Con la exposición Kandinsky, el Museo Guggenheim-Bilbao rinde homenaje a uno de los más importantes pioneros de la abstracción y reconocido teórico de la estética, Vasily Kandinsky (Moscú, 1866 – Neuilly-sur-Seine, Francia, 1944) y uno de los artistas más innovadores de comienzos del siglo XX. Su propósito de liberar a la pintura de sus vínculos con el mundo natural le llevó a descubrir una temática nueva basada únicamente en la “necesidad interior” del artista, cuestión que le acompañaría toda su vida.
Durante las décadas de 1900 y 1910, cuando vivía en Múnich, Kandinsky comenzó a explorar las posibilidades expresivas del color y la composición. Sin embargo, el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 le obligó a abandonar Alemania. Al regresar a su Moscú natal, el vocabulario pictórico de Kandinsky empezó a reflejar los experimentos de corte utópico de la vanguardia rusa, que otorgaban gran importancia a las formas geométricas con el propósito de establecer un lenguaje estético universal. Posteriormente, Kandinsky se unió como docente a la Bauhaus, la escuela de arte y diseño con la que compartía su convicción de que el arte es capaz de transformar al ser humano y a la sociedad. Nuevamente obligado a abandonar Alemania cuando la Bauhaus fue clausurada bajo la presión de los nazis en 1933, Kandinsky se afincó en las afueras de París, donde la influencia del Surrealismo y las ciencias naturales se hizo patente en el empleo del biomorfismo en su iconografía.
La historia de Kandinsky está íntimamente vinculada, por encima de la de cualquier otro artista, a la de la Solomon R. Guggenheim Foundation, constituida en Nueva York en 1937. Su fundador, el industrial Solomon R. Guggenheim, comenzó a coleccionar obra de Kandinsky en 1929, y llegó a conocer al artista en la Bauhaus de Dessau al año siguiente. Esta exposición presenta obras procedentes de los extensos fondos del pintor que posee la Fundación para ilustrar completamente su trascendental trayectoria.