Con la exposición Chagall. Los años decisivos el Museo Guggenheim de Bilbao en colaboración con el Kunstmuseum de Basel nos hace descubrir el primer periodo del artista. Al adentrarnos en la obra de Marc Chagall, visitamos un universo de apariencia sencilla que encierra una realidad compleja, pues el artista entrelaza con sofisticación mundos que a simple vista pueden resultar antagónicos y que para él se convierten en complementarios a partir de 1911. Nacido en 1887 en el seno de una familia judía jasídica (un movimiento dentro del judaísmo) en la pequeña localidad de Vitebsk, vinculada entonces a la Rusia de los zares, Chagall crece en un ambiente constreñido, donde el acceso a la cultura y al arte rusos estaba limitado tanto por su religión como por las políticas de la época, que marginaban en guetos a los judíos y les privaban de sus derechos. Pronto rompe con lo establecido, primero ingresando en la escuela rusa, después estudiando arte con Yuri Pen en Vitebsk y, sobre todo, trasladándose a San Petersburgo, una gran urbe a la que los judíos solo podían acceder con un permiso especial. Cuando en 1911 el joven Marc Chagall se establece en París, animado por Léon Baskt, se produce un punto de inflexión en su producción. Hasta mayo de 1914, el artista trabaja en la capital francesa, creando un conjunto de obras en las que a sus recuerdos de la vida en la comunidad jasídica de Vitebsk se suman iconos de la metrópolis moderna. Las reminiscencias del arte popular ruso y de su cultura se mezclan con los experimentos estilísticos más avanzados que le ofrece la vanguardia de París y algunas de sus figuras más destacadas, como Pablo Picasso, Robert y Sonia Delaunay o Jacques Lipchitz.
Las personas con las que Chagall se relaciona en París aparecen en este Homenaje a Apollinaire (1913), un cuadro que surge de su admiración por el poeta que le da título, cuyo nombre está escrito en el lienzo junto al del escritor suizo Blaise Cendrars; el del periodista y dramaturgo italiano Ricciotto Canudo, considerado el iniciador de la teoría cinematográfica; y el del galerista y crítico alemán Herwarth Walden. Todos ellos constituyen el círculo más cercano de Chagall, que el pintor plasma en una obra cuyo tema central es el nacimiento de Adán y Eva según la tradición oral judía del Génesis, que afirma que Dios creó al hombre y a la mujer en un solo cuerpo. Las cabezas en esta obra de Chagall también enraízan con la tradición clásica de la obra de Masaccio.