Un innovador del arte abstracto
Uno de los artistas más importantes del arte norteamericano actual es Frank Stella. Nacido en 1936 en Malden (Massachussets), en 1958, después de haberse licenciado en historia del arte en la Universidad de Princeton, viajó a Nueva York donde triunfó rápidamente al ser incluido al año siguiente en la exposición Sixteen Americans, organizada por el MoMA, en la que estaban entre otros, Jasper Johns, Robert Rauschenberg o Ellsworth Kelly, pero también artistas que fueron desapareciendo por el camino o cayeron en el olvido. La famosa conservadora y comisaria Dorothy Miller seleccionó para la ocasión cuatro de las llamadas Black paintings de Stella. A pesar de la mala critica del New York Herald Tribune calificando sus obras de «indescriptiblemente aburridas», el museo le compró The Marriage of Reason and Squalor (1959), algo que proporcionó a Stella notoriedad y reconocimiento. Su primera exposición individual tuvo lugar, en 1960, en uno de los templos de la modernidad neoyorquina, la galería de Leo Castelli, y tan solo diez años después, en 1970, cuando contaba treinta y cuatro años de edad, el MoMA, presentó la primera retrospectiva de su obra, lo que le convirtió en el artista más joven en la historia del museo en recibir tal honor. Además, en 1987 fue objeto de una segunda retrospectiva en el mismo museo, un hecho sin precedentes y único hasta el día de hoy.
El ciclo creativo y vital de Frank Stella es su valiosa aportación como permanente innovador del arte abstracto, una corriente que, como él mismo confesó en una entrevista concedida en marzo de 2009 a Robert Ayers, «es lo que me gusta y lo que siento que debo hacer; me siento fluir con él; me siento responsable de él». A lo largo de su trayectoria, Stella ha sabido renovarse y perfilar nuevos estilos innovadores, pasando de lo minimal a lo barroco, de las líneas rectas a un interés por lo dinámico y por la figura serpentina del manierismo. Ha combatido el expresionismo abstracto pero, sin embargo, y paradójicamente, no ha salido del arte abstracto, de la pasión por la forma, por el sentido del equilibrio y de la ruptura formal. Sus líneas se entrelazan como los brochazos de De Kooning, moviéndose desde la simplicidad representada por las obras de Franz Kline a la sensualidad del holandés, pero trabajando con metales y aerógrafos. Sus clásicas pinturas de finales de los cincuenta son hoy emblemas gráficos de una época, a la altura de retratos de celebridades de Warhol. Además, Stella ha sabido mezclar pintura y escultura, pasando de la exploración de la relación entre superficie, línea y geometría plana, a indagar en las conexiones entre color, estructura y espacio, y transformando sus pinturas en relieves y esculturas que enfatizan en su interacción el movimiento dinámico de las formas.
Lo que ves es lo que ves
Las Black paintings que marcaron el inicio de la carrera de Frank Stella, son cuadros pintados con esmalte, de líneas verticales y horizontales, como diagramas en un patrón simétrico predeterminado, que anuncian el minimalismo y suponen un contrapunto a los excesos en el uso de la materia por parte de los expresionistas, y a la sensualidad matérica de sus trazos y gestos. Por su simplicidad y el uso de un solo color, estas obras son un alegato contra el idealismo romántico del expresionismo abstracto y una decidida apuesta por la particular marca nihilista y minimalista que Stella confirió a su primera serie de pinturas, que abrió nuevos caminos para la abstracción y ejerció un profunda influencia en el arte de los años 60 como el Hard-edge painting, ese estilo de abstracción geométrica remite también a su obra. El objetivo de Stella con estos cuadros era «mantener al espectador fuera de la lectura de la pintura», es decir, ni leerla ni interpretarla, sino simplemente mirarla como se observa un objeto, una idea que expresó con su famosa frase What you see is what you see (Lo que ves es lo que ves), una afirmación que resume la voluntad del artista para determinar no tanto lo que la pintura puede mostrar, sino para llegar a descubrir todo aquello de lo que puede prescindir.
Iniciando nuevas búsquedas
El fulminante éxito de Frank Stella fue de alguna forma el del minimalista como propuesta pictórica, pero lejos de instalarse en ese espacio de reconocimiento y confort que había sabido delimitar, en la década de los sesenta inició nuevas búsquedas que cambiaron su estilo e introdujeron otros enfoques en su trabajo, como la ruptura de la estructura del lienzo, marcando una senda que después seguirían Elisabeth Murray o Ellen Phelam, y a la que él mismo daría continuidad con las series Irregular Polygons e Indian and Exotic Birds en la década de 1970. En la obra Shoubeegi, que pertenece a esta última, Stella utiliza formas de aluminio curvadas y pintadas que sobresalen en el espacio del espectador, aumentando la naturaleza objetual de las obras y disminuyendo su apariencia de cuadros colgados en la pared. A pesar de que Stella utilizaba piezas ensambladas y elementos tridimensionales, seguía estimando que la serie Indian Bird -en aquel momento su obra más escultórica- consistía en pinturas o relieves pintados. Considerada por algunos como «discotequera», la paleta de colores chillones de la serie -producida mediante la adhesión de partículas de virutas de metal o vidrio molido a una primera capa de color, que luego se pinta o tiñe- también era nueva en su obra. Stella comenzó la serie durante su estancia en 1977 en Ahmedabad, y bautizó las obras con nombres de aves del subcontinente indio.
El lienzo Michapol I que forma parte de la serie Polish Village (Pueblo Polaco) se desarrolla a partir de variaciones de color y formas geométricas entrelazadas, influenciadas en parte por el constructivismo ruso. También inspiradas en las sinagogas polacas de los siglos XVII al XIX, las obras de esta serie son collages a gran escala, en los que el artista pegó sobre el lienzo fieltro, papel y madera.
A diferencia de las obras que le dieron fama antes de 1960, en las que había eliminado toda profundidad, en la década de 1970, Stella empezó a introducir relieve en sus cuadros, iniciando lo que llamaría «pintura maximalista» por sus atributos escultóricos. El elemento distintivo era el volumen que conseguía a través de relieves o elementos propios del collage, como por ejemplo maderas u otros materiales adheridos al lienzo. Asimismo, fue acentuando la irregularidad de los cuadros con formas extrañas, algo particularmente evidente en Eccentric Polygon, de 1974. Estas nuevas variantes estilísticas se concretará en un conjunto de series como Moby Dick, un homenaje a Henry Melville (de 1985 a 1997), la serie Raft of the Medusa (1990), la dedicada a Heinrich von Kleist (de 1996 a 2008) o la más reciente, Scarlatti Sonata Kirkpatrick, iniciada en 2006.
La pintura como escultura
En la década de los ochenta, algunas de las obras de Frank Stella también comenzaron a ser más tridimensionales, sobre todo desde que empezó a utilizar el aluminio, creando piezas que podrían ser consideradas como esculturas, pero con la fuerza del color de sus relieves y las técnicas de trabajo relativamente complicadas que emplea el artista para crear sus marcos y superficies irregulares o sus relieves escultóricos. Todo este proceso de evolución creativa, condujo a Frank Stella hacia dos nuevos ámbitos: la escultura al aire libre – que inició con Decanter (1987) instalada en el parque del Museo of Fine Arts de Houston – y la «arquitectura pictórica», proyectos para realizar pinturas murales en edificios y espacios públicos, como el mural para la Gas Company Tower en Los Ángeles (1991), el del Princess of Wales Theatre de Toronto (1993) o la pintura del techo de la sala de conciertos y el mural que cubre todas la pared del hall de la Moores Opera House, en el campus de la universidad de Houston (1997).