Alex Colville
El pintor canadiense Alex Colville (1920-2013), es uno de los artistas modernos más importantes que se centra en el realismo mágico, un movimiento artístico similar al surrealismo en el sentido de que ambos tienen elementos de una obra de arte onírica, fantástica e irreal, pero el realismo mágico no parte de lo irreal, sino que es arte o literatura realista que tiene elementos irreales. Las obras de Colville representan temas cotidianos y poseen una cualidad misteriosa y mítica que demuestra su finura mental. Aunque trabajó durante el apogeo del expresionismo abstracto, Colville nunca se desvió de su estilo figurativo.
Aunque nació en Toronto, Colville acabó trasladándose a Amherst (Nueva Escocia), donde se dice que el paisaje y su entorno le marcaron profundamente. Estudió en la Universidad Mount Allison de Sackville, Nuevo Brunswick, de 1938 a 1942, con Stanley Royle. En 1942, Colville se alistó en el ejército canadiense y sirvió (1944-45) en Europa como pintor oficial de guerra durante el segundo conflicto mundial. Sus experiencias en tiempos de guerra inspiraron los temas de sus primeros cuadros.
La obra de Colville llamó la atención en la década de 1950 con una serie de exposiciones en galerías de Nueva York y más tarde en Europa antes de ser reconocido en su país natal. A partir de Nude and Dummy (1950), los temas de sus cuadros se inspiran en su vida familiar, cualidad que más tarde le valdría el sobrenombre de «pintor laureado» de Canadá. Conocido por su trabajo meticuloso, realizaba numerosos bocetos y representaciones geométricas antes de empezar a pintar. Otras obras de Colville incluyen diseños para emisiones especiales de monedas conmemorativas canadienses.
El realismo mágico de Alex Colville
El realismo mágico es un estilo relacionado con el surrealismo, cuyo término fue formulado por Franz Roh, crítico de arte alemán, en 1925. La diferencia entre ambos es que el realismo mágico se centra en la existencia real de las cosas, a diferencia de los paisajes oníricos del surrealismo. Los elementos fantásticos existen, pero su existencia se explica y se presenta como algo real. Este movimiento se hizo popular, atrayendo a artistas como Andrew Wyeth, René Magritte y Paul Delvaux. En Horse and Train de Colville, por ejemplo, tanto el caballo como el tren son reales, lo que demuestra la importancia de su existencia. Sin embargo, la idea de que el caballo corra hacia el tren le da un carácter fantasioso, mientras que en la realidad lo más probable es que los caballos huyeran de la trayectoria del tren que se aproxima. La atmósfera de Canadá tuvo un efecto importante sobre el pintor, evidente aquí en el azul grisáceo del cielo. Otro ejemplo es Man on Verandah, pintado en 1953. El hombre, el gato y los barcos son reales. ¿Pero cómo llegaron unas embarcaciones que no tienen tripulación hasta esas aguas tranquilas?.
Las obras de Colville se basan en abundantes bocetos y estudios, que primero se llevan a un esquema abstracto y geométrico antes de realizar dibujos a partir del modelo vivo y proporcionados al formato previsto. Sólo entonces comienza el lento y paciente proceso de pintar. Se aplican sucesivas capas de pintura diluida sobre un panel de madera imprimado, y la superficie opaca se sella finalmente con una laca transparente. Este proceso puede durar meses.
Imágenes silenciosas
Las imágenes silenciosas de Colville son estáticas. Sin embargo, casi todos ellas cuentan una historia, en una trama breve y concisa que no siempre tiene una resolución. Las situaciones humanas básicas son los temas simples pero complejos: la soledad, el aislamiento, la separación, el trabajo, el ocio, la distancia, el amor. La crudeza del contenido, sublimemente dramático y a menudo melancólico, se corresponde con la absoluta precisión de la forma en que se transmite. Como casi ningún otro artista, Colville mantiene el difícil equilibrio entre imaginación y cálculo sobrio, interés formal y compromiso social. Detrás de la superficie realista de sus imágenes se esconde lo surrealista, pero un surrealismo que no contiene ningún rastro de puesta en escena teatral ni de alusiones al psicoanálisis, de cuyos nuevos mitos Colville desconfía profundamente.
Colville dedicó un estudio intensivo a la pintura europea. Según él, tardó varios años en digerir las impresiones que recogió durante dos días en el Louvre. Pero también le impresionaron profundamente los precisionistas estadounidenses de los años treinta y los luministas, especialmente el universo de Edward Hopper. Los cuadros de Colville son la prueba de que un realismo de contenido no tiene nada que ver con el naturalismo, del que el realista circunspecto no refleja la realidad sin reflexionar, sino que la analiza. Es este espíritu de análisis el que permite a Colville descubrir los «mitos de la banalidad»: a orillas del Spree, junto al mar, en el circo, en acontecimientos deportivos, en un barco o en una autopista, en un prado o en una piscina, en una cabina telefónica o en un dormitorio. Colville insiste en que el aspecto mítico de la vida cotidiana no está reservado a autores de rango secular como un James Joyce, sino que el pintor contemporáneo también puede acceder a él.