Pasión de Rogier van der Weyden, ejerció una gran influencia entre los artistas de la región, en particular en el joven Andrea Mantegna, quien en 1449 pintó un retrato de Leonello y de su principal consejero, hoy perdido. Además de la pintura narrativa y devocional y el paisaje, el retrato fue también un ámbito en el que los artistas flamencos introdujeron novedades importantes. Abandonaron el retrato de perfil, a la manera del de Leonello d’Este de Pisanello, por las figuras de cara, a veces añadiéndoles las manos, balaustradas, fondos de paisaje y marcos en trampantojo. Así, en 1460, Rogier pintó en Flandes el Retrato de Francesco d’Este, representado de tres cuartos delante de un fondo de color marfil. Se trata del hijo natural de Leonello, quien pasó gran parte de su vida en Flandes al servicio de los duques de Borgoña.
Se trata de una tabla que formaba parte de un tríptico perdido, realizado para Leonello d’Este, según la hipótesis de Crowe y Cavalcaselle. Los pintores que realizaron las Musas del Studiolo de Belfiore, entre ellos Cosmè Tura, realizan una interpretación objectiva y respetuosa del pintor flamenco durante su probable estancia en Ferrara.
En el campo de la pintura, los últimos años de la vida de Leonello presentan una dramática ruptura con la tradición anterior. Ante un doble retrato pintado por Andrea Mantegna en 1449, Leonello debió darse cuenta de que lo natural, visto a través del filtro de lo antiguo, podía expresar de forma rigurosa la fragilidad inexorable de la realidad humana y el peso de la virtud. Aquel doble retrato se ha perdido, pero nos queda una pequeña Adoración de los Pastores, probablemente pintada para su hermano Borso en 1450-1451, que traduce la misma tensión: una mezcla de citas clásicas, elementos venecianos, y la evidente influencia de la pintura flamenca produce un belén desequilibrado y brutal, sin duda concebido para conmemorar un evento importante de la Casa de Este.
Destinado al gusto aristocrático de los Este, el pequeño panel presenta una gran meticulosidad en los detalles y los reflejos dorados, la delicadeza de la pincelada y los colores brillantes evocan el precioso arte de la miniatura. Los dos pastores son una clara referencia al arte de Rogier van der Weyden. Probablemente el cuadro fue pintado para el hermano de Leonello, Borso d´Este, quien lo sucederá como jefe del estado de Ferrara. El motivo del calabacín que cuelga del cercado, contra el borde izquierdo de la obra, hace alusión a uno de los emblemas de Borso, el paraduro (enrejado de mimbre) que evoca el saneamiento de las tierras a orillas del Po, llevado a cabo por los Este.
El naturalismo descriptivo de la pintura flamenca, en boga en Ferrara en la época de Leonello, también fue visto desde una perspectiva humanista; las obras que el marqués compró a través de su agente en Brujas eran admiradas tanto como lo habían sido poco antes las obras de Pisanello. Pero la llamada «Ars Nova» (término que se aplica también a la pintura flamenca) altera sustancialmente el clima figurativa de la ciudad y ofrece una alternativa razonable a la arqueología obsesiva de Mantegna y a la ruda expresividad de los discípulos de Squarcione en Padua. Las atractivas y dulces figuras de Van der Weyden influencian el dibujo de algunos personajes del pintor sienés Angelo Maccagnino y también a Cosmè Tura en sus primeras obras, como en Virgen y el Niño con san Jerónimo y una mártir, 1455 (Ajaccio, Museo Fesch).