El Museo Jacquemart André de París presenta una retrospectiva de Joseph Mallord William Turner (1775-1851) organizada en colaboración con la Tate Britain, institución que alberga la mayor colección de Turner del mundo. Sin duda el mayor representante de la edad de oro de la acuarela inglesa, exploró como nadie los efectos de la luz y la transparencia en los paisajes ingleses y las lagunas venecianas. Viajero insaciable, Turner se liberó gradualmente de las convenciones del género pictórico y desarrolló su propia técnica. La exposición sigue su evolución artística por orden cronológico: desde sus primeras obras de cierto realismo topográfico hasta las obras más radicales y logradas de su madurez, fascinantes experimentos con la luz y el color. Además de obras destinadas a la venta, Turner conservaba para él una considerable colección encontrada a su muerte en su casa y en su taller. Un inmenso legado que incluía un centenar de pinturas al óleo, así como miles de obras sobre papel: acuarelas, dibujos y cuadernos de bocetos. El escritor John Ruskin, uno de los primeros en estudiar la obra de Turner, observó que el pintor había realizado la mayoría de sus pinturas «para su propio disfrute». Hoy conservadas en la Tate Britain, esta colección revela la modernidad de este gran paisajista romántico. La exposición del Museo Jacquemart de París presenta 60 acuarelas y unos 10 óleos, algunos de los cuales nunca han sido exhibidos en Francia, y revela parte de su colección personal, ofreciendo así una visión única de la personalidad y la práctica privada de Turner.
Más que una técnica, la acuarela era para Turner un verdadero campo de exploración al que se dedicaba con inigualable maestría a lo largo de los años y de sus viajes. Después de viajar a través de Gran Bretaña, exploró todo el continente. Con unas pocas pinceladas, dió vida a impresionantes vistas de los más bellos paisajes de Francia, Alemania, Suiza y sobre todo Italia, cuya luz tan especial sabía traducir como ningún otro. Pero fue en Margate, un pequeño balneario británico muy querido por él, donde encuentraba «los cielos más bellos de Europa»: multiplicando los bocetos en los que el mar y el cielo se funden en infinitas variaciones de color.