Alfonso I d’Este (1476 – 1534)
En 1505 Alfonso I d’Este o de Este sucedió a su padre Ercole I como duque de Ferrara, Módena y Reggio. A los 15 años, se casó con Anna Sforza, hija del duque de Milán, que murió de parto en 1497 y unos años más tarde (1501) se casó con Lucrecia Borgia, hija del papa Alejandro VI.
Las festividades de la boda demostraron una vez más la pompa, el poder y riqueza de la ciudad de Ferrara. Dejando a Lucrecia la tarea de cuidar de su brillante corte, Alfonso dedicó su energía (que era considerable) al gobierno y a la guerra. La nueva tecnología de las armas de fuego le fascina y crea su célebre fundición capaz de producir enormes cañones. Su inteligencia, aplicada al arte de la guerra y la diplomacia, le aseguró la protección de su estado en una época de peligro (Guerras italianas). Detrás de su aparente impasibilidad se escondía un espíritu siempre en estado de alerta. De hecho, durante el reinado de Alfonso, el ducado sigue un innegable desarrollo y una dinámica política que lo hizo involucrarse en guerras para recuperar los territorios que Venecia había desposeído a los Este en 1484 y los que el papa mecenas Julio II les había usurpado en 1510. Como habían hecho la mayoría de los miembros de su familia, Alfonso acoge en su corte a los principales intelectuales europeos, en particular al poeta Ludovico Ariosto (1517) que antaño ya se había beneficiado de la protección de su hermano, el cardenal d’Este Ippolito I, a quien le dedicó su poema épico Orlando Furioso.
Alfonso I era un brillante hombre de estado y un hábil condottiero. Experto en fortificaciones, fabricaba sus propias armas en el horno que había hecho instalar en los sótanos de su castillo. En el retrato de Dossi, aparece vestido con su armadura ceremonial y los guanteletes sobre la mesa. En el fondo del cuadro, vemos sus tropas alineadas en filas apretadas, listas para el combate.
A pesar de su oscuro pasado, Lucrezia Borgia fue capaz de asumir un lugar preponderante en la corte de Ferrara. Lucrecia, que aún no había cumplido los cuarenta años, murió al dar a luz a su séptimo hijo, una niña. Su marido y los ferrareses la lloraron y lamentaron su pérdida. Su hijo Ercole II sucedió a su padre y gobernó el Ducado durante un cuarto de siglo. Será el penúltimo duque de Ferrara.
Este gran lienzo, que representa un torneo a caballo delante de un paisaje exuberante, muy probablemente pertenecía a la casa de Este. Debía formar parte de un gran ciclo decorativo que incluía otras escenas con distintos episodios, quizás colgados en forma de friso para decorar un espacio de representación.
El retrato de Laura Dianti (tal vez la tercera esposa de Alfonso I d’Este), fue pintado por Tiziano en la época en que comenzó la decoración del estudio del Duque, una serie de estancias llamadas Camerini, trabajo que le llevó a efectuar varios viajes a Ferrara. La personalidad vital y radiante de la joven la acerca de forma sorprendente al espectador: el pequeño paje etíope que lleva un chaleco multicolor, se vuelve al contacto afectuoso de la mano de Laura, y su pequeña perfil exótico, parpadea por un momento en el blanco de la manga y en la mano de la joven, mientras que el resto de la cabeza se pierde en el fondo oscuro.
El personaje era un dignatario de la corte de los Este, retratado por Tiziano en una de sus largas y felices estancias en Ferrara. La pintura es extremadamente delicada: todo se juega en los sutiles tonos de gris.
Los Camerini de Alfonso I d’Este
Al igual que su hermana Isabella d’Este, casada con un Gonzaga de Mantua, a Alfonso le gustaban sobre todo las obras inspiradas en la antigüedad clásica, como parte de un programa de auto-representación. Desde la reestructuración de sus apartamentos personales, en especial los de la «Vía Coperta» que unía la vieja casa ducal con el nuevo castillo construido a finales del siglo XIV, Alfonso puso en marcha durante la primera década del siglo XVI, un ambicioso proyecto de renovación de la decoración interior: primero el llamado Camerino de Alabastro cuyas esculturas fueron comisionadas a Antonio Lombardo quien no sólo esculpió los relieves destinados a esta estancia, sino que realizó las molduras para puertas, ventanas y chimeneas en toda la Vía Coperta, transformándolo en un precioso lugar de impecable blancura; los temas iconográficos de las pinturas del resto de gabinetes, los llamados Camerini, estaban basadas en la vitalidad y el heroísmo de Alfonso, simbolizando entre otras cosas, sus funciones políticas, consideradas como el mejor medio de apaciguar las querellas del mundo por medio de la abolición de la guerra. La elección simbólica cayó sobre Baco, en el sentido que le dio Diodoro de Sicilia: el de una deidad guerrera y conquistadora pero también pacificadora cuando se deja llevar por la embriaguez del vino; las Imágenes de Filóstrato, el Carmina de Catulo, los Fastos de Ovidio sirvieron de inspiración para las representaciones alegóricas de este ciclo de paz, amor y bienestar, tres estados que sólo podían ser garantizados a través de la fuerza indispensable de la guerra.
Alrededor de 1512, Alfonso d’Este encargó a Giovanni Bellini pintar esta obra maestra del Renacimiento italiano para sus Camerini. La evolución estilística de «El festín de los dioses» es indicativa de la notable evolución de la pintura a través del tiempo: el tranquilo arte de Bellini, propio del siglo XV, deja paso al estilo más vigoroso del arte del siglo XVI de Tiziano, quien prácticamente repintó un vigoroso paisaje con el fin de armonizarlo con los nuevos lienzos del ciclo que pintó para el apartamento de Alfonso. El tema de la pintura está tomado de los Fastos de Ovidio, un extenso poema clásico que narra los orígenes de diversos ritos y festividades de la antigua Roma.
El pintor ferrarés Dosso Dossi (1489-1542) se convirtió en pintor de la corte de Ferrara en perfecta armonía intelectual con el Ariosto, poeta también de aquella corte erudita. Participó en la decoraciones encargadas por Alfonso I, cuyas pinturas adornaban la bóveda de los Camerini junto a las obras maestras de Giovanni Bellini, y Tiziano, con quien Dosso estableció un intenso diálogo artístico. Durante su larga carrera en la corte de los Este, alterna retablos y ciclos decorativos con temas literarios y mitológicos. Tiziano y Dosso Dossi son los artífices de la fortuna que tuvieron los asuntos profanos en el ducado de los Este, incrementado por una serie de alegorías mitológicas a las que también contribuyeron Battista Dossi, Garofalo y Girolamo da Carpi.
Esta imagen de vibrante policromía forma parte de una serie de diez realizadas por Dosso para los Camerini de Alfonso I d’Este. El conjunto forma un friso que se extiende por las muros de la estancia, encima de los grandes lienzos. La serie de pinturas representan las aventuras del héroe troyano Eneas, venerado en Italia desde la Antigüedad como el fundador del Estado romano. Dosso, perfecto heredero del original inconformismo de la escuela de Ferrara, lo pone de manifiesto en la sensibilidad poética que emana del paisaje en el fondo del cuadro, bañando la escena dentro de una atmósfera irreal y fantástica.
Las pinturas mitológicas de Tiziano
La fama de Tiziano en Venecia, va extendiéndose de forma rápida más allá de sus fronteras. El primer príncipe mecenas que solicita sus servicios es Alfonso d’Este, que lo acoge en Ferrara por primera vez a principios de 1516. El pintor comienza su actividad de pintor de la corte durante un cierto periodo de tiempo en el que produce retratos y adquiere obras de arte. La obra más importante que realizará, es sin duda la decoración del Camerino de Alabastro que el duque se había hecho construir en el Castillo Estense, basándose, en líneas generales, en el Studiolo de su hermana Isabel en Mantua. La realización, confiada a varios artistas y no exenta de incidentes, duró diez años (1514-1524) en el transcurso de los cuales Tiziano realizó entre 1518 y 1523 tres espléndidas pinturas mitológicas, llamadas Bacanales: La Ofrenda a Venus (c.1518-1519), Baco y Ariadna (c.1522-1523) y La bacanal de los Andrios (c.1523-1524). El artista hace retoques importantes en el Banquete de los dioses enviado años atrás por Giovanni Bellini. Inspiradas en los poetas clásicos (Tiziano llamaba Poesías a la serie de pinturas mitológicas que pintó para Alfonso d’Este y Felipe II de España), se encuentran entre las más conocidas y admiradas del artista. En ellas, Tiziano sublima el relato de los poetas, por medio de una pintura que en su poder de evocación y en su libertad en la representación, domina cualquier forma de expresión artística. Hoy en día, la disposición del conjunto de las pinturas es difícil de establecer, ya que los cuadros fueron confiscados en 1598 y dispersados. Aunque el «desmembramiento» haya asegurado una posteridad europea a las «bacanales» reservadas en su origen a la esfera privada del duque. Hasta 1524, Tiziano viajará periódicamente a Ferrara, siendo recibido con toda clase de honores.
Esta admirable Bacanal expresa la exuberancia dionisíaca propia de la pintura mitológica de Tiziano. Alfonso d’Este hace establecer un programa iconográfico inspirado en la literatura, pero a diferencia de su hermana Isabel que prefiere temas que traten del amor y las artes, eligió para este ciclo mitológico un protagonista caracterizado por su exuberancia, el dios Baco. Tiziano interpreta las escenas mitológicas como si fueran fiestas llenas de alegría y belleza.
Una multitud de pequeños cupidos se reúnen para ofrecer los frutos que recogen de los árboles a la estatua de Venus, diosa de la Belleza y el Amor que figura acompañada por dos ninfas situadas en la parte derecha del cuadro. En esta composición, tomada de las Imágenes de Filóstrato (c.165-250 dC), Tiziano otorga un papel preponderante a los cupidos, muchos de ellos inspirados en estatuas clásicas conocidas.
El lienzo forma parte de la serie Bacanales de Tiziano. Una fiesta del vino y del amor celebra la llegada de Baco en la isla de Andros. En primer plano aparece una ninfa desnuda y en el fondo, sobre un montículo, Sileno compañero del dios duerme profundamente. La partitura situada en la parte inferior central de la composición se ha atribuido al músico flamenco, activo en la corte de Ferrara, Adriaen Willaert con esta significativa letra «Qui boyt et ne reboyt il ne seet que boyre soit» (Quien bebe y no vuelve a beber / no sabe lo que es beber). Se refiere a la celebración del vino por los hombres y los dioses.
Los apartamentos creados por Alfonso I d’Este en la Via Coperta de Ferrara se consideran uno de los conjuntos decorativos más célebres del Renacimiento. Pero la única descripción de estas decoraciones antes de 1598, dada por Vasari, es una descripción corta y aproximada que no es el resultado de la observación directa. Los Camerini adquieren inmediatamente una dimensión mítica entre los príncipes y los eruditos, los aristócratas y público curioso, intrigado por los temas y sus autores, constituyendo un modelo de referencia que resultará fatal para su existencia, incluso cuando los Este perderán el control de Ferrara en 1598, las pinturas se convertirán en presa de los «conquistadores» y ninguno de los cuadros permanecerá in situ.
Dosso Dossi, pintor de la corte de Ferrara, citado por Ariosto en 1532 entre los famosos artistas de su tiempo, realiza este cuadro cuyo comitente nos es desconocido, se basa en un interludio de León Batista Alberti, «Virtus». La identidad del personaje que aparece bajo los rasgos de Júpiter hace pensar en un retrato del duque Alfonso o en un autorretrato de Dossi. En esta fascinante escena, que refleja la atmósfera de la cultura sofisticada que impregna la pintura de la Escuela de Ferrara, la verdadera protagonista de esta misteriosa obra es la Pintura.