Pintura figurativa: la Escuela de Londres
A principios de los años 60 el artista Kitaj acuñó el término Escuela de Londres para designar su pintura y la de otros artistas figurativos e independientes que trabajaban en la capital inglesa y reivindicaban la práctica de la pintura figurativa.
Este movimiento artístico reúne a pintores activos en Londres a finales de la década de 1940. Se trata de Michael Andrews, Frank Auerbach, Francis Bacon, Lucian Freud y Leon Kossoff, una generación de pintores que dieron origen a la tendencia figurativa más importante del arte moderno. Se reunían en el bar Colony Room del Soho de Londres, y proporcionaron una alternativa a la pintura europea de la postguerra, dominada principalmente por la abstracción. En oposición al movimiento abstracto reclamaban una pintura «realista» que fuera más allá de las apariencias para revelar la verdad del sujeto. Una pintura que quería ser «provocativa» por su interés en los temas a menudo desprovistos de cualquier estética y por las actitudes inquietantes. Algunos críticos han considerado que hay un lado expresionista en el grupo, mientras que otros han relacionado estos artistas con el surrealismo e incluso con la Nueva objetividad.
Entre los clientes del Colony Room, figuran Bacon a la derecha sentado frente a la propietaria del club Muriel Belcher, amiga, confidente y modelo de este último, y al lado a Lucian Freud mirando al espectador.
Francis Bacon
Artista marginal y autodidacta, Francis Bacon (Dublín 1909 – Madrid, 1992) es reconocido como uno de los más grandes pintores del siglo XX. Nacido en Dublín en 1909, a los dieciséis años fue expulsado de casa por sus padres a causa de su homosexualidad considerada intolerable; Desde 1925 residió en Londres y luego en Berlín (1927), donde conoció la pintura realista de George Grosz, Otto Dix y Max Beckhmann, antes de trasladarse a París como decorador y finalmente a Londres en 1929. Para Bacon en aquella época la pintura solo era un pasatiempo, pero tras visitar una muestra que incluía obras de Picasso en la Galería Rosenberg de París (1928), decidió dedicarse a la pintura.
La verdadera carrera de Bacon comienza durante la Segunda Guerra Mundial, cuando en 1944 destruye casi todo lo que había creado antes. Inicia entonces una nueva fase de su pintura y el verdadero punto de partida de su obra cuando aquel mismo año realiza Tres estudios de figuras en la base de una crucifixión (Londres, Tate Modern), que desconcertó al público por sus siluetas inquietantes y monstruosas. Posteriormente, Bacon profundiza en su análisis despiadado hasta la atrocidad de la condición humana. El objeto y la imagen del hombre salen deformados y desfigurados de esta lucha. «En el cuadro no hay tensión si no hay lucha con el objeto», escribió en 1955.
Las distintas versiones que hizo Bacon del retrato de Inocencio X de Velázquez constituyen un buen ejemplo. La serie de ocho pinturas que en 1953 dedica a este personaje muestran la deformación progresiva del modelo original y del cual hará posteriormente nuevas interpretaciones (un total de 40). Estas imágenes nos llegan como si fuera a través de un espejo deformante, y al mismo tiempo dan la impresión de ser observados por una sagaz mirada de voyeur.
Centrándose casi exclusivamente en el retrato y en la figura humana, retoma temas de la pintura «clásica» y los reinventa a la luz de las tragedias y horrores individuales y colectivos del siglo XX. Sus fuentes son variadas. Bacon retoma y revisita las grandes obras maestras de la pintura antigua. En primer lugar, se apropia de una cultura artística profunda y meditada. A través de una lectura muy personal de la historia del arte, analiza las obras de Grünewald, Tiziano, Velázquez, Van Gogh, Picasso, los maestros del expresionismo, y también torsos y fragmentos de la antigüedad clásica. Por otro lado, utiliza fuentes figurativas singulares o excéntricas: el cine «expresionista» y surrealista de Eisenstein, Stroheim, Buñuel, fotografías anónimas, imágenes médicas de enfermedades.
Bacon utiliza la secuencia tripartita del tríptico para articular mejor el efecto dramático. La figura central se refiere al torso de Belvedere.
«Quiero que mis pinturas se vean como si un ser humano hubiera pasado por ellas, como un caracol, dejando un rastro de la presencia humana y un trazo de eventos pasados». Eso puede explicar por qué a menudo Bacon utiliza imágenes ya preexistentes que luego descompone.
En toda la obra de Bacon, se percibe una relación no resuelta con el cuerpo, la sexualidad, el malestar de la desnudez. El resultado es una visión dolorosa o angustiosa del hombre contemporáneo, vulnerable y sin defensa ante una degradación devastadora que lo envuelve, lo conmueve, lo desfigura. A lo largo de su carrera, Bacon impone a la materia pictórica la historia de un siglo violento entre guerras mundiales y tragedias sangrientas – en una gran comedia humana donde el hombre afirma su vitalidad y lanza un grito de desafío a la muerte.
George Dyer, compañero y modelo de Bacon, es parte fundamental en la obra de este último. Los temas de Bacon, entre ellos los numerosos estudios dedicados a Dyer, se convirtieron en el símbolo de la angustia del hombre moderno, víctima de una sociedad que lo extenúa, lo desgarra y luego lo rechaza. A menudo, esta sensación se acentúa a causa de decorados opresivos compuestos por paredes incurvadas, espejos donde aparecen los rostros desfigurados, mientras que el personaje se exhibe casi encerrado en una escena de circo ecuestre. La pintura de Bacon, reflejo de la experiencia del artista, se puede interpretar como una proyección extrema de la experiencia romántica en la contemplación inquietante y confusa de lo absoluto, el dolor, la muerte.
Los pintores del Renacimiento usaban el concepto del espejo para mostrar el personaje desde diferentes puntos de vista. Para Bacon, el espejo muestra «otra cara», contraída, desfigurada.
La obra de Bacon es acerba, inquieta y con una carga significativa de componente autobiográfico. Constituye una referencia internacional en la segunda mitad del siglo XX y juega un papel fundamental en el desarrollo de la «nueva figuración». Se posiciona como un arte paralelo a la escultura de Henry Moore.
Lucian Freud y la negación de la belleza
Lucian Freud (Berlín 1922 – Londres 2011), nieto del fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud, emigró a Inglaterra en 1939 y fue educado en Londres de 1939 a 1943 en la Central School of Arts and Crafts y en el Goldsmiths College. Sus obras están fuertemente influenciadas por artistas alemanes como George Grosz y Otto Dix. Las primeras pinturas de Lucian Freud son extremadamente precisas, mientras acentúa el aislamiento social de la persona representada. Están marcadas por un contexto específico, el de los círculos bohemios que frecuentaba con su amigo Bacon del que hizo el retrato. El entorno social del Soho de Londres en los años 50 presentaba las principales características de la vida de bohemia (Interior en Paddington, 1951) que tanto amaban los dos pintores. Desde mediados de la década de los sesenta, la materia de su pintura es seca y trata de penetrar en la envoltura de las formas faciales. Tal vez influenciado por los estiramientos y las distorsiones de las caras de Bacon, da la sensación de desprendimiento de la piel como si fuera una membrana maleable. Pinta una serie de retratos de su madre (1971-1973 y 1982-1984), queriendo crear más una presencia que un retrato. De 1945 a 1954 expone de forma regular en la London Gallery y en la Hanover Gallery, en la Bienal de Venecia (1954) y en la Tate Modern de Londres en 1977 con Francis Bacon. Se convirtió en el mayor pintor realista británico.
Los cuerpos indefensos y vulnerables de los personajes de Freud no hacen que el espectador que los observa se sienta más fuerte, sino que lo estimulan a bajar la guardia. El cuerpo en reposo, desnudo y abandonado a sí mismo, actitud que podemos encontrar en todos los mamíferos somnolientos, se confunde con su entorno. El cuadro Retrato desnudo en un sofá rojo (1998-1991) permite una comparación entre la piel tensa y viva de la joven y el cuero del sofá.
Tan agresiva como puede parecer su presencia, los personajes de Freud son innegablemente objetos extendidos o erguidos ante nosotros, que pueden ser vistos con mucha más claridad que los que aparecen en las obras de Auerbach y Bacon, dos pintores con los más estrechamente se relaciona la obra de Freud.
Frank Auerbach
Nacido en Berlín en 1931, Frank Auerbach emigró a Gran Bretaña en 1939 y estudió de 1948 a 1952 en la Escuela St. Martin’s School of Art de Londres como alumno de David Bomberg, quien se convirtió en su principal referencia. También estudió en el Royal College of Art de 1952 a 1955. En 1977 participa en la exposición British Painting, 1952-1977 en la Royal Academy de Londres. Su pintura se caracteriza por el grosor de sus pinceladas y por su textura que va asociada con los tonos oscuros, situándose en el límite de la abstracción (Portobello Road Building Site, 1953-1954). Después de 1958, Auerbach adopta una práctica más gestual, donde, al igual que con Giacometti, el espacio viene a revelar la figura. A finales de los sesenta, su obra, a través de la diversificación de los colores y la distorsión de los temas se puede comparar con la de Bacon, aunque no juega con el aislamiento teatral de los personajes de este último. A principios de la década de los setenta, su pintura se vuelve más rígida, más estructurada, mientras conserva las cualidades de vigor y de expresión que la distinguen. Pintor de la vida moderna, la obra de Auerbach aunque es principalmente formalista, las representaciones de personas y paisajes urbanos cercanos a su estudio de Londres lo muestran como uno de los más grandes pintores de la llamada Escuela de Londres, junto con Bacon y Freud.
Durante medio siglo, Frank Auerbach ha vivido y trabajado en la misma zona de Londres, en Camden Town, que convierte en uno de los temas principales de su obra: «Esta zona de Londres es mi mundo. He paseado por estas calles tantas veces que me siento apegado a ellas como las personas a sus animales de compañía».