La influencia de la escuela flamenca en la Corona de Aragón
La influencia de la escuela flamenca en el reino de Aragón o confederación catalano-aragonesa (Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares), donde el estilo gótico internacional estaba sólidamente establecido, hizo que su aparición fuera más tardía que en otros lugares con artistas como Lluís Borrassà y Bernat Martorell. La difusión del arte flamenco en estos territorios se debe a la importante actividad marítima de puertos como el de Barcelona y Valencia, y el aumento de intercambios entre los mercaderes de Flandes y sus homólogos italianos, franceses y españoles.
Esta difusión de los modelos flamencos es impulsada por la tendencias artísticas que adoptan las cortes europeas y la pasión por este arte de los coleccionistas reales de Aragón y Castilla. En 1427, Felipe el Bueno había mandado a Jan van Eyck acompañar una misión diplomática del ducado de Borgoña en Aragón; en aquella ocasión el pintor había visitado Barcelona y Valencia. Fue recibido por Alfonso V, conocido como el Magnánimo, al que entregó el retrato que había realizado del duque, y a raíz de esta visita, el rey se convirtió en uno de los más entusiastas mecenas y coleccionistas de arte flamenco. Si el rey Alfonso V fue un gran amante del arte del Norte, su principal prioridad eran sus posesiones italianas, y era en Nápoles donde guardaba sus colecciones, como el reputado San Jorge de Van Eyck. Su deseo de mantener relaciones comerciales entre Flandes y su reino, fue seguramente el motivo por el que la Ars Nova flamenca encontrara un temprano eco en el arte de la región. En 1431 y antes de establecerse en Nápoles, el rey Alfonso había enviado al pintor valenciano Lluís Dalmau a Flandes para acabar su formación y aprender nuevas técnicas en pintura. En 1439, poco después del regreso de este último a Valencia, hizo su aparición un tal Luís Alimbrot (h. 1439 a 1463), pintor de Brujas (Allyncbrood en su país de origen), quien pasará el resto de su vida en Valencia. A este pintor se le han podido atribuir algunas obras, entre ellas, el célebre Tríptico de la Pasión de Cristo, donde muestra su conocimiento de la obra de Van Eyck. En Barcelona, importante centro artístico, trabajó el gran maestro del retrato Jaume Huguet, quien fue uno de los más grandes artistas catalanes del siglo XV. Con su interpretación personal del arte flamenco, su arte está ligado a la cultura mediterránea. Combina los motivos del gótico internacional con elementos italianos y flamencos, y tiende hacia aspectos naturalistas. Es probable que las lecciones del arte nórdico se transmitieron a Huguet y su taller por medio de obras de Dalmau, hoy desaparecidas.
Este panel forma parte del retablo dedicado a san Miguel y san Esteban encargado por el Gremio de los Tenderos y Revendedores de Barcelona para su capilla en la iglesia de Santa Maria del Pi.
Este tríptico encargado por un miembro de la familia Ruiz de Corella y cuyo origen fue el convento carmelita de la Encarnación de Valencia, es de suma importancia para rastrear la influencia de la pintura flamenca en Valencia y el Reino de Aragón antes de 1450. Por la composición, el colorido y la estructura narrativa, el retablo es particularmente cercano a la pintura flamenca, razón que corroboró la procedencia e identificación del artista, al que se le atribuye, además de este tríptico, una «Crucifixión».
Lluís Dalmau: entre tradición e innovación
Fue también en Cataluña, y en concreto en Barcelona, donde se manifestó un profundo y temprano interés por el estilo flamenco. En 1443, los miembros del Consell de Cent (Consejo de Ciento) empiezan a buscar un pintor al que encomendarle un retablo en el que se representarían cinco consejeros, destinado a adornar su capilla. Lluís Dalmau (actividad documentada 1428-1460), el valenciano que acabó su formación en los Países Bajos, será el elegido. En el Retaule dels Consellers o Verge dels Consellers de un profundo significado político y religioso, se manifiestan de forma evidente las fuentes de inspiración de Dalmau: los ángeles del retablo El Cordero Místico y la Virgen del canónigo Van der Paele de Van Eyck, donde imita su brillante técnica en la representación de las joyas y las suntuosas telas. Aunque se trate de realizaciones personales, en los retratos de los consellers Dalmau muestra la perfecta asimilación del naturalismo de Van Eyck. En el clima artístico conservador que vivía Barcelona en quel momento, los artistas preparaban el camino a las tendencias realistas que aparecerían en la segunda mitad del siglo XV. De Dalmau nos ha quedado otra obra: una tabla con un San Baudilio que constituye la parte central del retablo pintado por el artista en 1448 para el altar mayor de la iglesia de Sant Boi de Llobregat (cerca de Barcelona) en la que muestra un estilo monumental y una factura mucho menos servil en relación con los modelos de Flandes. La abundancia de dorados y adornos, así como el aspecto decorativo de la dalmática del santo, son típicos de las convenciones artísticas imperantes en aquel momento en Barcelona, lo que refleja un gusto más conservador. En 1452, el Gremio de Curtidores le encarga un retablo El Retablo de san Agustín – una obra que debía ser la más impresionante de su carrera y también la más cara de la pintura del gótico catalán. Sin embargo Dalmau falleció antes de haberla comenzado, y fue Jaume Huguet quien se ocupó de su realización.
Esta obra contiene numerosas alusiones al Retablo de Gante de los hermanos Van Eyck. Los ángeles que cantan a cada lado del trono de la Virgen, son homenajes directos al pintor de Gante. La arquitectura gótica, el trono tallado, la hermosa figura de san Andrés son de procedencia flamenca. Frente a san Andrés y llevando también la cruz, vemos a santa Eulalia, virgen y mártir del siglo IV y patrona de Barcelona.
Dalmau es considerado el iniciador del estilo hispano flamenco en Cataluña: en su obra, el gusto sutil flamenco por los detalles se combina con el gusto por una representación vigorosa y realista.
Detalles de la Consagración de san Agustín de Jaume Huguet y de la Verge dels Consellers de Lluís Dalmau. La técnica mixta (temple y óleo) permite un tratamiento de telas y joyas cuyo resultado es su aspecto rutilante.
Jaume Huguet, maestro del retrato
Jaume Huguet (Valls h.1412 – Tarragona 1492), huérfano desde los siete años, se formó con su tío y tutor Pere Huguet, pintor y decorador documentado en 1424 en Tarragona y años después en Barcelona, donde, a partir de 1434, decoró las bóvedas del claustro de la catedral terminadas en 1448, cuando existe constancia de que su sobrino Jaume Huguet estaba en Barcelona, donde conoció sin duda las obras de Bernat Martorell y Lluís Dalmau. El primer documento donde se le menciona como artista data precisamente de 1448, y concierne la cancelación de un contrato para la realización de un retablo en Tarragona. A partir de entonces, Huguet trabajó en Barcelona hasta su muerte a la edad de 80 años, y numerosos documentos dan fe de sus actividades y de sus muchos colaboradores. En la obra de Huguet cabe destacar una fuerte huella nórdica, que adquirió probablemente en contacto con las obras de Lluís Dalmau. La influencia del arte flamenco es evidente en la Virgen de Vallmoll, una de las primeras obras que nos han llegado de Huguet. Esta tabla recuerda composiciones flamencas que el pintor debió conocer a través de la Virgen dels Consellers de Dalmau. En su Consagración de san Agustín, fragmento de un retablo monumental encargado por el Gremio de los curtidores para ser ubicado en la iglesia de Sant Agustí Vell de Barcelona y ejecutado entre 1463 y 1480, las figuras constituyen uno de los ejemplos más impresionantes del retrato de la Península Ibérica del siglo XV, y están claramente relacionadas con las anteriores representaciones de consejeros pintadas por Dalmau, y menos con modelos flamencos.
El pintor armoniza de forma refinada la humanidad y el recogimiento de los personajes, con los dibujos abstractos de los dorados del fondo y otros detalles decorativos.
El estilo de Jaume Huguet se difunde ampliamente en Cataluña, y se extiende hasta las grandes islas del Mediterráneo, Córcega y Cerdeña, donde el gusto por los retablos dorados persiste casi hasta el siglo XVI. El personaje vestido de negro en el borde derecho de la tabla sería un autorretrato del pintor.
Tras la muerte de Bernard Martorell, Huguet hereda los principales encargos de los gremios de la Ciudad Condal. Esta pintura (una de las primeras obras de Huguet), que aún conserva motivos del gótico internacional, es una de las tablas catalanas más conocidas por su gran elegancia gráfica y su misteriosa melancolía.
La datación del Retablo de San Vicente para el altar mayor de la iglesia de Sant Vicenç de Sarrià es problemática; las nueve tablas que componen el retablo probablemente aún no habían sido acabadas a la muerte de Huguet en 1492, ya que solo cinco de los nueve paneles se han atribuido al pintor o a su taller. Al menos es lo que se puede deducir de la correspondencia que mantuvo su viuda con la parroquia de Sarrià. Esta representación es especialmente notable por el talento de retratista de Huguet; las caras de los miembros del clero se destacan contra el fondo y tienen características altamente individualizadas, lo que demuestra una buena comprensión del retrato flamenco.
Esta escena forma parte del retablo de Huguet para el altar mayor de la iglesia de Sant Vicenç de Sarrià (Barcelona). Algunos elementos arquitecturales se han sacado de modelos flamencos, pero las caras individualizadas de sus figuras y la composición espacial de los grupos, indican que fue el primer pintor español en encontrar sus propios conceptos formales y, por tanto, «una manera española» al Renacimiento.
La obra de Huguet se relaciona con la cultura mediterránea» (de la Liguria a la Campania y de la Provenza al sur de España) y combina los motivos del gótico internacional con elementos italianos (arte del Quattrocento) y flamencos, tendiendo hacia aspectos naturalistas y una decoración exuberante. En particular, Huguet armoniza de forma refinada la humanidad y la íntima devoción de los personajes con el lado abstracto de los fondos dorados y otras decoraciones.
Bartolomé Bermejo: modernidad y dominio de la técnica
A menudo considerado el mayor artista hispano flamenco del siglo XV, apenas se tienen datos de la vida de Bartolomé de Cárdenas, llamado Bermejo (Córdoba h. 1440 – actividad documentada hasta 1495). Llegó en tierras de la Corona de Aragón y fue influenciado por el estilo de los grandes artistas flamencos, asimilando perfectamente su técnica pictural. No obstante, su obra presenta marcados acentos mediterráneos, debido quizás a una formación napolitana que, en ciertos aspectos, lo acerca a pintores provenzales contemporáneos. Su carrera, desde su primera manifestación en 1468 hasta su último trabajo, refleja la historia de la pintura bajo la Corona de Aragón. Su primera actividad se documenta en Daroca, en Aragón, entre 1474 y 1477. En Zaragoza realizó las esculturas policromas del Retablo Mayor de la catedral. Luego se trasladó a Valencia y pasó los últimos años de su vida en Barcelona. Ejecutó su primera obra firmada para la iglesia de Tous, cerca de Valencia. Se trata del Retablo de San Miguel (Londres), que recuerda las obras flamencas contemporáneas de Petrus Christus y quizás de Memling. En el retablo mayor para la parroquial de Santo Domingo de Silos que había ejecutado en Daroca (1474) y del que solo queda el panel central, la representación solemne del santo en majestad se convirtió en uno de los modelos de composición más influyentes en el arte español de finales del siglo XV. Aunque ambas obras conservan el fondo de oro tradicional, revelan la maestría técnica de Bermejo, estrechamente relacionada con el modo de hacer flamenco, inusual en el arte aragonés de este período.
Las dimensiones modestas del panel confirman la hipótesis de que se trata de un elemento de la predela del retablo de «Santo Domingo de Silos.» La representación del santo (mitra, halo) se asemeja a la de santo Domingo en el panel central. Esta composición revela la familiaridad del artista con representaciones similares en el arte flamenco e italiano. Un posible viaje a Nápoles podría explicar su conocimiento de «San Jerónimo en su gabinete», una obra hoy perdida, que formaba parte del «Tríptico Lomellini» de Jan van Eyck, y que entonces se encontraba en la colección de los reyes aragoneses de Nápoles.
Durante la segunda estancia de Bermejo en Valencia, el comerciante de Acqui Terme (Italia), Francesco della Chiesa, le encargó el Tríptico de la Virgen de Montserrat. Realizó la tabla central que representa la Virgen delante de un paisaje singular, bañado por irreales luces crepusculares, sin precedentes en la historia del arte español, y abandonando el uso del fondo de oro. La ejecución de las puertas se encomendó a otro famoso artista de la época, el prolífico Rodrigo de Osona. Hacia 1486, Bermejo se trasladó a Barcelona, donde en aquel momento el mercado del arte estaba controlado por Huguet y sus amigos de la familia Vergòs. La Piedad Desplà de 1490 – en ese momento, el hecho de pintar un paisaje como fondo e iluminado por la luz solar ya no es una excepción, que lleva el nombre de su comitente Lluís Desplà, canónigo de la Catedral de Barcelona y hombre de letras, es la obra más representativa del pintor en aquella época; el poder expresivo del artista se manifiesta de forma notable en el realismo de los rostros y en el paisaje casi nocturno. A través de la obra de este artista, y debido a la creciente influencia del arte castellano – donde pintores como Diego de la Cruz, Fernando Gallego o García del Barco, bajo la influencia de pinturas importadas de Van der Weyden y Dirck Bouts ya ponían paisajes de fondo – la pintura en el reino de Aragón abandonó las antiguas tradiciones góticas.
Bermejo es tributario a la vez del Renacimiento italiano y de la pintura de los Países Bajos; es indudable que fue influenciado por Colantonio, Ghirlandaio y Botticelli por un lado, y por Van Eyck, Bouts, Van der Goes y Christus por otro. En la corte de Aragón se le brindaron amplias oportunidades de descubrir el arte italiano y flamenco; la presencia de estas influencias en su obra, no permite pronunciarse sobre la realidad de los viajes que habría realizado en Flandes y Nápoles. Por otra parte, en Valencia, el taller de Allyncbrood pudo jugar un papel importante en la evolución del artista.
Además del gran centro de producción artística que era Zaragoza, hay que mencionar los centros de Daroca, Barbastro o Benabarre, donde trabajó Pedro García de Benabarre. Este artista itinerante comenzó su carrera en Barcelona; más tarde residió en Lleida y trabajó en Cervera, antes de marcharse a Benabarre (Aragón) de donde era originario y pasar allí los últimos años de su vida. En Barcelona, había sido contratado por la viuda del pintor Bernat Martorell para completar las obras inacabadas de su difunto marido, que practicaba el estilo gótico internacional, cercano al estilo figurativo de García.
En el norte del antiguo reino de Aragón, aparecen algunas personalidades anónimas en la catedral de La Seu d’Urgell (Maestro de La Seu d’Urgell) y entre Girona y Perpignan (el Maestro de Canapost). Las obras del Maestro de la Seu d’Urgell son interesantes ya que a pesar de su relación con la pintura francesa, exhiben factura flamenca. En cuanto a la ciudad de Palma, centro político y artístico de las Islas Baleares, a pesar de los contactos que tenía con los Países Bajos, produjo escasas obras importantes. Cabe señalar dos pintores inmigrantes: el francés Pere Nisart y el castellano Alonso Sedano. El primero conocía el estilo provenzal y, quizás indirectamente, el estilo de los primitivos flamencos.
Las dos tablas se han relacionado con el Maestro de La Seu d’Urgell, activo en Cataluña a finales del siglo XV. En ese momento y en Brujas nacen otras obras similares. En 1485, Memling pinta un San Jerónimo penitente, de rodillas ante la cruz e hiriéndose con una piedra. El Maestro de la Seu d’Urgell situa a san Jerónimo en un paisaje naturalista, inusual en el arte catalán de la época y que puede compararse al paisaje de la «Piedad Desplà» de Bartolomé Bermejo. El uso de la pintura al óleo hacía más fácil una representación realista de la decoración, conocida gracias a la difusión del ars nova flamenca. La escena de san Jerónimo hiriéndose el pecho se basa en un episodio de su vida. Antes de escribir en Roma y en Belén sus escritos teológicos, se había retirado en el desierto de Siria. A través de alusiones a sus actividades literarias, san Jerónimo también es representado como erudito por el Maestro de la Seu d’Urgell.
Esta pintura formó parte de las puertas del órgano de la catedral de La Seu d’Urgell. Se trata de uno de los conjuntos más emblemáticos tanto por su tipología como por su valor artístico. La originalidad del pintor consiste en que incorpora el lenguaje flamenco de manera natural, así como modelos de la cultura francesa.