La Corte de Borgoña, una sociedad en movimiento
La Corte de Borgoña aparece como un microcosmos privilegiado en el tejido de la sociedad occidental del siglo XV. Donde residía el duque, su familia y su séquito, se formaba un pequeño estado que formaba parte del estado principal. La Corte de Borgoña se caracterizaba por su gran movilidad y una política de presencia del duque en las regiones donde tenía intereses importantes.
Cuando Felipe II de Borgoña, llamado el Atrevido (1342-1404) sucedió a su suegro Louis de Maele a la cabeza de los principados dirigidos por éste último y bajo el reinado de Juan Sin Miedo (murió en 1419), los principales lugares de residencia estaban situados por un lado, en los territorios ancestrales de la dinastía (el Ducado de Borgoña), y por otro, en París, donde Felipe el Atrevido y Juan Sin Miedo, respectivamente, como hermano y tío, y como sobrino y primo de los reyes Carlos V y Carlos VI, desempeñaron un papel importante en la turbulenta vida política de la época. Podemos considerar que la corte de Borgoña se manifestó por primera vez como tal, con la creación de la Orden del Toisón de Oro a principios de 1430, con ocasión de la boda de Felipe el Bueno con la Infanta Isabel de Portugal. Anteriormente, era sólo una de las cortes principescas francesas, epígono de la corte de Francia; el propósito del duque de Borgoña era jugar un papel preponderante al lado del rey de Francia, el pobre rey loco Carlos VI. De acuerdo con una tradición que se remonta a los francos, el duque de Borgoña, a causa de la división de sus posesiones en el país de par deçà (los Países Bajos borgoñones) y par de-là (ducado y condado de Borgoña y territorios adyacentes), fue más que otros príncipes, un nómada. Cinco lugares fueron los preferidos por Felipe el Bueno: Dijon, el castillo de Hesdin en Artois, Lille, Brujas, Bruselas, pero sólo dos fueron sus preferidos: Brujas con el Palacio llamado Corte de los Príncipes (Prinsenhof) y a partir de 1450, Bruselas con el Palacio de Coudenberg. María de Borgoña regresó a Brujas, pero Margarita de York, viuda de Carlos el Temerario, y su nieto Felipe el Hermoso, y luego Margarita de Austria, se establecieron en Malinas.
El héroe carolingio Girart de Roussillon (representado como el duque de Borgoña, Felipe el Bueno) deja París con su escolta para visitar sus territorios.
Felipe el Atrevido (1342-1404)
El ducado de Borgoña, desde el siglo XI bajo la corona francesa, era un fragmento de la antigua Burgundia, cuya parte oriental – El Franco Condado – dependía del Imperio Germánico o Germania. Después de la muerte sin descendencia del último duque capeto de Borgoña Philippe de Rouvres, descendiente de Roberto el Piadoso, Borgoña fue dada en 1364, por el rey Juan II de Francia a su hijo menor, Felipe de Valois, a quien la historia conoce bajo el nombre de Felipe el Atrevido. Nacido en Pontoise el 17 de enero de 1342, Felipe no era más que el cuarto hijo del rey de Francia Juan II el Bueno y de la reina Bona de Luxemburgo. Se le llama el Atrevido, por haber defendido valerosamente a su padre en 1356 durante la batalla de Poitiers que enfrentaba el rey de Francia Juan el Bueno y el Príncipe Negro, heredero del trono inglés. Felipe y su padre fueron hechos cautivos y enviados a Burdeos donde embarcaron para ser trasladados a Inglaterra. Felipe compartió el cautiverio de su padre, el perdedor de Poitiers. Regresó en 1360 después del Tratado de Brétigny que entregaba todo el suroeste de Francia a Inglaterra. A su regreso, Juan el Bueno recompensó a su hijo dándole el ducado de Touraine y luego el gobierno del ducado de Borgoña.
En 1369 Felipe el Atrevido se casó con Margarita (1350-1405), hija única del conde de Flandes, Louis de Maele. Reforma el Parlamento, el Tribunal de Cuentas y los Estados Generales, que reúne a menudo en Beaune. Quince años después, a la muerte de su suegro, Felipe el Atrevido se convirtió gracias a su esposa en conde de Flandes. Siguiendo la tradición feudal, el primer duque de Borgoña veló en aumentar sus posesiones y, como príncipe francés que era, vio en la expansión de su poder en los Países Bajos una fase de la expansión francesa a expensas del Imperio. Felipe el Atrevido, supo impulsar su ducado en la escena política y económica, llegando a ser extremadamente rico.
Felipe el Atrevido permanecerá siempre fiel a su hermano el rey Carlos V, llamado el Sabio, y nunca olvidará que es ante todo un príncipe francés y, como tal, obligado a tomar las armas en caso de necesidad. Tomará parte en muchos asedios y operaciones militares contra los ingleses junto con el condestable de Francia, Bertrand du Guesclin. A la muerte de Carlos V en 1380, su hijo, el futuro Carlos VI con tan sólo seis años de edad, serán sus tíos quienes asegurarán la regencia (los duques de Borbón, Anjou, Berry y Borgoña). Felipe el Atrevido, sera pues, co-regente de Francia con sus hermanos durante la minoría de edad de su sobrino. Todos ellos eran apasionados coleccionistas y poderosos mecenas. El nombre del duque de Berry siempre quedará ligado a las bellas miniaturas de las Muy Ricas Horas de los hermanos Limbourg, una de las maravillas de la pintura medieval, compensando la mediocridad política de su papel con el esplendor de su mecenazgo. Felipe el Atrevido era, políticamente, mucho más influyente.
El consejero de Carlos V el Sabio, conociendo las inclinaciones bibliófilas de su soberano, había encargado un resumen en verso de la Biblia, con 269 ilustraciones. El rey hizo añadir una portada en la que su pintor de la corte, Jean Bondol de Brujas, había pintado de su propia mano la presentación del libro. Se representan con gran precisión la cabeza de gran tamaño del rey y su larga nariz, el rostro macilento de aquel erudito y jurista que no tiene nada de un caballero, la postura encorvada de un cuerpo enfermo.
En 1372, el duque de Borgoña se apoderó de varios señoríos, entre otros, el de Santenay. El Castillo de Germolles en Borgoña, residencia solariega de los duques de Borgoña construido por Felipe el Atrevido y Margarita de Flandes es el único castillo de esa dinastía que aún existe en Francia. En septiembre de 1381, cuando compró la morada, el duque se lo ofreció a su esposa que la convirtió en un lugar agradable donde solían pasar largas temporadas. A la muerte de su marido, Margarita de Flandes donó Germolles a su hijo, Juan Sin Miedo. El 27 de abril de 1404, el primer duque de Borgoña fallece de una fiebre violenta en su castillo de Hall en Hainaut. Tenía entonces sesenta y tres años. Será enterrado en Champmol. El corazón de Felipe, fue trasladado al mausoleo de Saint-Denis, al lado de sus antepasados. Había establecido sólidamente su linaje y había creado oportunidades para su expansión. Su hijo y sucesor Juan sin Miedo continuó su política con perseverancia y habilidad.
La nobleza en los antiguos Países Bajos
Como en otros lugares de Occidente, los miembros de la nobleza en los antiguos Países Bajos pertenecían a la élite social que se había desarrollado en los diferentes territorios que pertenecían al reino de Francia o al Imperio germánico. Procedentes de familias de diferentes orígenes, políticos de la élite ministerial o caballeros, sometidos a normas legales especiales o a prácticas consuetudinarias locales, vivían en entornos económicos de alto contraste. Mientras que las provincias de Hainaut y Luxemburgo eran principalmente rurales, Flandes estaba más urbanizada. En su deseo de constituirse en estado, englobando por medio de uniones personales provincias muy individualizadas, los duques de Borgoña buscaron, dada la resistencia que oponían algunas ciudades poderosas y a veces peligrosas (Revuelta de Gante y Brujas), el apoyo de la nobleza de la que se sentían cercanos, confiriéndole responsabilidades y cargos importantes. El objetivo de la política de los príncipes era el de allanar las diferencias y formar una nobleza «borgoñona» que dependiera de ellos. La creación de la Orden del Toisón de Oro, reservada a una minoría de prestigio, el deber de presencia en la corte, el desarrollo de la administración central, todo iba en ese sentido: para el duque se trataba de reunir a nobles venidos de sus diversos estados y hacerlos actuar juntos. Cuando Felipe el Bueno envió una delegación a Portugal para negociar su matrimonio (1429), estaba encabezada por el anciano señor de Roubaix, e incluía a Baudouin de Lannoy y André Thoulongeon, éste último todavía escudero, pero nombrado chambelán expresamente para la ocasión. Los dos primeros eran originarios de los estados del Norte, flamenco y artesiano (Flandes y Artois), y el último de los estados del Sur.
Una hermosa casa con su jardín muy cuidado en medio de fortificaciones, es el escenario de este miniatura en una historia de jardines y de amor cortés.
La casa solariega era otro elemento importante para el señor. Tan pronto como disponía de medios trataba de embellecerla añadiéndoles nuevas edificaciones. Así, Pierre de Roubaix rodeaba su nuevo castillo de murallas y doble foso por donde transcurría agua límpida en la que se solazaban hermosas aves. Reservaba amplios espacios para jardines y el interior de la morada era más o menos lujoso y confortable. El apego a un hermoso señorío se manifestó en la opción de utilizar un título con preferencia a otros, o incluso la adopción del nombre del señorío como apellido. Tener sobre una misma tierra amplios derechos, y dejar a sus herederos uno o más señoríos: tales eran los cimientos del éxito. Para lograr eso, era necesario poner en marcha una verdadera política territorial y una política matrimonial entre linajes, orientada a la acumulación de señoríos. La tierra explotada en latifundios constituía el verdadero patrimonio familiar, y estaba sujeto a una ley especial. El hijo mayor heredaba su totalidad, pero a menudo debía renunciar a una parte del patrimonio a favor de sus hermanos menores, y también utilizarlo para dotar a las hermanas cuando no disponía de numerario.
En la miniatura aparecen las cuatro edades del hombre: el niño en su andador, el joven con su halcón, el caballero adulto y el anciano con un bastón.
Como en todas las cortes europeas, la vida en la corte de los duques de Borgoña iba rimada por las fiestas y celebraciones religiosas del ciclo litúrgico y eventos familiares como bodas o nacimientos. La fiestas de la corte comportaban siempre los mismos elementos: un banquete, una baile, justas y torneos organizados de forma convencional en un área determinada, bajo la responsabilidad de los árbitros y oficiales de armas. Las grandes fiestas de caballería con motivo de bodas y otras conmemoraciones tuvieron mucho éxito. Los banquetes, justas y torneos podían extenderse por espacio de varios días. El llamado Banquete del Faisán ofrecido el 17 de febrero de 1454 a la ciudad de Lille por Felipe el Bueno, en el transcurso del cual renovó públicamente su voto de cruzada, en los mismos términos en que lo había hecho ante el capítulo de la Orden del Toisón de Oro de Mons, es famoso por las escenas que fueron representadas durante el ágape, mezcla de novelas de caballería y de moral, del estilo de las que que pintaron después El Bosco y Pieter Bruegel. Los torneos terminaban generalmente con un banquete. La idea de este tipo de festejos, probablemente no era una creación original de la corte borgoñona. Podríamos encontrar su fuente en los que acompañaron el matrimonio de Felipe el Bueno e Isabel de Portugal en Lisboa en 1429, y durante los entremets de la cena ofrecida en la boda de Luis de Saboya y Ana de Chipre en Chambéry, en 1434. Jean Lefevre de Saint-Remy, que fue el rey de armas (Vellocino de Oro), poseía un relato del primero y había asistido con Felipe el Bueno al segundo.
Todos los medios eran buenos para mantener o aumentar la herencia. Las donaciones del príncipe consistían en tierras y derechos. También podía elevar el rango, por ejemplo convertir unas tierras sin título en condado. Las esposas elegidas entre las hijas y únicas herederas aportaban sus bienes al patrimonio familiar. Una ciudad bien poblada, económicamente activa, era una fuente de lucrativos derechos señoriales. Así, el señor de Comines tenía derechos sobre la pañería urbana que consistía en tomar de forma perpétua dos sueldos parisinos por cada trozo de tejido fabricado en la ciudad, que utilizó para pagar su rescate después de la batalla de Azincourt. Los derechos sobre los productos alimenticios fueron diversos. Además de los derechos de pesca, el río también daba al señor un peaje por cada barco cargado que lo cruzaba. También tenía el control de la gestión de los concejales, e incluso de la policía del juego que autorizaba. Ciento veinticuatro feudos dependían del bastión del duque; entre ellos la ciudad de Comines para las contribuciones indirectas (un derecho feudal llamado tonlieu sobre las mercaderías y plazas de mercado).
La novia de Henry de Metz llega con sus damas de honor y su escolta al castillo de su familia política, donde se llevará a cabo la ceremonia de la boda y demás celebraciones.
El esplendor de la cortes de Borgoña y francesa, fuertemente influenciadas por la creación artística, se distinguían por vestimentas con formas particulares propias de la época. Los ropajes extravagantes que llevaba la nobleza transformaban el cuerpo y le daban un aspecto totalmente artificial por la exageración de ciertos volúmenes: tocados, caperuzas, turbantes hábilmente envueltos o drapeados para los hombres; tocados de dos puntas o en forma de cono (hennin) para las mujeres. Según Jouvenel des Ursins, cuando las damas querían pasar de una habitación a otra tenían que volverse de lado o agachar la cabeza. Llevar este tipo de vestimenta ostentosa, servía para manifestar la pertenencia a una sociedad lujosa y refinada. El arte de la orfebrería estaba en pleno auge. Los orfebres borgoñones y parisinos desbordaban de imaginación para poder satisfacer a aquella rica clientela. Aparecen los esmaltes en alto relieve sobre oro, emblemáticos del arte parisino. Margarita de Flandes encarga para los aguinaldos de Navidad de 1403 una de esas joyas esmaltadas representando un calvario para ofrecerlo a Felipe el Atrevido, un precioso objeto de devoción y obra principesca por excelencia.
Las Siete Artes Liberales estan representadas por siete mujeres, todas vestidas de lana y seda con ricos brocados de colores de acuerdo con la moda de 1465 aproximadamente.
La caballería
Las fiestas en la corte de Borgoña iban generalmente acompañadas de torneos y justas. En la primavera de 1445, encontrándose la corte de Francia en Nancy, los nobles franceses que pasaban su tiempo en festejos y celebraciones, pensaron que era adecuado organizar justas y torneos como se hacía en la corte de Borgoña. Carlos de Anjou, conde de Maine, y Juan de Luxemburgo, conde de Saint-Pol, fueron los encargados de su organización. El héroe del torneo fue Jacques Lalaing, súbdito de Felipe el Bueno. Después del torneo, aquel «buen caballero» o «caballero sin mancha» comenzó a viajar por Europa en busca de encuentros en las lizas: en 1446-1447, en Navarra, en la corte de Anne de Cleves, en Castilla (entró en liza nada menos que con Diego de Guzmán), y en Portugal. La caballería errante era un fenómeno europeo cuyos protagonistas en el siglo XV eran sobre todo caballeros castellanos y aragoneses: Gutiérrez de Quijada compitió con Juan de Luxemburgo, bastardo de Saint-Pol en la justa de Saint-Omer de 1439; Pedro Vázquez de Saavedra luchó contra Peter Bauffremont cerca de Dijon en 1443 y luego entró al servicio de Felipe el Bueno, donde permaneció hasta su muerte en 1477. Además de las justas y torneos, algunos de esos encuentros tuvieron lugar en el transcurso del espectáculo deportivo-militar llamado paso de armas, que comportaba más aparatosidad y despliegue de medios. Consistía en mantener un combate armado en el sitio y lugar indicado por un caballero, que prohibía la entrada o el paso al resto de los caballeros, salvo si querían combatir. Fueron famosos los Pasos del Arbol de Carlomagno celebrados cerca de Dijon en 1443, el de la Cabeza de Dragón cerca de Chinon en 1446, de la Fuente de los llantos cerca de Chalons-sur-Saône en 1450, de la Dama Desconocida en Bruselas, o del Árbol de Oro en Brujas en 1468. Los pasos de armas eran una creación castellana: los primeros pasos fueron Paso de la Fuerte Ventura en Valladolid en 1428 y sobre todo el famoso Paso Honroso protagonizado por el caballero leonés Suero de Quiñones a pocos kilómetros de Astorga en 1434.
Los pasos de armas eran una forma refinada de puesta en escena de una novela de caballería. La justa era un combate singular de hombre contra hombre a caballo y con lanza; el torneo era un combate colectivo en el que se enfrentaban dos grupos adversarios de jinetes. Los grupos de jinetes salían de sus casas y atravesaban la ciudad, saludando en ventanas y balcones a damas, nobles o burgueses. Llegaban hasta la plaza principal que era a menudo la escena del combate. Las gradas estaban llenas de espectadores y espectadoras. Las banderas de los combatientes aparecían ricamente decoradas con sus escudos de armas. Al son de las trompetas, los jinetes galopaban alrededor de la plaza hasta el encuentro con el adversario. Estos juegos no estaban exentos de peligro. A menudo el vencido necesitaba ayuda para abandonar la liza y en ocasiones la fiesta terminaba con un buen número de muertos y heridos.
Las novelas de caballería
Al lado de las populares novelas de autores clásicos y de cruzada de siglos anteriores siempre en boga, en la corte de Borgoña floreció, especialmente en el tercer cuarto del siglo XV, una literatura pseudo-histórica con novelas de aventuras orientales o biografías caballerescas, bajo la influencia del espíritu de cruzada, por ejemplo, del ciclo carolingio Charles Martel (1448) o Saladino (antes de 1469) que se refiere al ciclo de las cruzadas. Sin embargo, a diferencia de las que se escribían en Italia y en la Península Ibérica, las novelas de aventuras caballerescas tenían una difusión más bien limitada y por lo tanto sin posteridad, salvo la historia Los tres Hijos del Rey que se imprimió en el siglo XV. En Florencia, Andrea da Barberino hizo revivir el ciclo carolingio, sobre todo en su Guerrin Meschino, género que fue renovada por el florentino Luigi Pulci en Morgante (1460-1470), y en Calabria, por el Rolando amoroso de Matteo Mari Boiardo (1494), que continuó Ariosto en su Orlando Furioso (1532). En Cataluña, Curial e Güelfa (entre 1440 y 1460), cuyo héroe es originario de Italia y donde aparecen el rey de Francia, los duques de Orleans y de Borgoña, el conde de Foix, el marqués de Monferrat, y Tirant lo Blanc (1457) éxitos de librería hasta hoy. Finalmente en Castilla vio la luz el Amadís de Gaula, relacionado con el ciclo bretón, cuyo homónimo héroe se convierte en el parangón de la caballería en el siglo XVI en Europa y más allá.
En la corte de Borgoña, como en el resto de Europa, otro de los pasatiempos favoritos era componer poemas y canciones de amor cortés, tema que se renovó en la corte de Francia. El tournesiano Pierre de Hauteville, llamado Príncipe y poeta del Amor, era un poeta de la corte de Borgoña o próximo a ella (antes de 1448). En el libro El Corazón prendido de Amor, Renato de Anjou (1457), utiliza el tema del cementerio de los fieles amantes y de los poetas enamorados. La idea del cementerio fue retomada por Olivier de la Marche en su Caballero liberado (1483). La caballería encarnada por Carlos el Temerario encontró allí su sepultura. Esta obra fue recibida favorablemente en Castilla y fue el libro de cabecera de Carlos V. En los temas más clásicos de la poesía, el tono para todas las cortes francesas lo daba Carlos de Orleans y su corte de Blois, con quien Felipe el Bueno intercambiaba correspondencia poética, especialmente durante su largo cautiverio en Inglaterra donde adquirió fama escribiendo el más famoso de todos sus poemas, El bosque de la larga espera. Este tipo de literatura, a veces lujosamente ilustrada, proporcionaba también los argumentos de justas cuya puesta en escena a veces se explicaba en un folleto.
Felipe el Bueno encargó a David Aubert escribir la historia del héroe carolingio Renaud de Montauban. El libro, bellamente ilustrado, no se completó hasta 1468, un año después de la muerte del duque.
Carlos de Orleans, era nieto de Carlos V, sobrino de Carlos VI el Loco, y padre de Luis XII. Gran señor y poeta, vivió los episodios más trágicos de la Guerra de los Cien Años. Doce años después del asesinato de su padre por el duque de Borgoña Juan Sin Miedo, se convirtió en el jefe de una de las grandes familias feudales de Francia. Las leyes del honor imponían a aquel joven tímido, más atraído por los libros que por las armas, vengar el crimen impune. Pero Carlos fue hecho prisionero en Azincourt, y encarcelado en la Torre de Londres. Durante sus veinticinco años de cautiverio en Inglaterra, aquel Hamlet francés, príncipe melancólico atrapado en una historia demasiado cruel para él, escribía poemas que inmortalizaron su nombre.