Organizada por la Réunion des Musées Nationaux-Grand Palais de París, el Metropolitan Museum of Art de Nueva York y el Museo de Bellas Artes de Canadá en Ottawa, la exposición Vigée Lebrun mujer y artista en la Francia revolucionaria presenta un recorrido cronológico y temático de una de las grandes retratistas de su época, a la altura de un Quentin de la Tour y de un Jean-Baptiste Greuze. Poco conocida por el gran público, Elisabeth Louise Vigée Le Brun (1755-1842) vio el esplendor de la vida del Antiguo Régimen, las horas oscuras de la Revolución, el surgimiento de una nueva sociedad bajo el Imperio, todo ello en paralelo con el desarrollo de nuevos códigos artísticos. Consciente de su talento, esta artista trató de establecerse en un entorno eminentemente masculino, donde las mujeres tenían gran dificultad en ser reconocidas. Recibida en la Academia en 1783, tenía la intención de demostrar que la pintura de historia, el género más noble, no le impedía competir con los hombres. Vigée, estudió en las colecciones reales y privadas las obras de maestros antiguos y contemporáneos, entre ellos Jean-Baptiste Greuze. A medida qui iba subiendo los peldaños de la escala social, sus relaciones influyentes le aseguraron rápidamente una clientela selecta y una celebridad en alza.

En 1778, la artista se convirtió en el pintor oficial de la reina María Antonieta, su protectora, dejando así una galería de retratos que ilustra perfectamente los cambios en la moda. Rápidamente, la Revolución la obligará a emigrar poniendo su talento de retratista al servicio de las élites europeas y difundiendo su concepto del retrato halagador del antiguo régimen en Europa y Rusia para una clientela europea fascinada por el modelo francés. Entre 1789 y 1802 su talento fue reconocido oficialmente por las academias de Roma, Bolonia, Parma, Florencia y San Petersburgo. Hoy reunidas, pinturas, pasteles y dibujos, permiten redescubrir su arte en toda su variedad, refinado y lleno de vida.