Los realistas contemporáneos
El realismo contemporáneo nació en Nueva York en la década de 1950, en oposición a la popularidad del expresionismo abstracto. El movimiento supuso una vuelta a la representación directa de la vida a través de obras de arte figurativas. Muchos de los artistas de este movimiento, como Jack Beal, Nell Blaine, Philipp Pearlstein, Leland Bell y Jane Freilicher, procedían del expresionismo abstracto. Aunque rechazaban sus principios, adaptaron muchas de sus técnicas, como el uso similar del pincel, la planitud, el empleo de grandes lienzos y la innovación en el color y la composición. Aunque hubo otras ramas del arte que se inspiraron simultáneamente en las filosofías del realismo decimonónico, como el realismo social y el regionalismo americano, los pintores realistas contemporáneos se distinguieron en gran medida por representar la vida urbana y rural de forma sencilla y sin sentimentalismos. El realismo contemporáneo era un medio de expresar un entorno inmediato, casi siempre a través de una mirada a las personas, los paisajes, la geografía, las naturalezas muertas y los interiores destinado a revelar la vida personal del artista. Estas primeras vistas sobre la vida en Nueva York, en Maine y Southampton, fueron fuente de inspiración para otros pintores que trabajaban en esta línea, estableciendo el concepto de centros de arte regionales. El movimiento revitalizó el realismo llegando más tarde a nuevos estilos, como el fotorrealismo y el neoexpresionismo.
La obra de Jack Beal (1931-2013) a contracorriente del arte popular de la época, pasa de la abstracción al realismo. Influenciado por las obras de los maestros holandeses del siglo XVII, fue uno de los primeros artistas estadounidenses en abandonar el expresionismo abstracto psicológico en favor de un realismo más fácil de entender. Conocido en los años sesenta por sus desnudos y bodegones de vivos colores, en los setenta se dedicó a pintar temas sociales, como se aprecia en sus murales The History of Labor (1977), encargados por el Ministerio de Trabajo de Washington.
La serie The History of Labor de Jack Beal representa a obreros, trabajadores sociales o científicos representados en sus ocupaciones. La luz del sol entraba a raudales por las ventanas del nuevo estudio de Beal situado en un vieja fábrica al norte del estado de Nueva York, mientras trabajaba en los cuatro murales que le había encargado el Departamento de Trabajo de Estados Unidos. El reputado crítico Hilton Kramer del New York Times describió a Beal como «el realista social más importante que ha surgido en la pintura estadounidense desde la década de 1930. Dada la baja estima – rozando el desprecio – que han sufrido los realistas sociales en las últimas décadas, esta posición es difícilmente envidiable».
Philip Pearlstein (1924-2022) empezó trabajando como ilustrador y, en la década de 1950, pintaba paisajes expresionistas abstractos. – Pearlstein recordaba su temprana asociación con Andy Warhol cuando ambos estudiaban en el Carnegie Institute of Technology y los caminos divergentes que los llevaron a ocupar un lugar único en la historia del arte – En 1958 Pearlstein asiste al estudio de la pintora Mercedes Matter para sesiones de dibujo de figuras y, en 1961, realiza desnudos a partir de los dibujos de Matter. Al año siguiente, adopta el principio del realismo contemporáneo, pintando directamente a partir de un modelo. Varias obras de Philip Pearlstein presentan desnudos, pero las obras posteriores que representan objetos -juguetes de hierro fundido, máscaras africanas, kimonos, alfombras indias- se vuelven más elaboradas y artificiales, en un estilo al que puede llamarse hiperrealista.
La escuela de Nueva York
La mayoría de los realistas contemporáneos formaron parte de una red de poetas y artistas visuales que constituyeron la Escuela de Nueva York entre las décadas de 1950 y 1960. Los poetas de la Escuela de Nueva York Kenneth Koch, Barbara Guest, James Schuyler, Alice Notley, Frank O’Hara y John Ashbery se inspiraron a menudo en movimientos artísticos contemporáneos. Como conservador del Museo de Arte Moderno, Frank O’Hara fue un reputado crítico de arte especialmente influyente como lo fueron Ashbery y Schuyler. La renombrada artista Jane Freilicher (1924-2014) desempeñó un papel destacado en el establecimiento de vínculos dentro de la Escuela de Nueva York. Todos los viernes por la noche organizaba reuniones que Alex Katz describió como «una educación fantástica», donde parecía que todo el mundo podía «tocar el piano, hablar francés y ser un orador brillante en inglés». Se la consideraba una especie de musa para los poetas de la Escuela de Nueva York, ya que varios de ellos escribieron obras sobre ella. A cambio, la artista colaboró en varios de sus proyectos. En particular con Ashbery con el que Freilicher trabó amistad y, tras la prematura muerte de Frank O’Hara en 1966, colaboraron juntos en proyectos conmemorativos del poeta.
Estos artistas empezaron a pintar temas más tradicionales, como paisajes, retratos, interiores domésticos y bodegones, pero con una conciencia contemporánea y una técnica influenciada por diversos movimientos, principalmente por los expresionistas abstractos de la Escuela de Nueva York pero captando momentos cotidianos y poniendo énfasis en la paleta de colores y las líneas ondulantes de sus antepasados artísticos del siglo XIX, Pierre Bonnard y Édouard Vuillard. Los artistas realistas conservaron ciertos elementos del expresionismo abstracto, como lo ha manifestado la historiadora del arte Linda Nochlin: «La amplitud de la escala, la conciencia constante de la planitud de la superficie pictórica, (y) la preocupación por la medida y el espacio».
A través de los vínculos entre realistas contemporáneos y la Escuela de Nueva York, el arte figurativo encontró una respuesta crítica positiva, así como un estímulo artístico y una influencia compartida. La Escuela de Nueva York enfatizaba un estilo urbano ingenioso combinado con una especie de método de «lujo de conciencia» que se esforzaba por capturar un momento en el tiempo con imágenes vívidas. Estos realistas contemporáneos que se centraron en capturar momentos cotidianos desarrollaron un estilo moderno y urbano. Los miembros de la Escuela de Nueva York continuaron relacionándose con otras ramas del movimiento hasta bien entrada la década de 1980.
Críticos de arte y educadores
Artistas como Lois Dodd, Philipp Pearlstein, Alex Katz y Fairfield Porter defendieron el realismo como críticos de arte y educadores. Fairfield Porter fue especialmente influyente como crítico de arte activo a lo largo de la década de 1950. Además, su aprecio simultáneo por el expresionismo abstracto y su amistad con los artistas y poetas de la Escuela de Nueva York dieron credibilidad intelectual a su preferencia por el realismo. Hilton Kramer, el prestigioso crítico de arte del New York Times de la época, también era un conocido partidario del grupo y del arte contemporáneo. A principios de la década de 1960, la obra empezó a recibir mayor atención de la crítica y se denominó «realismo contemporáneo», agrupando a todos los artistas que trabajaban en este estilo bajo un mismo término. Estos artistas se consideraban obstinadamente independientes y a menudo inventaban sus propios nombres para las obras representativas de su estilo. Alex Katz, por ejemplo, prefería llamar a su obra «post-abstracta», mientras que Jane Freilicher utilizaba el término «realismo pictórico». Además, el realismo contemporáneo se ha incluido a veces en el término «Nouvelle figuration» acuñado por el crítico de arte francés Michel Ragon en 1961 para todas las obras figurativas.
Lois Dodd: Autorretrato con ventana verde
Los temas realistas de Lois Dodd (Nueva Jersey, 1927) se presentan a menudo con una sofisticación tan formal que se convierte en una meditación sobre el espacio. Dodd era famosa por sus cuadros de escenas vistas desde el interior de puertas y ventanas, dando la impresión de que el espectador mira hacia dentro o hacia fuera. Esto le permitió explorar su pasión por la geometría y la forma. Em cuadro Autorretrato con ventana verde representa una ventana en el exterior de la casa de Lois Dodd en el estado de Maine. Una gran planta con flor amarilla, se eleva hacia la ventana, donde se refleja la artista, con su gran sombrero de paja amarillo y un pincel en la mano como si estuviera trabajando en el jardín. El espectador mira la ventana y se da cuenta de que la ventana da al exterior de la casa y que el pintor debería de estar de pie en el espacio que ocupa el espectador. Esta sofisticada escena aporta una atmósfera fresca y lúdica. La influencia de Mondrian se refleja en la cuadrícula de la obra, en las líneas de sus elementos y en el contraste de los colores primarios de la casa amarilla y el marco azul de la ventana. Como dice la propia Dodd: «Con los cuadros de ventanas, la gran decisión es dónde colocar la cuadrícula… Incluso con las plantas, hay un tipo de geometría que ayuda: a dónde vas a situar el cuadrado, el triángulo o el óvalo». Los rectángulos de las tablas de la casa, el marco que rodea la ventana y la propia ventana se repiten en los rectángulos más grandes que se reflejan en el fondo detrás de ella.
Los centros artísticos del realismo contemporáneo
Si Nueva York fue el centro neurálgico del realismo contemporáneo, los estados de Maine y Southampton también se convirtieron en centros regionales debido a la gran afluencia de artistas interesados en los paisajes idílicos y el ambiente social de la zona. En 1951, Lois Dodd, William King y Alex Katz empezaron a pasar los veranos en Maine, lo que, según Dodd, «… nos permitía trabajar al aire libre». También abrieron la Accent Gallery en Lincolnville, Maine, para exponer sus propias obras, creando una especie de ubicación central, lo que atrajo aún más artistas a la zona. Neil Welliver se trasladó más tarde a este Estado, lo que valió al grupo el sobrenombre de «Los artistas de Lincolnville». Rackstraw Downes pronto se trasladó al estado de Maine para estudiar con Neil Welliver. Esta migración al campo influyó en la pintura de paisaje y en el renacimiento de la pintura en plein air. Welliver, por ejemplo, se adentraba kilómetros en el bosque para pintar un paisaje concreto, como en el cuadro Lower Duck Trap (1978).
Fairfield Porter tenía casas familiares en Southampton (Long Island, Nueva York) y también en el estado de Maine y, ambos lugares, fueron una especie de caldo de cultivo para los artistas figurativos influyendo en sus obras, en concreto, en los maravillosos interiores domésticos combinados con paisajes. Creando un vínculo con el Parrish Art Museum de Long Island, Porter llegó a donar más de 250 obras al museo. En la actualidad, el museo alberga la colección Fairfield Porter (ver biografía), así como muchas piezas de la colección permanente de poetas y pintores de la época, entre ellas obras como el Retrato de Frank O’Hara, de Alex Katz. Jane Freilicher también empezó a pasar los veranos en Long Island, donde creó obras como Paisaje otoñal (1976-1977).