Toulouse-Lautrec : la vida bohemia
Pintor, dibujante y cartelista francés Henri de Toulouse-Lautrec (Albi 1864 – Malromé, Burdeos 1901) comenzó a pintar y dibujar desde su infancia. Nacido en una familia de antigua nobleza, dos accidentes impidieron el desarrollo normal de sus piernas quitándole toda posibilidad de dedicarse a la vida mundana que tanto amaba.[:]
Se dedicó por completo a la pintura después de formarse en talleres de artistas como Princeteau y Bonnat (1882) y Cormon (1883-1884). Estudió primero las obras de los impresionistas y Degas, interesándose también en Ingres de quien admiraba el arabesco lineal. En realidad, Toulouse Lautrec nunca formó parte del grupo de los impresionistas. Sus preferencias iban encaminadas hacia los lugares y aspectos más sórdidos de la vida nocturna de Montmartre. Fue profundamente influenciado por las estampas japonesas, en las que encontraba un espacio bidimensional definido por líneas continuas y la disposición compacta del color: estos datos estilísticos serían los que iban a caracterizar sus carteles y litografías publicitarias destinadas a cafés o a cabarets, y donde cultivaba con habilidad la técnica de los contornos sinuosos.
El artista realizó muy pocos autorretratos y una sola caricatura a la tinta, donde se burla de su deformidad física: sufre una forma de enanismo; mide tan sólo un metro cincuenta como consecuencia de la fractura de ambas piernas. En este autorretrato se representa sin pincel ni paleta, o cualquier cosa que pueda identificarlo como pintor. Tampoco se preocupa de ocultar el espejo que ha utilizado para pintar el autorretrato.
El descendiente de los condes de Toulouse-Lautrec es un enano. Tiene un torso bien desarrollado, pero sus piernas son extraordinariamente cortas. No será un jinete, ni un héroe de concursos hípicos y de cacerías a caballo. La enfermedad ha distorsionado sus rasgos faciales, tiene problemas de elocución y farfullea. Sólo le queda convertirse en el pintor de bailes públicos, cabarets, burdeles y velódromos, y de sus pintorescos personajes.
Sólo unos pocos años separan este cuadro de las representaciones de bailes populares realizadas por Renoir en el Moulin de la Galette y otros lugares de reunión de la pequeña burguesía parisina. La interpretación que hace Toulouse-Lautrec es muy diferente:
la alegría de vivir del impresionismo da paso a algo forzado, efímero, lleno de pesados silencios y palabras vacías. Ello viene reforzado por el color blanquecino de la piel bajo la luz artificial. Esa capacidad de evocación autónoma de Lautrec va ligada al dibujo de Daumier y Degas pero también a la melancolía aristocrática que muestra Manet en su último periodo.
Montmartre, cuna de la bohemia parisina
Estrechamente relacionado con Vincent Van Gogh y Félix Vallotton, Toulouse-Lautrec participa plenamente del clima artístico parisino, que por aquel entonces buscaba superar al impresionismo. Su investigación iba encaminada hacia una pintura que fuera capaz de plasmar las características más típicas de sus personajes (La Goulue en el Moulin Rouge, 1892; Mary Bedford, 1895); el uso del contrapicado o encuadres peculiares, el despliegue del arabesco, los colores saturados y planos son una reminiscencia de Degas (Moulin Rouge, 1892). Asiduo espectador de la vida de Montmartre, de sus cafés-conciertos, burdeles, sórdidos salones de baile, teatros y circos de suburbio, Toulouse-Lautrec muestra toda la tristeza oculta detrás del brillo de las lentejuelas de las bailarinas de cancán y los trajes de circo, los terciopelos y decoraciones de las casas de citas (Au Moulin Rouge de 1892; Jane Avril bailando de 1892; En el salón de la Rue des Moulins; La payaso Cha-U-Kau de 1895). Utiliza pinceladas rápidas a base de pequeños toques de color, junto con amplias masas de colores brillantes de marcados contornos y volúmenes subrayados en negro y de trazo nervioso.
Nacida en 1868, a Jane Avril se la conocía como « Mélinite » nombre de un potente explosivo que reflejaba su desbordante energía en el baile. Mujer culta y sensible, apreciaba las pinturas de Toulouse-Lautrec por quien sentía un sincero afecto y admiración. El pintor le regaló una serie de lienzos que a su vez ella iba regalando a sus numerosos amantes. Después de un período de gran éxito, caerá en una fase de declive y finalmente en la pobreza. En 1913, ingresó en un hogar de ancianos, donde permaneció hasta su muerte en 1943.
Aquí, el artista logra dar un carácter, un rostro, una personalidad específica, a una figura sentada vista de espaldas. Esta pintura forma parte de la serie titulada Ellas con retratos de cortesanas sensibles y respetuosos.
En el Salón de la rue des Moulins
Su estado de salud y la vida que lleva convierte a Toulouse-Lautrec en un paria, rechazado por su familia y su entorno social: su padre incluso le prohibe firmar sus pinturas con su nombre completo, porque las considera vergonzosas para una familia de tan alta nobleza, debiendo recurrir a utilizar seudónimos o entrelazar sus iniciales. Para acentuar aún más esta diferencia – o tal vez porque es el único lugar donde se siente comprendido y protegido, no humillado y juzgado – visita con asiduidad las casas de citas e incluso come y duerme con las chicas. En 1890, vive durante algún tiempo en el burdel de la rue des Moulins de París, tema del cuadro del mismo nombre y entabla una relación con Blanche, una de las mujeres que trabajan allí. El sofá rojo del salón de aquel burdel, gracias a Toulouse-Lautrec se convirtió en un espacio característico de la pintura del siglo XIX. Incluso es fácil imaginar las historias que cuenta Maupassant desarrollarse en aquel lugar, iluminado y decorado con lujo ostentoso y un poco kitsch, en el que las mujeres esperan a sus clientes. Sin ninguna intención caricaturesca, Toulouse-Lautrec las representa tal como son en realidad. Historias personales que se cruzan, se iluminan fugazmente y luego huyen como un fuego fatuo. El pintor sugiere comportamientos como embarazo e indolencia, fatiga y aburrimiento, evocaciones transmitidas por el rostro de esas mujeres, su ropa, poses y gestos. Situada en una mansión del siglo XVII, la casa de la rue des Moulins estaba decorada con pinturas de artistas (como Eugène Boudin) amigos de la dueña, Blanche d’Egmont. Toulouse-Lautrec le realizó una decoración (hoy perdida), compuesta de dieciséis elementos pictóricos. Además, durante su estancia en esa casa, el pintor ejecutó una serie de telas cuyo tema eran los burdeles parisinos y el ciclo de diez litografías en color titulado Ellas, impreso por Ambroise Vollard en 1886.
Como a los impresionistas, a Toulouse-Lautrec le gustan los encuadres peculiares. Aquí, el pintor se ha colocado a la misma altura que las mujeres sentadas y así poder situar al espectador al mismo nivel que ellas. Al igual que Degas con las bailarinas, Toulouse-Lautrec representa a las chicas como si las estuviera observando a escondidas: se encuentran en un momento de calma y reposo y esperan, un poco aburridas, la llegada de los primeros clientes. El estilo recuerda los grabados japoneses; las pinceladas rápidas a veces dejan entrever el dibujo preparatorio que hay debajo.
Los carteles
Durante su corta carrera artística, Toulouse-Lautrec sienta las bases para futuros desarrollos en el arte. En primer lugar, por su abandono explícito del impresionismo, se convierte en una fuente de inspiración para el expresionismo, y en segundo lugar, por la síntesis eficaz que hace de las imágenes, palabras y colores en los numerosos carteles e ilustraciones que produjo, Toulouse-Lautrec es el fundador de una nueva forma de arte, la imagen publicitaria. El pintor dibujó treinta carteles para cabarets, productos comerciales e ilustraciones, además de programas de teatro, invitaciones o menús (Aristide Bruant, Jane Avril en el Jardin de París, Yvette Guilbert). También decoró la caseta de feria de su amiga La Goulue (Baile en el Moulin Rouge, 1895). Las litografías más famosas se realizaron para las actuaciones de Aristide Bruant en el café-concert Ambassadeurs, uno de los más elegantes de los Campos Elíseos. Pierre Ducarre, propietario del establecimiento, fue uno de los primeros en apreciar la nueva técnica y la audacia de la composición.
Toulouse-Lautrec es el ilustrador de la vida parisina de finales del siglo. Bailes espectáculos, vida nocturna, luces, teatros, risas y aplausos para bailarinas y cantantes. A menudo, estas imágenes han sido esbozadas de forma rápida, para luego convertirlas en pinturas o litografías a color. La litografía de Aristide Bruant (1851-1923) famoso cantante, anarquista e irreverente, con sus canciones, cuyo contenido a veces rozaba la obscenidad, y sus posturas anticonformistas, fue uno de los protagonistas de la noche parisina. Apasionado por el arte, hizo imprimir un periódico, Le Mirliton, en el que publicaba sus canciones que ilustraba con dibujos y pinturas de Toulouse-Lautrec.