El Museo de Arte Moderno de París presenta la primera retrospectiva parisina dedicada al artista austriaco Oskar Kokoschka (1886-1980). A lo largo de siete décadas de creación pictórica, la exposición da cuenta de la originalidad del artista y nos permite atravesar con él el siglo XX europeo. Pintor, pero también escritor, dramaturgo y poeta, Oskar Kokoschka aparece como un artista comprometido, arrastrado por la agitación artística e intelectual de la Viena de principios del siglo XX.
Con su deseo de expresar la intensidad de los estados de ánimo de su época, y un cierto talento para la provocación, se convirtió para la crítica en el enfant terrible de Viena a partir de 1908, donde, apoyado por Gustav Klimt y Adolf Loos, inspiró a una nueva generación de artistas, entre ellos Egon Schiele. Como retratista de la sociedad vienesa, Kokoschka consiguió resaltar la interioridad de sus modelos con una eficacia inigualable.
Sacudido por su ruptura con la compositora Alma Mahler, con la que mantuvo una tumultuosa relación entre 1912 y 1914, Kokoschka se alistó en el ejército al estallar la Primera Guerra Mundial. Fue gravemente herido en dos ocasiones. A continuación, enseñó en la Academia de Bellas Artes de Dresde, donde buscó nuevas formas de expresión pictórica, como contrapunto a movimientos contemporáneos como el expresionismo, la Nueva Objetividad y la abstracción.
Viajero incansable, en los años 20 emprendió incesantes viajes a Europa, el norte de África y Oriente Medio. Su fragilidad financiera le obligó a regresar a Viena, que experimentaba importantes disturbios políticos a principios de la década de 1930, lo que le obligó a marcharse a Praga en 1934. Descrito por los nazis como un artista «degenerado», sus obras fueron retiradas de los museos alemanes. Kokoschka se comprometió entonces plenamente con la defensa de la libertad frente al fascismo. Obligado a exiliarse, consiguió huir a Gran Bretaña en 1938, donde participó en la resistencia internacional.
Tras la guerra, se convirtió en una figura destacada de la escena intelectual europea y participó en la reconstrucción cultural de un continente devastado y dividido. Exploró las tragedias griegas y las historias mitológicas para encontrar en ellas el fermento común de las sociedades. Al alejarse de la cultura y la lengua germánicas, se instaló en Villeneuve, en la Suiza francesa, en 1951. Las obras de sus últimos años muestran un radicalismo pictórico cercano a sus primeras obras, en su falta de concesiones. Su creencia en el poder subversivo de la pintura como vehículo de emancipación y educación se mantuvo intacta hasta su muerte.
Oskar Kokoschka. Un fauvista en Viena reúne una selección única de las 150 obras más significativas del artista con el apoyo de importantes colecciones europeas y americanas.
La exposición podrá verse en el Guggenheim Bilbao del 17 de marzo al 3 de septiembre de 2023.