Lorenzo de Médicis, llamado el Magnífico
Lorenzo de Médicis (1449-1492) sucedió a su padre Pedro de Médicis a la edad de 20 años. Su poder era considerable y la oligarquía florentina estaba dispuesta a someterse a la autoridad de los Médicis con el fin de evitar el retorno a una época de guerras intestinas que causaron la ruina de muchas familias. Llamado el Magnífico, título corriente para los dignatarios que no eran de origen noble – acabó por merecer su sobrenombre:
La guerra había sumergido Italia en un tal baño de humillaciones que los florentinos vieron en Lorenzo el santo patrón de una era de paz, de abundancia y de gloria. En el siglo XIX, historiadores nostálgicos cantaron las alabanzas del hombre que ofreció a su ciudad el último gran periodo de dominio cultural – era la época de Marsilio Ficino y Pico della Mirándola, de Filippino Lippi, Botticelli y Verrocchio, de las grandes esperanzas de Leonardo da Vinci y las ambiciones del joven Miguel Ángel, de Poliziano o de Pulci. Lorenzo encarnó el mito del mecenas poeta.
En este retrato idealizado de Lorenzo el Magnífico, se lee la inscripción « virtutum omnium vas » (vaso de todas las virtudes).
Poeta, Lorenzo el Magnífico se dejó conquistar por la poesía en lengua vulgar del siglo XV. Buen autor, se consagró a la composición de obras de distintos géneros: escribió las Rime, pequeños poemas idílicos como La Nencia da Barberino y L’Ambra, los Laudi spirituali y los Canti carnascialeschi. Compositor ecléctico, puso igualmente música a algunos versos siguiendo el modelo de Petrarca, como en el célebre soneto: “¡Cuán bella es la juventud, aunque huya de repente! Quien aspire a ser dichoso, séalo: del mañana no hay certeza.»
La gran innovación cultural de Lorenzo se puede encontrar en su pasión por la vida en el campo y en su afición a las justas a las cuales dio un fuerte impulso, lo que permitió a la oligarquía florentina acercarse al estilo de vida de los príncipes del Norte de Italia. Su obra política aparece como ardua y complicada, ya que tuvo que mostrarse atento en no abusar del margen de independencia del que gozaba la familia y fue sin ninguna pasión que tuvo que asumir el rol de banquero. En cambio, sus intervenciones en el campo cultural prueban que en el interior del hombre de estado y de jefe de clan se escondía un príncipe erudito. Amaba a su familia y lo demostró haciendo gala de una solidez a toda prueba en los momentos más difíciles. Como su padre y su abuelo, no tenía ambiciones dinásticas. Su gran orgullo fue el de haber obtenido, en 1489, del papa Inocencio VIII el título de cardenal para su hijo Juan (el futuro León X) que iba a inmortalizar el nombre de los Médicis.
Justas, poesías, estandartes
En Florencia, la giostra (justa) gozaba de un alto prestigio: desde 1387 hasta 1434, se celebraron al menos doce; sin contar las dos giostre, que fueron sin duda las más célebres del Quattrocento florentino, y quizás de todo el Renacimiento italiano: la giostra de Lorenzo el Magnífico de 1469, alabada por el poeta Luigi Pulci, y tan impregnada del ideal caballeresco, y la de Juliano de Médicis de 1475, alabada en otro poema todavía más famoso, las Stanze de Poliziano. Algunos meses antes su de matrimonio con Claricia Orsini, Lorenzo de Médicis organizó un torneo que tuvo lugar en la plaza Santa Croce el 7 de febrero de 1469. En esta ocasión, el joven Médicis no lleva los colores de su novia romana, sino los de la florentina Lucrezia Donati, elegida reina de la fiesta. Vestido con una capa de seda blanca bordeada de escarlata, un jubón de terciopelo y un echarpe de seda ricamente bordado de rosas y adornado con el lema “el tiempo vuelve” realzado con perlas, Lorenzo es seguramente el caballero más fascinante, aunque no sea el más hermoso. Un grueso diamante en su sombrero eclipsa a todos los otros participantes (el anillo con un diamante se puede encontrar a menudo en los escudos y divisas de los Médicis). Los contendientes son: Lorenzo, su hermano Juliano y once miembros de su brigada, todos ellos formando parte de los grandes linajes florentinos, Pitti, Benci o Pazzi. La justa va a comenzar y antes de que los caballeros carguen y rompan las lanzas, se reemplazan los atuendos de desfile por las armaduras de torneo. Algunos de estos accesorios fueron cincelados por el taller de Verrocchio. Todo ello va a ser narrado por Luigi Pulci, en una composición poética llamada Giostra di Lorenzo, destinada a glorificar a los Médicis y a Lorenzo. Esplendor, poderío y fasto. Nos encontramos en la civilización del torneo, como en otros lugares de Occidente, por ejemplo en la corte de Borgoña.
En Florencia, las “giostre” se celebraban casi siempre en la plaza Santa Croce; “Se construía un cercado delimitado por una barrera, en el centro del cual se colocaba una palestra de madera o de tela, llegando a la altura de la cabeza del caballo y del cinturón del caballero, y que separaba longitudinalmente el campo. Cuando el campo era preparado de este modo, la “giostra” tomaba el nombre de “giostra en campo cerrado”; si no había délimitation interna por medio de la palestra, se la llamaba “giostra en campo abierto”. En el suelo se esparcía arena. Alrededor del recinto, en un sitio más o menos central, se montaba una tribuna para los espectadores de honor y los invitados prestigiosos y el público se situaba de pie delante de la valla.
Escipión, el republicano por excelencia, encarnación de la virtud romana transformada por la filosofía, aquí ha sido revisitado por un artista cercano a Verrocchio que lo transforma en un héroe de poema romántico. Las figuras de Escipión y Aníbal, los comandantes que se enfrentaban vistiendo armaduras fantásticas, llenaba la imaginación de artistas y escritores.
En enero de 1475, dos meses después de haberse concluido una alianza entre Florencia, Milán y Venecia, se organizó otra justa en la plaza Santa Croce que tuvo lugar por la tarde y se prolongó hasta bien entrada la noche. Esta vez el ganador fue Juliano de Médicis, quien al igual que su hermano Lorenzo en el torneo de 1469 había entrado en el campo vestido con una magnífica armadura. Esta vez Juliano fue homenajeado simbólicamente bajo la pluma de Angelo Poliziano, con una composición poética: las Estancias (Stance) para el torneo de Juliano de Médicis. Una justa espléndida, como otras justas florentinas, se está desarrollando: juego ritualizado de las armas para celebrar un acontecimiento político feliz, grandes fastos, demostración del poder florentino y triunfo del más joven de los Médicis. El estandarte que llevaba Juliano había sido pintado por Botticelli representando una Palas Atenea con el rostro de su amada Simonetta Vespucci. Este estandarte se ha perdido, pero una tapicería que todavía se conserva, junto con los dibujos preparatorios pueden dar una idea aproximada, que vendrá a añadirse a las descripciones precisas que tenemos: «una figura de Palas sosteniendo con una mano una rama de olivo y con la otra su casco; a su lado el escudo con la cabeza de la Medusa.»
Según el léxico del amor cortés, los símbolos y el lema del estandarte de Juliano, representaría su casto amor por Simonetta Cattaneo, esposa de Marco Vespucci. Una vez más el caballero se dirige al combate por el honor de su dama. El poema de Poliziano se centra pues en el encuentro de Juliano y de Simonetta. Durante una batida de caza, el joven Juliano, consagrado en estos tiempos a la diosa Diana, se lanza en persecución de un ciervo que cuando está a punto de ser cazado, se transforma en una bella mujer: Simonetta. Juliano ha sido vencido por el amor, pero el objeto de su amor es inaccesible, Simonetta está casada. Para vencer al amor debe escoger el camino de la perfección. Combatiendo bajo la imagen de Palas que figura en su estandarte, la diosa que domina los sentidos y abre el camino a la sensatez y a la gloria, Juliano es conducido por la senda de la vida filosófica. El torneo es como un rito de iniciación. Marca el pasaje, no al dominio de las armas como era costumbre, sino a la madurez intelectual y a la sensatez. El estandarte de Juliano se descifra según una lectura neoplatónica. Las proezas de Juliano van a tener una gran repercusión en toda la ciudad: a los versos de Poliziano se le añade la celebración alegórica de Botticelli, quien representa el acontecimiento en tres grandes cuadros inspirados directamente del poema: el Nacimiento de Venus, Marte y Venus y la Alegoría de la Primavera.
El tema de este cuadro habría sido sugerido por Lorenzo de Médicis basándose en los poemas de su humanista preferido, Poliziano. Fue así como Botticelli interpretó los textos: el nacimiento profano de Venus, y la consagración de la diosa, nombrada madre y señora de las Artes y del Saber. Simonetta Vespucci, el amor platónico de Juliano, sería el modelo del pintor para la figura de Venus.
La obra se situaría entre la diversión mitológica y el símbolo, el realismo y la poesía, para evocar, siguiendo el ejemplo de los ritos del mes de mayo florentino, el triunfo de la Primavera y del Amor. El primer día de mayo, cuando comenzaban la fiestas, los jóvenes colgaban una rama de árbol en flor adornada con guirnaldas de la puerta de la casa de la joven a la que cortejaban. Enseguida se establecieron vínculos con la poesía de Poliziano, “Ben venga primavera, che vuol l’uom s’innamori” o del mismo Lorenzo.
Simonetta Vespucci, era la esposa de Marco Vespucci, diplomático al servicio de Pierfrancesco de Médicis y hermano del célebre Amerigo Vespucci. Nacida en Génova en 1453, murió en Florencia a la edad de 23 años, posiblemente a causa de la tuberculosis. En Florencia, Simonetta era considerada como la mujer más bella de su época, lo que explica que hubiera posado como modelo para pintores como Sandro Botticelli o Piero di Cosimo, e inspirado a poetas como Angelo Poliziano.
Angelo Poliziano
Definido como príncipe de los humanistas, Angelo Poliziano (Montepulciano 1454 – Florencia 1494) se impuso por su prodigiosa cultura clásica y sus traducciones de Epicteto, Platón y Marco Aurelio. Nacido en el seno de una familia burguesa ligada a los Médicis, llegó a Florencia en 1464, después del asesinato de su padre. Aprovechó sus estudios para componer versos en latín que le valieron la protección de Lorenzo de Médicis, quien en 1475, le confió la educación de su hijo y lo instaló en su propia casa. Fue el amigo de los grandes eruditos y pensadores de Florencia (Juan Argirópulo, Marsilio Ficino, Cristoforo Landino). Pero sus aptitudes lo conducían más a la filología y a la poesía latina o italiana que al neoplatonismo. En 1475, comenzó a escribir sus Stanze per la giostra del Magnifico Giuliano (Estancias para el torneo) cuyas estrofas, o al menos una parte de ellas, están sin duda relacionadas con las pinturas de Botticelli. Pero esta obra fue interrumpida tras la muerte de Juliano de Médicis, víctima de los Pazzi, cuya conspiración (1478) fue contada por el mismo Poliziano. Dudando de la estabilidad del gobierno de Lorenzo, y desanimado por la hostilidad que le profesaba Clarisa Orsini, esposa de su protector, decidió abandonar Florencia y trasladarse a Mantua en 1479. Es allí donde redactó para Francesco Gonzaga esposo de Isabella d’Este, el primer drama pastoral italiano, La fábula de Orfeo. En 1480, volvió a Florencia, en cuya universidad Lorenzo le había reservado la cátedra de retórica griega y latina que ocuparía hasta su muerte. Sus investigaciones lo llevaron hasta los rincones más oscuros, pero también los más refinados de la literatura y de la cultura griega y latina. Cinco años antes su muerte, Poliziano creó su obra más importante, Miscellanea, en la cual criticó a los antiguos, a los que consideraba culpables de haber influido demasiado a los poetas de su época. Los poemas en los cuales basaba sus cursos, las Silvae, y también sus numerosos epigramas griegos, muestran que fue el premier humanista italiano a haber dominado verdaderamente la lengua de Homero. A fuerza de delicadeza y de musicalidad llegó a realizar, sobre todo en las Stanze, la síntesis entre formas clásicas y vernáculas con una ligereza y una habilidad dignas de las mejores creaciones de Florencia bajo Lorenzo el Magnífico. Cuatro años después de su muerte, Aldo Manucio publicó en Venecia la primera edición de sus obras.
Juan Pico della Mirandola
Juan Pico della Mirandola (1463-1494), noble lombardo destinado a una brillante carrera de jurista eclesiástico, escogió la filosofía que estudió en Ferrara, Padua, Florencia y París. Descubrió el pensamiento griego y la tradición árabe encarnada por Averroes y la filosofía judía medieval. Su primera manifestación pública fue la presentación en Roma (1486) de sus 900 Tesis para ser disputadas, de las cuales varias fueron condenadas por una comisión designada por el papa. Pico contestó, pero su Apología, dedicada a Lorenzo de Médicis le valió un mandato de arresto. Huyó a Francia, pero fue detenido y encarcelado. Fue liberado gracias a la intervención del rey de Francia y del propio Lorenzo de Médicis a quien, de regreso a Florencia, le dedicó (1488 ) su septiforme interpretación del Génesis, el Heptaplus. El círculo de neoplatónicos de Florencia lo acogió y fue a Poliziano a quien dedicó De Ente et Uno. La muerte le impidió acabar sus Disputationes adversus astrologiam divinatricem y asistir al triunfo de Savonarola, con el cual mantenía relaciones amigables. Ligado a los neoplatónicos de Florencia, su admiración por Averroes y la Cabala modificó su punto de vista sobre Platón, el neoplatonismo y el hermetismo. Soñaba con elaborar una gran síntesis del pensamiento no cristiano. Su originalidad aparece claramente en su obra más conocida, el Oratio de dignitate hominis (Discurso sobre la dignidad del hombre) consagrado al rechazo de la definición neoplatónica del hombre como intermediario entre lo terrestre y lo divino. Para él, el hombre se sitúa fuera de toda jerarquía y sólo le atañe a él continuar o no su evolución espiritual. Partidario de la interpretación alegórica de los mitos griegos, estigmatiza por otro lado los clichés de la astrología convencional, de la cual hace en su último libro, el verdadero enemigo de la religión.
Entre los personajes, se reconoce de izquierda a derecha los filósofos Marsilio Ficino, Pico della Mirandola y Angelo Poliziano.
Giovanni Pico della Mirandola formula propuestas que lo sitúan a la cabeza de los pensadores florentinos: «que el hombre, familiar de las criaturas superiores y soberano de las inferiores, es el vínculo entre ellas; que por la agudeza de los sentidos, por el poder indagador de la razón y por la luz del intelecto, es intérprete de la naturaleza; que, intermediario entre el tiempo y la eternidad…» Pico della Mirandola, De Hominis Dignitate.
El banquete platónico
En el famoso preámbulo del De Amore, Marsilio Ficino explica cómo pudo ser recuperada en Florencia la ceremonia colectiva del banquete filosófico. “Platón, padre de los filósofos”, escribe Ficino, “cumplidos los 81 años de su edad, el séptimo día de noviembre, mes en que había nacido, estando sentado a la mesa, una vez que fueron retiradas las viandas, terminó su vida. Y este banquete, en que se encuentran reunidos el natalicio y el fin del mencionado Platón, cada año lo celebraban todos los antiguos platónicos, inclusive en los tiempos de Plotino y Porfirio. Pero después de Porfirio, se suspendieron estas solemnes reuniones durante mil doscientos años. Hasta que finalmente, ya en nuestros tiempos, el famosísimo Lorenzo De’ Medici, queriendo renovar el banquete platónico, encomendó la preparación del mismo a Francesco Bandino. Así pues, como Bandino había ordenado honrar el séptimo día de noviembre, habiendo invitado a nueve filósofos platónicos, los recibió con gran pompa en la villa de Careggi.» Fue en 1462 cuando se formó una Academia platónica que agrupaba humanistas y sabios en torno a Marsilio Ficino «una reunión de espíritus libres» en la villa de Careggi. Las enseñanzas de Ficino se basaban probablemente en comentarios de textos filosóficos. Pero no todo eran comentarios, diálogos o concursos de elocuencia. Se cantaba acompañándose de la lira, pues decían que la música apaciguaba el eterno conflicto entre el alma y el cuerpo. En esta Academia, que quería hacer renacer el jardín de Academos, la imitación platónica va muy lejos. El banquete, con otras referencias, evocaciones y escenas reinterpretadas, es una de esas reconstrucciones platónicas, donde se reunían personajes conocidos, entre ellos Landino, quien ocupa un lugar eminente en el mundo de los eruditos. Otros eran menos célebres, pero lo importante para aquellos hombres era que fueran nueve como las Musas, para honrar la memoria de Platón, y para hacer revivir en Florencia una costumbre interrumpida desde Plotino. Pero el objetivo también era, y se celebraba con un banquete, la fiesta de Cosme de Médicis, el día de los santos Cosme y Damian, reanudar con un ejercicio intelectual y espiritual, una celebración filosófica. Así es como se vivía una comunicación asidua con los clásicos, una «absorción» día tras día de sus modelos, capaces de formar al hombre y a su raciocinio. Este programa, fue un programa de vida más que un programa cultural, cuya confesada ambición era la de modelar la vida civil, el gobierno de los hombres y de las familias, y se acostumbra a identificarlo con el término de humanismo.
La conjura de los Pazzi
La arrogancia familiar de los Pazzi tuvo mucho que ver en la aversión que profesaban a los Médicis estos nobles convertidos en banqueros a principios del siglo XV, y cuyo principal cliente era el papa Sixto IV. Instigado por sus sobrinos Riario y Della Rovere, el papa quería crear un nuevo Estado Pontifical. Para realizar este proyecto, cerró un acuerdo con Nápoles que puso a Florencia en una situación muy crítica. Para contrarrestar los efectos de esta decisión, Lorenzo de Médicis intentó aliarse con Venecia. Se hizo el promotor de una Liga abierta, pero sin éxito. Mientras tanto en Roma, los Riario y los exiliados florentinos rivales de los Médicis, de los que formaba parte Francesco Salviati, arzobispo de Pisa y la familia florentina de los Pazzi, organizaron una conjura contra Lorenzo y su hermano Juliano, que el papa, aparentemente hostil al proyecto, (la opinión de los historiadores no es unánime al respecto) no supo hacer abortar. Así, durante la celebración de la Misa pascual del 26 de abril de 1478 en la catedral de Florencia, fueron atacados Lorenzo y su hermano Juliano. Juliano fue asesinado y Lorenzo herido levemente en el cuello. El furor popular que ello desencadenó tuvo consecuencias terribles. Duró tres días fueron llevadas a cabo toda una serie de brutalidades inconcebibles. Se colgaron a un centenar de conjurados y fueron masacrados algunos de los más célebres. Familias enteras, como la de los Pazzi, fueron exterminadas. El cuerpo del arzobispo Salviati fue expuesto junto con otros cuerpos colgados de las ventanas del Palazzo Vecchio. Se asistió a una verdadera caza al hombre y peor todavía, caza a los cadáveres. Aquellos que creyeron que los florentinos preferirían el gobierno de los Pazzi se equivocaron. Al grito de adhesión de los partidarios de Jacopo dei Pazzi “Libertad, Libertad”, el pueblo había respondido con el de «Palle, Palle» (bolas) que era el de los partidarios de los Médicis (alusión a su escudo).
Juliano de Médicis, hijo de Pedro de Médicis, y hermano de Lorenzo, murió apuñalado durante la misa de Pascua en el Duomo de Florencia. Lorenzo solo fue herido. Los florentinos respondieron con indiferencia a las llamadas de los conjurados, y los Pazzi desaparecieron bajo un diluvio de ejecuciones y de deportaciones.
En este retablo recientemente restaurado, los santos Cosme y Damián están arrodillados en primer plano. Probablemente se trata de los retratos de Lorenzo el Magnífico (mirando al espectador) y de su hermano Juliano.
El mecenazgo de Lorenzo de Médicis
Indiscutiblemente dotado de un gran talento y de una sólida cultura Lorenzo de Médicis era sensible a la innovación intelectual y artística. Para él, el mecenazgo consistía menos en efectuar encargos que a exhortar a los grandes a recurrir a los servicios de los artistas florentinos. En 1480, recomienda al rey de Nápoles, Giuliano da Maiano; en torno a 1485, Verrocchio viaja a Venecia. En la misma fecha, Leonardo da Vinci se traslada a Milán, bajo la sugerencia del señor de Florencia que ansiaba satisfacer a Ludovico el Moro. En 1481, a instancias de Sixto IV della Rovere, reconciliado con Florencia, un equipo de pintores, entre las más importantes personalidades del arte toscano, Botticelli, Domenico Ghirlandaio, Signorelli, son enviados a Roma para decorar la capilla Sixtina. A su vez, Filippino Lippi viaja a Roma llamado por el cardenal Carafa para decorar su capilla en la iglesia Santa María sopra Minerva y por el papa Alejandro VI para pintar los Aposentos Borgia. Incitó a su primo Lorenzo di Pierfrancesco encargar a Botticelli La Primavera y El Nacimiento de Venus. Fueron los Tornabuoni y los Sassetti, asociados de Lorenzo el Magnífico, quienes pagaron a Ghirlandaio los ciclos de frescos de Santa Trinità y de Santa Maria Novella (diez veces más barato de lo que le costó su célebre Tazza Farnese): Lorenzo solo financió directamente su colección de pequeños objetos preciosos (ánforas, urnas, copas, camafeos, medallas, joyas y estatuíllas antiguas). Encomendó a Giuliano da Sangallo la edificación de una de sus casas de campo favoritas, la de Poggio a Caiano; y a Perugino, Ghirlandaio, Botticelli y Filippino Lippi decorar su villa de Spedaletto (cerca de Arezzo), cuyos frescos, desgraciadamente, han desaparecido. Filippino Lippi fue el artista preferido de Lorenzo, al que convirtió en un pintor célebre. Vasari cuenta que a su muerte, todas las tiendas de la vía dei Servi fueron cerradas durante los funerales del pintor, como si hubiera muerto un príncipe. Discípulo de Botticelli, trabajó en Spoleto y en Roma. Filippino Lippi recibe en 1484/85 el encargo de terminar los prestigiosos frescos de Masaccio (muerto cincuenta años antes) en la capilla Brancacci de la iglesia del Carmine de Florencia. Fue solicitado también por los Strozzi en 1487, para decorar la capilla de la familia situada en el transepto de Santa Maria Novella.
En un torbellino de alas, velos y banderolas, esta obra de fecha incierta, muestra la musa Erato amaestrando al cisne, el animal que representa la poesía. Esta escena se puede relacionar con el poema mitológico “Apolo y Pan” de Lorenzo de Médicis, donde dice que los cisnes han abandonado el Helicón para ir al Peneo (alimentado por las lágrimas). El cisne formaba parte del lenguaje de la poesía humanista; designa el impulso; Erato es también una de las musas de la capilla Strozzi, decorada por Lippi. Fue en el contexto de las imágenes un poco herméticas, donde el humanismo tendía a definir una nueva iconografía, y donde Filippino encontraba el medio de satisfacer su curiosidad.
Giuliano da Sangallo (1445-1516) fue el arquitecto oficial de Lorenzo el Magnífico. Como heredero de la tradición de Brunelleschi, dirigió, a instancias de Lorenzo, los primeros trabajos de construcción de la iglesia Santa Maria delle Carceri en Prato. Superando a su maestro, supo interpretar los ideales aristocráticos y neoplatónicos del círculo de los Médicis. Ejecutó la sacristía de la iglesia Santo Spiritu y realizó la Villa de Poggio a Caiano. También Benedetto da Maiano (1442-1497), formó parte del selecto grupo de arquitectos de Lorenzo el Magnífico. Construyó el palacio Strozzi partiendo de criterios elaborados por Michelozzo.
La villa de Poggio a Caiano de Lorenzo de Médicis, fue comenzada en 1487 en las tierras que había comprado a los Rucellai. Poggio era un retiro donde iba a cazar y a pescar, un paisaje que la poesía del propio Lorenzo había convertido en mítico, donde el Ambra no era un simple arroyo que atravesaba la propiedad, sino que se transformaba en la ninfa del lugar. El edificio solo fue parcialmente acabado en vida de Lorenzo, pero el “vestibulum” coronado por un frontón, es obra suya – una fachada de templo a la manera romana, con un friso en tierra cocida celebrando a la vez el calendario rural y los progresos de la civilización, del caos a la edad de oro de Lorenzo. Giuliano, de acuerdo con el neoplatonismo, cultura filosófica dominante en Florencia, concibió la tipología de la villa de Poggio, como “una idea de formas perfectas” preexistente antes de la intervención del arquitecto.
La acción cultural de Lorenzo se manifestó de dos maneras: por una prestigiosa política artística y por un cierto número de iniciativas personales y de encargos. No se puede ignorar la magnitud de la primera, aunque tendiera a desalojar de Florencia a sus artistas; por otro lado, los proyectos más interesantes fueron casi todos interrumpidos por la muerte prematura de Lorenzo a los cuarenta y tres años. En la época feliz, anterior al episodio de los Pazzi, los encargos para el palacio de la Vía Larga parece que fueron como antaño realizados por los Pollaiolo; el taller de Verrocchio realizó algunos encargos ocasionales, en particular para la “Giostra” de 1475. En 1484, Antonio del Pollaiolo y su hermano se fueron a Roma para realizar el monumento funerario en bronce de Sixto IV.
Este cuadro puede ser interpretado tanto de forma política como alegórica. Fue Lorenzo quien lo habría ofrecido a un miembro de la familia Médicis, Lorenzo di Pierfrancesco (el vestido de la diosa va adornado con anillos entrelazados que llevan un diamante, uno de los emblemas de Médicis) y representa el inesperado éxito de las laboriosas gestiones diplomáticas que hizo Lorenzo en Nápoles con el rey Ferrante I. Por otro lado, Palas y el Centauro con cuerpo de caballo y torso y cabeza de hombre, renueva el antiguo tema de Atenea castigando a Marsías por haber cogido una flauta. Lorenzo de Médicis, utiliza a su vez el antropomorfismo cuando, en verso, imagina que el arroyo Ombrone que desemboca en el Arno se enamora de la ninfa «Ambra». Para rescatar a la joven, Diana la transforma en una roca. La literatura renacentista y su ilustración figurada amalgaman lo rústico popular con las investigaciones de un humanismo pagano.
Anunciación y detalle, c.1475, Piero Pollaiolo (Berlín, Staatliche Museen). Por la ventana de esta Anunciación, se nos ofrece una vista panorámica del valle del Arno y de la ciudad de Florencia dominada por la gran cúpula de Brunelleschi. Este detalle fascina por la pureza de las líneas, por la perfección de la perspectiva y el sentido del equilibrio, como si se hubieran querido reunir simbolicamente todos los cánones del Renacimiento florentino.