Cataluña: una posición privilegiada
A finales del siglo XIV, llega a Cataluña la influencia de la nueva corriente estilística en la pintura gótica, caracterizada especialmente por sus modelos áulicos, el gótico internacional. Florece una actividad artística abierta a las principales corrientes que se desarrollaban en Europa, en particular, a la italiana y a la franco-flamenca, que Cataluña interpretó con originalidad, traducido por un fuerte expresionismo de las figuras, una gama cromática intensa y contrastada y tendente a un progresivo preciosismo refinado, puesto de manifiesto en los retablos pintados y esculpidos, en la miniatura y otros objetos de lujo como el bordado y la orfebrería. Cataluña y Aragón, con Barcelona como capital, era residencia real y principal centro de poder, gracias al desarrollo del comercio y de las rutas marítimas, como lo prueba su presencia política en el Mediterráneo. Cataluña fue también el centro artístico más activo. Durante el reinado de Pedro el Ceremonioso (1336-1387), además de la consolidación de las estructuras administrativas y territoriales, con la institucionalización de la corte, de los municipios y de la diplomacia, así como de las actividades de producción y de comercio, se prosiguió el proceso de expansión por el Mediterráneo, que se traduce también por vínculos comerciales con Pisa y con la Italia meridional. Los municipios, y sobre todo Barcelona, lanzaron importantes proyectos arquitecturales y artísticos, con la construcción o la reconstrucción de edificios religiosos, como la catedral de Barcelona y de Girona, y civiles (palacios, lonjas, hospitales). La escultura del siglo XIV presenta vínculos estrechos con la creación plástica francesa y con Italia en particular, gracias a la llegada de artistas de esos países. Hacia mediados de siglo, Aloy de Montbray, Jaume Cascalls y el siciliano Jordi de Deu, se distinguieron trabajando en el panteón real de Poblet. En pintura, en la misma época, se consolidó en Barcelona la escuela más importante, con Ferrer y Arnau Bassa, Ramón Destorrents y los hermanos Serra. El verdadero estilo internacional aparece con Lluís Borrassà, activo en Barcelona hasta 1425 aproximadamente. En el segundo cuarto de siglo, Bernat Martorell prolonga el arte de Borrassà, pero lo enriquece por medio de una investigación de los efectos luminosos y un sentido de la vida y del drama.
En una atmósfera cortesana, servida por la lectura de romances catalanes y por el Llibre dels fets (crónicas reales, redactadas por los principales poetas catalanes), el artista representa a los asistentes al drama representado en el retablo, vestidos a la moda del momento y ejemplifica rasgos estilísticos del arte de la corriente internacional. El secreto de Borrassà, es el de sabernos transportar a un mundo familiar, el de la vida; los gestos hasta aquí rígidos y torpes se vuelven naturales, los personajes vestidos con magníficos ropajes se mueven dentro del marco suntuoso de los palacios y se conducen con gracia y naturalidad.
El reino de Aragón había creado un vasto imperio marítimo en todo el Mediterráneo e incluso más allá (la historia de la Corona de Aragón se inicia en 1137 con la unión del reino de Aragon y el Condado de Barcelona por el matrimonio de Ramón Berenguer IV y Petronila de Aragón). Desde finales del siglo XIV, había conquistado Valencia, Sicilia y Cerdeña, creando una vasta entidad que unificaba la lengua catalana: El Rosellón, Cataluña, Valencia y Mallorca, de una misma raza y de una misma lengua, debían, por razones geográficas y políticas ver desarrollarse su arte con aportaciones francesas o italianas sin perder sin embargo su originalidad. La evolución de la escuela catalana se explica muy naturalmente por la posición que ocupaba el reino de Aragón en el Mediterráneo, por sus estrechas relaciones con Italia tan estrechas como las que mantenía con la Provenza, las cuales se vieron fortalecidas por los dos matrimonios sucesivos de Roberto de Anjou, rey de Nápoles, con Yolanda de Aragón y Sancha de Mallorca, y más tarde por la conquista de Córcega, de Cerdeña, de Sicilia y después de Nápoles. Numerosas obras de arte fueron compradas por catalanes, sobre todo en Génova y en Pisa; artistas italianos vinieron a trabajar a Cataluña y Aragón, especialmente el florentino Gherardo Starnina que aparece hacia 1380 en Cataluña trabajando para Juan I de Aragón, jugando también un papel preponderante en Valencia donde en 1398, firma un contrato para un retablo destinado a la iglesia de San Agustín. La influencia italiana fue también filtrada por Aviñón donde los papas van a permanecer desde 1309 a 1377. Estas circunstancias explican y caracterizan la formación de una escuela mediterránea nacida en Barcelona, desarrollada en Valencia y Aragón bajo influencia italiana.
En los siglos XIV y XV, varios prestigiosos cartógrafos mallorquines fueron los proveedores de una clientela principalmente catalana y aragonesa, pero también europea. No es una casualidad si el Atlas catalán fue una de las joyas de otras cortes como la del rey de Francia Carlos V. Confeccionado por un sabio judío (posiblemente Abraham Cresques) del reino de Mallorca, quien gracias a los contactos que esta comunidad mantenía con los países del Mediterráneo, disponía de nuevas informaciones y también el acceso al conocimiento de la ciencia árabe. Fuera del entorno de la navegación, la fascinación tuvo que ser grande por estas enciclopedias ilustradas, maravillosamente bellas, que mostraban el mundo conocido en todos sus aspectos: geográfico, histórico, pero también político, económico y comercial. El gran interés de estos portulanos proviene de su extensión a otras regiones del mundo: costas del Atlántico, de África y Asia.
Este retrato póstumo proviene de la sala del Consejo del Consistorio de Valencia y formaba parte de un grupo de retratos que representaban los reyes de la corona catalano-aragonesa. Los reyes de Aragón se preocuparon de dejar testimonio escrito de sus reinados. Pedro el Ceremonioso, así como su antepasado Jaime I, es el autor de la última de las cuatro crónicas en lengua catalana, «Les Quatre grans cròniques» elaboradas por Bernat Desclot y Ramon Muntaner. Esa tradición será seguida por Alfonso de Nápoles, quien dictará al humanista Bartolomeo Fazio sus hechos y gestas.
Ferrer Bassa y el gusto italianizante
Ferrer Bassa, activo en Cataluña entre 1321 y 1348, era el pintor preferido de Pedro el Ceremonioso y de su esposa Maria de Navarra, siendo numerosos los documentos que atestiguan su actividad y la importancia de su producción, ligada a los encargos de la familia real y de grandes personalidades cercanas a ésta. Entre 1324 y 1333 viajó a Italia, donde entró en contacto con la pintura de la Toscana, del centro de Italia y de Nápoles, influenciando claramente su arte. Ha imitado y asimilado los modelos (en cierta medida) de Giotto, de los sieneses (los hermanos Lorenzetti y Simone Martini) pero también del mosaiquista romano Pietro Cavallini. En lo que se refiere a la técnica, Bassa aplica los principios teóricos de Cennini. A partir de 1339, Ferrer residió en Barcelona y entró al servicio de Pedro el Ceremonioso, para quien ejecutó retablos destinados a las capillas reales de Zaragoza, Perpiñán y Barcelona. En torno a Ferrer Bassa se constituyó un taller bien organizado, donde entró su hijo Arnau, cuyo estilo era muy parecido al de su padre. A pesar de la abundante producción citada en los documentos, los obras que subsisten son escasas: citemos las pinturas de la capilla de San Miguel y las Horas de Maria de Navarra. En la decoración de la capilla de San Miguel, en el monasterio de las Clarisas de Pedralbes en Barcelona, la influencia italiana se reconoce sin duda en la forma alargada de las caras, en los ojos muy rasgados característicos de Giotto y también, a una cierta dulzura de las expresiones.
Del sienés Pietro Lorenzetti, Bassa ha adoptado las pesadas figuras y el naturalismo sorprendentemente moderno del ambiente. Los paisajes también recuerdan mucho a la escuela sienesa. La actitud de las figuras es casi más expresiva que en la pintura de Lorenzetti, por ejemplo, los gestos y las miradas invocadoras de los reyes, así como la cara redonda de la Virgen. El programa iconográfico de la decoración de la capilla de San Miguel, fue definido por contrato y comprende las Escenas de la Pasión, los Siete Gozos de la Virgen, y representaciones de Cristo y de los santos.
Se trata de una pintura anecdótica y narrativa inspirada de los sieneses que tendrá una gran difusión con Ramon Destorrents de Barcelona, que sucede a Ferrer Bassa como pintor de corte de Pedro el Ceremonioso. Con el maestro de Estamariu (alumno de Destorrents), diversos elementos arquitecturales simplificados característicos del arte italiano dividen las escenas del Retablo de Santa Lucia. La mayoría de las figuras son esbeltas y un poco desproporcionadas, lo que acentúa todavía mas sus siluetas. El modelado de las figuras, así como el modo en que se suceden los grupos, encuentra su explicación en la alineación del arte catalán con el de Francia de mediados de siglo, tal vez por medio de los pintores de Aviñón. La herencia de los Bassa y la influencia del arte francés se unen aquí en una creación elegante y equilibrada, no desprovista de una cierta ingenuidad.
Estas escenas provienen del Retablo de Santa Lucia, del monasterio del mismo nombre en Arcavell, en la región de Urgell (parte occidental de Cataluña). El artista utiliza la Leyenda Dorada de Jacques de Vorágine, para contar las etapas progresivas de la vida de la virgen y mártir de Siracusa, santa Lucia. El Maestro de Estimariu reúne en estas tablas las novedades del Trecento y de la escuela de Aviñón, rasgos característicos del gótico internacional.
Los hermanos Serra
Los sucesores de Bassa fueron los dos hermanos Serra, Jaume y Pere. Activos en Cataluña en la segunda mitad del siglo XIV, con ellos el retablo toma una dimensiones que no había tenido nunca antes y presenta una nueva organización en la composición de las escenas. Pere Serra (documentado en Barcelona y en Cataluña entre 1346 y 1405), fue alumno de Ramón Destorrents, como lo atestigua el contrato de aprendizaje que lo liga al taller de este último. La actividad artística del taller de Serra está atestiguada para toda la segunda mitad del siglo XIV y hasta comienzos del siglo XV, y se caracteriza por seguir la corriente estilística de inspiración sienesa, marcando así un profundo cambio en la pintura catalana. Las dos obras documentadas de Pere Serra son el Retablo del Espíritu Santo – un políptico monumental que fue comisionado en 1393, donde Serra realiza una minuciosa descripción de los detalles de cada figura y escoge colores brillantes como el esmalte. Se le atribuye igualmente la tabla central de la Virgen de los Angeles y dos elementos de la predela que formaban parte de un gran retablo dedicado a la Virgen. Pere Serra creó numerosos retablos pintados con colores pálidos, para cofradías, corporaciones, y monasterios, pero no para la corte. El gusto por la pintura sienesa prolonga la tendencia italo gótica de sus predecesores.
En esta bella y refinada pintura, la Virgen está sentada en un trono rodeada de ángeles músicos, sostiene al Niño y retiene con delicadeza el hilo atado al pájaro que Jesús tiene en la mano. Maria lleva una túnica dorada y un manto azul oscuro con dibujos que representan pájaros rodeados de guirnaldas (rasgo característico de las Vírgenes de Serra). La bella línea de su manto, su pose, sus rasgos, sus manos graciosas, el afectuoso Niño, los exquisitos ángeles así como el colorido, hacen de la Virgen de Pere Serra un claro exponente de los estrechos vínculos que lo unían con la pintura de Siena.
Este retablo fue pintado para la capilla del gremio de Curtidores de la catedral de Manresa donde se encuentra todavía. En su graciosa descripción del Paraíso y del valle del Jordán, Pere Serra sigue las tendencias contemporáneas del arte italiano, donde se juntan preciosidad y delicadeza refinada. La sutileza de las formas, el brillante colorido, la riqueza de los ropajes cuyos pliegues caen en cascada, son elementos que participan de la evolución que nos lleva al gótico internacional.
Al finalizar el siglo XIV, Barcelona era la sede de una corte particularmente brillante. El rey Juan I que reinó de 1387 a 1396, protegió las artes secundado por su mujer Violante, hija del duque de Bar; atrajo a Barcelona a numerosos franceses, no sólo artistas, sino también juglares y trovadores. Aunque el reinado de Juan I solo duró nueve años, su hermano y sucesor Martín, conocido como Martín I el Humano, aficionado al arte y a los objetos suntuarios, contribuyó al desarrollo de la pintura catalana.
Lluís Borrassà
Nacido en el seno de una vieja familia de pintores, Lluís Borrassà (Girona hacia 1360 – Barcelona hacia 1425) es considerado como el introductor del estilo internacional en Cataluña. Los documentos nos proporcionan numerosas informaciones sobre Borrassà y atestiguan del lugar importante que ocupó en Barcelona entre los artistas contemporáneos. En la obra de Borrassà, la disposición de las escenas, los gestos de los personajes se hacen más naturales bajo la influencia francesa. A la influencia artística tradicional venida de Francia, se le une la influencia cultural traída por los trovadores y por la unión de miembros de las familias dinásticas francesas y catalanas. Borrassà aparece en Barcelona al mismo tiempo que Violante de Bar. La joven reina introduce los primeros elementos de la cultura francesa en la corte de Juan I de Aragón, monarca amante de las letras y de las artes, punto de encuentro entre los trovadores provenzales y una sociedad brillante y cultivada. Lluís Borrassà, quien estuvo presente en 1388 en las fiestas de coronación (realiza las pinturas para las decoraciones de las solemnes entradas, ceremonia de coronación y otras fiestas cortesanas y populares). En Barcelona, Borrassà se encontró con un medio particularmente favorable para satisfacer a sus protectores, dando a los relatos profanos y a los siempre edificantes de la historia sagrada, un reflejo halagador de los fastos de la corte. Otro hecho muy importante es que, en esa época, se empiezan a individualizar las fisionomías de los personajes, no sólo de los donantes sino también de personajes influyentes de la sociedad de aquella época que se hallan representados en los lujosos retablos.
Los protagonistas del retablo son las órdenes de los franciscanos y de los dominicos, fundadas por Francisco de Asís y por Santo Domingo, respectivamente. En el centro del retablo se encuentra san Francisco, entronizado y rodeado por un grupo de frailes, un grupo de monjas clarisas (orden franciscana de mujeres) con santa Clara, y un grupo de legos. Destacan escenas como la que muestra a santo Domingo salvando a los mercaderes que han naufragado delante de las costas, o la imagen en que san Judas y san Simón se encuentran en la corte del rey Abgar, enfermo de lepra y que va a ser curado con el velo de santa Verónica.
Las monjas clarisas y sus homólogos los franciscanos presentan el capítulo de su Orden a su fundador san Francisco de Asís. Hay que subrayar el carácter realista de las figuras de las religiosas y de los frailes arrodillados a cada lado del personaje central; la composición, aunque llena de personajes, no da una impresión de hacinamiento. La idea de colocar varios espectadores contemplando el evento desde una tribuna es muy ingeniosa. Las caras de los asistentes están sacadas de la realidad. También en este caso, se trataría de algunos retratos de personas de la nobleza, mecenas o admiradores de la obra de Borrassà, contemporáneos del pintor, así como los retratos de los religiosos y religiosas que asisten a la escena.
La pasión por la investigación que poseía Borrassà lo condujo a una construcción pictórica particular: una composición con paisaje, pero con un plano posterior desnudo. La disminución del tamaño de las figuras que acompañan la progresión hacia el fondo, los colores y el tratamiento cada vez más suelto de las formas – el escorzo de las barcas y el juego de las olas, hacen sentir la profundidad del espacio. Esas cualidades y la belleza de la composición, colocan este cuadro entre las grandes obras del gótico internacional.
Gracias al apoyo del rey, las prósperas abadías catalanas poseían magníficos retablos, esculturas y elementos litúrgicos de gran valor. La abadía cisterciense de Santes Creus cerca de Tarragona, era una de las más espléndidamente dotadas de la orden, así como el cercano monasterio de Poblet. El retablo de la Natividad que Lluís Borrassà ejecutó para el altar mayor de Santes Creus (hacia 1403-1411), hoy en el museo Nacional de Cataluña (MNAC), posee unas características excepcionales: la luminosidad de los colores, la riqueza y la elegancia de los movimientos, la delicadeza del dibujo y una descripción magistral de los sentimientos y de los detalles realistas, elementos representativos del arte de Borrassà. El color rojo brilla magníficamente en el manto de José, mientras que el de María tiene reflejos profundos entre los bordes del manto con las ondulaciones características de esta época.
Bernat Martorell y el refinamiento del estilo cortesano
Último pintor de esta saga después de Borrassà, Bernat Martorell (Sant Celoni cerca de Barcelona, 1390 – 1452), se hará célebre bajo el nombre de Maestro de san Jorge antes de que fuera descubierta su verdadera identidad. El estilo de Martorell se caracteriza por la utilización de una gama de colores más dulce que su homólogo Borrassà y por la minuciosa descripción de los detalles. En San Jorge ante los jueces, hace sentir al espectador la materialidad del cuerpo humano por medio de matices de color verde extremadamente finos. Son evidentes las afinidades con la pintura lombarda y con Pisanello, pero también con el naturalismo de los pintores flamencos. El cuadro tiene un brillo poco habitual, ya que el pintor ha utilizado una mezcla de laca y temple. Excelente miniaturista, Martorell sabe dar a los cuerpos en el espacio una excepcional densidad, y saca partido de las composiciones planas donde se escalonan objetos y personajes. A una cierta abstracción en la decoración arquitectural, Martorell opone el aspecto vivo de las figuras, como la Samaritana del Retablo de la Transfiguración de la catedral de Barcelona, audazmente plantada en primer plano, y donde el pintor integra elementos de la vida cotidiana que le confieren un encanto particular. En este retablo, una de sus últimas creaciones, el pintor incorpora ciertos rasgos franco-flamencos en su riqueza descriptiva llena de fantasía. La vitalidad creativa catalana se expresa también cuando en 1432, con Lluís Dalmau de regreso de Brujas, se recogen las novedades en pintura llevadas a cabo por Van Eyck. Martorell fue un pintor muy prolífico, sobre todo cuando se piensa en el extremo cuidado en la realización de sus retablos, de los cuales se han conservado un elevado número salidos de su taller.
En esta composición, el pintor ha utilizado con habilidad las posibilidades ofrecidas por la perspectiva lineal de Van Eyck. Ha pintado en el centro del cuadro un trono, descansando sobre un ancho pedestal, cuyos brazos se yerguen por medio de líneas convergentes hacia el respaldo formando una especie de pináculo. Este sitial en forma de pirámide, junto con el juez sentado, constituye lo esencial de esta composición. Los demás figurantes se ubican en torno a él, creando un conjunto de forma ovalada. El artista ha representado los personajes con una gran expresividad y del tamaño que corresponde al lugar que ocupa cada uno en el espacio, acentuando así la estructura del cuadro.
En esta exquisita composición realizada por Martorell, conocido también como el Maestro de san Jorge, la riqueza de las materiales empleados como el oro y el lapislázuli, hacen de ella una de las cumbres de gracia y de refinamiento del gótico internacional, en una puesta en escena de cuento maravilloso.Esta tabla constituye la parte central del Retablo de san Jorge, y sus diversos elementos se encuentran repartidos entre diferentes museos. Todos ellos revelan el progreso de la influencia flamenca que va a sustituir la influencia sienesa y francesa.
En este retablo destaca la gran figura del santo representado sobre un fondo de oro; arriba, sustituyendo al tradicional Calvario, se encuentra la Virgen de Misericordia que acoge bajo su manto san Benito y san Bernardo así como a los donantes del retablo; a los lados se hallan las escenas del martirio del santo; la predela representa escenas de la Pasión con la vivacidad narrativa característica de la pintura de Martorell y del gótico internacional.
Este retablo fue ejecutado para la iglesia del real monasterio de Poblet: se trata de un ejemplo de la cultura figurativa heterogénea de Bernat Martorell, que permite una serie de lecturas variadas de sus diversos paneles con formatos y estilos diferentes.
El rostro de la Samaritana se aparta del espectador con un movimiento ágil que posee una plasticidad toda nueva. El cántaro y la cuerda enrollada a su brazo están magníficamente representados. El conjunto de la escena, con el castillo gótico, las murallas y los patos en los fosos, es totalmente novedoso y se aparta de los motivos iconográficos vistos hasta entonces.
A mediados del siglo XV, empieza a notarse un cierto retroceso, cuyas causas fueron el cambio de gusto de los clientes. Éstos se preocupaban casi únicamente del lujo de los retablos que deseaban cada vez más grandes, resplandecientes de oro y con colores brillantes. Además, temían las novedades y preferían atenerse a modelos ya existentes. Por ello, los principales artistas catalanes, Pere Serra, Borrassà, Martorell, víctimas de su éxito, tuvieron que ejecutar numerosas réplicas de sus obras. Ahora las nuevas tendencias del arte en el este de España tendrán su origen tanto en Valencia como en Barcelona. Un artista interesante de este periodo fue Andreu Marçal de Sax, pintor alemán originario de Sajonia, establecido en Valencia entre 1390 y 1410, su obra principal, hoy en Londres, es el Retablo de San Jorge, cuya tabla central representa una batalla.
A mediados del siglo XV las aportaciones flamencas van a ser fundamentales. Por compras realizadas y por la presencia de artistas procedentes de los Países Bajos, se impone la visión naturalista de la pintura del Norte. Lluís Dalmau, pintor de corte, es enviado por el rey de Aragón a Brujas en 1431; la Virgen dels consellers (Barcelona, MNAC), pintada en 1445 para la capilla del consistorio de Barcelona, lleva la marca más directa de la pintura de Van Eyck.