Frank Auerbach

La gestualidad de la pincelada

Hombre intensamente reservado que prefiere dejar que sus cuadros hablen por él, el pintor londinense Frank Auerbach, que acaba de dejarnos a los 93 años, ocupa el lugar de un maestro moderno. Su fusión de realismo, abstracción e introspección psicológica en esculturales capas de pintura, dio a la pintura de posguerra una nueva dirección. Pero en lugar de plasmar su propia visión subjetiva de una persona o un paisaje, en sus cuadros Auerbach los tematiza, insistiendo en que el espectador tome conciencia de cómo percibimos y formamos imágenes en nuestra mente y les damos significado. Miembro de la influyente Escuela de Londres, Auerbach entabló amistad con Leon Kossoff, Lucian Freud y Francis Bacon, pero también ha influido en muchos más pintores contemporáneos que exploran el cuerpo humano y sus carnaciones, como Jenny Saville, Cecily Brown, Adrian Ghenie y Antony Micallef.

Frank Auerbach en su estudio, 2000, Bruce Bernard
Frank Auerbach en su estudio, 2000, Bruce Bernard,
Edimburgo, National Gallery of Scotland.

Como muchos artistas de posguerra, Frank Auerbach no veía la necesidad de distinguir entre figuración y abstracción. En lugar de ello, Auerbach utilizaba audaces trazos gestuales y gruesos empastes de pintura para representar sus temas, pintando retratos psicológicos y paisajes sombríos que captaban el cansancio cultural y la melancolía de la época, provocados por la devastación de la guerra. Conocidos por sus densos lienzos, a veces de unos pocos centímetros de grosor, los cuadros de Auerbach parecen arqueológicos, en los que el espectador intenta excavar a través de las capas de la composición, para descubrir las diferentes perspectivas y recuerdos que contribuyeron a la creación de la imagen final. Los retratos y paisajes de Auerbach emergen del lienzo y se disuelven en la pintura, sugiriendo su mutabilidad e impermanencia. Al llamar la atención sobre la inestabilidad de la percepción de nosotros mismos y de la naturaleza, los cuadros de Auerbach exponen los métodos por los que damos sentido a nosotros mismos y al mundo que nos rodea.

Another Tree in Mornington Crescent II, 2007, Frank Auerbach
Another Tree in Mornington Crescent II, 2007, Frank Auerbach, Colección privada.

Los retratos de Frank Auerbach

Los retratos de amigos, amantes y familiares constituyen la mayor parte de la obra de Frank Auerbach, pero su técnica desafía la visión convencional del compromiso del género con el parecido. De hecho, Auerbach se resiste a la idea de que es simplemente un pintor figurativo e insiste en que su objetivo es crear imágenes nuevas. Los modelos de Auerbach son captados en su esencia más que en su exactitud. Fruto de múltiples sesiones de posado con el artista, se componen de innumerables capas de pintura que se han ido raspando y/o añadiendo, de modo que la mano del artista parece a la vez completamente oscurecida y obstinadamente presente. El pintor y amigo Leon Kossoff fue uno de los primeros temas favoritos de Auerbach. En Cabeza de Leon Kossoff, de 1954, el rostro del artista de la Escuela de Londres ocupa casi todo el plano del cuadro, con la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo. Auerbach lo representa en tonos fantasmales de grises, negros y blancos; sus rasgos amenazan con difuminarse o desaparecer bajo las viscosas capas de pintura, casi escultóricas, que recuerdan a las figuras de Giacometti. Los ojos de Kossoff son abismos oscuros, su boca congelada en una tensa línea de contemplación, como si fuera un santo en un manuscrito iluminado soportando las aflicciones del alma. Amigos desde los años 50, Auerbach y Leon Kossoff mantuvieron un estrecho vínculo que duró hasta la muerte de Kossoff en 2019. Mientras otros movimientos aparecían y desaparecían, la pareja se mantuvo fiel al arte figurativo. Muchos historiadores y críticos han observado las muchas similitudes entre ambos, pero la obra de Auerbach coquetea más con las ideas de la abstracción.

Cabeza de Leon Kossoff, detalle, 1954, Frank Auerbach
Cabeza de Leon Kossoff, detalle, 1954, Frank Auerbach, Colección privada.

E.O.W. (Estella Olive West, 1916-2014) fue la primera obsesión de Auerbach como tema pictórico. La obra, E.O.W. on Her Blue Eiderdown IV (E.O.W. en su edredón azul IV), de 1963, está pintada con tanta densidad que es difícil reconocer el tema; sin embargo, mirando de cerca y con la ayuda del título, el espectador puede discernir la figura desnuda de una mujer tumbada en una cama, cubierta con una manta azul. Éste y otros cuadros de la década de 1960 ilustran la tendencia de Auerbach a situarse a caballo entre la abstracción y la figuración. De nuevo, a primera vista, la obra parece abstracta: son manchas de pintura, incrustadas y esculpidas de forma desordenada. La admiración de Auerbach por el expresionista abstracto Willem de Kooning es evidente en su intento de representar la figura con gestos abstractos. El físico y la psicología de E.O.W. son esenciales para el poder estético del cuadro. Su forma desnuda pintada con sensualidad y la naturaleza enigmática de su mirada, pueden estar en el mismo espíritu que las figuras de Venus de Giorgione y Velázquez o la Olympia de Manet, pero Auerbach nos hace cuestionar la idea misma de una figura de E.O.W. en la pintura.

E.O.W. on Her Blue Eiderdown IV, 1963, Frank Auerbach
E.O.W. on Her Blue Eiderdown IV, 1963, Frank Auerbach, Colección privada.

Juliet Yardley Mills, o J.Y.M., era modelo profesional y posó para Auerbach dos veces por semana durante muchos años. Cabeza de J.Y.M., 1976 es una de sus obras más notables y, aunque no es tan abstracta como la mencionada E.O.W., sería difícil calificarla de «realista». El impacto estético deriva de la curva grácil pero ligeramente inquietante de su cuello y cabeza en el plano pictórico, los grises y azules oscuros de la paleta de la época azul de Picasso y las pesadas manchas ondulantes de pintura que componen su rostro. No mira al artista ni al espectador, sino que mira a lo lejos, con los ojos fijos y la boca ligeramente bajada, lo que transmite melancolía o contemplación. La crítica Becca Rothfield describió la obra como «exquisita pero insoportable» y «desconcertantemente etérea». El espectador tiene que «trabajar» para recomponer la imagen de J.Y.M., sintetizando cada pincelada. Tenemos que mirar más allá de la poderosa presencia de la pintura en el lienzo para ver a J.Y.M. como la vio Auerbach: no sólo físicamente sentada ante él en su estudio, sino también ante él en el lienzo y en todos los recuerdos, asociaciones e imágenes de su mente. Auerbach hace lo que la mayoría de los artistas: pedir al espectador que encuentre una imagen y/o un significado en la simple aplicación de pintura a un lienzo o en la transformación de un material en una escultura, pero, a diferencia de muchos artistas, no pretende eludir esta exigencia.

Head of J.Y.M., 1976, Frank Auerbach
Head of J.Y.M., 1976, Frank Auerbach, Colección privada.

Los retratos de Auerbach exigen cierta complicidad del espectador. Rothfield explica que su «método es fenomenológico: presenta a las personas y los lugares como síntesis de sus manifestaciones en momentos determinados… El reconocimiento se produce en la intersección de la expectativa y la experiencia…», mientras que Mark Prince señala que «la pintura de Auerbach no es una imagen de una imagen, y en realidad no es una imagen en absoluto, sino una aportación de pintura al óleo torpemente viscosa con una acreción de percepciones subjetivas».

Rimbaud, 1975-1976, Frank Auerbach
Rimbaud, 1975-1976, Frank Auerbach, Londres, Tate.

Los paisajes

Los paisajes de Auerbach son como sus retratos: exuberante e intuitivamente pintados, ofrecen múltiples perspectivas y están ejecutados con precisión y método. Primrose Hill, en el norte de Londres, cerca de su estudio, era uno de los paisajes favoritos de Auerbach. Al igual que sus numerosos modelos, lo pintó muchas veces a lo largo de los años, en todas las estaciones y a todas las horas del día. En esta versión, las colinas ondulantes y las nubes arremolinadas ocupan partes casi iguales del plano pictórico, aunque de las colinas brotan formas arbóreas que destacan sobre el cielo. La colina se compone de pinceladas ocres y verde bosque, con ráfagas de amarillo vivo cerca de la cresta. La impresión de movimiento es inconfundible: las pinceladas del paisaje se extienden horizontalmente y las de las nubes se lanzan y estiran como si volvieran a formarse cada pocos segundos. Ninguna figura humana rompe la extensión y el dominio de la naturaleza.

Mornington Crescent, 1965, Frank Auerbach
Mornington Crescent, 1965, Frank Auerbach, Londres, Tate.

La deuda de Auerbach con el paisajista inglés John Constable es evidente: «Con el tiempo Constable se ha vuelto cada vez más importante para mí… a veces parece como si el propio cuerpo de Constable estuviera de alguna manera dentro de los paisajes». El crítico de arte T.J. Clark escribió: «Auerbach es un paisajista, pero de un tipo especial. Para él, la naturaleza parece ser instantánea. Salta del vacío». Auerbach pinta múltiples momentos y perspectivas imposibles para sondear cómo vemos y constituimos algo en nuestra mente cuando no existe la permanencia ni la finalidad.

Primrose Hill, 1971, Frank Auerbach
Primrose Hill, 1971, Frank Auerbach, Londres, Tate.

La obra Mornington Crescent Early Morning, representa esta calle de Londres en una mañana fría y árida. El espectador se encuentra en la esquina de una calle, mirando hacia una empinada chimenea que se inclina dramáticamente sobre el fondo del lienzo. A la izquierda, la curva de la calle está bordeada de edificios con ventanas oscuras. Auerbach transmite la frescura de la mañana con la luz apagada del cielo y la ausencia de gente. Fuertes líneas negras delinean vallas, puertas y la propia chimenea, pero la imagen nunca parece formar un todo; al contrario, parece correr el riesgo de disiparse en cualquier momento.

Mornington Crescent Early Morning, 1991, Frank Auerbach
Mornington Crescent Early Morning, 1991, Frank Auerbach, Londres, Tate.

Al igual que sus retratos, los paisajes de Auerbach abordan los conceptos de visión y memoria, ambos sujetos a la indecisión, la ambigüedad, la subjetividad y lo efímero. Auerbach declaró a la historiadora del arte Catharine Lampert: «El problema de la pintura es ver una unidad en una multiplicidad de elementos, y el más mínimo cambio de luz, la más pequeña inflexión de la forma, crea una síntesis visual totalmente diferente». Las preocupaciones de Auerbach encuentran eco en la obra del filósofo Ludwig Wittgenstein, que también fascinó a Willem de Kooning. Wittgenstein escribió: «El concepto de visión produce la impresión de una pintura caótica… Miro el paisaje; mi mirada vaga por él, veo toda clase de movimientos distintos e indistintos; esto se me imprime claramente, muy vagamente. ¡Qué fragmentario puede parecernos lo que vemos! Y ahora fíjense en lo que puede entenderse por «descripción de lo que vemos». No hay ni un solo caso de descripción auténtica, el resto es un borrón, a la espera de ser aclarado, o simplemente de ser barrido como basura».

Primrose Hill, II, 1978, Frank Auerbach
Primrose Hill, II, 1978, Frank Auerbach, Colección privada.
The Awning I, 2008, Frank Auerbach
The Awning I, 2008, Frank Auerbach, Colección privada.

Baco y Ariadna

Auerbach no oculta su amor por los maestros antiguos, especialmente Tiziano, Rembrandt y Rubens. Su cuadro Baco y Ariadna, de 1971, se inspira en la versión de Tiziano de un relato ovidiano en el que Ariadna, abandonada por Teseo, se encuentra con el dios Baco y su cortejo de juerguistas. La obra de Auerbach es completamente abstracta, con dinámicas pinceladas horizontales, verticales y diagonales en vibrantes tonos rojo cereza, azul cerúleo, amarillo dorado y verde hierba. Aunque la referencia a la obra de Tiziano puede ayudar al espectador a interpretar las pinceladas como árboles, figuras, o el mar, la pintura de Auerbach carece en última instancia de cualquier referencia figurativa explícita. La alusión de Auerbach a Tiziano en el título es difícil de conciliar con lo que vemos en la superficie. El crítico Mark Prince sugiere que la composición de Tiziano «podría ser su esqueleto de color primario, una severa destilación de la dinámica figurativa en una red lineal», pero también parece estar ocurriendo algo más. Un examen más detenido de las dos obras conduce a una serie de hipótesis. En primer lugar, Auerbach demuestra el amor de Tiziano por la pintura, deleitándose en su aplicación y en cada encuentro entre el color y la línea. En segundo lugar, las marcas de Auerbach se parecen a las de Tiziano en que expresan el movimiento de forma fluida y vigorosa. Así como la Ariadna de Tiziano retrocede asustada y Baco se inclina hacia ella con preocupación y reverencia, las pinceladas, líneas y manchas de Auerbach vibran y saltan por el lienzo. Los historiadores han señalado que Tiziano «fue capaz de demostrar plenamente su habilidad para la observación y la descripción con el pincel» y que pintaba de tal manera que cada pincelada era «una marca de la propia presencia del artista en el lienzo». El agudo sentido de Tiziano para plasmar sus observaciones en el lienzo y su habilidad para indicar su propia presencia a través de las pinceladas, también podrían atribuirse fácilmente a Auerbach. En lugar de limitarse a tomar prestada la composición de Tiziano, Auerbach dialoga con el viejo maestro, expresando su deuda y demostrando su capacidad para «ver» la escena de una forma totalmente nueva.

Bacchus and Ariadne, 1971, Frank Auerbach
Bacchus and Ariadne, 1971, Frank Auerbach ; Baco y Ariadna, 1520-23, Tiziano

Biografía

Frank Auerbach nació en Berlín en 1931 en el seno de una familia de clase media-alta procedente de una estirpe de rabinos. Su madre, Charlotte, era estudiante de arte y su padre, Max, abogado. La persecución de los judíos por Hitler se intensificó inexorablemente durante la década de 1930, y cuando Auerbach tenía 7 años, sus padres, presos del pánico, lo enviaron a Inglaterra como parte del programa Kindertransport, la emigración masiva de niños judíos de Europa Central y Oriental. Auerbach nunca volvió a ver a sus padres; se escribieron cartas durante unos años, pero fueron censuradas y finalmente dejaron de enviarse en 1943. Nunca supo a qué campo los enviaron ni cuándo fueron asesinados. En el internado inglés en el que creció, Auerbach probó suerte en el teatro y el arte, pero no recibió una verdadera formación. Después de graduarse, se encontró solo, con muy poco dinero y un marcado acento que acentuaba su timidez. Sin embargo, se las arregló para salir adelante en Londres y pronto decidió matricularse en una escuela de arte, donde conoció a su amigo de toda la vida Leon Kossoff. Auerbach se matriculó en la Borough Polytechnic, la St. Martin’s School of Art y el Royal College of Art, y enseguida disfrutó de la escuela de arte, recordando que «cuando empiezas a pintar más en serio, enseguida empiezas a divertirte, conoces a muchas chicas….». Sin embargo, se dio cuenta de que «pintar no es tan fácil como uno pensaba». Su tutor en la Politécnica, el caprichoso pero talentoso pintor David Bomberg, le animó a dibujar y a estudiar historia del arte. Auerbach recuerda: «En las clases de Bomberg había un ambiente de investigación y radicalismo, que resultaba sumamente estimulante». Mientras estudiaba pintura, Auerbach actuaba en obras de teatro. Cuando apareció en la primera obra de Peter Ustinov, House of Regrets, en 1948, conoció a una madre soltera de 32 años, Estella «Stella» Olive West. Se hicieron amantes y ella fue su musa durante décadas. En 1954, se instaló en un estudio de Camden Town, alquilado anteriormente por su amigo artista Leon Kossoff (Auerbach conservó este estudio toda su vida). Trabajó en la panadería de la familia Kossoff y en una empresa de moldes, consciente de que aún no podía mantenerse como artista. Sus relaciones con otros artistas también se desarrollaron durante este periodo, y se convirtió en amigo íntimo de Lucian Freud y Francis Bacon, entre otros.

Head of E.O.W., 1960, Frank Auerbach, Londres, Tate.

La primera exposición individual de Auerbach tuvo lugar en 1956 en la Beaux-Arts Gallery de Londres, pero no se hizo famoso hasta la década de 1970. La fama de Auerbach creció por su asociación con la Escuela de Londres, término acuñado por el artista estadounidense R.B. Kitaj para englobar su obra, la de Auerbach, Bacon, Kosoff, Freud y Michael Andrews, aunque, como muchos artistas, Auerbach prefería no ser encasillado en una etiqueta de grupo. Fue amigo de muchos de estos artistas, sobre todo de Freud, pero la relación se desvaneció con el tiempo, y Auerbach restó importancia a la existencia de un grupo o movimiento. Auerbach expuso varias veces en el Beaux-Arts, y luego se trasladó a la galería Marlborough Fine Art, con la que ha seguido exponiendo hasta su muerte. En 1986 compartió el León de Oro de la Bienal de Venecia con el artista alemán Sigmar Polke.

Interior Vincent Terrace II, 1982-84, Frank Auerbach
Interior Vincent Terrace II, 1982-84, Frank Auerbach, Colección privada.

La vida de Auerbach era notoriamente privada. Rara vez salía de su estudio y de su casa de Camden y muy raramente accedía a conceder entrevistas. La escritora y documentalista Hannah Rothschild, que consiguió una, escribió que a Auerbach no le gustaba el lujo y que «según su mujer, Julia, se corta el pelo dos veces al año, lleva la ropa hasta su desintegración y no le interesan las posesiones materiales. Trabaja siete días y cinco tardes a la semana y se toma un día libre al año». Disfrutaba de una rutina tranquila. Auerbach permitió a Rothschild y a su hijo, el cineasta Jake Auerbach, realizar un documental sobre él en 2001, pero se mostró muy reacio, diciéndoles en una carta que «la pintura es misteriosa y no quiero que se desmitifique. No tiene sentido presentar a los artistas como tipos accesibles». En 2003 rechazó ser nombrado caballero, pero no explicó por qué.

Albero di Fronte, 2009, Frank Auerbach
Albero di Fronte, 2009, Frank Auerbach,
Colección privada.

El legado de Frank Auerbach

A menudo se considera a Frank Auerbach uno de los artistas más importantes de la posguerra, sobre todo en su patria adoptiva, Gran Bretaña. Era conocido por su obsesivo método pictórico, que consiste en superponer, rascar, añadir, destruir y moldear pintura al óleo densa sobre cartón o lienzo. Su adhesión tanto a la abstracción como a la figuración, y su interés por cómo formamos una imagen en nuestra mente y luego la traducimos en imágenes, ha inspirado a sus coetáneos y a otros artistas contemporáneos. El pintor británico Glenn Brown ha pintado una veintena de obras inspiradas en Auerbach, y explica: «Hay una economía encantadora en su pintura que creo que he adoptado. Le gusta reducir los colores y las pinceladas que utiliza». Los espantosos pero seductores retratos del pintor rumano Adrian Ghenie combinan la cambiante confusión de perspectivas y referentes de Auerbach con el horror existencial de Bacon. El artista londinense Antony Micallef ha declarado: «El estilo de Auerbach me enseñó a trabajar de forma intuitiva. Lo que caracteriza su enfoque es que es una forma muy directa de trabajar, en la que el marcado es primordial y todo se basa en decisiones instintivas». El amor de Auerbach por el medio y sus elementos constitutivos, su naturaleza cerebral y su técnica perspicaz pero exigente han sido piedra de toque para los artistas durante muchos años.

Bibliografía

Collectif. Frank Auerbach: The London Building Sites 1952-1962. Paul Holberton Publishing, 2009
Robert Hughes. Frank Auerbach. Thames & Hudson, 2009
Catherine Lampert. Frank Auerbach – Speaking and Painting. Thames & Hudson, 2015
William Feaver. Frank Auerbach. Rizzoli International, 2022
Collectif. Frank Auerbach: The Charcoal Heads, 2024. Courtauld.