¿Qué es el Alto Renacimiento?
El período llamado Alto Renacimiento abarca cuatro décadas y se extiende aproximadamente desde 1490 hasta el saqueo de Roma en 1527. Se refiere al arte de la Roma papal, Florencia y la República de Venecia. Representa la cúspide del arte renacentista y sus ideales fundamentales son: claridad, sensibilidad, sencillez y nobleza de la forma acompañado de una rica gama de colores, un uso espléndido y poético de la sombras y las luces, una gran belleza de los cuerpos y una técnica brillante – período en que se pusieron en práctica los ideales del humanismo clásico, tanto en pintura como en escultura. Mientras que el arte del Renacimiento temprano o (Quattrocento) estuvo centrado en Florencia y financiado en gran parte por los Médicis, el Alto Renacimiento, hacia 1500 se centró principalmente en Roma financiado por los papas, y en Venecia. Es la época de Leonardo da Vinci, maestro de la pintura al óleo y del sfumato; Miguel Ángel, sobresalía como pintor, arquitecto y escultor, reflejando su profundo conocimiento de la anatomía humana; Rafael, y su perfecto dominio de las reglas de perspectiva y armonía entre la línea y el color. Tras marcharse de Florencia Leonardo y Miguel Ángel, otros pintores del Alto Renacimiento florentino asumieron el desafío, entre ellos Andrea del Sarto; Correggio, pintor de Parma, gran maestro del ilusionismo. Mientras tanto, en Venecia, Giovanni Bellini (1430-1516) desarrolló una escuela basada en la primacía del colorito sobre el disegno. Entre sus alumnos se encuentra el enigmático y efímero Giorgione (1477-1510), Sebastiano del Piombo y Tiziano (c. 1477-1576) probablemente el principal colorista del Renacimiento italiano, y otros maestros locales como Lorenzo Lotto (1480-1556).
Leonardo da Vinci: Florencia, Milán, Amboise
Símbolo del Renacimiento italiano y al mismo tiempo arquetipo del hombre moderno, Leonardo de Vinci proyecta en la pintura, sus más variadas actividades: es a la vez inventor, arquitecto, astrónomo, ingeniero, urbanista, apasionado por la anatomía, botánico, autor de tratados, poeta. Para él, todas las ciencias se resumen en la pintura que permite no solo conocer el mundo, aún mejor, crearlo. Nacido en un pueblo de las colinas de la Toscana, Leonardo se formó en Florencia, en el taller de Verrocchio, con Perugino y Botticelli. Recibe una formación ecléctica, abierta a las diferentes técnicas de pintura, escultura y artes decorativas. Desde joven, comenzó a anotar ideas, observaciones y bocetos de dibujos. A finales de la década de 1470, Leonardo era uno de los jóvenes más prometedores de Florencia, pero soportaba mal las reglas de los talleres y se distanció del medio artístico de la Toscana. La única gran pintura que se le confió al final de su aprendizaje, la Adoración de los Magos, destinada a un monasterio. Con este cuadro quería aventajar a los más famosos artistas florentinos, pero quedará sin terminar. En 1482, Leonardo se marchó de Florencia para irse a la corte de Ludovico el Moro, en Milan. A partir de entonces la Lombardía se convirtió en su segunda patria: Leonardo pasó allí veinticuatro años repartidos en dos largos períodos (1482-1499; 1506-1513). La Virgen de las rocas y la Cena remontan al primer período.
A pesar de las pequeñas dificultades de todo debutante, Leonardo inmediatamente toma sus distancias del estilo elegante pero un poco vano de la escuela florentina: una atmósfera envolvente, brumosa y velada, emerge del fondo de la escena.
En esta obra (Leonardo residía en Milán desde hacía doce años), abandona el método tradicional de la pintura al fresco, pintado la escena «a seco» en la pared del refectorio del convento milanés. Además, modifica radicalmente la estructura tradicional de la composición. En todos los Cenas anteriores, la mesa de Cristo y los apóstoles está protegida por un muro en la parte posterior y la mayoría de las veces se sienta a Judas apartado de los demás. En cambio, Leonardo coloca todas las figuras en el mismo plano, en grupos de tres, abriendo detrás de ellas una sala profunda en perspectiva.
El pintor también hizo una elección inusual para las fisonomías y gestos de los personajes que tienen una dimensión más cercana a la realidad. Las palabras de Cristo en las que se basa la escena («uno de vosotros me traicionará») provocará los sentimientos más diversos: ira, resignación, dolor, asombro, desconcierto, temor. Cada apóstol reacciona de manera diferente, haciendo visibles (como dijo Leonardo) «los movimientos del alma», es decir, una psicología individual.
La caída de Ludovico el Moro es un gran contratiempo para Leonardo. Huye de Milán y de 1499 a 1506 vive en Florencia, Venecia y otras ciudades de la Romaña. En Florencia, compite con Miguel Ángel con los frescos (perdidos) del Palazzo Vecchio, la Batalla de Anghiari y la Batalla de Cascina, cuyos cartones seran estudiados por numerosos artistas. Trabaja durante tres años en una de sus más sublimes obras maestras, el retrato de una noble florentina (Madonna), Mona Lisa (1503-1505), esposa de Francesco del Giocondo. Aquí, la atmósfera envuelve todas las formas, elimina toda rigidez y disuelve el modelo preciso del personaje en un suave fundido de todos los contrastes de colores y formas. Leonardo lleva a cabo esa gran revolución que orientará la pintura hacia nuevos caminos.
El retrato más famoso del mundo nació después de una elaboración extremadamente larga y atormentada. Leonardo solía ejecutar sus obras con una paciencia meticulosa, reservándose la posibilidad de retocarlas a lo largo de los años. La sonrisa enigmática de Mona Lisa es el resultado de una multitud de finas capas de colores superpuestos.
Leonardo vuelve a Milán en 1506, donde permanece durante diez años, intercalados con algunas interrupciones breves. Realiza Santa Ana, la Virgen y el Niño y dedica este período a sus alumnos, los llamados (leonardeschi), pero especialmente a su investigaciones y estudios científicos, así como a su redacción. Es difícil imaginar el número de temas, solo a nivel técnico, que desarrolló Leonardo. Aceptando la invitación del rey Francisco I finalmente se instala en Francia, donde pinta sus últimas obras y muere en el castillo de Clos-Lucé en Amboise.
Comenzada durante su segunda estancia en Milán, fue terminada en Francia pero precedida por un famoso cartón ejecutado en Florencia, la obra reúne las características de la madurez de Leonardo y la búsqueda de misteriosas afinidades entre el hombre y la naturaleza, en un conjunto nebuloso con contornos indeterminados de cielo, agua, rocas, prados, animales, fisonomías y sentimientos.
La mesura se convirtió en una de las características dominantes del Alto Renacimiento: gestos mesurados, contrapposto cuidadosamente controlado, expresiones serenas, drapeados diáfanos, acompañan y enfatizan la generalización de las formas, la idealización de la naturaleza.
Miguel Ángel: Florencia, Roma
«No me siento bien en este lugar, ni pintor me considero». Miguel Ángel (1475-1564) escribió estas palabras al final de un soneto compuesto mientras pintaba la bóveda del Capilla Sixtina en Roma. Aunque se había comprometido en la creación de una de las más grandes obras maestras del arte universal, Miguel Ángel, con treinta y cinco años, afirma claramente que no es un pintor. Pocas líneas antes, incluso define su pintura como una «pintura muerta». Ante ese estado mental, Miguel Ángel es la conciencia crítica del Renacimiento en su apogeo y el testigo atento de su crisis. Miguel Ángel domina y define el siglo XVI en Europa, no solo por su inigualable dominio del arte de la escultura, sino también como arquitecto y pintor. Su aprendizaje artístico se lleva a cabo en la Florencia de los Médicis, en el taller de Domenico Ghirlandaio donde el pincel prevalece sobre el escalpelo. Implicado desde la infancia en la atmósfera humanística de Lorenzo el Magnífico, el joven Miguel Ángel no tardó en realizar monumentales estatuas de mármol, ya antes de 1500, memorables obras maestras como la Piedad de la Basílica de San Pedro en Roma y poco después el David encargado por la república de Florencia (ver Florencia sin los Médicis). Durante la primera década del siglo XVI, Miguel Ángel se dedicó principalmente a la pintura: primero en Florencia, donde se enfrenta a Leonardo en la decoración (perdida) del Palazzo Vecchio y ejecuta el magnífico y controvertido Tondo Doni, única obra sobre tabla terminada; luego a Roma, donde a petición del papa mecenas Julio II, comienza la decoración de la bóveda de la Sixtina, una síntesis dramática de la historia humana y, al mismo tiempo, una celebración absoluta de la belleza de la Creación.
A diferencia del claroscuro y el sfumato de Leonardo, Miguel Ángel propone una pintura brillante y límpida hasta el paroxismo, como si cada forma hubiera sido cincelada en un metal brillante.
Construida alrededor de 1480 por el papa Sixto IV las paredes de la capilla Sixtina fueron cubiertas de frescos en la época de su construcción por un grupo de artistas de la Toscana y la Umbria, entre ellos Botticelli, Perugino y Ghirlandaio. La bóveda simulaba un cielo estrellado. En 1508, Julio II impuso a Miguel Ángel afrontar la decoración de más de 1.000 m2 de bóveda con un ciclo de frescos. Aunque Michel Ángel se consideraba más escultor que pintor, comienza una obra que lo agotará físicamente pero que lo catapultará a la gloria. Durante cuatro años y medio, trabajó sobre andamios: a menudo tumbado de espaldas, sufrió de escoliosis, artritis, calambres en el brazo, infecciones en los ojos por el goteo de la pintura. Partiendo de los ancestros de Cristo en las lunetas de las ventanas y los cuatro grandes episodios del Antiguo Testamento en las pechinas de la bóveda, Miguel Ángel construyó una estructura monumental de imágenes y de arquitectura simulada, un conjunto complejo y unitario que culmina con las figuras de los profetas y sibilas y con las escenas del Génesis. Miguel Ángel nunca pierde de vista la composición del conjunto, que sigue siendo el aspecto más fascinante de la Sixtina. El aspecto orgánico se expresa especialmente en los colores vivos y claros, fuertes, recuperando toda su luminosidad gracias a las restauraciones. (Ver, Miguel Ángel, frescos de la Sixtina).
Después del trabajo extenuante en la bóveda de la Sixtina, ejecutado casi sin tregua entre 1508 y 1512, Miguel Ángel abandonó la pintura durante más de veinte años, dedicándose a la escultura y la arquitectura (Sacristía Nueva de San Lorenzo o Capilla de los Médicis en Florencia). Volvió a retomar los pinceles en la década de 1530, durante la larga y ardua génesis del Juicio Final de la Sixtina. A esta abrumadora obra maestra, van a seguirle dos frescos en la capilla Paulina del Vaticano (la Crucifixión de San Pedro y la Conversión de San Pablo). En los últimos años de su vejez, nacerán, fruto de su meditación sobre la muerte, dos últimas Pietà de mármol, hoy en el Museo de la Obra del Duomo en Florencia y el Castillo Sforzesco en Milán.
Rafael: Urbino, Florencia, Roma
Hijo de Giovanni Santi, artista e intelectual de renombre, Rafael nació en 1483 en Urbino, a la sombra del Palacio Ducal de los Montefeltro. Desde su infancia, fue adquiriendo una cultura figurativa cosmopolita, atenta tanto a los problemas de la representación del espacio como a la dialéctica de los sentimientos, las luces y las fisonomías. Dotado de un talento extraordinariamente precoz, el joven Rafael completa su aprendizaje entre las Marcas y la Umbría con una estancia en el taller de Perugino. En 1504, con veinte años, se marcha a Florencia para rivalizar con Leonardo y Miguel Ángel. Realiza obras de dimensiones reducidas, como retratos y Vírgenes con el niño: pero se trata ya de pinturas extraordinarias, en las que la riqueza de la pintura figurativa se asocia a un estilo simple, espontáneo y natural. En 1508, llamado por el papa Julio II, Rafael llega a Roma y comienza la famosa serie de frescos de las Stanze (Estancias) del Vaticano. Con una velocidad impresionante, año tras año, modifica las características de su pintura: de la composición límpida de la Estancia de la Signatura (1508-1511), pasa a un ritmo sostenido y dramático en la Estancia de Heliodoro (1512- 1514), para luego sentar las bases del manierismo en la Estancia del Incendio del Borgo (1514-1517) y en las Logge (Logias). Luego se suceden cuadros de altar, retratos y obras inspiradas en la antigüedad clásica. En 1520, mientras trabajaba en la Transfiguración, murió a los treinta y siete años de edad. Se extingue así el artista que, en el transcurso de su corta vida, había alcanzado el equilibrio sutil y precioso de una perfección serena, de un estilo natural e ideal al mismo tiempo, de una belleza espontánea y encantadora. En el umbral de la eternidad, el Panteón acoge hoy los restos del pintor, sublime entre todos. (Ver: la obra mural de Rafael)
Platón y Aristóteles guían al grupo de los antiguos filósofos. Platón (retrato idealizado de Leonardo) indica el cielo, Aristóteles tiende la mano hacia la tierra.Alrededor, grupos de personajes entre los más vivos y diversos de toda la historia del arte, en la variedad de sus gestos, poses y expresiones.
Encargada por el banquero y mecenas Agostino Chigi, es una escena de belleza cristalina y que expresa la pasión de Rafael por el arte y la literatura de la antigüedad.
Si observamos esta obra con los parámetros tradicionales de la crítica, podemos definirla como una síntesis extraordinaria de la Mona Lisa de Leonardo y el Tondo Doni de Miguel Ángel, pero es una obra diferente que produce un efecto completamente inusual. Por una vez, no somos nosotros quienes miramos a la Virgen, sino que es ella la que nos mira y nos conduce suavemente hacia un torbellino de sentimientos y sonrisas, una espiral de caricias y miradas que no tienen equivalente en toda la historia del arte.
Los años romanos de Rafael se desarrollan bajo el signo de dos grandes papas mecenas, cuyos retratos fueron pintados por Rafael. Julio II, impaciente, ambicioso, irascible, fue el comitente de las Estancias, comenzadas por Rafael, mientras que Miguel Ángel realizaba la bóveda de la Capilla Sixtina y Bramante erigía los cimientos de San Pedro. En 1513, le sucedió en el trono pontificio un personaje completamente diferente: León X, hijo de Lorenzo el Magnífico, amante del arte y hombre moderado. Rafael continuó para él la decoración de las Estancias, coordina la decoración de las Logias y realiza los cartones para los tapices de los Hechos de los Apóstoles.
Bibliografía
Collectif. La Peinture de la Renaissance. Gallimard, Paris, 2000
Trémeau-Böhm, M.A. L’art de la Renaissance italienne. Place des Victoires, 2005
Gombrich, E.H. Histoire de l’art. Phaidon, Paris, 2001
Thoenes, C. Raphaël – L’invention de la Haute Renaissance. Taschen, 2016
Collectif. Michel-Ange, vie et œuvre. Taschen, 2010